miércoles, 21 de noviembre de 2012

Apuesta II

No pensé que fuera a ser tan fácil otra vez encontrarme con Elisabeth, la chica que me dio un pico delante de su esposo y con la que tendría de aquí a año nuevo para acostarme con ella según la apuesta que hice con mi amigo José (ver Apuesta). Tampoco hizo falta la intermediación de mi amigo para que pudiera contactar con ella. Curiosamente, una capacitación a la que me envió mi empresa, resultó ser el punto de encuentro con ella. Fue al llegar al local donde recibiría el curso, cuando al traspasar la puerta, la veo allí.

Sultán - Qué casualidad encontrarte por aquí, Eli...
Elisabeth - Ideay, qué alegre encontrarte por acá, ¿qué hacés vos en este curso?
S - Ya ves, en el trabajo pensaron que sería bueno que reciclara mis conocimientos.

Eli se levantó de la silla y me fue a dar dos besos. Momento de tensión, podría repetir el pico del otro día, lo cual me daría vía libre para iniciar las acciones que me llevaran a ganar la apuesta, o darme únicamente dos castos besos en la mejilla. Me miró a los ojos y se acercó lentamente,  y de manera calculada me dio sendos ósculos en las mejillas, tal vez un poco cerca de la comisura de los labios o tal vez esa fue mi impresión.  No lo sé. No era lo que yo esperaba. Quizás me hubiera hecho demasiadas pajas mentales con lo que ocurrió el otro día y la apuesta de mi amigo, que en mi pensamiento sólo era capaz de ver intencionalidad por su parte en el pico de la semana anterior. Ahora eran dos besos que a mí me habían parecido muy cerca de la boca, pero no estaba seguro de si eran imaginaciones mías o la realidad. Total que me senté a su lado hablando de pura paja, como no dándole importancia a lo que quizás "no" había ocurrido. Estaba hecho un lío, por un lado lo deseaba, pero por el otro pensaba que el pico del otro día pudiera ser únicamente un hecho aislado, la casualidad o cierta desinhibición producida por las botellas de vino que bebimos aquella noche. Opté por continuar con la conversación, sólo que ahora no podía evitar dejar de mirar su pronunciado escote. Qué maravilla de tetas que tiene Elisabeth. El otro día no me fijé, puede que fuera porque iba vestida de manera informal, pero en ese mismo momento, venía arreglada, como para trabajar. Traje de saco, dos piezas, una falda hasta la mitad de los muslos con una abertura lateral en el lado derecho, un saco abierto cubriendo una blusa de color blanco con los botones desabrochados realzando su busto, unas medias de rejilla y zapatos de tacón negros. Eli estaba bien sexy y eso hizo añadir cierto desconcierto en mí y que unido al recuerdo del pico de la cena y los besos de ese mismo día, hacían que estuviera algo tenso, algo excitado.

Comenzó la clase, y mientras el profesor explicaba los conceptos, Eli se acercaba a mi oído para preguntarme sus dudas sobre la materia. Esto lo repitió unas cuantas veces a lo largo de la mañana, antes del descanso. Cada vez estaba más cerca, y podía notar su respiración. También tocaba mi mano y la sentía demasiado afectuosa. Yo ya estaba como una moto y era incapaz de seguir la clase. Mi atención seguía fija en Eli y su escote. Llegó el descanso y como viene siendo habitual en esta serie de encuentros había un refrigerio. Eli me acompañó hacia la mesa donde estaba el café y varías clases de bollería y me hablaba. Me contó que su marido había salido de viaje un mes al extranjero. De nuevo comenzó a brotar en mi mente la conversación con José, sobre lo "zorra", según sus palabras, era Eli. Con esta información, ¿qué pretendía? ¿acaso me estaba diciendo que se encontraba sola y me estaba tentando? ¿o sólo era un comentario inocente? No lo sabía, yo estaba muy nervioso, incluso me temblaba la mano con que sujetaba mi té (ya saben que no bebo café). Ella continuaba con su comportamiento de acercarse a mí, hablarme al oído y tocarme los brazos, con mucha confianza. En mi cabeza se reproducían imágenes de ella desnuda, comiéndome la polla o siendo follada por mí. Me estaba poniendo malo. Afortunadamente apareció alguien a quien yo conocía, fui a saludarle y al menos la tensión desapareció.

Reanudada la clase, volví a mi silla junto a la de Eli. Ya estaba más sereno y también cambió la actitud de ella, pues no volvió a preguntarme durante el resto de la jornada. Cuando finalizó la clase, fuimos todos los alumnos a tomar una cerveza con los profesores, a cambiar impresiones sobre el curso y sobre las experiencias de trabajo. También hubo intercambio de tarjetas de visita, números de teléfono y se concertaron algunas citas de trabajo. Lo bueno de estos cursos es que conoces a gente que está en el mismo sector y se suele hacer red. Cuando se hizo tarde, la gente comenzó a marcharse y yo también. Así que me despedí de los compañeros y finalmente de Eli. 

E - Bueno, parece que esto se acabó. La verdad es que está muy interesante el tema, pero hay algunas cuestiones que no he comprendido bien. Tal vez un día, podrías venir a mi casa y explicármelo.
S - Sí, claro, Eli, sin ningún problema. Aquí tienes mi número (le di una tarjeta) y mi email, y cuando te venga bien, me llamas y te lo explico. (Lo que se dice explicar, no sé muy bien cómo se daría, porque tampoco estuve poniendo mucha atención a la clase)
E - Ok, así haré. Bueno, [...], me voy a ir a mi casa, que estoy muy agotada.
S - Muy bien, Eli, estamos en contacto.

De nuevo, la tensión volvió a tener lugar. Los dos besos. ¿Habría beso en la boca? ¿habrían dos besos en las mejillas?. Eli me dio un fuerte abrazo juntando su mejilla con la mía. Podía sentir esas dos tetas apretadas contra mi pecho, y sus manos acariciándome la espalda. Me adelanté a ella y le di un beso en la mejilla. Nos miramos a los ojos y volvimos a darnos un pico, esta vez más largo o quizás más sentido, no lo sé. Sólo sé que me había vuelto a besar con esa mujer y estaba muy excitado. Nos separamos, nos miramos a los ojos y ella me dio una caricia en la cara.

S - Llámame
E - Te llamaré pronto, guapo

Eli recogió sus cosas y se marchó. Yo recogí una carpeta que tenía en la silla y traté de disimular la enorme erección que tenía. Me fui a mi casa más caliente que el palo de un churrero, pensando en el beso, en sus pechos, en la apuesta...

viernes, 16 de noviembre de 2012

De nuevo Clau

Recién llego del trabajo, y tras darme una ducha y ponerme algo más cómodo enciendo la compu para revisar el correo. Cuál es mi sorpresa cuando en la bandeja de entrada veo un nombre que me es familiar. Se trata de Clau, con la que vengo manteniendo correspondencia y una de las protagonistas de mi relato "Cosas de chicas". Tras escribirlo, le envié el link para que lo leyera junto con su hermana Ary y me dieran sus comentarios al respecto. Según me cuenta en su email, no sólo lo disfrutaron sino que les dio pie para repetir la experiencia. Lástima no haber estado allí para haber disfrutado con esas dos bellísimas mujeres lo que pude observar metido en el closet de su habitación, hará un tiempo. No obstante, me dio permiso para que publicara sus fotos y de paso rememorara uno de nuestros encuentros.

Foto tomada de su blog: El culo de Clau
Sería cosa de dos meses después de la fiesta en la que ocurrió todo. Lo cierto es que no hubo contacto entre nosotros después de que saliera de su casa. Con quien sí lo tuve fue con Betsabé, la chica con la que estuve cogiendo en el sofá en lo de Clau y Ary y me grabó su número en mi celular. Andamos jalando un mes tras de aquello, hasta que la sorprendí poniéndome los cuernos con un tipo de la facultad. Aquello me dejó un poco tocado, pero ya saben eso que dicen de que un clavo saca a otro clavo y a la semana ya estaba dando guerra por otros lados. Una noche de fiesta con los amigos fuimos a parar a un boliche (o como le dicen allá, antro) y allí me encontré con Clau. Ella estaba trabajando como edecán (azafata o modelo) para una conocida marca de licor, vestida con un top ajustado y una falda muy corta, ofreciendo promociones a los clientes. En eso que me acerqué a ella y la saludé. Su cara fue de sorpresa o de susto, no sabría describirla, pero el hecho de saludarla la dejó como noqueada. Cuando reaccionó, me dio un par de besos y me dijo aquello de que cuánto tiempo y esas cosas que se dicen por compromiso. Supuse que se sentía avergonzada de lo ocurrido en casa de sus padres y mi presencia allí la incomodaba. Uno sabe cuando sobra de un lugar, y me despedí de manera cortés prosiguiendo la fiesta con mis amigos.

Siguiendo el ritual habitual, nos dirigimos a un grupo de chicas que andaban solas con la intención de cortejarlas. Las chicas parecían muy animadas y compartimos tragos y bailes. Con una de ellas, no recuerdo el nombre, pero sí que era chaparrita, nalgona y con unas boobies de infarto, estuvimos besándonos y acariciándonos, cuando de repente alguien toca mi espalda. Era otra de las edecanes, compañera de Clau esa noche. "Caballero, ha sido usted agraciado con una copa, cortesía de la marca....", me dijo la muchacha ofreciéndome un vaso largo del producto que estaban promocionando. Me pidió que posara con ella para una fotografía promocional y en el momento que nos estaban fotografiando, me mete la mano en el bolsillo trasero del pantalón y me pega un pellizco en el culo y me guiña un ojo. Contento con el trago y con el toqueteo de la edecán, volví con la bajita y seguimos con los besos y los frotamientos. Nos pusimos como una moto y me pidió de acompañarla al baño. Parece que hay una ley universal no escrita que dicta que los baños de mujeres siempre están llenos, así que con discreción nos dirigimos a los baños de hombres y nos metimos en una de las cabinas. Ninguno de los allí congregados puso objeción y empezaron a sonar los vítores y los silbidos. También se pudo observar alguna los flashes de alguna cámara de fotos tomando pruebas de lo que allí acontecía. Nada más entrar en el cubículo aquél, la chica se sentó en el wc, me bajó los pantalones y los boxer y comenzó a lamerme la verga con ansia. Con una mano en su nuca, iba dirigiendo su quehacer y con la otra le tocaba sus enormes pechos. Cuando quedó saciada de mi polla en su boca, se puso de rodillas encima del wc, subiéndose la falda y dejando ver su hilo dental blanco que retiró hacia un lado para facilitar la operación. Me coloqué un condón y comencé a metérsela con la misma ansiedad que me había mamado segundos antes. Los aplausos, los gritos de ánimo y los silbidos continuaban fuera. Desde el cubículo contiguo alguien se subió al inodoro y comenzó a grabar con el celular como me estaba cogiendo a la mina que estaba bien arrecha y me pedía que la taladrara bien fuerte. No recuerdo si ella logró venirse, sólo sé que no aguantaba más y a los tres minutos me estaba corriendo dentro de ella. Al terminar, se volvió a sentar en el inodoro, me quitó el condón y se puso a lamérmela hasta dejármela bien limpia. Cuando terminamos, nos compusimos la ropa y sin la más mínima vergüenza, abandonamos los aseos entre la ovación de los fortuitos expectadores de nuestra salvaje cogida. Tras un morreo, ella se dirigió hacia donde sus amigas y yo fui a comprar un par de tragos. Noté que algo me molestaba en la nalga izquierda y me toqué. Era algo duro, como de cartulina. Metí la mano en el bolsillo del pantalón donde había introducido la suya la edecán. Era un flyer de la disco promocionando la marca de licor y en la parte trasera y escrito con carmín la siguiente nota: "Termino a las 4:00, te espero en la puerta. Besos, Clau".

Me sorprendió porque cuando la encontré al llegar, parecía que quería evitarme. Me alegré porque me cayó muy bien y tenía curiosidad por saber cómo estaban ella y su hermana. Faltaba aún media hora para la salida de Clau, así que me fui despidiendo de mis amigos y de las chicas que habíamos conocido. Sólo me faltó por despedirme de la chica bajita con la que había tenido algo más que palabras hacía un rato. Me dijeron que llegó su novio y que se marcharon de allí. Bueno, parecía que alguien iba a hacer doblete esa noche. La pregunta que me surgió fue si lo iba a hacer yo también. Me coloqué el abrigo y salí por la puerta. Compre unos cigarrillos a una cigarrera ambulante y me puse a esperar fumando en un sitio visible para que cuando saliera Clau me pudiera ver. Cuatro cigarros más tarde y ya un poco congelado por el frío, salió Clau con la otra edecán envueltas en sendos forros polares. Debían ser las 4:30. Clau se despidió de la otra chica y se dirigió a mí, muerta de frío. Me dio un beso en la mejilla y nos fuimos de allí en un taxi.

En el taxi me dijo que le disculpara por no haber sido más agradable en el antro, pero que tenía instrucciones de sus jefes de no andar hablando con los clientes, tan solo debía poner la sonrisa y hacerse fotos con aquellos que tomaban la promoción. Le dije que no había problema y que me alegraba de volverla a ver. Ella también me confesó que se alegró al verme y que si no me había llamado era porque habían surgido problemas en su casa a raíz del fin de semana aquél de la fiesta. Cuando regresaron los padres, un día sorprendieron a las dos hermanas repitiendo lo que habían aprendido con la tía y se repitió la historia. Ambas fueron regañadas y a Clau la echaron de casa y tuvo que ponerse a trabajar para pagar el departamento en el que ahora vivía. Su hermana menor aún seguía viviendo con los padres bajo un régimen severo donde no la permitían salir de fiesta. Nos dirigimos al departamento de Clau.

Una vez allí, encendimos una estufa para calentar la habitación. Era un sitio pequeño, con una cama, un aseo con ducha y una pequeña cocina con refrigeradora. Tampoco le daba para mucho más el sueldo de edecán.

C - Y bien, ¿cómo te la pasaste? - me dijo Clau mientras se quitaba el abrigo y mostraba de nuevo el modelito con el que había trabajado
S - Bien, me la pasé bien.
C - Sí, ya vi como te la pasaste con la zorra esa.
S - ¿Celosa?
C - Celosa yo, ¿por qué habría de estarlo?
S - No sé, decime vos
C - Ya veo que no pierdes el tiempo
S - Bah, un rollo sin importancia...
C - Ya veo, ya... Oye, me voy a dar una ducha caliente, porque estoy muy sudada y con el frío que hace me quedé helada, ¿no te importa, verdad? - poco a poco Clau se fue quitando la ropa y se quedó desnuda, puso la regadera a funcionar y cuando la temperatura estaba en su punto, se metió, mientras tanto seguía la conversación.

S - Y ¿qué tal la tía Marcia?
C - Qué suerte que no te vio aquel día. Debiste pensar de todo, después de lo que viste...
S - No, me encantó verlas a las tres...
C - Creo que descontrolamos un poco, ¿verdad?
S - No, la verdad que fue muy excitante. Cuando quieran repetir, me avisan y participo
C - Qué descarado que eres - comenzó a reírse.
S - No bromeo, lo digo en serio... pero no me contestaste, ¿cómo le va a la tía Marcia?
C - Ella me está ayudando con lo del departamento y de vez en cuando nos vemos, ya sabes...
S - ¿Te pasaste al otro bando?
C - No, claro que no, pero he descubierto que tengo algo de bisexual y me encanta cogerme a una chica.  Además tengo la fantasía de hacerme un trío con mi tía y algún macho que se preste.
S - Ya tenés voluntario, Clau
C - Eso tendré que consultarlo con mi tía... no sé si eres su tipo, jajajaja. - a esto salió de la ducha y miró hacia el cuarto - Pero, qué haces que no estás cómodo, además, ¿por qué no tomas una ducha aquí conmigo y te calientas?
S - Ok, a la orden. - me desvestí y me metí en la ducha con Clau. El frío de la calle y el haber eyaculado antes dejaron mi verga en su mínima expresión, pero al sentir el agua caliente y comenzar a besarme con Clau, recobró el tono y el vigor.

La ducha era pequeña y se salía el agua por todas partes mientras nos enjabonábamos mutuamente. Con la esponja me lavaba la polla y los huevos, mientras yo le metía la lengua en la boca, acariciaba sus nalgas y le metía un dedo en el coño. Clau gemía del gusto. Estábamos tan cachondos que comenzamos a resbalar en la ducha, así que nos aclaramos, agarramos la toalla y nos secamos. Después nos fuimos a la cama a continuar con lo que habíamos empezado. Como profecía autocumplida, mi pensamiento acerca del doblete comenzó a hacerse realidad.

Foto tomada de su blog El culo de Clau
Me encanta comer coños y no perdí la oportunidad de probar el delicioso manjar que tenía entre las piernas mi adorada Clau. Completamente depilado, me di el gusto de saborear cada pliegue, comérmelo como quien come un mango, chupándolo, absorbiéndolo al mismo tiempo que metía dos dedos dentro de ella. Sus piernas aprisionaban mi cabeza y su pelvis subía y bajaba al ritmo de mis lamidas. Con la mano que tenía libre le tocaba las tetas haciéndola ver las estrellas. "Quiero sentirte dentro" - me decía entre suspiros y yo obediente me puse un condón y comencé a restregar mi verga a lo largo de su rajita. Eso, según me decía, le ponía a mil y sentía la necesidad urgente de que se la clavara. De un solo se la metí y empezamos a follar como conejos, cada vez más fuerte. La cama, no muy grande por cierto, hacía un ruido como de cosa vieja a punto de deshacerse. Tenía miedo de romperla y acabar los dos en el suelo. La puse a cuatro patas y comencé a bombearla por detrás. Clau tiene un cuerpo de diosa, y entre otras muchas cosas destacan sus pechos y su culo. Qué delicia de nalgas le proporcionó la naturaleza...

Clau me hizo recostar en la cama y se subió encima de mí. Me agarró la verga y se la restregó como lo había hecho antes. Luego se la introdujo y me cabalgó hasta que obtuvo su orgasmo. Yo seguí bombeando desde mi posición y le saqué uno, dos, tres y hasta cuatro orgasmos más. Ahí descubrimos que Clau es multiorgásmica. Cuando se recuperó y con mi polla aún dentro, siguió cabalgándome hasta que me vine. Clau sacó mis cigarrillos, me encendió uno y se recostó sobre mí. Compartimos el cigarrillo y cuando lo apagamos, cerramos los ojos y quedamos dormidos.

Hoy, gracias al permiso de Clau, les ofrezco unas fotos de esta increíble mujer. En otra ocasión les contaré más historias que me sucedieron con ella, su hermana y les desvelaré si al final tuvimos el trío con la tía Marcia. Por lo demás, si alguna hermosa dama, conocida o no, desea que publique sus fotos en el blog, no tiene más que enviármelas a mi correo:

mighty.ahuizotl2@gmail.com

lunes, 12 de noviembre de 2012

B, R y N

B, R y N son tres maravillosas mujeres que admiro, adoro e idolatro. Cada una diferente, cada una en su estilo, representan para mí tres formas de ser, que conjuntadas en una única persona, se acercan bastante a esa mujer ideal por la que siempre me he sentido atraído; pero que por separado, serían capaces de colmar todos mis deseos igualmente, cada una en su estilo, cada una de manera diferente. Una de mis fantasías sería reunirlas a las tres en una cama y disfrutar de las tres en todas las variantes, en todos sus matices y en todas las posturas, bien sea con las tres, bien sea con cada una por separado, bien sea con una mujer que recoja las tres personalidades.

A B la conozco desde que era prácticamente una adolescente. Crecimos juntos y juntos fuimos descubriendo el mundo, ella en su estrella y yo desde la tierra, contemplándola. A pesar de la distancia, ella me ha acompañado en muchos momentos de alegría, tristeza, desesperación y lucha. Su voz, su dulce voz, me ha dado fuerzas para seguir adelante, me ha puesto lo pelos de punta, me ha susurrado las cosas más bonitas que se le puede decir a un hombre. También me ha enseñado a cómo respetar a una mujer y que son ellas las que mandan en el mundo. Ella es dulce, es muy tierna, pero tiene carácter. Es toda una luchadora. Quizás lo que más me gusta de ella es que es muy femenina y sensual. Sabe del inmenso poder que tiene sobre los hombres y cómo administrarlo. De las tres mujeres que he mencionado, B, sería la que querría como novia o como la mujer con la que compartir el resto de mi vida.

Con R, las cosas fueron distintas. Siempre he estado enamorado de B, pero cuando conocí a R, no me pasó desapercibida. Contrariamente al tópico machista que dice que todas las mujeres son iguales, opino que cada mujer es un mundo, y hay hombres como yo, que nos gusta hacer turismo y descubrir nuevos paisajes, nuevos sabores, nuevas latitudes. Ni que decir tiene que R es completamente distinta a B. R tiene ese algo salvaje que contrasta con la dulzura de B, ese no sé qué animal, transgresor y fuera de todo convencionalismo. R transpira libertad, morbo y sexualidad por todos los poros de su piel. Despierta mis más bajos instintos, pero a la vez cierta ternura. Su vida no ha sido fácil, ninguna lo es, sin embargo ha tenido el carácter para seguir adelante a pesar de que sus decisiones no hayan sido siempre las más acertadas. De ella he aprendido que se puede encontrar el amor en el lugar más insospechado o en el que no existe la esperanza. R sería mi amante ideal, la mujer con la que viviría mis momentos más apasionados.

Mi amor eterno a B y mis esporádicos escarceos con R, encontraron complemento cuando conocí a N. Otra fuerza de la naturaleza. No sé si fueron sus ojos, su sobresaliente delantera o lo estrafalario de su forma de vestir. medio Barbie, medio Pin-up, lo que más me llamó la atención de ella. Bueno, la verdad es que lo que me gustó fue su sentido del humor, lo divertida que es. Con ella te pasas el día riéndote. Sus ocurrencias, su forma de hablar tan atropellada que en ocasiones es difícil de seguir. N tiene ese puntito freak que tanto me gusta. Con ella me gusta conversar sobre naves espaciales y de otras muchas cosas. Con ella saldría de fiesta y a hacer el cafre. A ella la elegiría como mi amiga con derecho a roce o como dicen en inglés, como mi fuck buddy.

B, R y N son mis tres chicas especiales, a las que más quiero, las que siempre están ahí cuando las busco a golpe de ratón. Representan las tres personalidades que busco en una mujer: la novia, la amante y la amiga; la sensualidad, la sexualidad y el sentido del humor. Tres arquetipos difíciles de encontrar en una sola persona. Mi homenaje es hoy para ellas y para todas aquellas que han pasado por mi vida y han tenido un poquito de cada una. Os quiero!! 

sábado, 10 de noviembre de 2012

La playa (dedicado a Martina)

Foto real de Martina
En estos días de frío y lluvia en la ciudad, uno recuerda con nostalgia el calor del verano en otras latitudes. Esos días largos de sol, playa, cervezas bajo el típico rancho playero, la música, los escasos trajes de baño que muestran más de lo que ocultan, la piel bronceada y mojada de aquellas mujeres, el olor de la crema protectora, los bailes sugerentes  y las noches de pasión y sexo desenfrenado.

Fue en la época en la que vivía en otro país, en el apartamento costero donde ocurrieron los sucesos narrados en los relatos "La vecina de enfrente" y "La vecina de enfrente II", unos cuantos meses antes, recién llegado a aquella localidad. La acogida fue bastante buena, la gente muy agradable y los compañeros de trabajo hicieron que pronto me adaptara a los ritmos de aquella ciudad. Los viernes, tras el trabajo solíamos salir a la zona del puerto a cenar y después acudíamos a la zona de copas contigua a la playa a bailar, tomar y pasar un rato divertido. Por lo que respecta a los ligues, no era muy difícil conocer chicas allí. Que acabaran en la cama ya dependía del talento personal de uno y de la disponibilidad de la chica en cuestión. En cualquier caso, eran mujeres muy bellas que debido a la constante exhibición de sus cuerpos en la playa se cuidaban y se mantenían en forma. También destacaban por su fogosidad e implicación en el sexo, cosa que pude comprobar en un par de ocasiones antes de que sucediera lo que a continuación les narraré.

Conocí a Martina una de esas noches de viernes, tras una cargada semana laboral en la que me tuve que desplazar a varios lugares del país. Para no variar el plan de cada fin de semana, me acerqué a la zona del puerto para encontrarme allí con varios compañeros del trabajo, cenar y ver qué ocurría después. Tras dar cuenta de una suculenta cena a base de mariscos, pescados y regada con vino blanco, nos dispusimos a acudir al local de moda por aquel entonces. El sitio estaba repleto de gente y con dificultad llegamos hasta la barra donde nos pedimos nuestros respectivos tragos. Lo acostumbrado era tomar una primera copa en la barra y después salir a la pista a conocer a las chicas que estaban aparentemente sin pareja. Después de los saludos de rigor y un poco de conversación, se las invitaba a tomar una copa y después, cada quien se lo montaba como mejor podía. Unas veces salía bien, otras nos mandaban directamente al carajo y en la mayoría de las ocasiones pasábamos una noche divertida bailando, riendo, comentando las jugadas y aumentando el círculo de amigas y conocidas. Aquella noche no fue distinta de las anteriores y tras tomarnos las copas salimos a la pista buscando mujeres con las que compartir, platicar y bailar. No sé si fue por el cansancio o por el calor, que me empecé a agobiar y dejé a mis compañeros de trabajo en la pista con un grupo de chicas. Regresé a la barra y me pedí otra copa para refrescarme, mientras observaba desde la distancia las evoluciones de mis compañeros de farra. Apoyado en la barra, me di la vuelta y vi a una chica muy atractiva que también estaba pidiendo un trago. Parecía que andaba sola o esperando a alguien. Cruzamos las miradas, nos sonreímos y volvimos cada uno a lo suyo. En la pista, mientras tanto, veía a varios de mis compañeros que estaban ya bailando con las muchachas con las que estaban hablando. Uno de ellos vino a la barra para pedir unas copas. Me preguntó por qué no estaba allá con ellos y le dije que estaba un poco agobiado, que no se preocupase y que cuando me encontrara mejor volvería con ellos.

Seguía en la barra y observaba a la chica atractiva que había visto antes. Ya había terminado su consumición, miraba el reloj y el celular constantemente. Se la notaba preocupada y pensativa. De estatura media, con buenas curvas, con media melena ondulada de color negro y unos preciosos ojos del mismo color, vestía uno de esos vestidos de tirantes que terminaban bastante por encima de la rodilla, que se ajustaba perfectamente al contorno de su preciosa anatomía y dejaban ver un delicioso escote. Lo que se dice un bombón. Al rato recibe una llamada al celular, su cara era un poema. Quien fuera, no iba a acudir a la cita. Unos insultos más tarde colgó el celular y se puso a resoplar. Me acerqué.

Sultán - Disculpa, te he visto que estabas mal, ¿te puedo ayudar?
Martina - Oh, gracias, no, tranquilo, todo está bien.
S - Disculpa que sea un entrometido, pero me pareció oírte enojada, ¿estás bien?
M - No, en serio, estoy bien, muchas gracias.
S - ¿Seguro?
M - Sí, de verdad, seguro, no te preocupes...
S - Bueno, si puedo hacer algo por tí, ya sabes...

Quizás la forma en que la entré fue un poco ridícula, pero igualmente, tampoco sentí ningún tipo de rechazo. Apenas unos minutos después me volví a acercar, invitándola a una copa. Al principio me miró con cara de "qué anda jodiendo este pesado", sin embargo mi sonrisa y amabilidad lograron vencer esa resistencia y aceptó la invitación. Un mojito para ella y lo acostumbrado para mí.

S - Perdona ser tan maleducado, no me he presentado, me llamo [...]
M - Mucho gusto, [...], mi nombre es Martina.
S - Encantado, Martina, un placer, ¿vienes mucho por aquí? no recuerdo haberte visto.
M - No, la verdad es que no suelo venir por aquí. Había quedado con alguien, pero al final me ha dejado plantada
S - Pues peor para él
M - Jajaja, sí, peor para él

Por fin la veía sonreír. Martina tiene de esas sonrisas que llena la habitación en la que está y una mirada cautivadora que no te dejan indiferente. Hablamos de muchas cosas, del tiempo, del trabajo, de música, de la vida en general. Poco a poco estaba más tranquila y se divertía con mis chistes, bromas y anécdotas. Conforme fue pasando la noche, íbamos agotando los tragos que también hacían su efecto. Cada vez estábamos más arrimados el uno al otro, incluso me había agarrado la mano en un par de ocasiones. Miré a la pista de baile y no había ni rastro de mis acompañantes. Cada uno estaría a lo suyo y allí estaba yo, a lo mío, concentrándome en la preciosa Martina, la cual me cautivaba con su sonrisa, su mirada y su simpatía. Le dije que había sido una suerte encontrar a una mujer tan preciosa y tan agradable y me lancé a darle un abrazo que fue correspondido. "Tú también me has caído bastante bien" - me dijo al oído con su mejilla apoyada en la mía. Sentía sus turgentes senos sobre mi pecho. Sus pezones disparados dejaban señal en su vestido y los podía sentir sobre mí. Así, abrazados, mejilla con mejilla , mi verga comenzó a tomar volumen y conciencia de la situación. Creo que Martina lo notó, si bien no le disgustó y se apretó más contra mí. Separé mi rostro del suyo y llevé mis manos a su cintura. Frente a frente nos miramos, sonreímos y nos fundimos en un beso húmedo y prolongado. Su lengua jugueteaba con la mía, me daba mordiscos con los labios, mis manos acariciaban ya sus nalgas y las suyas las mías. Martina me empujó contra una pared y comenzó a sobarme la polla por encima del pantalón. Con su cuerpo tapaba lo evidente frente a posibles miradas indiscretas. En esto metí mi mano por debajo de su vestido y toqué su sexo empapado por encima del bonito culotte de encaje negro que llevaba. Estábamos recalientes y nos sobraba la ropa, pero no era buena idea ponernos a coger delante de toda esa gente. A pesar del ambiente liberal y lo tolerante de las gentes del lugar, había extremos que no convenía traspasar. Martina encontró una excitante solución sin tener que ir a mi apartamento, lo que habría bajado notablemente el nivel de excitación y la urgencia del momento. "Vayamos a la playa" - ordenó. Obedecí.

Encontramos un lugar apartado donde podíamos tener algo de intimidad. A pesar de lo que nos alejamos de la disco, se oía el bullicio a lo lejos de toda la zona de bares. Tras unas barcas abandonadas, me quité la camiseta y la puse en el suelo para que no nos rebozáramos demasiado en la arena. Martina se quitó el culotte y yo me despojé del pantalón y los boxer. Me coloqué un condón y Martina se subió encima de mi verga comenzando a cabalgarme suave al principio y conforme iban pasando los instantes, poco a poco, cada vez más fuerte. Mientras subía y bajaba mi polla yo la agarraba de las nalgas. Era excitante hacerlo así, bajo la luz de las estrellas, con el sonido del mar ahogando nuestros jadeos. Con mis manos retiré los tirantes para observar sus hermosos pechos rosados, los toqué, los amasé, levanté mi cara para chuparlos, lamerlos, mamarlos. Besé su cuello, lo cual le encantaba y aumentaba su excitación. Aumentó el ritmo de la cabalgada y en un momento pensé que me partiría la polla. Con un fuerte grito anunció el clímax, que coincidió con mi corrida. Con mi verga aún dentro de su palpitante coño, se dejó caer sobre mí y me dio un dulce beso. Descansamos un poco, nos arreglamos y nos fuimos a terminar la noche a mi apartamento.

El resto de la historia, la contaré si Martina me da permiso. Debo agradecerle que me haya dejado compartir con ustedes esta experiencia y que colgara una de sus fotos aquí en mi blog. El relato, sin duda, está dedicado a esa hermosa mujer con la que sigo en contacto. Muchas gracias, Martina, gracias por todo.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Apuesta

La otra noche, una pareja de amigos, José y Sandra, me invitaron a cenar a su casa. También vinieron invitados otra pareja a la que no conocía. Sus nombres, David y Elisabeth. La cena fue deliciosa, la compañía inmejorable y la conversación muy amena. Tras la cena, continuamos con la plática y bebimos unos tragos. Cuando se acabaron los tragos, fuimos a comprar más y seguimos hablando y bromeando. Se tocaron muchos temas, incluido el sexo  y llegó un momento en el que la persona que iba sin pareja, es decir, un servidor; sobraba. El ambiente estaba muy caldeado y para no interrumpir, pues uno sabe cuando sobra, les anuncié que me marchaba. Me despedí de los anfitriones con abrazos para José y abrazos y dos besos para Sandra. También hubo abrazos para David y besos y abrazos para Elisabeth. Ya saben, uno tarda en despedirse, pues las bromas continúan y sorprendentemente cuando ya me voy, Elisabeth me da otro abrazo y al darme los dos besos, el primero apunta a mi mejilla y el segundo me lo da en los labios, apretando mi hombro y guiñándome un ojo. Quedé sorprendido por el atrevimiento de Elisabeth y me fui a mi casa muy caliente y preguntándome por qué me había besado en los labios delante de su esposo, que parece que no se dio cuenta.

Soy amigo de José desde el colegio y nos tenemos mucha confianza. Quedamos para almorzar al mediodía en el descanso del trabajo (por cierto, el lunes me contrataron en la nueva empresa y comencé aquella misma tarde). Estuvimos comentando lo bien que lo pasamos en la cena del día anterior. Me confesó que cuando me fui las dos parejas no tardaron en ponerse a tono y continuar la fiesta cada pareja en una habitación. La bebida, las referencias al sexo, los toqueteos previos y el hecho de que yo me fuera, pues les animó a hacer sus cosas. José me dijo que nunca había visto a Sandra tan excitada, quizás porque había otra pareja bajo el mismo techo que estaba haciendo lo mismo que ellos, y parece que competían para ver quién emitía los gemidos más altos y quién tenía más orgasmos. Según José, Elisabeth es bastante escandalosa, lo cual puso como una moto a Sandra y comenzó a imitarla. Antes de que entrara en más detalles sobre como se folló a su pareja, le confesé a José lo que había pasado en el momento de las despedidas, lo cual, no pareció sorprenderle demasiado. "Es bastante zorra" - me dijo. Al parecer, ya había tenido sus insinuaciones con José, al cual le había puesto en situaciones comprometidas, que no habían acabado en nada porque quería respetar a Sandra.

José me dijo que ya que yo estaba libre, por qué no lo intentaba hacer con Elisabeth. Le dije que pasaba de meterme en esos líos. "Lo que pasa es que no tienes huevos para hacerlo" - me retaba José. No es cuestión de testículos sino de saber cómo acaban esas historias. Tengo ya experiencia en ello y todas esas cuestiones terminan siempre mal. Al principio, el morbo te lleva a hacer cosas que disfrutas, a pesar del daño que puedas hacer. Luego, la implicación y cierta inclinación a enamorarme de la persona que no me conviene, complica la historia. Todo se empeora más, cuando la otra persona también se enamora y se crea una peligrosa situación autodestructiva en la que hay una tercera persona. José insistía en que no tenía lo que hay que tener. El reto, el morbo y todas esas cosas me llevaron a aceptar la apuesta. Tendría que llevármela a la cama antes de que acabe el año...

lunes, 5 de noviembre de 2012

Viernes

En los últimos días he estado solo y bastante tranquilo. También he estado haciendo un par de entrevistas de trabajo, una, la última, con buenas perspectivas. Estoy esperando la confirmación, pero creo que tengo muchas posibilidades de que me contraten. La persona que me entrevistó me dijo que el mío era el perfil que estaban buscando y que me darían la respuesta el lunes. Se trata de una empresa nueva, en un sector diferente al que he trabajado hasta ahora, con un personal bastante joven y el puesto es de coordinador del equipo. 

Por las últimas experiencias, había decidido ir con cautela y no involucrarme con nadie del trabajo en el momento en el que lo tuviera. Ya saben el dicho, "donde tengas la olla, no metas la polla". No es que al entrar en un nuevo sitio tenga que andar seduciendo a nadie, pero me conozco. El asunto de Carmen me ha hecho pensar mucho en esas cosas y aunque nunca me cierro ninguna posibilidad, de momento prefiero actuar así. Ni jefas, ni subordinadas. El trabajo es trabajo y no puedo ir pensando en donde meterla. De todas formas, no sé de qué estoy hablando, pues aún no he sido contratado, ni tan siquiera he visto a las compañeras (ni siquiera sé si hay mujeres).

Llegó el viernes y como no tenía plan en casa, decidí salir a dar una vuelta por el centro. Me gusta ir a las librerías y ver qué libros tienen. A parte de las mujeres, el tabaco y la pornografía, mi vicio más reconocible y menos culpable son los libros. Tengo una amplia colección en casa, libros que he ido acumulando durante todos estos años y que me han acompañado cada vez que he ido cambiando de domicilio. Algunos de ellos, los he ido regalando, y otros han quedado almacenados en casa de mis padres. Algún día, cuando decida establecerme de verdad en un sitio, tendré que ser una casa que tenga muchas estanterías donde colocar mis preciados tesoros.

Fui a una de mis librerías preferidas, donde me suelo gastar bastante dinero todos los meses y conozco al dependiente. El sabe lo que me gusta y siempre me reserva alguna novedad interesante. En esta ocasión me he llevado unos tres, una novela de un autor norteamericano, un ensayo sobre filosofía y una novela erótica de la que he oído hablar mucho últimamente. Después, decidí ir a tomarme unas cervezas a un bar que suelo frecuentar y donde me quedé a cenar. Tras aquello, decidí irme paseando hacia mi casa. Me gusta ir acompañado de mi mp3, disfrutando de mis grupos favoritos mientras veo como la gente sale de fiesta. Me encanta esa sensación de ir aislado del mundo exterior, como si fuera en una nube y contemplar los comportamientos de la gente, como una especie de antropólogo amateur que estudia las formas de cortejo como observador no participante. Ver como en eso de ligar, no hay nada nuevo y que todo está inventado. También me encanta rememorar historias vinculadas a lugares por los que paseo, portales donde me besé con algunas mujeres, casas donde participé en alguna fiesta, callejones oscuros donde he tenido sexo.

Sumergido en mis pensamientos, me topé de bruces con alguien conocido. Una sonrisa que me era familiar, unos ojos que jamás he podido olvidar y un cuerpo al que en mis momentos de soledad le he dedicado más de una paja. Marisa, a quien no veía desde que regresé a esta ciudad, hace ya más de dos años, se lanzó sobre mí para darme un abrazo. "Pero mira a quién tenemos aquí, el mismísimo desaparecido" - me dijo dedicándome una sonrisa. Yo todavía no salía de mi asombro, ni me había quitado el mp3, ni nada por el estilo. Lo raro es que me hubiera reconocido, ya que ahora llevo barba y estoy mucho más delgado que la última vez que nos vimos. Cuando reaccioné le devolví el abrazo y besé sus mejillas. Era una sorpresa verla allí. La última vez que nos vimos me contó que se había casado y que vivía en otra ciudad. No esperaba verla. Marisa iba acompañada de otras dos chicas bastante atractivas y todas iban vestidas como para salir de fiesta. Después de las presentaciones, me invitaron a acompañarlas y salir a tomar unos tragos. Como no tenía nada mejor que hacer y nunca digo no a una mujer preciosa y menos a un grupo de ellas, me fui acompañándolas cargando la bolsa con los libros.

Me dejé guiar por ellas y acabamos en una especie de mercado antiguo que han habilitado como zona de bares, con una enorme terraza, que a pesar del frío que comenzaba a hacer en la ciudad, era bastante agradable y se podía fumar. No es que sea muy fanático del house, pero el dj que amenizaba el local acertó con el repertorio, mezclando temas clásicos del pop a 130 bpm, y la música no estaba muy alta, lo cual permitía la conversación. Evidentemente me centré en Marisa, a quien tenía un verdadero afecto. Las otras chicas habían quedado allí con más amigos y estuvieron con ellos. Hablando con Marisa supe que se había divorciado del marido y que había vuelto a la ciudad, donde abrió hace un par de meses un gabinete de fisioterapia del que me dio la tarjeta de visita, prometiéndome descuentos por la segunda contractura que me fuera a tratar allá. Yo también le puse al día sobre mi vida, sobre mi divorcio, la pérdida del trabajo y otras novedades. "Vaya coincidencia, ¿no? La última vez que nos vimos, ambos estábamos casado y ahora divorciados. Qué curioso es el mundo, ¿verdad?" - proclamó Marisa. Le dije que se veía muy bien, que no se la veía afectada por el tema. Me contestó que a mí tampoco me había sentado mal el divorcio, guiñándome un ojo. No sé qué tanto de ciertas tenían sus palabras, pero era evidente que me encontraba mucho mejor después de una temporada bastante triste y a pesar de los últimos acontecimientos. Seguimos bebiendo y recordando anécdotas durante un par de horas más, hasta que llegaron las amigas proponiendo ir a bailar a una discoteca. Y para allá que nos fuimos.

Dejamos los abrigos y la bolsa con mis libros en el ropero y subimos a la planta donde ponen música pachanguera. Marisa se veía espectacular con ese vestido negro que realzaba sus curvas y le hacía una bonita figura. Ella es una muchacha bajita, delgada y con una melena color caoba. Sus pechos no son muy grandes pero tiene un trasero que corta el hipo, realzado por unos zapatos de tacón que la elevaban su estatura hasta la altura de mi cabeza. Las amigas también estaban para comérselas, pero como antes, también nos dejaron solos y se fueron con los otros amigos. Como era imposible conversar, nos pusimos a bailar. Marisa se transforma cuando baila y se pone muy sexy al contonearse. Cuando llegaron los ritmos latinos, en los que me considero un experto, la tomé de la cintura y comencé a mostrarle todo mi repertorio. "No sabía que bailaras tan bien" - me dijo. Me salió la vena sinvergüenza y le dije que también sabía hacer otras cosas bien. Se sonrió y me guiñó un ojo de manera cómplice. "Eso lo tienes que demostrar" - contestó de manera pícara. Le dije que cocinaba muy bien y que planchaba las camisas mejor que nadie en la ciudad. Soltó una carcajada y me dijo que seguía igual de bromista que siempre. Cuando llegó el turno del reggaeton, comenzamos a restregarnos, haciendo eso que llaman perreo. Se colocó de espaldas a mí y con mis manos la sujetaba de las caderas. Mi polla empezó a crecer gracias a a los roces que me propinaba con las nalgas. Creo que se dio cuenta y le gustaba porque cada vez se apretaba más a mí. Giró su cabeza y me miró a los ojos pasando su lengua por el labio superior, mientras su mano traviesa acariciaba mi polla por encima del pantalón. No la imaginé tan zorra, pero como dije antes, bailar la transformaba. "Vamos a tener que hacer algo con eso" - me dijo. Me tomó de la mano y me llevó hasta una esquina. Comenzamos a enrollarnos y a meternos mano como si la vida nos fuera en ello. Sentí lo mojada que estaba cuando introduje mi mano bajo el vestido. Algo me decía que acabaríamos follando en los baños, pero se le ocurrió algo mejor. Iríamos al hotel que hay en frente de la discoteca. Es algo caro, pero cuando uno va así de caliente no repara en gastos.

Agarramos las cosas del ropero y salimos hacia el hotel. Mientras hacíamos el check in en el mostrador, me tocaba la verga. Nos dieron la tarjeta de la habitación y tomamos el ascensor donde nos besamos y metimos mano como momentos antes. En la habitación le quité el vestido de un tirón y la coloqué apoyada en una mesa, me agaché y comencé a comerle el coño peludo tirando hacia un lado las bragas. Como me estorbaban para mi cometido las rasgué y las rompí. "Quiero sentirte dentro" - me decía entre gemidos. Me levanté y metiendo mis dedos en su coño, me fui desabrochando el pantalón, me bajé el boxer y me coloqué un condón. Se sorprendió de mi habilidad de hacer todo con una sola mano, mientras la atendía con la otra. Se la ensarté y comencé a bombearla a lo bestia. Sus gemidos y jadeos debían oírse en todo el hotel. Nunca hubiera imaginado que acabáramos de esa manera, ni tan siquiera cuando la pensaba al hacerme una paja. Mi polla entraba entraba y salía entera en un juego que parecía gustarla mucho. "Joder, me corro, me corro, me cooooooooooorroo!!" - gritaba ella viniéndose en un prolongado orgasmo. Sentía las contracciones de su coño en mi polla en el momento de correrse.

Después de un momento de tregua, nos fuimos a la cama y comenzamos de nuevo a besarnos, a tocarnos y a gozarnos. Bajó su cabeza hacia mis piernas y comenzó a besarme y lamerme las pelotas todavía con sabor a ella. Con una mano me retiró el condón y con la otra me limpiaba la verga con las sábanas para quitar el desagradable sabor del látex. Una vez concluida la limpieza comenzó a sacarle brillo a mi sable con deliciosos movimientos de lengua, al tiempo que se acariciaba el clítoris con la mano que le quedaba libre. Estaba en la gloria y de un momento a otro me correría. Marisa, por lo visto experta en esas lides, se dio cuenta y comenzó a ralentizar la mamada, metió la mano en su bolso que había caído en la cama al entrar en la habitación y sacó un condón de sabores. Me lo puso con la boca, se incorporó y se la clavó en el coño, cabalgándome cual amazona en celo. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero definitivamente estaba por reventar y le avisé de lo inminente. Me dijo que la esperara que ella también estaba a punto. Repasé los elementos de la tabla periódica, mientras ella se afanaba en insertarse mi miembro cada vez más adentro. Los gritos precursores de su orgasmo hicieron que me corriera disparando cuatro o cinco descargas que debió notar a través de la fina separación del látex. Nos corrimos a la vez y cayó sobre mí sudorosa y jadeante electrificada por los espasmos que se producían dentro de ella.

Tras el descanso, llenamos la bañera del jacuzzi y nos sumergimos en un agradable baño mientras dábamos cuenta de las bebidas disponibles en el mueble bar. No sé cuántas más veces lo hicimos aquella noche. Sólo sé que al despertar, sentimos una vergüenza terrible y casi sin mirarnos desayunamos en el restaurante del hotel como si nada de lo ocurrido hubiera pasado. Quizás hubiera sido un arrebato por mi parte, quizás el despecho del divorcio por parte de ella. Nos sentimos algo incómodos y aunque sabíamos qué había pasado, preferimos no tocar el tema y comportarnos como hasta aquella noche, como los amigos que éramos. Cuando terminamos de desayunar y al cancelar la cuenta del hotel, nos despedimos con un fuerte abrazo. No éramos capaces de articular palabra, tan sólo un escueto, "nos vemos". Cuando se dio la vuelta para tomar el taxi que la llevaría a casa, giró la cabeza y me dijo "Me debes unas bragas" y me guiñó un ojo. Cuando subió al taxi pude ver que iba sin ropa interior, dejando al aire ese coñito peludo que horas antes había sido mío. Regresé a mi casa caminando viendo como abrían las tiendas. Me paré delante del Victoria's Secrets pensando en la próxima adquisición...

viernes, 2 de noviembre de 2012

Amantes

Lucía finalmente se reconcilió con sus padres y volvió a su casa. Bueno, eso fue después de la bronca que tuvimos por culpa de los mensajes que encontró en mi celular. No le hizo gracia saber que tenía una amiguita nueva y aunque no éramos novios ni había ningún compromiso por mi parte, le enojó el hecho de que anduviera tonteando con Sofía, la muchacha que me pidió consejo profesional. Los whatsapps se hicieron frecuentes desde aquel encuentro que tuvimos en su casa, así como su insistencia en quedar de nuevo. Me mandaba fotos insinuantes, a las que respondía con retratos de mi pija dura. Todo este material lo guardaba celosamente en la laptop bajo contraseña. En el intercambio, Sofía me envió un video donde se mostraba masturbándose, con mi nombre escrito en carmín sobre sus pechos. Por casualidad, el video fue visto por Lucía, que trasteaba con mi celular para ver las fotos que teníamos en común. Por descuido olvidé guardar el material en la laptop y quedó en la memoria del smartphone. El resto de la historia se la pueden imaginar, discutimos, lloró, llamó a sus padres, recogió todas sus cosas y se marchó.

De nuevo solo en casa, de nuevo la cama vacía. Quizás sea buena ocasión para invitar a Sofía al departamento o tal vez sea mejor retrasar ese momento. Me apetece estar un tiempo solo, sin que nadie me moleste, sin nadie a quien dar explicaciones. Dedicarme a buscar empleo, escribir y hacer las cosas que me apetecen. Estos meses con Lucía han sido increibles, pero sabía que no iba a ser duradero, quizás por la tendencia que tengo a ser infiel, aunque claro, no se puede ser infiel con alguien con el que no estás. Supongo que algo tendríamos cuando teníamos sexo todas las noches, pero siempre quedamos claros que eso no significaba nada, o al menos es lo que yo entendí. No me pone triste lo de Lucía, tampoco estoy alegre. Pasó, lo pasamos bien y ya está. Alguno dirá que no me preocupa porque tengo a otra en la recámara. Lo de Sofía no es que me entusiasme mucho, la verdad. Se la ve que es muy cría y eso puede traer complicaciones.

Siempre estoy diciendo que no quiero complicaciones, sin embargo no dejo de meterme en problemas, aún sabiendo de los perjuicios que pueden desencadenarse. Todo ello me lleva a recordar una experiencia, que viví intensamente a pesar de saber que me estaba metiendo en problemas. Fue hace unos años, antes de mi gran fracaso sentimental. Vivía en otra ciudad, estaba estudiando becado una maestría y compartía departamento con otros tres muchachos a los cuales solo veía por la noche y regresaban a sus pueblos los fines de semana. Lo cierto es que me costó adaptarme a la ciudad. Allá no conocía a nadie y con los compañeros de la maestría tampoco había mucha afinidad, si bien tampoco la buscaba. También acababa de terminar una relación y estaba bastante tocado y deprimido. Al salir de las clases, me iba al departamento y me encerraba en el cuarto a estudiar o a navegar por internet. Por aquel entonces inicié un blog deprimente contando mis sensaciones y lo sólo que estaba. Al principio no conseguía visitas, pero al empezar a dejar comentarios en otros blogs similares, la gente empezó a dejarme los suyos en el mío. A los dos meses ya contaba con al menos unos 10 seguidores habituales con los que mantenía contacto a través de los blogs. En ese momento era lo que más me gustaba y estaba esperando todo el día para meterme en el blog, publicar y recibir comentarios. En mi soledad, me sentía acompañado. A raíz de un incidente con una compañera de la maestría, escribí un post bastante triste donde me lamentaba de mi mala suerte. Al día siguiente recibí un mail en la cuenta vinculada del blog. Era de una seguidora que preocupada por mi situación, me animaba y me enviaba su dirección de messenger para conversar. No terminé de leer el mail cuando ya la estaba agregando a mi messenger.

La primera vez estuvimos conversando como cuatro horas. Hubo una muy buena comunicación y mucha confianza. Conocí de ella que estaba casada, que tenía tres hijas y que vivía en otra ciudad cercana a la que yo estaba viviendo. Trabajaba como maestra en una escuela y le gustaba escribir. Dejamos de conversar únicamente porque era tarde y ambos debíamos madrugar al día siguiente. Los siguientes días nos comunicamos y seguimos hablando de todo un poco, de nuestras preocupaciones, deseos y aficiones. Poco tiempo después comenzamos a charlar por el teléfono. Nos hicimos bastante amigos y compartíamos confidencias. De ella me gustó su carácter jovial, a pesar de ser una mujer mayor que yo unos 10 años y también la confianza que me generaba. Ya nos conocíamos por foto y sólo quedaba conocernos en persona.

Quedamos en vernos un día. Yo iría a su ciudad aprovechando un receso en las actividades de la maestría. No iba con más expectativa que la de conocer a alguien con la que me llevaba muy bien. El encuentro fue en la estación de autobuses de su ciudad. Pronto la reconocí y me pareció más guapa que en las fotos. Desayunamos juntos y me enseñó su ciudad. También me llevó a su casa, donde conocí a sus hijas y al marido. Todos eran muy agradables y me invitaron a quedarme a dormir con ellos, en lugar del sitio que había reservado. La confianza que tenía con, llamémosla Elena, y la buena disposición de su familia no me hicieron dudar. Al día siguiente me llevaron de excursión al campo y disfruté de un excelente día con ellos. Me sentía muy a gusto por primera vez en mucho tiempo. Al tercer día me fui de regreso a la ciudad donde estudiaba.

Seguí manteniendo el contacto con Elena, cada vez más frecuente. Con ella no había tema que no hablara, incluso sobre mis líos con muchachas. Ella era muy comprensiva y me aconsejaba con mucha naturalidad. Nos hicimos los mejores amigos. Tras varios meses, un día, Elena me llamó llorando. Le pregunté qué le pasaba. Me dijo que había discutido con el marido y que estaba muy triste. La verdad es que me sorprendió que me contara tal cosa, pues se les veía muy unidos y él se me hacía un tipo muy agradable. La conversación continuó y seguía haciéndome confesiones. Decía que era una situación frecuente en su matrimonio, que llevaban mucho tiempo discutiendo y que estaba pensando en divorciarse. Aquello me dejó anonadado. No sabía qué decirle a esa mujer que se estaba confesando ante mí. Sólo acerté a decirle que la apoyaba y que en mí tenía un amigo para lo que necesitara. Me pidió que si podía alojarse en mi departamento ese fin de semana, que necesitaba alejarse de su casa. Le dije que no había problema, ya que los fines de semana me encontraba solo y podía ocupar mi habitación, mientras yo dormiría en el sofá cama del salón común.

No dudé en echarla una mano, pues la consideraba mi amiga. Sentía lástima por su matrimonio, pues me caía bien su esposo y también pensaba en las niñas. Ella se presentó el viernes por la noche, cuando mis compañeros se habían marchado ya. Cuando me vio, se derrumbó y comenzó a llorar amargamente. Intenté consolarla pero no había cómo. Pensé que sería buena idea sacarla a dar una vuelta y que tomara algo de aire fresco. Salimos y cenamos algo en una terraza. Con la conversación, se tranquilizó y con el vino comenzó a reír. Me fascinaba su sonrisa cálida y amable. Me dijo que hacía muchos años que no salía a cenar fuera, que su marido era un aburrido y que cuando llegaba a la casa únicamente se dedicaba a ver los deportes. Su vida se había convertido en una monotonía y que siempre tenía discusiones con el marido. No se sentía deseada, ni correspondida. Me contó que hacía muchos años que no iba a una discoteca y que le encantaba bailar. Le pregunté si le apetecía ir a bailar y me dijo que le daba un poco de pena, que no iba vestida adecuadamente. La convencí de que iba preciosa y fuimos a una discoteca.

Al llegar, pedimos unos tragos y nos fuimos a la pista de baile. Con la música se transformó y pasó de la tristeza a un estado de euforia. Bailaba muy bien y fueron muchos los que se acercaban a ella para bailar. Se la veía disfrutar bailando, siendo cortejada por varios hombres. Se la veía feliz. Cuando se acabaron los tragos fui a la barra a pedir otros. Cuando me acerqué donde estaba Elena, la vi agarrada a un tipo que la sobaba mientras se besaban. No sé por qué, me sentí celoso, pero ella era una amiga y nada más. Decidí dejarla que disfrutara y me regresé a la barra con los dos tragos. Allí estuve esperando hasta que ella me buscó y me pidió disculpas por lo ocurrido. Le dije que no tenía por qué preocuparse, que por mi todo estaba bien. Me dijo que se iría con el tipo con el que se estaba besando y que al día siguiente me llamaría. Como no había nada que hacer allí, me volví para casa medio enojado. Total, la había sacado para animarla y ella se había ido con el primero que encontró allí. No debía estar así, pero me sentí muy celoso, quizás me había dado cuenta de que Elena me gustaba, pero deseché la ida por todas las complicaciones que conllevaba. Además, se había ido con el tipo aquél.

Al día siguiente, antes de levantarme, me llamó. Decía que estaba en la calle y que estaba perdida, que se sentía fatal por lo que había hecho y que le hiciese el favor de ir a buscarla. No me hizo ninguna gracia, pero en fin, era mi amiga y tenía que hacerle el favor. Me levanté, me puse lo primero que encontré y fui a buscarla. Me la encontré en un parque, toda despeinada y con la cara de haber estado llorando. Me dijo que se sentía una zorra y no sé cuántas barbaridades más. Se sentía mal porque aunque su matrimonio no iba bien, había sido infiel por primera vez. Le dije que esas cosas pasan y que tal vez eso era lo que necesitaba, sentirse deseada. Como vi que estaba muy cansada, le dije de ir a casa y que durmiera. Así hizo y yo aproveché el día para terminar unas tareas. Cuando despertó, tomó una ducha y vino al salón. Le dije si le apetecía salir a comer algo como el día anterior. Me dijo que no, que se sentía mal y que prefería quedarse en la casa. Le propuse pedir unas pizzas y ver una película. Parece que ese plan si que le apetecía. Seguía dándole vueltas a lo de la infidelidad y a lo que había hecho el día anterior.

Por mi parte traté de hacerla sonreír. Llegaron las pizzas y cenamos. Cuando le propuse ver la película me dijo que prefería hablar de lo acontecido el día anterior. Yo le dije que no tenía por qué, si no quería, y ella insistió. Necesitaba sacarlo fuera y yo era su confidente. Me contó que cuando se puso a bailar se sintió muy bien y que cuando todos aquellos hombres se pusieron a mirarla experimentó algo que hacía mucho tiempo que no había sentido, el deseo. Esa sensación la puso muy excitada y cuando me fui a la barra, uno de esos hombres se acercó a ella y la agarró. Se puso a bailar con él muy agarrada y sintió la verga erecta del tipo bajo el pantalón apretando su cuca. Elena llevaba dos meses sin follar con su marido por las continuas discusiones que tenían. El sentir el miembro del tipo, que también la estaba manoseando, la excitó de tal manera que no era consciente ni de donde estaba, cuando el tipo la besó y ella le correspondió con otro beso. Mientras escuchaba eso, volví a sentir celos y quizás se me viera reflejado en la cara. El tipo la invitó a su casa y llevada por el deseo aceptó la invitación, fue cuando me vino a buscar y me dio la noticia. Se fue a casa del tipo y estuvieron cogiendo hasta el amanecer. No quería escuchar más, pero ella siguió dándome detalles sobre cómo de grande la tenía, como se la chupaba, las veces que se vino y las posturas que practicaron. Mi cara debía ser un poema, porque paró y me preguntó si me encontraba bien. Le dije que sí, que no había ningún problema, pero mis ojos no mentían. Sentía un ataque de cuernos sin ser mi pareja. Ella me preguntó si quería decirle algo. Suspiré profundamente y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

Se acercó a mí y me abrazó. "¿Qué te pasa, bebé?" - me preguntó. Traté de hacerme el fuerte y le dije que nada. Ella insitió con que si estaba molesto por lo del día anterior. Le dije que me sentía celoso y ella me dijo que no entendía por qué. No tuve más remedio que confesar. "Me gustas" - fueron mis palabras. Elena abrió los ojos como platos como sorprendida. Quedamos en silencio, mirándonos a los ojos. Me tomó de las manos, acerqué mis labios a los suyos y nos besamos, primero tiernamente y después con pasión. Entre besos me confesó que yo a ella también le gustaba, pero que no me había dicho nada porque sentía vergüenza. Mis manos acariciaban su espalda y las de ella se agarraron de mi cuello. Estábamos sentados en el sofá y me recosté en él arrastrándola sobre mí. Llevé mis manos a sus nalgas y las metí debajo de su pantalón. Ella comenzó a quitarme la camisa y a desabrocharme el cinturón. Agarró mi pija y se la metió en la boca practicándome una mamada espectacular. Me comió los huevos con esmero y dedicación. El sofá se nos hizo pequeño y la llevé en volandas hasta mi cama. Cogimos durante horas, en todas las posturas, incluso le estrené el culito, cosa que no había hecho el cornudo de su marido, porque según él, le producía asco. No entiendo como una mujer como aquella, tan bonita, con ese cuerpo apetecible y bien cuidado, había aguantado tanta negligencia de su esposo.

Tras la noche y después de dormir un poco, nos duchamos e hicimos cositas en el baño. Después desayunamos y hablamos de lo que había pasado entre nosotros. Ambos nos sentíamos atraídos el uno por el otro y quizás eso lo complicaba todo. Queríamos seguir viéndonos, sin embargo ella me decía que no podía dejar a su marido por sus hijas. Me di cuenta de que aquello era un problema gordo en el que no tenía que meterme, pero a veces el riesgo y el morbo te hace hacer cosas que no tienen sentido. Seguimos en contacto, a veces venía ella a la ciudad donde estaba y otras veces iba yo a la suya. Hablábamos por teléfono y nos decíamos guarradas. Cuando nos veíamos follábamos como salvajes, todo a escondidas, muy sucio, muy animal. Yo no sé si el marido se dio cuenta alguna vez, y si se dio cuenta, era consentidor. En una ocasión tuve la desfachatez de pasar el fin de semana en casa de ellos con él y sus hijas presentes y aprovechábamos la mínima para desatar nuestras más bajas pasiones, en su cuarto, en el baño, en la cocina... Toda esta situación nos daba morbo aunque éramos conscientes del daño que podíamos hacer. También cometí la estupidez de enamorarme poco a poco de ella, y comencé a reclamarle que dejara a su marido. Ella me decía que no podía, que era imposible, lo cual me frustraba y deprimía, y sólo me alegraba con nuestros encuentros sexuales in situ o telefónicos, que por cierto, cada vez iban siendo más esporádicos. Ello se debía a que gracias a mi relación, había ganado en autoestima y comenzó a salir más de casa. En principio salía con amigas, pero luego se fueron añadiendo amigos que conocía en internet y similares. La lejanía, el vivir en dos ciudades distintas, creo que enfrió todo y finalmente me enteré de que se estaba cogiendo a otro tipo que había conocido en un chat. Aquello me dolió muchísimo, corté con ella toda comunicación y tardé mucho tiempo en olvidarla.