jueves, 27 de diciembre de 2012

Recapitulando

Hoy escribo lejos de mi casa. Lejos de la vida que me construí, lejos del mundo que escogí para mí. Regresé a la casa de mis padres. Por unos días decidí desparecer, evaporarme. Cierto es, que estos días coinciden con las vacaciones de Navidad y que de cualquier manera, hubiera venido hasta aquí. Sin embargo, los últimos sucesos relacionados con mi afición por las faldas y las apuestas, y una cierta hartazón de la ciudad de cartón-piedra (donde resido), han hecho que venga hasta aquí con muchas ganas. Ganas de desaparecer, de hibernar, de pasar de todo, de dejarme cuidar. 

Entre este remanso de paz que es el pueblo donde mis padres se marcharon cuando se jubilaron, tengo tiempo para leer y descansar, para reflexionar y tomar fuerzas e impulso para el nuevo año que pronto comenzará. En mi reflexión hago balance de todo lo sucedido en el año anterior. La decepción de la ruptura sentimental, el inicio de una nueva vida en la ciudad que me vio nacer, mis relaciones tras el duelo, el síndrome de la cama vacía, la chica especial, el despido del trabajo por una mala jugada de una mujer, la okupa que estuvo viviendo en mi apartamento y finalmente, la apuesta frustrada.

Como dije en la entrada anterior, tengo un problema bastante grave o quizás es mala suerte. Si se trata de mala suerte, ojalá el año que empieza sea mejor. Si se trata de que tengo un problema grave, lo mejor será asumirlo y actuar en consecuencia. O tal vez no. Actuar de esa manera me ha traído problemas, pero también muchos momentos excitantes. He conocido mujeres maravillosas, otras verdaderamente malas. Algunas han sido positivas y otras negativas. He follado, he gozado, me he enamorado. También he sufrido. Forma parte de eso que le llaman estar vivo, creo.

Dejarme llevar por el pesimismo por una tontería, como la de la apuesta, no es nada constructivo. Es decepcionante, claro, pero ¿acaso no se aprende de los errores? Desde luego que se aprende, y si vuelves a caer no es más que por decisión propia. Sabes los riesgos, los asumes, no hay culpa, sólo responsabilidad. Dejarse llevar es lo que tiene, unas veces aciertas y otras fallas. Darse un descanso, nunca viene mal. En esas estoy desde que llegué, dándome un descanso. Me jodió lo del amigo, sin duda, pero más me jodió sentirme ridículo. Contra eso, no hay nada que hacer, supongo. Lo que me queda es elegir mejores amistades, andar con ojo con quién me lío y por supuesto, levantarse cuando uno ha caído.

Quizás sea demasiado pronto para volverme a meter en líos, pero estos días he conocido a alguien que me ha llamado la atención. Es una chica, más o menos de mi edad. Es medio artista, bohemia, medio hippie. Me llamó la atención cuando la vi al segundo día de llegar aquí, yendo a la panadería del pueblo. Aún no sé su nombre, pero me dejó una grata impresión. Sé que vive en una casita no muy lejos de la de mis padres. He preguntado por ahí, para ver si alguien me da referencias y lo único que he sacado es que es recién llegada al pueblo, que vive sola y que pinta cuadros de "mujeres y hombres en pelotas", según me dijo María, la panadera. No sé, quizás le haga una visita...

martes, 25 de diciembre de 2012

Apuesta IV (punto y final)

Al final les tuve que mandar a la mierda. A Eli, al marido, a José, a la esposa y a la cita que me habían organizado. A todos juntos. La cena resultó un auténtico desastre y por supuesto, desistí de continuar con la apuesta que tenía entre manos. Es cierto que al haber aceptado la apuesta, había asumido ciertos riesgos. Es lo que tiene meterse en la cama de una mujer casada. Pero la receptividad de Eli, unida al morbo de las circunstancias y el reto de la apuesta (se puso en duda mi virilidad) hicieran que cayera como un estúpido en el juego. Sinceramente, las expectativas eran lo bastante atractivas como para que afrontara los riesgos y pasara un buen rato.

Estoy algo tocado, la verdad. Nunca creí que me pudiera pasar algo así. Ni siquiera pensé que podría ser víctima de un juego cruel por parte de quién creí que era mi amigo y de una gente a la que ni siquiera conozco. Simplemente, me dejé llevar por la testosterona y por las ganas de follarme a la chica. No fui capaz de anticiparme a los acontecimientos y ver con claridad qué estaba ocurriendo. Me pasa bastante a menudo, lo de dejarme llevar por mi cerebro remoto. Pensar con la polla, vamos. Debería ir con más cuidado, lo sé...

Sin entrar en detalles, toda la situación fue orquestada para divertimento de las dos parejas organizadoras de la cena. Querían echarse unas risas a mi costa y a la de la chica invitada, quien también resultó ser una imbécil.  No me gusta juzgar a las personas por su aspecto físico y de hecho no lo haré, pero fue ver a mi cita a ciegas y empezar a darme cuenta de que ahí había gato encerrado. La educación y quizás el ánimo de tirarme a Eli, hicieron que aguantase el tirón y me mostrase amable y simpático con, llamémosle, Susana. Cierto es que hay platos que a simple vista no parecen apetitosos, pero una vez los pruebas resultan deliciosos. En este caso, la cara era el perfecto reflejo del alma y la de esta chica me transmitía menos empatía que una manada de orcos.

Si aguanté fue por el deseo de ganar la apuesta, lo reconozco, pero aquello estaba a punto de rozar los límites de lo tolerable. Era bastante incómodo escuchar los comentarios de Susana. Comentarios que me hacían sonrojar y que despertaban las risas de los organizadores. Demasiadas risitas, diría yo. Quizás al principio no le di importancia, pero conforme iban pasando los minutos, comencé a incomodarme. Pero ahí seguía yo, dispuesto a soportar el chaparrón y darlo todo para conseguir mi objetivo.

Llegado un momento, desconecté para evitar escuchar las reflexiones filosóficas de la tal Susana que atentaban contra el decoro, el buen gusto y los derechos humanos fundamentales. ¿De dónde habrían sacado a esta tipa?, me preguntaba. No sé por qué, en mi desconexión, vino a mi mente la película "La cena de los idiotas", en la que un grupo de personas solían invitar a cenar a desconocidos estrafalarios con el objetivo de reírse de estos. Pensé en que quizás habrían invitado a Susana con el mismo objetivo, descojonarse de ella. Pero eso, ¿en qué lugar me dejaba a mí? ¿era un simple gancho o también querían reírse de mí? Tal vez el marido de Eli se dio cuenta de mis intenciones con ésta y quería vengarse de mí. Tal vez era mi amigo José el que habría hecho lo posible por joderme la apuesta. La respuesta a mis interrogantes no tardó en aparecer.

David (esposo de Eli) y Sandra (la mujer de José) se levantaron de la mesa al acabar los postres para llevar los platos a la cocina. Como no podía aguantar más el monólogo de Susana, me levanté presto para ayudar a recoger los cacharros, incluso limpiarlos si era menester con tal de no escuchar la voz estridente de mi cita a ciegas. Cuando llego a la cocina sorprendo a David y Sandra morreándose mientras ella le sobaba la polla por encima del pantalón. Me hice el desentendido y les pregunté dónde estaba el baño. Me indicaron el lugar y me fui para allá. En ese momento sentí lástima por mi amigo José. Su mujer le estaba poniendo los cuernos con el que parecía su amigo. Era una faena, la verdad. Experimenté un profundo odio por el tal David y me reafirmé en la idea de tirarme a Eli como venganza a lo que le estaba haciendo a mi amigo. Cuando salgo del baño y me dirijo a la cocina oigo que están los cuatro en la cocina hablando. Me coloqué a una distancia prudencial para escuchar sin ser visto "¿Has visto qué cara ha puesto el idiota de tu amigo? - le decía David a José. "Sí, el muy tonto a entrado al trapo. Creo que esta noche nos lo vamos a pasar bien" - contestó José. Los cuatro estaban con las parejas cambiadas dándose caricias y besos. "Eli, hiciste muy bien tu trabajo, el tipo se creyó todo...", le dijo Sandra a Eli. Al parecer, los cuatro tenían una especie de relación abierta y se dedicaban a hacer este tipo de putadas a conocidos, tal y como pude deducir de la conversación que mantuvieron.

No sabía dónde meterme, me habían puesto una trampa. Estaba jodido y tenía dos opciones, salir de ahí corriendo o montar una bronca y mandarles a la mierda. La poca dignidad que me quedaba, me hizo optar por la segunda opción. Entré en la cocina, les menté a la madre, me cagué en sus muertos y les mandé a la mierda. Agarré mi abrigo y me largué dando un portazo.

Me siento fatal, no solo por la traición, sino por la facilidad que tengo para meterme en esta clase de situaciones. Supongo que me lo tengo merecido. Supongo que debo andar con más cautelas. Supongo que debo pensar más con la cabeza y no con el pito.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Apuesta III (estado de la cuestión)

Después del último encuentro en que prometió llamar (ver Apuesta II), no he tenido noticias de ella. La verdad es que no tengo prisa, pero se va acercando la fecha de final de año y no ha habido avances. Tampoco he hecho por llamar. Prefiero dejarle su espacio, que sea ella quien de el primer paso, no atosigarla. Cierto es que hay una apuesta de por medio, pero tampoco es que me vaya la vida en ello. Si se dan las condiciones, ocurrirá. Si no, siempre quedará el grato recuerdo de besos furtivos, el morbo y el calentón.

Contacté con José para ver si sabía algo de ella. Me dijo que el marido había vuelto de su viaje de trabajo y que se habían visto de nuevo con él y con su esposa la semana pasada. Le pregunté si habían hablado sobre mí o si ella había hecho algún comentario mencionándome. José me dijo que sí, que Eli comentó que me había visto en una capacitación, pero nada más. David, el marido, le preguntó que si sabía algo de mí, que les había caído muy bien, que les gustaría quedar de nuevo como el día de la cena y también que quizás podrían presentarme a alguna amiga para que no estuviera de "sujetavelas". A Eli pareció no hacerle gracia que su marido se pusiera en plan casamentero. "Tal vez no le apetezca tener una relación" - comentó ella. José, que aparte de mi amigo, es un cabronazo y que sabía lo que había detrás, animó a David para que me presentaran a una chica y organizar una cena. Eli se desentendió del asunto, aunque David, José y su esposa se mostraron  bastante entusiasmados con la idea de emparejarme. Quedaron en que la cena tendría lugar la próxima semana y que David se encargaría de hacer las gestiones con la invitada.

La nueva situación provocada por la intervención de José dificultando mis opciones en la apuesta, me han animado a propiciar el encuentro con Eli. El reto había cobrado una nueva dimensión con la participación de un nuevo elemento en la ecuación. En cierta medida, David favoreció un nuevo encuentro y el hecho de presentarme a una amiga, me haría descubrir las posibilidades reales que tenía con Eli. ¿Se sentiría celosa Eli con la irrupción de la amiga? ¿dejaría de intentar algo conmigo? Tenía curiosidad de ver la reacción de Eli...

domingo, 2 de diciembre de 2012

Dos días en la vida

La canción decía aquello de que "hay dos días en la vida para los que no nací, dos momentos en mi vida que no existen para mí, ciertas cosas en la vida no se hicieron para mí, hay dos días en la vida para los que no nací" y en efecto, así es como me siento, o debería sentirme después de decidir alejarte de mi vida y dejarte volar. Sin embargo, volviste a llamar y me dejaste noqueado. Volví a recordar esos días en que estábamos juntos y después de dejarlo seguía enganchado a ti. Ahora le llaman relación tóxica a eso de estar con alguien que no te conviene en absoluto. La nuestra lo fue, desde luego, para mí. No he estado nunca tan enganchado a alguien. Ni tan siquiera habiendo amado a otras personas, ni siquiera habiendo estado enamorado. Reconozco que estaba obsesionado contigo, incluso después de terminar la relación. Nunca fui capaz de sacarte de mi mente, a pesar de las mentiras, de las decepciones, de los engaños. Nunca pude olvidar tu piel, tu color, tus manos, tus pechos, el sabor de tu sexo. Tampoco pude olvidar el sonido de tus gemidos, el tacto de tus labios y tu lengua sobre mi verga, sentirte estremecer en el momento del orgasmo y cuando me implorabas que te la metiera bien adentro. Sin lugar a dudas, has sido con quien he tenido el mejor sexo jamás. Saciaste todas mis expectativas y elevaste el listón de mis exigencias. Las comparaciones son odiosas, pero en ese sentido no dejaste lugar para la competencia. Fuera quien fuera quien vino después, nunca se aproximaba a lo que tuve contigo. Y eso engancha, engancha que no veas. He pasado los últimos cinco años pensándote en la distancia, recordándote y amándote en secreto. Siempre con la esperanza de volverte a ver, de volver a tenerte entre mis brazos, de sentirte, de follarte, con toda la intensidad que tuvimos mientras andábamos juntos. Con la misma intensidad que he intentado olvidarme de ti, de olvidar el día en que te conocí. Con la misma intensidad que el día en que me dejaste. Te odio, pero te echo de menos. Dos días en la vida que no quiero recordar y que por mucho que lo intente, no lo consigo. Por alguna razón, siempre apareces. El miércoles volviste a llamarme, y volviste a desarmarme. Otra vez me mentiste y de nuevo conseguiste excitarme. Me dijiste que vendrías, que me llamarías el viernes. Ni viniste, ni me llamaste el viernes. Tal vez sea el momento en que deba desintoxicarme de ti... 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Apuesta II

No pensé que fuera a ser tan fácil otra vez encontrarme con Elisabeth, la chica que me dio un pico delante de su esposo y con la que tendría de aquí a año nuevo para acostarme con ella según la apuesta que hice con mi amigo José (ver Apuesta). Tampoco hizo falta la intermediación de mi amigo para que pudiera contactar con ella. Curiosamente, una capacitación a la que me envió mi empresa, resultó ser el punto de encuentro con ella. Fue al llegar al local donde recibiría el curso, cuando al traspasar la puerta, la veo allí.

Sultán - Qué casualidad encontrarte por aquí, Eli...
Elisabeth - Ideay, qué alegre encontrarte por acá, ¿qué hacés vos en este curso?
S - Ya ves, en el trabajo pensaron que sería bueno que reciclara mis conocimientos.

Eli se levantó de la silla y me fue a dar dos besos. Momento de tensión, podría repetir el pico del otro día, lo cual me daría vía libre para iniciar las acciones que me llevaran a ganar la apuesta, o darme únicamente dos castos besos en la mejilla. Me miró a los ojos y se acercó lentamente,  y de manera calculada me dio sendos ósculos en las mejillas, tal vez un poco cerca de la comisura de los labios o tal vez esa fue mi impresión.  No lo sé. No era lo que yo esperaba. Quizás me hubiera hecho demasiadas pajas mentales con lo que ocurrió el otro día y la apuesta de mi amigo, que en mi pensamiento sólo era capaz de ver intencionalidad por su parte en el pico de la semana anterior. Ahora eran dos besos que a mí me habían parecido muy cerca de la boca, pero no estaba seguro de si eran imaginaciones mías o la realidad. Total que me senté a su lado hablando de pura paja, como no dándole importancia a lo que quizás "no" había ocurrido. Estaba hecho un lío, por un lado lo deseaba, pero por el otro pensaba que el pico del otro día pudiera ser únicamente un hecho aislado, la casualidad o cierta desinhibición producida por las botellas de vino que bebimos aquella noche. Opté por continuar con la conversación, sólo que ahora no podía evitar dejar de mirar su pronunciado escote. Qué maravilla de tetas que tiene Elisabeth. El otro día no me fijé, puede que fuera porque iba vestida de manera informal, pero en ese mismo momento, venía arreglada, como para trabajar. Traje de saco, dos piezas, una falda hasta la mitad de los muslos con una abertura lateral en el lado derecho, un saco abierto cubriendo una blusa de color blanco con los botones desabrochados realzando su busto, unas medias de rejilla y zapatos de tacón negros. Eli estaba bien sexy y eso hizo añadir cierto desconcierto en mí y que unido al recuerdo del pico de la cena y los besos de ese mismo día, hacían que estuviera algo tenso, algo excitado.

Comenzó la clase, y mientras el profesor explicaba los conceptos, Eli se acercaba a mi oído para preguntarme sus dudas sobre la materia. Esto lo repitió unas cuantas veces a lo largo de la mañana, antes del descanso. Cada vez estaba más cerca, y podía notar su respiración. También tocaba mi mano y la sentía demasiado afectuosa. Yo ya estaba como una moto y era incapaz de seguir la clase. Mi atención seguía fija en Eli y su escote. Llegó el descanso y como viene siendo habitual en esta serie de encuentros había un refrigerio. Eli me acompañó hacia la mesa donde estaba el café y varías clases de bollería y me hablaba. Me contó que su marido había salido de viaje un mes al extranjero. De nuevo comenzó a brotar en mi mente la conversación con José, sobre lo "zorra", según sus palabras, era Eli. Con esta información, ¿qué pretendía? ¿acaso me estaba diciendo que se encontraba sola y me estaba tentando? ¿o sólo era un comentario inocente? No lo sabía, yo estaba muy nervioso, incluso me temblaba la mano con que sujetaba mi té (ya saben que no bebo café). Ella continuaba con su comportamiento de acercarse a mí, hablarme al oído y tocarme los brazos, con mucha confianza. En mi cabeza se reproducían imágenes de ella desnuda, comiéndome la polla o siendo follada por mí. Me estaba poniendo malo. Afortunadamente apareció alguien a quien yo conocía, fui a saludarle y al menos la tensión desapareció.

Reanudada la clase, volví a mi silla junto a la de Eli. Ya estaba más sereno y también cambió la actitud de ella, pues no volvió a preguntarme durante el resto de la jornada. Cuando finalizó la clase, fuimos todos los alumnos a tomar una cerveza con los profesores, a cambiar impresiones sobre el curso y sobre las experiencias de trabajo. También hubo intercambio de tarjetas de visita, números de teléfono y se concertaron algunas citas de trabajo. Lo bueno de estos cursos es que conoces a gente que está en el mismo sector y se suele hacer red. Cuando se hizo tarde, la gente comenzó a marcharse y yo también. Así que me despedí de los compañeros y finalmente de Eli. 

E - Bueno, parece que esto se acabó. La verdad es que está muy interesante el tema, pero hay algunas cuestiones que no he comprendido bien. Tal vez un día, podrías venir a mi casa y explicármelo.
S - Sí, claro, Eli, sin ningún problema. Aquí tienes mi número (le di una tarjeta) y mi email, y cuando te venga bien, me llamas y te lo explico. (Lo que se dice explicar, no sé muy bien cómo se daría, porque tampoco estuve poniendo mucha atención a la clase)
E - Ok, así haré. Bueno, [...], me voy a ir a mi casa, que estoy muy agotada.
S - Muy bien, Eli, estamos en contacto.

De nuevo, la tensión volvió a tener lugar. Los dos besos. ¿Habría beso en la boca? ¿habrían dos besos en las mejillas?. Eli me dio un fuerte abrazo juntando su mejilla con la mía. Podía sentir esas dos tetas apretadas contra mi pecho, y sus manos acariciándome la espalda. Me adelanté a ella y le di un beso en la mejilla. Nos miramos a los ojos y volvimos a darnos un pico, esta vez más largo o quizás más sentido, no lo sé. Sólo sé que me había vuelto a besar con esa mujer y estaba muy excitado. Nos separamos, nos miramos a los ojos y ella me dio una caricia en la cara.

S - Llámame
E - Te llamaré pronto, guapo

Eli recogió sus cosas y se marchó. Yo recogí una carpeta que tenía en la silla y traté de disimular la enorme erección que tenía. Me fui a mi casa más caliente que el palo de un churrero, pensando en el beso, en sus pechos, en la apuesta...

viernes, 16 de noviembre de 2012

De nuevo Clau

Recién llego del trabajo, y tras darme una ducha y ponerme algo más cómodo enciendo la compu para revisar el correo. Cuál es mi sorpresa cuando en la bandeja de entrada veo un nombre que me es familiar. Se trata de Clau, con la que vengo manteniendo correspondencia y una de las protagonistas de mi relato "Cosas de chicas". Tras escribirlo, le envié el link para que lo leyera junto con su hermana Ary y me dieran sus comentarios al respecto. Según me cuenta en su email, no sólo lo disfrutaron sino que les dio pie para repetir la experiencia. Lástima no haber estado allí para haber disfrutado con esas dos bellísimas mujeres lo que pude observar metido en el closet de su habitación, hará un tiempo. No obstante, me dio permiso para que publicara sus fotos y de paso rememorara uno de nuestros encuentros.

Foto tomada de su blog: El culo de Clau
Sería cosa de dos meses después de la fiesta en la que ocurrió todo. Lo cierto es que no hubo contacto entre nosotros después de que saliera de su casa. Con quien sí lo tuve fue con Betsabé, la chica con la que estuve cogiendo en el sofá en lo de Clau y Ary y me grabó su número en mi celular. Andamos jalando un mes tras de aquello, hasta que la sorprendí poniéndome los cuernos con un tipo de la facultad. Aquello me dejó un poco tocado, pero ya saben eso que dicen de que un clavo saca a otro clavo y a la semana ya estaba dando guerra por otros lados. Una noche de fiesta con los amigos fuimos a parar a un boliche (o como le dicen allá, antro) y allí me encontré con Clau. Ella estaba trabajando como edecán (azafata o modelo) para una conocida marca de licor, vestida con un top ajustado y una falda muy corta, ofreciendo promociones a los clientes. En eso que me acerqué a ella y la saludé. Su cara fue de sorpresa o de susto, no sabría describirla, pero el hecho de saludarla la dejó como noqueada. Cuando reaccionó, me dio un par de besos y me dijo aquello de que cuánto tiempo y esas cosas que se dicen por compromiso. Supuse que se sentía avergonzada de lo ocurrido en casa de sus padres y mi presencia allí la incomodaba. Uno sabe cuando sobra de un lugar, y me despedí de manera cortés prosiguiendo la fiesta con mis amigos.

Siguiendo el ritual habitual, nos dirigimos a un grupo de chicas que andaban solas con la intención de cortejarlas. Las chicas parecían muy animadas y compartimos tragos y bailes. Con una de ellas, no recuerdo el nombre, pero sí que era chaparrita, nalgona y con unas boobies de infarto, estuvimos besándonos y acariciándonos, cuando de repente alguien toca mi espalda. Era otra de las edecanes, compañera de Clau esa noche. "Caballero, ha sido usted agraciado con una copa, cortesía de la marca....", me dijo la muchacha ofreciéndome un vaso largo del producto que estaban promocionando. Me pidió que posara con ella para una fotografía promocional y en el momento que nos estaban fotografiando, me mete la mano en el bolsillo trasero del pantalón y me pega un pellizco en el culo y me guiña un ojo. Contento con el trago y con el toqueteo de la edecán, volví con la bajita y seguimos con los besos y los frotamientos. Nos pusimos como una moto y me pidió de acompañarla al baño. Parece que hay una ley universal no escrita que dicta que los baños de mujeres siempre están llenos, así que con discreción nos dirigimos a los baños de hombres y nos metimos en una de las cabinas. Ninguno de los allí congregados puso objeción y empezaron a sonar los vítores y los silbidos. También se pudo observar alguna los flashes de alguna cámara de fotos tomando pruebas de lo que allí acontecía. Nada más entrar en el cubículo aquél, la chica se sentó en el wc, me bajó los pantalones y los boxer y comenzó a lamerme la verga con ansia. Con una mano en su nuca, iba dirigiendo su quehacer y con la otra le tocaba sus enormes pechos. Cuando quedó saciada de mi polla en su boca, se puso de rodillas encima del wc, subiéndose la falda y dejando ver su hilo dental blanco que retiró hacia un lado para facilitar la operación. Me coloqué un condón y comencé a metérsela con la misma ansiedad que me había mamado segundos antes. Los aplausos, los gritos de ánimo y los silbidos continuaban fuera. Desde el cubículo contiguo alguien se subió al inodoro y comenzó a grabar con el celular como me estaba cogiendo a la mina que estaba bien arrecha y me pedía que la taladrara bien fuerte. No recuerdo si ella logró venirse, sólo sé que no aguantaba más y a los tres minutos me estaba corriendo dentro de ella. Al terminar, se volvió a sentar en el inodoro, me quitó el condón y se puso a lamérmela hasta dejármela bien limpia. Cuando terminamos, nos compusimos la ropa y sin la más mínima vergüenza, abandonamos los aseos entre la ovación de los fortuitos expectadores de nuestra salvaje cogida. Tras un morreo, ella se dirigió hacia donde sus amigas y yo fui a comprar un par de tragos. Noté que algo me molestaba en la nalga izquierda y me toqué. Era algo duro, como de cartulina. Metí la mano en el bolsillo del pantalón donde había introducido la suya la edecán. Era un flyer de la disco promocionando la marca de licor y en la parte trasera y escrito con carmín la siguiente nota: "Termino a las 4:00, te espero en la puerta. Besos, Clau".

Me sorprendió porque cuando la encontré al llegar, parecía que quería evitarme. Me alegré porque me cayó muy bien y tenía curiosidad por saber cómo estaban ella y su hermana. Faltaba aún media hora para la salida de Clau, así que me fui despidiendo de mis amigos y de las chicas que habíamos conocido. Sólo me faltó por despedirme de la chica bajita con la que había tenido algo más que palabras hacía un rato. Me dijeron que llegó su novio y que se marcharon de allí. Bueno, parecía que alguien iba a hacer doblete esa noche. La pregunta que me surgió fue si lo iba a hacer yo también. Me coloqué el abrigo y salí por la puerta. Compre unos cigarrillos a una cigarrera ambulante y me puse a esperar fumando en un sitio visible para que cuando saliera Clau me pudiera ver. Cuatro cigarros más tarde y ya un poco congelado por el frío, salió Clau con la otra edecán envueltas en sendos forros polares. Debían ser las 4:30. Clau se despidió de la otra chica y se dirigió a mí, muerta de frío. Me dio un beso en la mejilla y nos fuimos de allí en un taxi.

En el taxi me dijo que le disculpara por no haber sido más agradable en el antro, pero que tenía instrucciones de sus jefes de no andar hablando con los clientes, tan solo debía poner la sonrisa y hacerse fotos con aquellos que tomaban la promoción. Le dije que no había problema y que me alegraba de volverla a ver. Ella también me confesó que se alegró al verme y que si no me había llamado era porque habían surgido problemas en su casa a raíz del fin de semana aquél de la fiesta. Cuando regresaron los padres, un día sorprendieron a las dos hermanas repitiendo lo que habían aprendido con la tía y se repitió la historia. Ambas fueron regañadas y a Clau la echaron de casa y tuvo que ponerse a trabajar para pagar el departamento en el que ahora vivía. Su hermana menor aún seguía viviendo con los padres bajo un régimen severo donde no la permitían salir de fiesta. Nos dirigimos al departamento de Clau.

Una vez allí, encendimos una estufa para calentar la habitación. Era un sitio pequeño, con una cama, un aseo con ducha y una pequeña cocina con refrigeradora. Tampoco le daba para mucho más el sueldo de edecán.

C - Y bien, ¿cómo te la pasaste? - me dijo Clau mientras se quitaba el abrigo y mostraba de nuevo el modelito con el que había trabajado
S - Bien, me la pasé bien.
C - Sí, ya vi como te la pasaste con la zorra esa.
S - ¿Celosa?
C - Celosa yo, ¿por qué habría de estarlo?
S - No sé, decime vos
C - Ya veo que no pierdes el tiempo
S - Bah, un rollo sin importancia...
C - Ya veo, ya... Oye, me voy a dar una ducha caliente, porque estoy muy sudada y con el frío que hace me quedé helada, ¿no te importa, verdad? - poco a poco Clau se fue quitando la ropa y se quedó desnuda, puso la regadera a funcionar y cuando la temperatura estaba en su punto, se metió, mientras tanto seguía la conversación.

S - Y ¿qué tal la tía Marcia?
C - Qué suerte que no te vio aquel día. Debiste pensar de todo, después de lo que viste...
S - No, me encantó verlas a las tres...
C - Creo que descontrolamos un poco, ¿verdad?
S - No, la verdad que fue muy excitante. Cuando quieran repetir, me avisan y participo
C - Qué descarado que eres - comenzó a reírse.
S - No bromeo, lo digo en serio... pero no me contestaste, ¿cómo le va a la tía Marcia?
C - Ella me está ayudando con lo del departamento y de vez en cuando nos vemos, ya sabes...
S - ¿Te pasaste al otro bando?
C - No, claro que no, pero he descubierto que tengo algo de bisexual y me encanta cogerme a una chica.  Además tengo la fantasía de hacerme un trío con mi tía y algún macho que se preste.
S - Ya tenés voluntario, Clau
C - Eso tendré que consultarlo con mi tía... no sé si eres su tipo, jajajaja. - a esto salió de la ducha y miró hacia el cuarto - Pero, qué haces que no estás cómodo, además, ¿por qué no tomas una ducha aquí conmigo y te calientas?
S - Ok, a la orden. - me desvestí y me metí en la ducha con Clau. El frío de la calle y el haber eyaculado antes dejaron mi verga en su mínima expresión, pero al sentir el agua caliente y comenzar a besarme con Clau, recobró el tono y el vigor.

La ducha era pequeña y se salía el agua por todas partes mientras nos enjabonábamos mutuamente. Con la esponja me lavaba la polla y los huevos, mientras yo le metía la lengua en la boca, acariciaba sus nalgas y le metía un dedo en el coño. Clau gemía del gusto. Estábamos tan cachondos que comenzamos a resbalar en la ducha, así que nos aclaramos, agarramos la toalla y nos secamos. Después nos fuimos a la cama a continuar con lo que habíamos empezado. Como profecía autocumplida, mi pensamiento acerca del doblete comenzó a hacerse realidad.

Foto tomada de su blog El culo de Clau
Me encanta comer coños y no perdí la oportunidad de probar el delicioso manjar que tenía entre las piernas mi adorada Clau. Completamente depilado, me di el gusto de saborear cada pliegue, comérmelo como quien come un mango, chupándolo, absorbiéndolo al mismo tiempo que metía dos dedos dentro de ella. Sus piernas aprisionaban mi cabeza y su pelvis subía y bajaba al ritmo de mis lamidas. Con la mano que tenía libre le tocaba las tetas haciéndola ver las estrellas. "Quiero sentirte dentro" - me decía entre suspiros y yo obediente me puse un condón y comencé a restregar mi verga a lo largo de su rajita. Eso, según me decía, le ponía a mil y sentía la necesidad urgente de que se la clavara. De un solo se la metí y empezamos a follar como conejos, cada vez más fuerte. La cama, no muy grande por cierto, hacía un ruido como de cosa vieja a punto de deshacerse. Tenía miedo de romperla y acabar los dos en el suelo. La puse a cuatro patas y comencé a bombearla por detrás. Clau tiene un cuerpo de diosa, y entre otras muchas cosas destacan sus pechos y su culo. Qué delicia de nalgas le proporcionó la naturaleza...

Clau me hizo recostar en la cama y se subió encima de mí. Me agarró la verga y se la restregó como lo había hecho antes. Luego se la introdujo y me cabalgó hasta que obtuvo su orgasmo. Yo seguí bombeando desde mi posición y le saqué uno, dos, tres y hasta cuatro orgasmos más. Ahí descubrimos que Clau es multiorgásmica. Cuando se recuperó y con mi polla aún dentro, siguió cabalgándome hasta que me vine. Clau sacó mis cigarrillos, me encendió uno y se recostó sobre mí. Compartimos el cigarrillo y cuando lo apagamos, cerramos los ojos y quedamos dormidos.

Hoy, gracias al permiso de Clau, les ofrezco unas fotos de esta increíble mujer. En otra ocasión les contaré más historias que me sucedieron con ella, su hermana y les desvelaré si al final tuvimos el trío con la tía Marcia. Por lo demás, si alguna hermosa dama, conocida o no, desea que publique sus fotos en el blog, no tiene más que enviármelas a mi correo:

mighty.ahuizotl2@gmail.com

lunes, 12 de noviembre de 2012

B, R y N

B, R y N son tres maravillosas mujeres que admiro, adoro e idolatro. Cada una diferente, cada una en su estilo, representan para mí tres formas de ser, que conjuntadas en una única persona, se acercan bastante a esa mujer ideal por la que siempre me he sentido atraído; pero que por separado, serían capaces de colmar todos mis deseos igualmente, cada una en su estilo, cada una de manera diferente. Una de mis fantasías sería reunirlas a las tres en una cama y disfrutar de las tres en todas las variantes, en todos sus matices y en todas las posturas, bien sea con las tres, bien sea con cada una por separado, bien sea con una mujer que recoja las tres personalidades.

A B la conozco desde que era prácticamente una adolescente. Crecimos juntos y juntos fuimos descubriendo el mundo, ella en su estrella y yo desde la tierra, contemplándola. A pesar de la distancia, ella me ha acompañado en muchos momentos de alegría, tristeza, desesperación y lucha. Su voz, su dulce voz, me ha dado fuerzas para seguir adelante, me ha puesto lo pelos de punta, me ha susurrado las cosas más bonitas que se le puede decir a un hombre. También me ha enseñado a cómo respetar a una mujer y que son ellas las que mandan en el mundo. Ella es dulce, es muy tierna, pero tiene carácter. Es toda una luchadora. Quizás lo que más me gusta de ella es que es muy femenina y sensual. Sabe del inmenso poder que tiene sobre los hombres y cómo administrarlo. De las tres mujeres que he mencionado, B, sería la que querría como novia o como la mujer con la que compartir el resto de mi vida.

Con R, las cosas fueron distintas. Siempre he estado enamorado de B, pero cuando conocí a R, no me pasó desapercibida. Contrariamente al tópico machista que dice que todas las mujeres son iguales, opino que cada mujer es un mundo, y hay hombres como yo, que nos gusta hacer turismo y descubrir nuevos paisajes, nuevos sabores, nuevas latitudes. Ni que decir tiene que R es completamente distinta a B. R tiene ese algo salvaje que contrasta con la dulzura de B, ese no sé qué animal, transgresor y fuera de todo convencionalismo. R transpira libertad, morbo y sexualidad por todos los poros de su piel. Despierta mis más bajos instintos, pero a la vez cierta ternura. Su vida no ha sido fácil, ninguna lo es, sin embargo ha tenido el carácter para seguir adelante a pesar de que sus decisiones no hayan sido siempre las más acertadas. De ella he aprendido que se puede encontrar el amor en el lugar más insospechado o en el que no existe la esperanza. R sería mi amante ideal, la mujer con la que viviría mis momentos más apasionados.

Mi amor eterno a B y mis esporádicos escarceos con R, encontraron complemento cuando conocí a N. Otra fuerza de la naturaleza. No sé si fueron sus ojos, su sobresaliente delantera o lo estrafalario de su forma de vestir. medio Barbie, medio Pin-up, lo que más me llamó la atención de ella. Bueno, la verdad es que lo que me gustó fue su sentido del humor, lo divertida que es. Con ella te pasas el día riéndote. Sus ocurrencias, su forma de hablar tan atropellada que en ocasiones es difícil de seguir. N tiene ese puntito freak que tanto me gusta. Con ella me gusta conversar sobre naves espaciales y de otras muchas cosas. Con ella saldría de fiesta y a hacer el cafre. A ella la elegiría como mi amiga con derecho a roce o como dicen en inglés, como mi fuck buddy.

B, R y N son mis tres chicas especiales, a las que más quiero, las que siempre están ahí cuando las busco a golpe de ratón. Representan las tres personalidades que busco en una mujer: la novia, la amante y la amiga; la sensualidad, la sexualidad y el sentido del humor. Tres arquetipos difíciles de encontrar en una sola persona. Mi homenaje es hoy para ellas y para todas aquellas que han pasado por mi vida y han tenido un poquito de cada una. Os quiero!! 

sábado, 10 de noviembre de 2012

La playa (dedicado a Martina)

Foto real de Martina
En estos días de frío y lluvia en la ciudad, uno recuerda con nostalgia el calor del verano en otras latitudes. Esos días largos de sol, playa, cervezas bajo el típico rancho playero, la música, los escasos trajes de baño que muestran más de lo que ocultan, la piel bronceada y mojada de aquellas mujeres, el olor de la crema protectora, los bailes sugerentes  y las noches de pasión y sexo desenfrenado.

Fue en la época en la que vivía en otro país, en el apartamento costero donde ocurrieron los sucesos narrados en los relatos "La vecina de enfrente" y "La vecina de enfrente II", unos cuantos meses antes, recién llegado a aquella localidad. La acogida fue bastante buena, la gente muy agradable y los compañeros de trabajo hicieron que pronto me adaptara a los ritmos de aquella ciudad. Los viernes, tras el trabajo solíamos salir a la zona del puerto a cenar y después acudíamos a la zona de copas contigua a la playa a bailar, tomar y pasar un rato divertido. Por lo que respecta a los ligues, no era muy difícil conocer chicas allí. Que acabaran en la cama ya dependía del talento personal de uno y de la disponibilidad de la chica en cuestión. En cualquier caso, eran mujeres muy bellas que debido a la constante exhibición de sus cuerpos en la playa se cuidaban y se mantenían en forma. También destacaban por su fogosidad e implicación en el sexo, cosa que pude comprobar en un par de ocasiones antes de que sucediera lo que a continuación les narraré.

Conocí a Martina una de esas noches de viernes, tras una cargada semana laboral en la que me tuve que desplazar a varios lugares del país. Para no variar el plan de cada fin de semana, me acerqué a la zona del puerto para encontrarme allí con varios compañeros del trabajo, cenar y ver qué ocurría después. Tras dar cuenta de una suculenta cena a base de mariscos, pescados y regada con vino blanco, nos dispusimos a acudir al local de moda por aquel entonces. El sitio estaba repleto de gente y con dificultad llegamos hasta la barra donde nos pedimos nuestros respectivos tragos. Lo acostumbrado era tomar una primera copa en la barra y después salir a la pista a conocer a las chicas que estaban aparentemente sin pareja. Después de los saludos de rigor y un poco de conversación, se las invitaba a tomar una copa y después, cada quien se lo montaba como mejor podía. Unas veces salía bien, otras nos mandaban directamente al carajo y en la mayoría de las ocasiones pasábamos una noche divertida bailando, riendo, comentando las jugadas y aumentando el círculo de amigas y conocidas. Aquella noche no fue distinta de las anteriores y tras tomarnos las copas salimos a la pista buscando mujeres con las que compartir, platicar y bailar. No sé si fue por el cansancio o por el calor, que me empecé a agobiar y dejé a mis compañeros de trabajo en la pista con un grupo de chicas. Regresé a la barra y me pedí otra copa para refrescarme, mientras observaba desde la distancia las evoluciones de mis compañeros de farra. Apoyado en la barra, me di la vuelta y vi a una chica muy atractiva que también estaba pidiendo un trago. Parecía que andaba sola o esperando a alguien. Cruzamos las miradas, nos sonreímos y volvimos cada uno a lo suyo. En la pista, mientras tanto, veía a varios de mis compañeros que estaban ya bailando con las muchachas con las que estaban hablando. Uno de ellos vino a la barra para pedir unas copas. Me preguntó por qué no estaba allá con ellos y le dije que estaba un poco agobiado, que no se preocupase y que cuando me encontrara mejor volvería con ellos.

Seguía en la barra y observaba a la chica atractiva que había visto antes. Ya había terminado su consumición, miraba el reloj y el celular constantemente. Se la notaba preocupada y pensativa. De estatura media, con buenas curvas, con media melena ondulada de color negro y unos preciosos ojos del mismo color, vestía uno de esos vestidos de tirantes que terminaban bastante por encima de la rodilla, que se ajustaba perfectamente al contorno de su preciosa anatomía y dejaban ver un delicioso escote. Lo que se dice un bombón. Al rato recibe una llamada al celular, su cara era un poema. Quien fuera, no iba a acudir a la cita. Unos insultos más tarde colgó el celular y se puso a resoplar. Me acerqué.

Sultán - Disculpa, te he visto que estabas mal, ¿te puedo ayudar?
Martina - Oh, gracias, no, tranquilo, todo está bien.
S - Disculpa que sea un entrometido, pero me pareció oírte enojada, ¿estás bien?
M - No, en serio, estoy bien, muchas gracias.
S - ¿Seguro?
M - Sí, de verdad, seguro, no te preocupes...
S - Bueno, si puedo hacer algo por tí, ya sabes...

Quizás la forma en que la entré fue un poco ridícula, pero igualmente, tampoco sentí ningún tipo de rechazo. Apenas unos minutos después me volví a acercar, invitándola a una copa. Al principio me miró con cara de "qué anda jodiendo este pesado", sin embargo mi sonrisa y amabilidad lograron vencer esa resistencia y aceptó la invitación. Un mojito para ella y lo acostumbrado para mí.

S - Perdona ser tan maleducado, no me he presentado, me llamo [...]
M - Mucho gusto, [...], mi nombre es Martina.
S - Encantado, Martina, un placer, ¿vienes mucho por aquí? no recuerdo haberte visto.
M - No, la verdad es que no suelo venir por aquí. Había quedado con alguien, pero al final me ha dejado plantada
S - Pues peor para él
M - Jajaja, sí, peor para él

Por fin la veía sonreír. Martina tiene de esas sonrisas que llena la habitación en la que está y una mirada cautivadora que no te dejan indiferente. Hablamos de muchas cosas, del tiempo, del trabajo, de música, de la vida en general. Poco a poco estaba más tranquila y se divertía con mis chistes, bromas y anécdotas. Conforme fue pasando la noche, íbamos agotando los tragos que también hacían su efecto. Cada vez estábamos más arrimados el uno al otro, incluso me había agarrado la mano en un par de ocasiones. Miré a la pista de baile y no había ni rastro de mis acompañantes. Cada uno estaría a lo suyo y allí estaba yo, a lo mío, concentrándome en la preciosa Martina, la cual me cautivaba con su sonrisa, su mirada y su simpatía. Le dije que había sido una suerte encontrar a una mujer tan preciosa y tan agradable y me lancé a darle un abrazo que fue correspondido. "Tú también me has caído bastante bien" - me dijo al oído con su mejilla apoyada en la mía. Sentía sus turgentes senos sobre mi pecho. Sus pezones disparados dejaban señal en su vestido y los podía sentir sobre mí. Así, abrazados, mejilla con mejilla , mi verga comenzó a tomar volumen y conciencia de la situación. Creo que Martina lo notó, si bien no le disgustó y se apretó más contra mí. Separé mi rostro del suyo y llevé mis manos a su cintura. Frente a frente nos miramos, sonreímos y nos fundimos en un beso húmedo y prolongado. Su lengua jugueteaba con la mía, me daba mordiscos con los labios, mis manos acariciaban ya sus nalgas y las suyas las mías. Martina me empujó contra una pared y comenzó a sobarme la polla por encima del pantalón. Con su cuerpo tapaba lo evidente frente a posibles miradas indiscretas. En esto metí mi mano por debajo de su vestido y toqué su sexo empapado por encima del bonito culotte de encaje negro que llevaba. Estábamos recalientes y nos sobraba la ropa, pero no era buena idea ponernos a coger delante de toda esa gente. A pesar del ambiente liberal y lo tolerante de las gentes del lugar, había extremos que no convenía traspasar. Martina encontró una excitante solución sin tener que ir a mi apartamento, lo que habría bajado notablemente el nivel de excitación y la urgencia del momento. "Vayamos a la playa" - ordenó. Obedecí.

Encontramos un lugar apartado donde podíamos tener algo de intimidad. A pesar de lo que nos alejamos de la disco, se oía el bullicio a lo lejos de toda la zona de bares. Tras unas barcas abandonadas, me quité la camiseta y la puse en el suelo para que no nos rebozáramos demasiado en la arena. Martina se quitó el culotte y yo me despojé del pantalón y los boxer. Me coloqué un condón y Martina se subió encima de mi verga comenzando a cabalgarme suave al principio y conforme iban pasando los instantes, poco a poco, cada vez más fuerte. Mientras subía y bajaba mi polla yo la agarraba de las nalgas. Era excitante hacerlo así, bajo la luz de las estrellas, con el sonido del mar ahogando nuestros jadeos. Con mis manos retiré los tirantes para observar sus hermosos pechos rosados, los toqué, los amasé, levanté mi cara para chuparlos, lamerlos, mamarlos. Besé su cuello, lo cual le encantaba y aumentaba su excitación. Aumentó el ritmo de la cabalgada y en un momento pensé que me partiría la polla. Con un fuerte grito anunció el clímax, que coincidió con mi corrida. Con mi verga aún dentro de su palpitante coño, se dejó caer sobre mí y me dio un dulce beso. Descansamos un poco, nos arreglamos y nos fuimos a terminar la noche a mi apartamento.

El resto de la historia, la contaré si Martina me da permiso. Debo agradecerle que me haya dejado compartir con ustedes esta experiencia y que colgara una de sus fotos aquí en mi blog. El relato, sin duda, está dedicado a esa hermosa mujer con la que sigo en contacto. Muchas gracias, Martina, gracias por todo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Apuesta

La otra noche, una pareja de amigos, José y Sandra, me invitaron a cenar a su casa. También vinieron invitados otra pareja a la que no conocía. Sus nombres, David y Elisabeth. La cena fue deliciosa, la compañía inmejorable y la conversación muy amena. Tras la cena, continuamos con la plática y bebimos unos tragos. Cuando se acabaron los tragos, fuimos a comprar más y seguimos hablando y bromeando. Se tocaron muchos temas, incluido el sexo  y llegó un momento en el que la persona que iba sin pareja, es decir, un servidor; sobraba. El ambiente estaba muy caldeado y para no interrumpir, pues uno sabe cuando sobra, les anuncié que me marchaba. Me despedí de los anfitriones con abrazos para José y abrazos y dos besos para Sandra. También hubo abrazos para David y besos y abrazos para Elisabeth. Ya saben, uno tarda en despedirse, pues las bromas continúan y sorprendentemente cuando ya me voy, Elisabeth me da otro abrazo y al darme los dos besos, el primero apunta a mi mejilla y el segundo me lo da en los labios, apretando mi hombro y guiñándome un ojo. Quedé sorprendido por el atrevimiento de Elisabeth y me fui a mi casa muy caliente y preguntándome por qué me había besado en los labios delante de su esposo, que parece que no se dio cuenta.

Soy amigo de José desde el colegio y nos tenemos mucha confianza. Quedamos para almorzar al mediodía en el descanso del trabajo (por cierto, el lunes me contrataron en la nueva empresa y comencé aquella misma tarde). Estuvimos comentando lo bien que lo pasamos en la cena del día anterior. Me confesó que cuando me fui las dos parejas no tardaron en ponerse a tono y continuar la fiesta cada pareja en una habitación. La bebida, las referencias al sexo, los toqueteos previos y el hecho de que yo me fuera, pues les animó a hacer sus cosas. José me dijo que nunca había visto a Sandra tan excitada, quizás porque había otra pareja bajo el mismo techo que estaba haciendo lo mismo que ellos, y parece que competían para ver quién emitía los gemidos más altos y quién tenía más orgasmos. Según José, Elisabeth es bastante escandalosa, lo cual puso como una moto a Sandra y comenzó a imitarla. Antes de que entrara en más detalles sobre como se folló a su pareja, le confesé a José lo que había pasado en el momento de las despedidas, lo cual, no pareció sorprenderle demasiado. "Es bastante zorra" - me dijo. Al parecer, ya había tenido sus insinuaciones con José, al cual le había puesto en situaciones comprometidas, que no habían acabado en nada porque quería respetar a Sandra.

José me dijo que ya que yo estaba libre, por qué no lo intentaba hacer con Elisabeth. Le dije que pasaba de meterme en esos líos. "Lo que pasa es que no tienes huevos para hacerlo" - me retaba José. No es cuestión de testículos sino de saber cómo acaban esas historias. Tengo ya experiencia en ello y todas esas cuestiones terminan siempre mal. Al principio, el morbo te lleva a hacer cosas que disfrutas, a pesar del daño que puedas hacer. Luego, la implicación y cierta inclinación a enamorarme de la persona que no me conviene, complica la historia. Todo se empeora más, cuando la otra persona también se enamora y se crea una peligrosa situación autodestructiva en la que hay una tercera persona. José insistía en que no tenía lo que hay que tener. El reto, el morbo y todas esas cosas me llevaron a aceptar la apuesta. Tendría que llevármela a la cama antes de que acabe el año...

lunes, 5 de noviembre de 2012

Viernes

En los últimos días he estado solo y bastante tranquilo. También he estado haciendo un par de entrevistas de trabajo, una, la última, con buenas perspectivas. Estoy esperando la confirmación, pero creo que tengo muchas posibilidades de que me contraten. La persona que me entrevistó me dijo que el mío era el perfil que estaban buscando y que me darían la respuesta el lunes. Se trata de una empresa nueva, en un sector diferente al que he trabajado hasta ahora, con un personal bastante joven y el puesto es de coordinador del equipo. 

Por las últimas experiencias, había decidido ir con cautela y no involucrarme con nadie del trabajo en el momento en el que lo tuviera. Ya saben el dicho, "donde tengas la olla, no metas la polla". No es que al entrar en un nuevo sitio tenga que andar seduciendo a nadie, pero me conozco. El asunto de Carmen me ha hecho pensar mucho en esas cosas y aunque nunca me cierro ninguna posibilidad, de momento prefiero actuar así. Ni jefas, ni subordinadas. El trabajo es trabajo y no puedo ir pensando en donde meterla. De todas formas, no sé de qué estoy hablando, pues aún no he sido contratado, ni tan siquiera he visto a las compañeras (ni siquiera sé si hay mujeres).

Llegó el viernes y como no tenía plan en casa, decidí salir a dar una vuelta por el centro. Me gusta ir a las librerías y ver qué libros tienen. A parte de las mujeres, el tabaco y la pornografía, mi vicio más reconocible y menos culpable son los libros. Tengo una amplia colección en casa, libros que he ido acumulando durante todos estos años y que me han acompañado cada vez que he ido cambiando de domicilio. Algunos de ellos, los he ido regalando, y otros han quedado almacenados en casa de mis padres. Algún día, cuando decida establecerme de verdad en un sitio, tendré que ser una casa que tenga muchas estanterías donde colocar mis preciados tesoros.

Fui a una de mis librerías preferidas, donde me suelo gastar bastante dinero todos los meses y conozco al dependiente. El sabe lo que me gusta y siempre me reserva alguna novedad interesante. En esta ocasión me he llevado unos tres, una novela de un autor norteamericano, un ensayo sobre filosofía y una novela erótica de la que he oído hablar mucho últimamente. Después, decidí ir a tomarme unas cervezas a un bar que suelo frecuentar y donde me quedé a cenar. Tras aquello, decidí irme paseando hacia mi casa. Me gusta ir acompañado de mi mp3, disfrutando de mis grupos favoritos mientras veo como la gente sale de fiesta. Me encanta esa sensación de ir aislado del mundo exterior, como si fuera en una nube y contemplar los comportamientos de la gente, como una especie de antropólogo amateur que estudia las formas de cortejo como observador no participante. Ver como en eso de ligar, no hay nada nuevo y que todo está inventado. También me encanta rememorar historias vinculadas a lugares por los que paseo, portales donde me besé con algunas mujeres, casas donde participé en alguna fiesta, callejones oscuros donde he tenido sexo.

Sumergido en mis pensamientos, me topé de bruces con alguien conocido. Una sonrisa que me era familiar, unos ojos que jamás he podido olvidar y un cuerpo al que en mis momentos de soledad le he dedicado más de una paja. Marisa, a quien no veía desde que regresé a esta ciudad, hace ya más de dos años, se lanzó sobre mí para darme un abrazo. "Pero mira a quién tenemos aquí, el mismísimo desaparecido" - me dijo dedicándome una sonrisa. Yo todavía no salía de mi asombro, ni me había quitado el mp3, ni nada por el estilo. Lo raro es que me hubiera reconocido, ya que ahora llevo barba y estoy mucho más delgado que la última vez que nos vimos. Cuando reaccioné le devolví el abrazo y besé sus mejillas. Era una sorpresa verla allí. La última vez que nos vimos me contó que se había casado y que vivía en otra ciudad. No esperaba verla. Marisa iba acompañada de otras dos chicas bastante atractivas y todas iban vestidas como para salir de fiesta. Después de las presentaciones, me invitaron a acompañarlas y salir a tomar unos tragos. Como no tenía nada mejor que hacer y nunca digo no a una mujer preciosa y menos a un grupo de ellas, me fui acompañándolas cargando la bolsa con los libros.

Me dejé guiar por ellas y acabamos en una especie de mercado antiguo que han habilitado como zona de bares, con una enorme terraza, que a pesar del frío que comenzaba a hacer en la ciudad, era bastante agradable y se podía fumar. No es que sea muy fanático del house, pero el dj que amenizaba el local acertó con el repertorio, mezclando temas clásicos del pop a 130 bpm, y la música no estaba muy alta, lo cual permitía la conversación. Evidentemente me centré en Marisa, a quien tenía un verdadero afecto. Las otras chicas habían quedado allí con más amigos y estuvieron con ellos. Hablando con Marisa supe que se había divorciado del marido y que había vuelto a la ciudad, donde abrió hace un par de meses un gabinete de fisioterapia del que me dio la tarjeta de visita, prometiéndome descuentos por la segunda contractura que me fuera a tratar allá. Yo también le puse al día sobre mi vida, sobre mi divorcio, la pérdida del trabajo y otras novedades. "Vaya coincidencia, ¿no? La última vez que nos vimos, ambos estábamos casado y ahora divorciados. Qué curioso es el mundo, ¿verdad?" - proclamó Marisa. Le dije que se veía muy bien, que no se la veía afectada por el tema. Me contestó que a mí tampoco me había sentado mal el divorcio, guiñándome un ojo. No sé qué tanto de ciertas tenían sus palabras, pero era evidente que me encontraba mucho mejor después de una temporada bastante triste y a pesar de los últimos acontecimientos. Seguimos bebiendo y recordando anécdotas durante un par de horas más, hasta que llegaron las amigas proponiendo ir a bailar a una discoteca. Y para allá que nos fuimos.

Dejamos los abrigos y la bolsa con mis libros en el ropero y subimos a la planta donde ponen música pachanguera. Marisa se veía espectacular con ese vestido negro que realzaba sus curvas y le hacía una bonita figura. Ella es una muchacha bajita, delgada y con una melena color caoba. Sus pechos no son muy grandes pero tiene un trasero que corta el hipo, realzado por unos zapatos de tacón que la elevaban su estatura hasta la altura de mi cabeza. Las amigas también estaban para comérselas, pero como antes, también nos dejaron solos y se fueron con los otros amigos. Como era imposible conversar, nos pusimos a bailar. Marisa se transforma cuando baila y se pone muy sexy al contonearse. Cuando llegaron los ritmos latinos, en los que me considero un experto, la tomé de la cintura y comencé a mostrarle todo mi repertorio. "No sabía que bailaras tan bien" - me dijo. Me salió la vena sinvergüenza y le dije que también sabía hacer otras cosas bien. Se sonrió y me guiñó un ojo de manera cómplice. "Eso lo tienes que demostrar" - contestó de manera pícara. Le dije que cocinaba muy bien y que planchaba las camisas mejor que nadie en la ciudad. Soltó una carcajada y me dijo que seguía igual de bromista que siempre. Cuando llegó el turno del reggaeton, comenzamos a restregarnos, haciendo eso que llaman perreo. Se colocó de espaldas a mí y con mis manos la sujetaba de las caderas. Mi polla empezó a crecer gracias a a los roces que me propinaba con las nalgas. Creo que se dio cuenta y le gustaba porque cada vez se apretaba más a mí. Giró su cabeza y me miró a los ojos pasando su lengua por el labio superior, mientras su mano traviesa acariciaba mi polla por encima del pantalón. No la imaginé tan zorra, pero como dije antes, bailar la transformaba. "Vamos a tener que hacer algo con eso" - me dijo. Me tomó de la mano y me llevó hasta una esquina. Comenzamos a enrollarnos y a meternos mano como si la vida nos fuera en ello. Sentí lo mojada que estaba cuando introduje mi mano bajo el vestido. Algo me decía que acabaríamos follando en los baños, pero se le ocurrió algo mejor. Iríamos al hotel que hay en frente de la discoteca. Es algo caro, pero cuando uno va así de caliente no repara en gastos.

Agarramos las cosas del ropero y salimos hacia el hotel. Mientras hacíamos el check in en el mostrador, me tocaba la verga. Nos dieron la tarjeta de la habitación y tomamos el ascensor donde nos besamos y metimos mano como momentos antes. En la habitación le quité el vestido de un tirón y la coloqué apoyada en una mesa, me agaché y comencé a comerle el coño peludo tirando hacia un lado las bragas. Como me estorbaban para mi cometido las rasgué y las rompí. "Quiero sentirte dentro" - me decía entre gemidos. Me levanté y metiendo mis dedos en su coño, me fui desabrochando el pantalón, me bajé el boxer y me coloqué un condón. Se sorprendió de mi habilidad de hacer todo con una sola mano, mientras la atendía con la otra. Se la ensarté y comencé a bombearla a lo bestia. Sus gemidos y jadeos debían oírse en todo el hotel. Nunca hubiera imaginado que acabáramos de esa manera, ni tan siquiera cuando la pensaba al hacerme una paja. Mi polla entraba entraba y salía entera en un juego que parecía gustarla mucho. "Joder, me corro, me corro, me cooooooooooorroo!!" - gritaba ella viniéndose en un prolongado orgasmo. Sentía las contracciones de su coño en mi polla en el momento de correrse.

Después de un momento de tregua, nos fuimos a la cama y comenzamos de nuevo a besarnos, a tocarnos y a gozarnos. Bajó su cabeza hacia mis piernas y comenzó a besarme y lamerme las pelotas todavía con sabor a ella. Con una mano me retiró el condón y con la otra me limpiaba la verga con las sábanas para quitar el desagradable sabor del látex. Una vez concluida la limpieza comenzó a sacarle brillo a mi sable con deliciosos movimientos de lengua, al tiempo que se acariciaba el clítoris con la mano que le quedaba libre. Estaba en la gloria y de un momento a otro me correría. Marisa, por lo visto experta en esas lides, se dio cuenta y comenzó a ralentizar la mamada, metió la mano en su bolso que había caído en la cama al entrar en la habitación y sacó un condón de sabores. Me lo puso con la boca, se incorporó y se la clavó en el coño, cabalgándome cual amazona en celo. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero definitivamente estaba por reventar y le avisé de lo inminente. Me dijo que la esperara que ella también estaba a punto. Repasé los elementos de la tabla periódica, mientras ella se afanaba en insertarse mi miembro cada vez más adentro. Los gritos precursores de su orgasmo hicieron que me corriera disparando cuatro o cinco descargas que debió notar a través de la fina separación del látex. Nos corrimos a la vez y cayó sobre mí sudorosa y jadeante electrificada por los espasmos que se producían dentro de ella.

Tras el descanso, llenamos la bañera del jacuzzi y nos sumergimos en un agradable baño mientras dábamos cuenta de las bebidas disponibles en el mueble bar. No sé cuántas más veces lo hicimos aquella noche. Sólo sé que al despertar, sentimos una vergüenza terrible y casi sin mirarnos desayunamos en el restaurante del hotel como si nada de lo ocurrido hubiera pasado. Quizás hubiera sido un arrebato por mi parte, quizás el despecho del divorcio por parte de ella. Nos sentimos algo incómodos y aunque sabíamos qué había pasado, preferimos no tocar el tema y comportarnos como hasta aquella noche, como los amigos que éramos. Cuando terminamos de desayunar y al cancelar la cuenta del hotel, nos despedimos con un fuerte abrazo. No éramos capaces de articular palabra, tan sólo un escueto, "nos vemos". Cuando se dio la vuelta para tomar el taxi que la llevaría a casa, giró la cabeza y me dijo "Me debes unas bragas" y me guiñó un ojo. Cuando subió al taxi pude ver que iba sin ropa interior, dejando al aire ese coñito peludo que horas antes había sido mío. Regresé a mi casa caminando viendo como abrían las tiendas. Me paré delante del Victoria's Secrets pensando en la próxima adquisición...

viernes, 2 de noviembre de 2012

Amantes

Lucía finalmente se reconcilió con sus padres y volvió a su casa. Bueno, eso fue después de la bronca que tuvimos por culpa de los mensajes que encontró en mi celular. No le hizo gracia saber que tenía una amiguita nueva y aunque no éramos novios ni había ningún compromiso por mi parte, le enojó el hecho de que anduviera tonteando con Sofía, la muchacha que me pidió consejo profesional. Los whatsapps se hicieron frecuentes desde aquel encuentro que tuvimos en su casa, así como su insistencia en quedar de nuevo. Me mandaba fotos insinuantes, a las que respondía con retratos de mi pija dura. Todo este material lo guardaba celosamente en la laptop bajo contraseña. En el intercambio, Sofía me envió un video donde se mostraba masturbándose, con mi nombre escrito en carmín sobre sus pechos. Por casualidad, el video fue visto por Lucía, que trasteaba con mi celular para ver las fotos que teníamos en común. Por descuido olvidé guardar el material en la laptop y quedó en la memoria del smartphone. El resto de la historia se la pueden imaginar, discutimos, lloró, llamó a sus padres, recogió todas sus cosas y se marchó.

De nuevo solo en casa, de nuevo la cama vacía. Quizás sea buena ocasión para invitar a Sofía al departamento o tal vez sea mejor retrasar ese momento. Me apetece estar un tiempo solo, sin que nadie me moleste, sin nadie a quien dar explicaciones. Dedicarme a buscar empleo, escribir y hacer las cosas que me apetecen. Estos meses con Lucía han sido increibles, pero sabía que no iba a ser duradero, quizás por la tendencia que tengo a ser infiel, aunque claro, no se puede ser infiel con alguien con el que no estás. Supongo que algo tendríamos cuando teníamos sexo todas las noches, pero siempre quedamos claros que eso no significaba nada, o al menos es lo que yo entendí. No me pone triste lo de Lucía, tampoco estoy alegre. Pasó, lo pasamos bien y ya está. Alguno dirá que no me preocupa porque tengo a otra en la recámara. Lo de Sofía no es que me entusiasme mucho, la verdad. Se la ve que es muy cría y eso puede traer complicaciones.

Siempre estoy diciendo que no quiero complicaciones, sin embargo no dejo de meterme en problemas, aún sabiendo de los perjuicios que pueden desencadenarse. Todo ello me lleva a recordar una experiencia, que viví intensamente a pesar de saber que me estaba metiendo en problemas. Fue hace unos años, antes de mi gran fracaso sentimental. Vivía en otra ciudad, estaba estudiando becado una maestría y compartía departamento con otros tres muchachos a los cuales solo veía por la noche y regresaban a sus pueblos los fines de semana. Lo cierto es que me costó adaptarme a la ciudad. Allá no conocía a nadie y con los compañeros de la maestría tampoco había mucha afinidad, si bien tampoco la buscaba. También acababa de terminar una relación y estaba bastante tocado y deprimido. Al salir de las clases, me iba al departamento y me encerraba en el cuarto a estudiar o a navegar por internet. Por aquel entonces inicié un blog deprimente contando mis sensaciones y lo sólo que estaba. Al principio no conseguía visitas, pero al empezar a dejar comentarios en otros blogs similares, la gente empezó a dejarme los suyos en el mío. A los dos meses ya contaba con al menos unos 10 seguidores habituales con los que mantenía contacto a través de los blogs. En ese momento era lo que más me gustaba y estaba esperando todo el día para meterme en el blog, publicar y recibir comentarios. En mi soledad, me sentía acompañado. A raíz de un incidente con una compañera de la maestría, escribí un post bastante triste donde me lamentaba de mi mala suerte. Al día siguiente recibí un mail en la cuenta vinculada del blog. Era de una seguidora que preocupada por mi situación, me animaba y me enviaba su dirección de messenger para conversar. No terminé de leer el mail cuando ya la estaba agregando a mi messenger.

La primera vez estuvimos conversando como cuatro horas. Hubo una muy buena comunicación y mucha confianza. Conocí de ella que estaba casada, que tenía tres hijas y que vivía en otra ciudad cercana a la que yo estaba viviendo. Trabajaba como maestra en una escuela y le gustaba escribir. Dejamos de conversar únicamente porque era tarde y ambos debíamos madrugar al día siguiente. Los siguientes días nos comunicamos y seguimos hablando de todo un poco, de nuestras preocupaciones, deseos y aficiones. Poco tiempo después comenzamos a charlar por el teléfono. Nos hicimos bastante amigos y compartíamos confidencias. De ella me gustó su carácter jovial, a pesar de ser una mujer mayor que yo unos 10 años y también la confianza que me generaba. Ya nos conocíamos por foto y sólo quedaba conocernos en persona.

Quedamos en vernos un día. Yo iría a su ciudad aprovechando un receso en las actividades de la maestría. No iba con más expectativa que la de conocer a alguien con la que me llevaba muy bien. El encuentro fue en la estación de autobuses de su ciudad. Pronto la reconocí y me pareció más guapa que en las fotos. Desayunamos juntos y me enseñó su ciudad. También me llevó a su casa, donde conocí a sus hijas y al marido. Todos eran muy agradables y me invitaron a quedarme a dormir con ellos, en lugar del sitio que había reservado. La confianza que tenía con, llamémosla Elena, y la buena disposición de su familia no me hicieron dudar. Al día siguiente me llevaron de excursión al campo y disfruté de un excelente día con ellos. Me sentía muy a gusto por primera vez en mucho tiempo. Al tercer día me fui de regreso a la ciudad donde estudiaba.

Seguí manteniendo el contacto con Elena, cada vez más frecuente. Con ella no había tema que no hablara, incluso sobre mis líos con muchachas. Ella era muy comprensiva y me aconsejaba con mucha naturalidad. Nos hicimos los mejores amigos. Tras varios meses, un día, Elena me llamó llorando. Le pregunté qué le pasaba. Me dijo que había discutido con el marido y que estaba muy triste. La verdad es que me sorprendió que me contara tal cosa, pues se les veía muy unidos y él se me hacía un tipo muy agradable. La conversación continuó y seguía haciéndome confesiones. Decía que era una situación frecuente en su matrimonio, que llevaban mucho tiempo discutiendo y que estaba pensando en divorciarse. Aquello me dejó anonadado. No sabía qué decirle a esa mujer que se estaba confesando ante mí. Sólo acerté a decirle que la apoyaba y que en mí tenía un amigo para lo que necesitara. Me pidió que si podía alojarse en mi departamento ese fin de semana, que necesitaba alejarse de su casa. Le dije que no había problema, ya que los fines de semana me encontraba solo y podía ocupar mi habitación, mientras yo dormiría en el sofá cama del salón común.

No dudé en echarla una mano, pues la consideraba mi amiga. Sentía lástima por su matrimonio, pues me caía bien su esposo y también pensaba en las niñas. Ella se presentó el viernes por la noche, cuando mis compañeros se habían marchado ya. Cuando me vio, se derrumbó y comenzó a llorar amargamente. Intenté consolarla pero no había cómo. Pensé que sería buena idea sacarla a dar una vuelta y que tomara algo de aire fresco. Salimos y cenamos algo en una terraza. Con la conversación, se tranquilizó y con el vino comenzó a reír. Me fascinaba su sonrisa cálida y amable. Me dijo que hacía muchos años que no salía a cenar fuera, que su marido era un aburrido y que cuando llegaba a la casa únicamente se dedicaba a ver los deportes. Su vida se había convertido en una monotonía y que siempre tenía discusiones con el marido. No se sentía deseada, ni correspondida. Me contó que hacía muchos años que no iba a una discoteca y que le encantaba bailar. Le pregunté si le apetecía ir a bailar y me dijo que le daba un poco de pena, que no iba vestida adecuadamente. La convencí de que iba preciosa y fuimos a una discoteca.

Al llegar, pedimos unos tragos y nos fuimos a la pista de baile. Con la música se transformó y pasó de la tristeza a un estado de euforia. Bailaba muy bien y fueron muchos los que se acercaban a ella para bailar. Se la veía disfrutar bailando, siendo cortejada por varios hombres. Se la veía feliz. Cuando se acabaron los tragos fui a la barra a pedir otros. Cuando me acerqué donde estaba Elena, la vi agarrada a un tipo que la sobaba mientras se besaban. No sé por qué, me sentí celoso, pero ella era una amiga y nada más. Decidí dejarla que disfrutara y me regresé a la barra con los dos tragos. Allí estuve esperando hasta que ella me buscó y me pidió disculpas por lo ocurrido. Le dije que no tenía por qué preocuparse, que por mi todo estaba bien. Me dijo que se iría con el tipo con el que se estaba besando y que al día siguiente me llamaría. Como no había nada que hacer allí, me volví para casa medio enojado. Total, la había sacado para animarla y ella se había ido con el primero que encontró allí. No debía estar así, pero me sentí muy celoso, quizás me había dado cuenta de que Elena me gustaba, pero deseché la ida por todas las complicaciones que conllevaba. Además, se había ido con el tipo aquél.

Al día siguiente, antes de levantarme, me llamó. Decía que estaba en la calle y que estaba perdida, que se sentía fatal por lo que había hecho y que le hiciese el favor de ir a buscarla. No me hizo ninguna gracia, pero en fin, era mi amiga y tenía que hacerle el favor. Me levanté, me puse lo primero que encontré y fui a buscarla. Me la encontré en un parque, toda despeinada y con la cara de haber estado llorando. Me dijo que se sentía una zorra y no sé cuántas barbaridades más. Se sentía mal porque aunque su matrimonio no iba bien, había sido infiel por primera vez. Le dije que esas cosas pasan y que tal vez eso era lo que necesitaba, sentirse deseada. Como vi que estaba muy cansada, le dije de ir a casa y que durmiera. Así hizo y yo aproveché el día para terminar unas tareas. Cuando despertó, tomó una ducha y vino al salón. Le dije si le apetecía salir a comer algo como el día anterior. Me dijo que no, que se sentía mal y que prefería quedarse en la casa. Le propuse pedir unas pizzas y ver una película. Parece que ese plan si que le apetecía. Seguía dándole vueltas a lo de la infidelidad y a lo que había hecho el día anterior.

Por mi parte traté de hacerla sonreír. Llegaron las pizzas y cenamos. Cuando le propuse ver la película me dijo que prefería hablar de lo acontecido el día anterior. Yo le dije que no tenía por qué, si no quería, y ella insistió. Necesitaba sacarlo fuera y yo era su confidente. Me contó que cuando se puso a bailar se sintió muy bien y que cuando todos aquellos hombres se pusieron a mirarla experimentó algo que hacía mucho tiempo que no había sentido, el deseo. Esa sensación la puso muy excitada y cuando me fui a la barra, uno de esos hombres se acercó a ella y la agarró. Se puso a bailar con él muy agarrada y sintió la verga erecta del tipo bajo el pantalón apretando su cuca. Elena llevaba dos meses sin follar con su marido por las continuas discusiones que tenían. El sentir el miembro del tipo, que también la estaba manoseando, la excitó de tal manera que no era consciente ni de donde estaba, cuando el tipo la besó y ella le correspondió con otro beso. Mientras escuchaba eso, volví a sentir celos y quizás se me viera reflejado en la cara. El tipo la invitó a su casa y llevada por el deseo aceptó la invitación, fue cuando me vino a buscar y me dio la noticia. Se fue a casa del tipo y estuvieron cogiendo hasta el amanecer. No quería escuchar más, pero ella siguió dándome detalles sobre cómo de grande la tenía, como se la chupaba, las veces que se vino y las posturas que practicaron. Mi cara debía ser un poema, porque paró y me preguntó si me encontraba bien. Le dije que sí, que no había ningún problema, pero mis ojos no mentían. Sentía un ataque de cuernos sin ser mi pareja. Ella me preguntó si quería decirle algo. Suspiré profundamente y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

Se acercó a mí y me abrazó. "¿Qué te pasa, bebé?" - me preguntó. Traté de hacerme el fuerte y le dije que nada. Ella insitió con que si estaba molesto por lo del día anterior. Le dije que me sentía celoso y ella me dijo que no entendía por qué. No tuve más remedio que confesar. "Me gustas" - fueron mis palabras. Elena abrió los ojos como platos como sorprendida. Quedamos en silencio, mirándonos a los ojos. Me tomó de las manos, acerqué mis labios a los suyos y nos besamos, primero tiernamente y después con pasión. Entre besos me confesó que yo a ella también le gustaba, pero que no me había dicho nada porque sentía vergüenza. Mis manos acariciaban su espalda y las de ella se agarraron de mi cuello. Estábamos sentados en el sofá y me recosté en él arrastrándola sobre mí. Llevé mis manos a sus nalgas y las metí debajo de su pantalón. Ella comenzó a quitarme la camisa y a desabrocharme el cinturón. Agarró mi pija y se la metió en la boca practicándome una mamada espectacular. Me comió los huevos con esmero y dedicación. El sofá se nos hizo pequeño y la llevé en volandas hasta mi cama. Cogimos durante horas, en todas las posturas, incluso le estrené el culito, cosa que no había hecho el cornudo de su marido, porque según él, le producía asco. No entiendo como una mujer como aquella, tan bonita, con ese cuerpo apetecible y bien cuidado, había aguantado tanta negligencia de su esposo.

Tras la noche y después de dormir un poco, nos duchamos e hicimos cositas en el baño. Después desayunamos y hablamos de lo que había pasado entre nosotros. Ambos nos sentíamos atraídos el uno por el otro y quizás eso lo complicaba todo. Queríamos seguir viéndonos, sin embargo ella me decía que no podía dejar a su marido por sus hijas. Me di cuenta de que aquello era un problema gordo en el que no tenía que meterme, pero a veces el riesgo y el morbo te hace hacer cosas que no tienen sentido. Seguimos en contacto, a veces venía ella a la ciudad donde estaba y otras veces iba yo a la suya. Hablábamos por teléfono y nos decíamos guarradas. Cuando nos veíamos follábamos como salvajes, todo a escondidas, muy sucio, muy animal. Yo no sé si el marido se dio cuenta alguna vez, y si se dio cuenta, era consentidor. En una ocasión tuve la desfachatez de pasar el fin de semana en casa de ellos con él y sus hijas presentes y aprovechábamos la mínima para desatar nuestras más bajas pasiones, en su cuarto, en el baño, en la cocina... Toda esta situación nos daba morbo aunque éramos conscientes del daño que podíamos hacer. También cometí la estupidez de enamorarme poco a poco de ella, y comencé a reclamarle que dejara a su marido. Ella me decía que no podía, que era imposible, lo cual me frustraba y deprimía, y sólo me alegraba con nuestros encuentros sexuales in situ o telefónicos, que por cierto, cada vez iban siendo más esporádicos. Ello se debía a que gracias a mi relación, había ganado en autoestima y comenzó a salir más de casa. En principio salía con amigas, pero luego se fueron añadiendo amigos que conocía en internet y similares. La lejanía, el vivir en dos ciudades distintas, creo que enfrió todo y finalmente me enteré de que se estaba cogiendo a otro tipo que había conocido en un chat. Aquello me dolió muchísimo, corté con ella toda comunicación y tardé mucho tiempo en olvidarla.


martes, 23 de octubre de 2012

Y ahora me llamas...

Llamas a mi casa, con la excusa de felicitarme el cumpleaños. Sabes de sobra que faltan 4 meses para eso. Llevas más de dos meses sin dar señales de vida. Me preguntas que qué tal estoy, yo te digo que regular, que hoy tampoco ha sido mi día. Yo te pregunto cómo estás tú. "Bien", me respondes. Te digo que no hacía falta inventarse excusas para llamarme. Argumentas que el trabajo te tiene absorbida, que no tienes tiempo para ti. ¿Realmente no tienes un minuto para mandarme un mensaje? ¿De verdad que no se te ha ocurrido en todo este tiempo hacerme una llamada? No dices nada y quien calla, otorga. "Es que es complicado", te disculpas. Te explico que dejé de mandarte mensajes porque pensaba que te molestaban. No soy tonto, sé que andas con alguien y has preferido ignorarme. Te saco una confesión, sigues con el tipo aquél que dices que no tiene nada que ver contigo, que estás por estar, por no quedarte sola. Me preguntas si yo ando con alguien, como buscando una justificación a tus actos. Te miento y te digo que no. Tampoco te importa si ando con una, con varias. Me dices que ahora no estás interesada en las relaciones, que te preocupa más el trabajo, que te sientes sola. ¿Qué pasa, -pienso para mí- que te hartaste del tipo ése y ahora estás buscando una salida? Sabes lo que siento por ti. Sabes que me siento culpable por todo lo que sucedió y te aprovechas. Te refiero mis sentimientos, pero dices que eso te incomoda. Dices que me quieres como amigo y que le demos tiempo al tiempo. "¿Eso que significa?", te pregunto. No contestas. Sé que me estás buscando, que estás tanteando el terreno. Te crees ganadora en un juego que hace tiempo que no me interesa jugar. Aún así, soy educado, no te echo en cara nada de lo que me cuentas. Me dices que me quieres como amigo, y como amiga te estoy tratando, pero tengo curiosidad por ver qué estás tramando. Nos despedimos y me prometes que volverás a comunicarte pronto conmigo.

Llamas a los dos días, me hablas de tu trabajo y de las complicaciones que hay. Me pides consejo. Siento que he tenido esta misma conversación otra vez contigo. Veo que hay algo que me quieres decir, pero no lo dices, porque sigues tanteando el terreno. Cuando terminas de relatarme tus problemas laborales, te pregunto cómo estás. Me dices que estás triste, porque has tenido una bronca con el tipo. Que es un indeseable, un imbécil y que estás harta. No me sorprende, ya me lo temía. Sigues con tu lamento y recuerdas cuando estábamos juntos, lo bien que me portaba contigo, que yo soy bueno, que soy atento, caballeroso y detallista, todo lo que no es el tipo al que te estás tirando. Comienzo a cansarme de tus halagos, pero te dejo hablar, quiero saber hasta dónde me quieres llevar. Me dices que sólo te has enamorado dos veces en tu vida y que una de ellas fue de mí. Me estás intentando camelar, lo sé. Tengo ganas de mandarte a la mierda, de decirte que eres una puta, pero la educación y el decoro me lo impiden. Sigo escuchándote y me cuentas sobre nuestra primera vez. Era la primera vez que alguien te había llevado a un hotel de 5 estrellas, te había comprado rosas y había sido dulce contigo. Pienso en los moteles baratos y en las casas cochambrosas donde has follado con cualquiera. Te imagino comiéndole la polla a cualquier individuo sólo por no estar sola o vete tú a saber si por dinero. Me duele el alma, me duele corazón imaginarte con todos los hombres a los que te has follado. Pero no, hace tiempo que decidí dejarte volar y olvidarme de ti. Sigo escuchándote. Ahora me cuentas como te estremecías en nuestro último encuentro, que fui el primero al que le dejaste correrse en tu boca. Yo también lo recuerdo y también recuerdo cuando me dejaste porque no soportabas que te llevara la contraria. Continúas con tu historia. Siempre me cuentas historias y cada vez son distintas. Ya sé que eres una mentirosa, pero te dejo continuar. Quizás sea masoquista al no parar de raíz esta conversación, pero quiero saber hasta dónde quieres ir. Me dejas caer la posibilidad de que volvamos juntos. Te contesto con tus propias palabras. "Démosle tiempo al tiempo".

Hoy me has vuelto a llamar. Confiesas que has dejado al tipo y que necesitas verme urgentemente, que estás muy triste y que necesitas un abrazo. Me lo pienso, sé que esto sólo puede hacerme daño, pero aún así, tengo curiosidad de ver de lo que eres capaz. Quedo contigo en el lugar donde nos conocimos. Soy un masoca, pero también debo enfrentarme a todos los agujeros negros que he ido dejando tras de mí. Te veo, me ves, vienes hacia mí, como con timidez. Una timidez calculada, un gesto muy tuyo. ¿Por qué ahora me doy cuenta de todas esas cosas y antes no? Debe ser que ya no te quiero, que ya no siento nada por ti. Me das dos besos y me abrazas. Estás llorando. Seco tus lágrimas con mis manos. Te pregunto por qué lloras. Me dices que porque soy muy bueno, porque sientes que te he perdonado. Sigues camelándome y yo te sigo el juego. Vamos al restaurante aquel donde íbamos cuando salíamos juntos. Dos raciones de lo de siempre. Quieres recrear un pasado idílico y yo soy consciente del presente, de todo el daño que me has hecho, de todas tus mentiras y de todo lo demás. Te sigo la corriente. Recordamos anécdotas de nuestras salidas, de los regalos, de nuestra primera cita. Del frío que hacía en la plaza, de que te agarré de las manos para calentártelas, del beso que te robé. Me tomas de la mano y me hablas de lo felices que éramos. Yo asiento. En un momento preguntas, ¿qué nos pasó? Lo sabes de sobra, como también sabes de sobra todo lo que pasó después, los tipos con los que te has acostado, las mentiras que me has contado...

Tras la cena salimos a pasear. Me pides que te acompañe a tu casa. Sé dónde quieres acabar, pero me dejo hacer. Ya me utilizaste en su momento, ahora seré yo quien te utilice a ti. Tienes ese pensamiento absurdo de las mujeres, que se piensan que a los hombres se les domina por la cama. Quizás lo hiciste en su día, pero la vida me ha dado lo suficientemente duro como para saber distinguir las cosas. He aprendido y ahora utilizo la cabeza y no me dejo llevar por el instinto. He madurado y me doy cuenta que sólo soy un cambio de cromos. No me interesa saber si el otro tipo ha cortado contigo o eres tú la que has cortado con él. Sólo sé que me estás utilizando o eso es lo que pretendes. Llegamos al portal y me abrazas. Me dices que soy increíble y que ojalá las cosas hubieran sido distintas entre los dos. Ya me sé la historia, ahora debo ser yo quien te diga que las cosas no tienen por qué quedar así, que podemos intentarlo de nuevo y todo eso. Pero no, prefiero que lo digas tú. Me hago el fuerte y te digo que siempre podemos ser amigos, como tú me habías dicho. Te desarmo. Me dices que aún estás enamorada de mí, que llevas mucho tiempo pensando en mí. ¿Quién lo diría, te pasaste más de dos meses sin dar señales de vida? Supongo que mientras tuviste verga, yo no era más que un vago recuerdo. Ahora que no la tienes, buscas la mía. Crees que puedes hacer conmigo lo que quieras. Me abrazas, comienzas a llorar. Levanto tu cara, limpio tus lágrimas y me pones los labios para que te bese. Me aguanto, quiero ver cómo te arrastras. Te amo, me dices. "Yo también te tengo mucho aprecio" - contesto. "Sé que tú también me amas, pero no me perdonas por todo lo que he hecho", replicas. "Ya lo pasado, pasado está" - recuerdo la canción. "Entonces, démonos una oportunidad" me dices agarrándome la cara y me empiezas a besar. Me doy cuenta que a pesar del tiempo, de todas tus relaciones y todos los tipos que han pasado por tu cama, sigues sin saber besar.

Subimos a tu casa, devorándonos, quitándonos la ropa. Me conduces hasta tu cama, me tiras contra ella. Te deshaces de mi pantalón y me empiezas a comer la polla. Siempre recordaré la última mamada que me hiciste, corriéndome en tu boca, en tus pechos. Tus labios carnosos besan cada centímetro de mi polla, me engulles, succionas, lames. Es lo que mejor sabes hacer, comer pollas. Me imagino a todos los tipos que se la has mamado, corriéndose en tus cara, llamándote puta. Por un momento pierdo el control y siento celos, te agarro del cabello y te pongo de a cuatro y te la clavo por el culo. Por lo fácil que entra, me doy cuenta que ya se lo has regalado a otros. Empiezo a bombearte con fuerza. Tu gritas, te azoto las nalgas, te llamo zorra. te tiro del pelo. Tú me dices que quieres ser mi puta. A cuántos se lo habrás dicho. Sueltas alaridos, creo que te vas a correr, acelero las envestidas y te vienes en un orgasmo que hace retumbar los cristales. Te agarro del cabello y te obligo a que me comas la polla otra vez. Mi rudeza te sorprende, te excita, te calienta. Sigues mamando con pasión sin importarte que antes hubiera estado en tu culo. Lucho por no correrme, aún te la quiero meter por el coño. Te tiro del pelo y te hago ponerte de pie. Te agarro de los muslos, te subo las piernas hasta mi cintura y empiezo a empotrarte contra la pared. Gritas, jadeas, gimes, te estoy follando como nunca. Te preguntas qué fue de aquel chico delicado que te hacía el amor. De ése ya no quedan más que pedazos y jirones. El que te está follando es otra persona nueva, con el corazón destrozado y buscando venganza por lo puta que has sido. Te digo groserías y eso te hace estar más arrecha. Estás muy húmeda y mi polla hace ruidos al entrar y salir. Te corres, te corres de gusto, mientras sigo follándote como un animal. Te vuelves a correr, me pides que me venga dentro de ti. Quieres mi leche y así me lo haces saber. Te suelto y te obligo a ponerte de rodillas. Me masturbo hasta que sale todo mi semen disparado hacia tu cara, tus pelo y tus pechos. Me miras con ojos de gata en celo y comienzas a limpiarte con las manos los restos de mi descarga. Cuando estás limpia, llevas tu mano a la boca y lames mi lefa. Me tumbo en la cama y me enciendo un cigarrillo. Una vez me dijiste que te excitaba eso mucho. Subes a la cama y recuestas tu cabeza sobre mi pecho, me acaricias. Termino mi cigarro, me levanto y me empiezo a vestir. Me preguntas que por qué hago eso. Te digo que me voy. Saco dinero de la cartera y te lo tiro a la cama, como una vulgar furcia. "Cuando quieras repetir, me llamas" - digo y salgo por la puerta.

domingo, 21 de octubre de 2012

Cosas de chicas (dedicado a Clau y Ary, dondequiera que estén)

No recuerdo bien la razón que me llevó a la habitación de aquellas dos hermosas chicas y a pasar todo un fin de semana encerrado en su armario. 

Uno llega a una fiesta invitado por no sé quién, toma una copa e inicia una conversación intrascendente con otra persona. "¿De dónde vienes?, ¿a quién conoces?, ¿estudias o trabajas?". Otra persona se une a la conversación, se van apurando las copas, risas, que si te presento a fulanita, que mira qué buena está menganita, más risas. Acabas sentado en un sofá abrazado por una chica a la que acabas de conocer, pero por la desinhibición derivada de la ingesta alcohólica se comporta como si la conocieras de toda la vida. Hablas de la última película de ciencia ficción que has visto, a ella le gustan más las románticas. Resulta que estuvimos en el mismo concierto, coincide que nos gustan los mismos grupos musicales, los mismos libros. Conexión total.  Tonteas un poco, le guiñas un ojo, cuando estás a punto de besarla alguien te pasa un porro. Le das un par de caladas y se lo pasas. Ella hace lo mismo y se lo pasa al siguiente. ¿Por dónde íbamos? Cuando quieres repetir la operación, suena la canción. Se levanta como un rayo y se pone a bailar. Yo que ya estaba un poco elevado por el porro y por las copas que llevaba (no soy capaz de recordar) me quedo sentado. Otra persona se sienta en el lugar que dejaste. Inicias otra conversación, más risas. Al final se forma un grupo y conversas sobre lo mal que está el mundo, lo intentáis arreglar. Los porros circulan a velocidad de vértigo, la habitación ya parece un submarino. La música suena, la gente baila, pasan las horas. Haces el truco de la bolsa de té, y tres o cuatro juegos de magia que aprendiste en la cafetería de la facultad.  La gente se lo pasa en grande. Sigues contando chistes, te cuentan otros. La chica con la que casi te besas, cansada de bailar se sienta en tu regazo. Acaricias su espalda, te agarra de la mano y empieza a jugar con ella. La habitación se va haciendo más pequeña, ríes, quien te habla parece que está lejos y al momento está más cerca. Cada palabra es motivo de celebración, de carcajada, estamos todos drogados. Empiezas a comerle la boca a la chica sentada sobre ti. Ya ni te importa la compañía, te concentras en lo que estás haciendo, sientes que todo va a cámara lenta. Quien está a tu lado sostiene un porro y te lo pasa, compartes el humo inhalado con quien te estás besando. La persona que está a tu lado te dice, que también quiere lo mismo. Le das otra calada y repites el gesto en otra dirección, poco a poco, sintiendo como el humo va saliendo despacio de tus pulmones, atraviesa la traquea, la garganta y la boca y se va introduciendo lentamente en la boca de la otra persona, quien te agarra del cuello para que no se escape el humo. Cada vez estáis más cerca. Quien te besaba empieza a lamerte el cuello y te empuja para que juntes los labios con la otra persona. La lenguas se entrelazan, comienzas a comerle la boca a la otra persona. Te das cuenta de que la otra persona es otra chica, muy parecida a la muchacha con la que te besaste por primera vez. Estás tan pedo que te hubieras besado con el perchero si se hubiera puesto a tiro. Miras a tu alrededor, la gente está a lo suyo, unos besándose, otros riéndose, nadie se fija en nosotros. Una pareja se ha metido en una habitación a coger, otros aprovechan el baño para lo mismo. Permanezco en el sillón comiéndome la boca de aquellas dos desconocidas, que también me acarician. Se oyen gemidos, la habitación se me hace cada vez más pequeña, los sentidos se afinan o esa es mi percepción. Todo da vueltas y noto una mano que me acaricia la verga, otra mano se me ha metido por debajo de la remera y acaricia mi pecho peludo. Mis manos ya tocan las nalgas de las dos chicas que me besan, lamen y se entretienen desabrochando los botones de mi pantalón. Frente a mi veo como dos chicos se están besando y se masturban el uno al otro. Una chica le está comiendo la polla a un chico, mientras otro se la está follando por detrás. Otra chica, ya en pelotas, se acerca a cada una de las parejas y les va comiendo los morros a todos uno por uno. Mis chicas ya me están haciendo una monumental chaqueta a cuatro manos. Se acerca la chica desnuda y pide a mis muchachas permiso para sentarse encima de mí. Me da un pico y me coloca un condón, se pone de espaldas y de un envión se la meto desde atrás por su sexo lampiño. La agarro de sus tetas y comienzo a follármela a lo bestia. Mis chicas, lejos de enfadarse se despojan de sus remeras y me besan, besan mis pezones. Aunque no era consciente del tiempo que había transcurrido, lo que comenzó como una fiesta normal, llevaba un rato que se había convertido en una orgía. "Me vengo, me vengo" - gritaba la chica encima de mi verga, mientras se convulsionaba derramando abundante flujo sobre mis huevos. El intenso orgasmo de la joven fue el inicio de otros tantos de todos aquellos que se encontraban en la pieza gozando de los placeres del sexo. Los dos chicos que se estaban masturbando hacían un 69 en el suelo y se vinieron al unísono. La chica que estaba siendo enculada, recibió la leche de los dos varones que la estaban atendiendo. La chica a la que me estaba cogiendo, se dio la vuelta, me dio un beso húmedo, metió la mano en uno de mis bolsillos y me apuntó su número de teléfono en el celular. "Llámame otro día". (Betsabé Fiesta escribió en el contacto). El clímax compartido no fue el final de la fiesta. La gente bailaba desnuda, seguían los besos, de unos con otros, todavía quedaba alcohol y me consta que también mucha hierba. Todavía hipnotizado por los efectos del tetrahidrocannabinol, la intensa cogida recibida y con los pantalones bajados, abierto de piernas y con la verga más dura que un mástil, me quedé reponsando un momento, mientras me fumaba un cigarrillo que robé a alguien. Las chicas con las que me había estado besando habían ido al baño. Tardaron un poco en llegar, ya que alguien también estaba utilizando el baño para lo mismo y se entretuvieron un rato mirando a la parejita que andaba por allá. Al rato volvieron y me encontraron en la posición descrita y diciendo "Esto no lo podemos dejar así", me agarraron de la mano y me llevaron a una de las habitaciones para rematar la faena. Ahí se terminó la fiesta para mí y comenzó otra nueva.

No puedo recordar nada de lo que pasó allí. Sólo algunas imágenes me vienen a la mente del, imagino, delicioso ménage à trois que tuvimos los tres. Luego recuerdo despertar con un fuerte dolor de cabeza y abrazado de las dos chicas con las que me había estado besando. Estábamos desnudos los tres en aquella cama y el sol entraba por las rendijas de la persiana. Me quise levantar al baño y vi tres condones usados tirados en el suelo. Una de mis acompañantes se despertó con igual dolor de cabeza y despertó a la otra. "Levántate, que ya es más del medio día, tenemos que arreglar todo esto". Fui al baño y me encontré la sala donde se celebró la fiesta-orgía como si hubiera pasado un huracán. Botellas vacías, vasos derramados, condones usados, el suelo muy sucio y pegajoso, restos de colillas. Mala suerte para quien le tocara limpiar aquello, pensé. Cuando volví a la habitación me encontré a las dos chicas vestidas con unos escasos pyjamas y con ojeras debido a los estragos de la fiesta. Recogí mi ropa del suelo y me puse a vestir, cuando una de ellas salió al salón y vio el estado catastrófico en que había quedado la casa. Pegó un grito y la otra salió de la habitación para ver qué pasaba. También dio otro grito. Volvieron a la habitación con cara de encontrarse en problemas. Me compadecí de ellas y de pronto les dije de ayudarlas con el trance. Antes que nada y como no lo habíamos hecho el día anterior, nos presentamos. Me dijeron que se llamaban Clau y Ary, que eran hermanas, que sus padres estaban fuera, que habían quedado al cuidado de la casa y que su tía vendría por la tarde a hacerlas una visita para ver que todo estaba bien. Esto las preocupaba bastante, Agarré mi celular y llamé a la señora que limpiaba el departamento de estudiantes que compartía. Era una experta en zonas de desastre (hacíamos muchas fiestas) y aunque era en fin de semana, no le vendrían mal una paga extra. Llegó en menos de una hora, mientras tanto ya habíamos hecho desaparecer todas las botellas vacías, los condones usados y algunas cosas más. Doña María se puso manos a la obra y rápidamente dejó limpia la casa, como si no hubiera pasado nada el día anterior. Le pagué lo convenido y una pequeña propina por las molestias. "A la orden", fueron sus palabras y se fue. Las dos hermanas estaban más que agradecidas por mi gesto y querían recompensarme. "No hay problema, solo invítenme a la próxima fiesta", les dije. "Eso por descontado, pero al menos déjanos darte algo de desayunar, aunque ya sea tarde" - contestó Clau. "Sí, dale" - dijo Ary. Agarraron cosas del freezer y las llevaron a la habitación, pusieron música y comimos queso, uvas y algo de jugo. Les pregunté si se acordaban de lo que había ocurrido la noche anterior. "Todo se descontroló, sé que hicimos travesuras, pero no recuerdo nada más" - dijo Clau. "Yo sólo recuerdo hasta que llegamos a la habitación, nos echamos a la cama y nada más..." - contestó Ary. Estaba intrigado por los tres condones que me había encontrado por la mañana a los pies de la cama. ¿Serían míos? También me pregunté de dónde los había sacado, cuando habitualmente suelo llevar máximo dos encima. Tampoco tenía importancia. Lo que hubiera pasado o no aquella noche entre los tres, quedaría allí. "Tal vez otro día podríamos repetir" - dije yo. Quizás la pregunta fue demasiado atrevida pues se ruborizaron. Creo que no eran conscientes de lo que habían hecho y el haberse dejado llevar de esa manera, tal vez, las hacía sentir culpables. Aproveché la confianza para conocerlas un poco mejor, preguntarles sobre sus gustos, sus aficiones, a qué se dedicaban. En esto que suena la puerta de la casa, debía ser la tía. El pánico se instaló en los rostros de Ary y Clau. Ni yo, ni nadie debía estar ahí. La orden venía de sus padres y su tía las vigilaría, con lo que si me encontraba allí, podría meterlas en problemas. Rápidamente me escondieron en un armario desde donde podía ver lo que sucedía fuera gracias a unas rendijas. La tía entró en la habitación...

Tía - Y bien, mis muchachitas, ¿no vienen a saludar a su tiíta? (La tía debía andar por sus cuarenta y pocos, era una mujer atractiva, con curvas apetitosas y llevaba un vestido negro ajustado de una pieza, medias de rejilla y zapatos de tacón, venía como arreglada para una fiesta o probablemente venía de una)
Ary y Clau - Hola tía Marcia, ¿cómo está?
T - Muy bien, vine a verlas a ver si todo está bien, como les prometí a sus papás.
C - Ya ve, tía, aquí estábamos escuchando música
T - ¿Qué raro que no hayan organizado ya ninguna fiesta?
A - ¿Cómo cree, tía Marcia?, nosotras somos dos chicas formales.
T - Su mamá y yo hacíamos nuestras bacanales cuando sus abuelos salían de viaje...
A - ¿Ah, sí, tía?
T - Claro, eso lo hemos hecho todos cuando éramos jóvenes. Sú mamá de ustedes se traía a sus novios a casa y yo a los míos. Sus abuelitos nunca lo supieron.
C - ¿Que mamá se traía a los novios a casa?
T - Sí, su mamá antes de conocer a su papá tuvo varios novios
A - Vaya con mamá...
T - Y eran unos cuerazos impresionantes. Con alguno de ellos tuve algo después. 
C - Tía Marcia, no teníamos ni idea que mamá anduviera con otros hombres antes que papá.
T - Y eso enojaba mucho a tu abuelito, lo cual hizo que nos tuviera siempre muy controladas, hasta el punto de prohibirnos hacer fiestas en su ausencia.... Pero eso no fue impedimento para que las hiciéramos.
(Ary y Clau asintieron con sorpresa)
T - De hecho, en una de esas fiestas, tu mamá conoció a tu papá y ese mismo día te concibieron (señalando a la mayor de las hermanas). Se armó un buen relajo y tu abuelo echó de casa a mamá y a mi me envió con las monjas a un internado. (Las chicas estaban todavía más sorprendidas por la confesión de su tía)
C - A nosotras nos contaron que se conocieron en una fiesta, que se enamoraron y que se casaron pronto.
T - Sí, algo así sucedió, lo único que fue el abuelo quien los obligó a casarse. Lo bueno es que su padre es un buen hombre y se hizo cargo de la situación. Mi hermana tuvo mucha suerte con su marido.
C - Y cómo fue después, ¿qué ocurrió?
T - Ya saben, eran otros tiempos, un embarazo era un motivo de vergüenza. Casaron a tus padres de mala manera. Recuerdo los rostros tristes de ese día. ¿No se dieron cuenta que apenas hay fotos de la boda de sus padres? Su papá estudiaba arquitectura y su mamá no había terminado la prepa. Hicieron un arreglo para que su papá trabajara en el estudio de arquitectura de su abuelo paterno, mientras terminaba de estudiar. Su mamá estudió enfermería y ayudaba al abuelito en la consulta. Los dos fueron a vivir a casa de mi abuelita que había quedado sola cuando falleció. Su papá sacó la carrera cuando usted tenía tres añitos y usted recién acababa de nacer. Fue a estudiar a los Estados una maestría y regresó con un contrato muy bueno en una empresa constructora. Sus abuelos vieron que su papá era un hombre muy honrado y trabajador y que quería mucho a su mamá, a quien no le faltó de nada, ni a ustedes. Y lo aceptaron. Deberían estar muy orgullosas de sus padres.
A - Nunca nos contaron nada de eso.
T - Eran ustedes muy pequeñas y eso continuó siendo un pequeño secreto de familia.
C - ¿Y qué pasó con usted, tía?
T - Yo fui al internado, terminé mis estudios y me fui a los Estados para estudiar Derecho.
A - Pero si usted no tuvo ningún problema, ¿por qué mis abuelitos la enviaron al internado?
T - Tanto como no tener problemas... ¿Ustedes recuerdan al Doctor Salvatierra?
C - ¿El doctorcito, el que fue socio del abuelito?
T - Ése mismo, que el Señor lo tenga en su gloria. Un día, su abuelo nos encontró en la consulta...
A - ¿Qué hacían, tía?
T - Demasiadas preguntas, ¿no creen? Además, son ustedes muy jóvenes, no creo que sea apropiado...
C - El abuelo los sorprendió cogiendo...
T - Clau, ¿qué palabras son ésas? (dijo la tía con algo de enojo)
C - Disculpe tía, no quise ofenderla.
T - No tiene que disculparse, ya son ustedes dos mujeres y probablemente ya tengan sus experiencias, sus novios y no debería andarme con tabúes. En efecto, nos sorprendió cogiendo. El doctor y yo teníamos una relación y el abuelo se enojó muchísimo. Tanto fue así, que lo expulsó del consultorio y a mi me enviaron al internado con las monjas. Tiempo después, el abuelo perdonó al Doctor y volvieron a ser socios. Para ese entonces yo ya estaba en el extranjero estudiando.

Desde mi escondite seguí toda la interesante conversación sobre los orígenes de la familia, las experiencias de la tía, de la relación con el Doctor. De cómo en el internado comenzó a tener relaciones con otras chicas, de la represión de las monjas, de cómo fue a estudiar a los Estados, de los novios que tuvo allí, de cuando volvió, de por qué seguía soltera. Se iba haciendo de noche y la tía pidió algo de comer para cenar. También pidió un par de botellas de tequila para conversar con las sobrinas. El pedido llegó y comenzaron a cenar y a tomar. Los tragos iban sucediéndose a las confesiones por parte de la tía.

T - Bueno, basta ya de hablar sobre mí. Creo que les he dado mucha información y ahora quisiera saber algo de ustedes... por ejemplo ¿tienen novio? (esa pregunta era interesante)
A y Clau al unísono - ¿Como cree, tía?
T - Las dos son bien bonitas y seguro que tienen muchos pretendientes
A - No se crea, tía.
T - Pero alguno habrá por ahí...
C - Si se refiere a si somos vírgenes todavía, no, no lo somos. (La tía abrió los ojos, sorprendida, pero comenzó a soltar una sonora carcajada)
T - Mis dos niñas son ya unas mujeres. De eso no cabe duda, dos mujeres bien lindas que seguro que tendrán excitados a todos los hombres.

La conversación continuaba acerca de las experiencias de las dos muchachas. Hablaban de sus novios, de como se desvirgaron, de los tamaños de sus amantes, de posturas. Estaban muy animadas, habían creado un clima de bastante confianza y hablaban a su tía como si fuera una amiga más. Le comentaron que en ese momento no estaban jalando con nadie, pero que habían conocido a un chico muy interesante y muy amable, y que les gustaba a las dos. A lo mejor se estaban refiriendo a mí ¿quién sabe? Las botellas de tequila iban bajando y también el ambiente se había caldeado

C - Y tía, ¿cómo es eso de estar con mujeres?
T - Les tengo que confesar que es una experiencia diferente. No sé cómo explicarles. Una mujer sabe como complacer a otra mujer y si se logra la confianza y el ambiente necesario, es algo maravilloso. No piensen que su tía es tortillera, pues también me gustan los hombres. Es diferente, pero muy satisfactorio también.
A - ¿Pero no es, así, como raro?
T - La vida nos ha dado un regalo maravilloso que son nuestros cuerpos y la sexualidad es una forma de comunicarse con los demás, una forma de disfrutar nuestros cuerpos y no importa si se trata de un hombre o una mujer. ¿Nunca han sentido atracción por alguna mujer?
A - Qué cosas dice, tía
C - Sí, hay una chava de aquí del reparto que me parece bien bonita. Es muy sexy y viste muy atrevido. Un día la vi besándose con su novio y me entró curiosidad sobre cómo sería besar a una mujer. Es algo que me excita, pero sigo prefiriendo una verga.
T - Jajaja, claro mi niña, claro... Usted no es de piedra, seguro que no le haría ascos ni a la chava, ni a la verga, jajajaja (rieron todas)
A - No sé, besar a una chava, no sé, me sentiría rara.
T - Sí, resulta raro al principio, pero eso es culpa de las porquerías que nos meten en la cabeza desde pequeñas. Las cosas han de ser de una manera y lo contrario es contranatura... ese discursito ha hecho mucho daño, les digo. Ya no se trata de un hombre o una mujer, se trata del placer que puede sentir alguien al besar los labios de otra persona, al sentir una caricia sobre la piel, al sentirse deseado, se trata de personas, de su intimidad, de que todo es válido cuando dos personas adultas consienten. Así es como lo veo yo.
C - Tía, ¿usted me besaría? (dentro del armario yo empezaba a ponerme bien caliente)
T - No creo que sea adecuado, sigo siendo su tía. Además, si se enteran sus papás, a mí me matan. De todas formas, creo que eres muy bonita y tienes un cuerpo muy bonito. Creo que cualquiera desearía darte un beso.
C - Tía, le confieso que usted me gusta. Que siempre me he fijado en usted y siempre la he imaginado con sus novios, cogiendo, desnuda. Tiene un cuerpo espectacular y siempre he pensado en cómo sería besarla.
T - Me siento muy halagada, pero entiende, esto podría traernos problemas.
C - Dele, tía, dele, deme un beso
T - No sé...
C - Tía, seremos una tumba.
T - Está bien, sólo un beso

Clau se acercó lentamente hacia la tía Marcia, como con timidez. Ary las observaba sentada en la cama, como con cierto reparo, pero igualmente excitada. En su camisola se marcaban fuertemente sus pezones y había empezado a tocarse su panochita por encima del short. Marcia inició con un pico el beso a su sobrina, luego puso una mano en la cintura de Clau y su otra mano en la nuca. Iniciaron un largo e intenso beso con lengua, disfrutando cada movimiento, el roce de sus labios, la ternura del primer contacto y la pasión desenfrenada de después. Las manos de Clau se aferraron a las nalgas de Marcia, mientras, un servidor, expectador de una de las escenas más sensuales que había visto en su vida, me había quitado el zipper y comencé a masturbarme lentamente. Ary, llevó su mano a la boca y después la llevó a su sexo. El beso duró unos cuantos minutos.

A - Ah. ya está, dejen de comer en casa del hambriento, váyanse a un motel...
C - Ufffffffffffffffff, gracias tía, ha sido maravilloso.
T - Sí, mi niña, ha sido maravilloso
C - Ary, ¿tú no te animas?
A - No sé, me da cosa.
C - Pero bien que te estabas tocando, pendeja...
A - Ay, no sé, tía. Usted es bien bonita, pero yo no soy lesbiana.
T - Ni yo, ni tu hermana. Pero si no quieres, no pasa nada. 
A - Si sí que tengo ganas, pero no sé, me da mucha pena, la verdad.
T - Hagamos una cosa, te vendaremos los ojos y sólo sentirás el beso, si quieres.

La tía Marcia parecía que había roto otro tabú y se encontraba realmente excitada. La resistencia de Ary iba desapareciendo conforme Clau vendaba sus ojos con un pañuelo. La tía hizo un gesto a Clau para que fuera ella quien diera el beso a Ary. Ary puso la boca en posición de ser besada y Clau primero le dio un pico y después comenzaron a besarse con lengua. Esto excitó mucho a Ary que alargó sus manos para tocar a quien la estaba besando. Con sorpresa, al tocar los pechos de su hermana, se dio cuenta de que no era la tía quien le metía la lengua en la boca. Lejos de enojarse, siguió con el beso y sobando a Clau, a la que despojó de la camisola y comenzó a besarle los pechos. La tía, miraba toda la acción desde los piés de la cama, comenzó a tocarse los pechos y finalmente se deshizo del vestido que a esas horas, con la calentura, la oprimía. Clau despojó de su camisola a Ary y siguió disfrutando de los lametones de su hermana sobre sus pechos. Yo no daba crédito a lo que veía, estaba bien arrecho, cachondo, excitado. Ary se quitó la venda de los ojos y se dirigió a su tía y comenzó a besarla. Clau se puso a su izquierda y comenzó a acariciar a la tía. Se alternaban una y otra en besar a su tía, en acariciar sus sexos y en ir experimentando sensaciones hasta ahora inéditas. Era increíble ver a aquellas tres mujeres revolcándose en aquella cama con un edredón de Hello Kitty, comiéndose, devorándose, totalmente desinhibidas  El único problema era que no podía participar de su fiesta y me tuve que conformar con mis manos. A continuación la tía Marcia le quitó la bombacha a Ary y comenzó a besarle el ombligo y el vientre bajando hasta su sexo.

T - Ahora les voy a enseñar como una mujer sabe complacer a otra mujer.

Marcia besaba los muslos de Ary, mientras Clau no perdía detalle. Ésta abrió una gaveta y sacó un vibrador con el que empezó a jugar. Marcia lamía los labios de su sobrina que se retorcía de placer por las atenciones recibidas. Clau se masturbaba con el vibrador a la vez que besaba a su hermana y se acariciaba sus enormes pechos coronados por dos duros pezones color café. Marcia buscaba la aprobación de su sobrina para continuar con sus operaciones. Sólo los gemidos de Ary eran suficientes para que la tía lamiera de arriba a abajo toda la longitud del sexo de su sobrina. Ahora era el clítoris de Ary el que recibía el beso de los labios de la tía. Lamidas, succiones se sucedían mientras Ary se convulsionaba.

A - Tíita, no pare nunca.... ahhh, me vengo, ahhhhh, me vengo, no pare, no pare, siga...... ahhhhh (Ary se vino en un potente orgasmo que retumbó en toda la casa, derramando su flujo sobre la cara de la tía. La tía se levantó y tomó de la mano a Clau fundiéndose en un tórrido beso)

Clau tuvo por primera vez la sensación de experimentar el sabor íntimo de una mujer de los labios de su tía. Esto no la dejó saciada porque empujó a Marcia contra la cama, se situó entre sus piernas y le quitó el tanga con la boca para probar, también por vez primera el sabor de una vagina. Al principio, nerviosa, no sabía como actuar.

T - Házmelo como te gustaría que te lo hicieran a ti.

Clau siguió las instrucciones y empezó a comerle la panocha a la tía, quien también gemía de placer. Ary repuesta de su orgasmo se colocó detrás de su hermana y comenzó a hacerle lo mismo que Marcia le había hecho antes. La posición no era cómoda así que se colocó debajo de las piernas. Mi verga estaba a punto de explotar viendo a las tres damas como se daban placer en un hermoso trío familiar. Clau se ayudó de sus dedos para darle más placer a la tía, mientras Ary se ayudaba del vibrador para encender todavía más a su hermana. Marcia agarró la cabeza de su sobrina con las piernas, anunciando su inminente orgasmo que vino acompañado de otros dos más. El grito de aquella mujer aceleró mi excitación y me vine copiosamente sobre la ropa colocada en el armario. La tía Marcia quedó rendida en la cama, mientras sus dos sobrinas se daban placer mutuamente adoptando la posición del 69. Parecían dos expertas chupándose y haciéndose el amor mutuamente. Ambas acabaron viniéndose al mismo tiempo y derrotadas se tumbaron en la cama al lado de su tía. Las muchachas parecía que se habían olvidado que tenían a un hombre en el armario y se dedicaron a darse mimos, caricias y besos gracias a las nuevas habilidades adquiridas. Clau sacó un poco de mota de una bolsita y preparó un porro que compartieron.

A - Tía, ¿sabe?, me gustó mucho aprender con usted.
C - Sí, tiíta, muchas gracias por enseñarnos.
T - No tienen que dármelas, el placer es mío también.
A - Tía no se moleste, aunque he disfrutado mucho de esta experiencia, sigo prefiriendo la verga.
T - Te entiendo mijita, una verga es una verga (todas rieron), si bien ustedes pueden fácilmente sustituirla en un momento dado.
C - Ah, sí? Díganos cómo
T - Usted misma lo hizo cuando sacó su vibrador de la gaveta.
C - Pero no es lo mismo, tía. Ahí todo el trabajo lo hace una misma. No es lo mismo que cuando estás cogiendo con un chavo.
T - Ustedes mismas pueden coger también...

Marcia se levantó, fue a buscar en su gran bolso y sacó un arnés y un dildo con forma de pene, con sus venas y todo. Las chicas preguntaron de dónde había sacado ese instrumento. Marcia les confesó que tenía una amante con la que compartía juegos y que aquella misma mañana había estado usándolo con ella. Marcia se colocó el arnés y pidió a Clau que se pusiera en posición de perrito. Con mucho mimo colocó la punta del dildo en la entrada de su cuevita y se lo fue enterrando de a poquito. Al estar bien lubricada no costó nada entrar y comenzó un suave pero intenso mete y saca. Ary se abrió de piernas frente a su hermana  ofreciéndole su sexo depilado, que gustosamente Clau lamió como había aprendido momentos antes. Las tres mujeres fueron turnándose en el uso de aquel instrumento. Gozándose, cogiéndose, amándose mutuamente. Serían las 5 de la mañana cuando acabaron cansadas y se sumieron en un profundo sueño. Ni que decir tiene que habiendo gozado del bello espectáculo de mis dos nuevas amigas y su tía, también me quedé dormido dentro del armario.

A la mañana siguiente, cuando despertaron, tomaron una ducha y fueron a desayunar con su tía fuera de la casa. Momento que aproveché para salir de aquel armario y de la casa, dejándoles una nota de agradecimiento y el deseo de volver a encontrarlas.