martes, 25 de diciembre de 2012

Apuesta IV (punto y final)

Al final les tuve que mandar a la mierda. A Eli, al marido, a José, a la esposa y a la cita que me habían organizado. A todos juntos. La cena resultó un auténtico desastre y por supuesto, desistí de continuar con la apuesta que tenía entre manos. Es cierto que al haber aceptado la apuesta, había asumido ciertos riesgos. Es lo que tiene meterse en la cama de una mujer casada. Pero la receptividad de Eli, unida al morbo de las circunstancias y el reto de la apuesta (se puso en duda mi virilidad) hicieran que cayera como un estúpido en el juego. Sinceramente, las expectativas eran lo bastante atractivas como para que afrontara los riesgos y pasara un buen rato.

Estoy algo tocado, la verdad. Nunca creí que me pudiera pasar algo así. Ni siquiera pensé que podría ser víctima de un juego cruel por parte de quién creí que era mi amigo y de una gente a la que ni siquiera conozco. Simplemente, me dejé llevar por la testosterona y por las ganas de follarme a la chica. No fui capaz de anticiparme a los acontecimientos y ver con claridad qué estaba ocurriendo. Me pasa bastante a menudo, lo de dejarme llevar por mi cerebro remoto. Pensar con la polla, vamos. Debería ir con más cuidado, lo sé...

Sin entrar en detalles, toda la situación fue orquestada para divertimento de las dos parejas organizadoras de la cena. Querían echarse unas risas a mi costa y a la de la chica invitada, quien también resultó ser una imbécil.  No me gusta juzgar a las personas por su aspecto físico y de hecho no lo haré, pero fue ver a mi cita a ciegas y empezar a darme cuenta de que ahí había gato encerrado. La educación y quizás el ánimo de tirarme a Eli, hicieron que aguantase el tirón y me mostrase amable y simpático con, llamémosle, Susana. Cierto es que hay platos que a simple vista no parecen apetitosos, pero una vez los pruebas resultan deliciosos. En este caso, la cara era el perfecto reflejo del alma y la de esta chica me transmitía menos empatía que una manada de orcos.

Si aguanté fue por el deseo de ganar la apuesta, lo reconozco, pero aquello estaba a punto de rozar los límites de lo tolerable. Era bastante incómodo escuchar los comentarios de Susana. Comentarios que me hacían sonrojar y que despertaban las risas de los organizadores. Demasiadas risitas, diría yo. Quizás al principio no le di importancia, pero conforme iban pasando los minutos, comencé a incomodarme. Pero ahí seguía yo, dispuesto a soportar el chaparrón y darlo todo para conseguir mi objetivo.

Llegado un momento, desconecté para evitar escuchar las reflexiones filosóficas de la tal Susana que atentaban contra el decoro, el buen gusto y los derechos humanos fundamentales. ¿De dónde habrían sacado a esta tipa?, me preguntaba. No sé por qué, en mi desconexión, vino a mi mente la película "La cena de los idiotas", en la que un grupo de personas solían invitar a cenar a desconocidos estrafalarios con el objetivo de reírse de estos. Pensé en que quizás habrían invitado a Susana con el mismo objetivo, descojonarse de ella. Pero eso, ¿en qué lugar me dejaba a mí? ¿era un simple gancho o también querían reírse de mí? Tal vez el marido de Eli se dio cuenta de mis intenciones con ésta y quería vengarse de mí. Tal vez era mi amigo José el que habría hecho lo posible por joderme la apuesta. La respuesta a mis interrogantes no tardó en aparecer.

David (esposo de Eli) y Sandra (la mujer de José) se levantaron de la mesa al acabar los postres para llevar los platos a la cocina. Como no podía aguantar más el monólogo de Susana, me levanté presto para ayudar a recoger los cacharros, incluso limpiarlos si era menester con tal de no escuchar la voz estridente de mi cita a ciegas. Cuando llego a la cocina sorprendo a David y Sandra morreándose mientras ella le sobaba la polla por encima del pantalón. Me hice el desentendido y les pregunté dónde estaba el baño. Me indicaron el lugar y me fui para allá. En ese momento sentí lástima por mi amigo José. Su mujer le estaba poniendo los cuernos con el que parecía su amigo. Era una faena, la verdad. Experimenté un profundo odio por el tal David y me reafirmé en la idea de tirarme a Eli como venganza a lo que le estaba haciendo a mi amigo. Cuando salgo del baño y me dirijo a la cocina oigo que están los cuatro en la cocina hablando. Me coloqué a una distancia prudencial para escuchar sin ser visto "¿Has visto qué cara ha puesto el idiota de tu amigo? - le decía David a José. "Sí, el muy tonto a entrado al trapo. Creo que esta noche nos lo vamos a pasar bien" - contestó José. Los cuatro estaban con las parejas cambiadas dándose caricias y besos. "Eli, hiciste muy bien tu trabajo, el tipo se creyó todo...", le dijo Sandra a Eli. Al parecer, los cuatro tenían una especie de relación abierta y se dedicaban a hacer este tipo de putadas a conocidos, tal y como pude deducir de la conversación que mantuvieron.

No sabía dónde meterme, me habían puesto una trampa. Estaba jodido y tenía dos opciones, salir de ahí corriendo o montar una bronca y mandarles a la mierda. La poca dignidad que me quedaba, me hizo optar por la segunda opción. Entré en la cocina, les menté a la madre, me cagué en sus muertos y les mandé a la mierda. Agarré mi abrigo y me largué dando un portazo.

Me siento fatal, no solo por la traición, sino por la facilidad que tengo para meterme en esta clase de situaciones. Supongo que me lo tengo merecido. Supongo que debo andar con más cautelas. Supongo que debo pensar más con la cabeza y no con el pito.

2 comentarios:

  1. A ver, veo muy difícil eludir una conspiración montada por cuatro personas, tío. Simplemente siéntete contento de haber descubierto el percal a tiempo y ten compasión por ellos, porque con todo lo liberales que se creen, dan bastante pena...

    Salud!

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  2. Me dejé llevar, amigo Tiberyas y ése fue el fallo. Lo que más me jode es darme cuenta de lo estúpido que soy cuando hay faldas de por medio. No aprendo. En cuanto a ellos, coincido contigo, dan pena.

    Muchas gracias por comentar y que pases una feliz Navidad

    Salud!

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