martes, 25 de junio de 2013

Un año más.

Siempre he detestado eso de los aniversarios. Esos agujeros negros en el calendario que te recuerdan momentos que mejor sería olvidar o que su recuerdo no provoca más que sufrimiento. El blog cumple hoy un año, pero también es la fecha en que recuerdo el mayor error de mi vida. Un error que ha determinado todo mi existir desde el momento en que lo cometí. Cuántas lágrimas he vertido, cuánta tristeza he experimentado, qué desasosiego me entra cada vez que recuerdo el día y la hora, y quizás también el momento en que la conocí.
Todo comenzó con un cigarrillo. Ella me pidió uno y fue la excusa para que comenzáramos una conversación. De ahí a la cama, medió apenas una hora, Aún recuerdo el sabor de su sexo. El buen sexo que teníamos. No fue difícil enamorarme de ella. Por fin había encontrado la horma de mi zapato, la mujer que me retiraría de las calles, de ir saltando de cama en cama, la mujer por la que renunciaría a las otras mujeres...
Pronto comenzaron los celos, el control exhaustivo de mis entradas y mis salidas, las discusiones sin sentido. La primera equivocación fue hablarle de mi pasado, de mis correrías. Eran otros tiempos, otras circunstancias. Había cambiado. Sin embargo, nunca se aprobó mi redención, siempre fui el acusado, el sospechoso, sin derecho a la defensa. La segunda, fue permitir sus reprimendas injustificadas y el convertirme en el león domado. Pensé que a lo mejor con el tiempo, cambiaría. Que se daría cuenta de que mi compromiso con ella era lo bastante fuerte como para renunciar a todo lo que me había ofrecido la vida hasta el momento en que la conocí. Me equivoqué.
Tardé varios años en reconocer mi error. Estaba completamente anulado, vigilado, puesto en el banquillo de los acusados. En todo ese tiempo, me fui a vivir con ella, y me adentré cada vez más en una cárcel de la que no era capaz de salir. Un buen día, me harté y corté con ella. De eso, hoy, hace varios años ya. Lo que vino después, fue un sufrimiento constante, la depresión, la medicación, la humillación pública, las relaciones fallidas y tóxicas...
Un día como éste, hace un año, decidí abrir un espacio como éste, para recordar aquellos momentos y a aquellas mujeres con las que había tenido algo que ver. Quizás fuera una terapia, quizás fuera una forma de reivindicarme después de haber sido destruido. Luego comencé a relatar algunas historias que me iban sucediendo hasta convertirse en una especie de diario. Para quien diga que soy un fantasma, el número no es importante, desde luego. Tantos días tiene el año y tantas oportunidades tienes de conocer a tantas personas. La suerte, una fuerte propensión a meterme en problemas o ciertos estados alterados de la conciencia hacen el resto. También cuenta la aquiescencia de las otras partes involucradas. Si no, nada de esto hubiera ocurrido 
No quiero engañar a nadie, soy como soy. Ni mejor, ni peor. Tampoco he buscado venganza. Las cosas se dieron así y no hay que darle más vueltas. Seguiré escribiendo, me gusta. Seguiré contando experiencias del pasado, lo que me vaya ocurriendo, lo que se me ocurra. Hoy, hace un año comencé esta locura, espero que por mucho tiempo más.
Salud!

sábado, 22 de junio de 2013

Jet lag

Tocas la puerta de mi habitación. Ha sido un viaje largo. Quince horas metidos en ese avión, recorriéndonos medio mundo. Horarios cambiados y calor, mucho calor. Ya has dado muchas vueltas a esa cama y no consigues conciliar el sueño. Vienes buscando conversación o quizás algo más. Yo estoy un poco igual, tampoco puedo dormir. Hace un calor de mil demonios y ya voy por la segunda ducha. Abro la puerta y te recibo en boxers. Con este calor, sobran los protocolos. Traes una botella de whiskey. No sé cómo la has podido meter en el país, sabes que está prohibido. Entras. Llevas sólo una camiseta de tirantes y un pequeño short. Suerte que a esa hora nadie merodea por los pasillos. Si no, te hubieran llamado la atención. Ya sabes cómo se las gastan por aquí. Busco en la nevera algo de hielo y preparo un par de copas.
 
Coincidimos en el vuelo. Ibas sentada a mi lado. Antes de despegar hablaba con la secretaria de mi empresa para indicarle que ya estaba en el avión. Hablamos el mismo idioma y te atreviste a saludarme. Por tu acento debes ser de un país del caribe. Te lo pregunto. Acierto de pleno. Tantos años viviendo allá y ya no se me pierde un acento. Sigo preguntándote. "¿Qué hace una chica como tú volando hacia un país como ése? Te ríes y me cuentas que trabajas para un organismo internacional. Te destinaron allá como gerente de un programa. Ah, la cooperación internacional, qué mundo más interesante. Si no fuera porque me encanta ganar pasta, quizás hubiera terminado trabajando en ese sector. Te cuento acerca de lo que hago y qué es lo que me lleva a ese país. El vuelo se me hizo más entretenido gracias a tu conversación. Tenemos muchas cosas en común. Incluso, qué casualidad, nos vamos a hospedar en el mismo hotel. Veo que has traído un libro. Uno de Kapuscinski. Muy apropiado para nuestro destino. Hablamos de libros, de lo que nos gusta leer, lo que hacemos cuando no estamos trabajando...
 
Tres copas más tarde, estábamos en la cama desnudos. Follando. Qué se puede hacer mejor cuando no puedes dormir, cuando el maldito jet-lag te distorsiona los ritmos vitales. Follar. Y para follar necesitas compañía. Si no, te jodes y acabas haciendo pajas hasta que se te ponga colorada. Afortunadamente no es el caso. Ya en el avión habíamos conectado, había feeling. Ahora, en el hotel, y totalmente desinhibidos, no me costó nada bajarte el short. Mis manos acarician cada centímetro cuadrado de tus nalgas morenas, mientras me abrazas y me comes la boca con tus labios carnosos. Llevo mi mano a tu sexo, siento tu humedad. No quiero perder un minuto más y me abalanzo a chupártelo. Tienes un coño bonito, labios grandes y oscuros, palpitantes, ávidos de atención. Una hilera de vellos perfectamente delineados adornan tu monte de Venus. Y ese aroma, ummm, me dices que es un perfume íntimo. Qué delicia. Lamo tus labios, te introduzco un dedo, mi lengua se entretiene en tu clítoris. Suspiras. Tu sabor es salado. Mi lengua se entretiene con tu clítoris, rodeándolo, introduciéndose entre los pliegues que lo protegen. Gimes. Son dos dedos los que te tengo metidos. Entran y salen al compás de los movimientos de tus infinitas caderas. Introduzco un tercer dedo, mientras sigo comiéndote enterita. Jadeas. Te pido que chupes mi dedo índice y lo haces como si fuera una polla, llenándolo de saliva. Ese mismo dedo lo llevo hasta la entrada de tu ano. Lo masajeo haciendo círculos. Sigo lamiéndote el coño y te introduzco mi dedo poco a poco, conforme me va permitiendo la dilatación de tu cuerpo. Noto los otros tres dedos que te estoy metiendo en el coño a través de las paredes de tu recto. Ahogas tus gritos usando la almohada. Te corres.

Cuando te recuperas de tu orgasmo, te subes encima de mi y me muestras tus pechos grandes, enormes, majestuosos. Tus pezones son grandes, de color café. Quiero comérmelos, pero no me dejas. Ahora quieres recompensarme ahí abajo y son tus labios carnosos los que succionan mi sexo, de forma delicada aunque constante. No dejas de lado mis testículos y también les prestas tu atención. Sin embargo, me confiesas que estás bien arrecha (en tu país esa palabra significa que estás cachonda perdida) y que quieres que te la meta ya. No me hago de rogar y entra de una vez. Sin suavidad ni protocolo te pongo a cuatro patas y te empotro contra el cabecero de la cama. Vuelven los suspiros, gemidos, jadeos y gritos. Corroboro y certifico lo que ya sabía de las mujeres de tu país. Sois fogosas, ardientes y unas amantes excepcionales. Sigue haciendo calor, nuestros cuerpos están empapados de sudor, seguimos sin poder dormir, pero hemos encontrado una ocupación perfecta para aguantar los efectos del jet lag. En la calle, el muecín, anuncia la llegada de un nuevo día.

lunes, 17 de junio de 2013

Viaje...

Faltan horas escasas para mi viaje. Ya he repasado varias veces el equipaje y creo que estoy listo. Bueno, nunca se está completamente listo para un viaje. Siempre se olvidan algunas cosas, siempre surgen situaciones imprevistas para las que no se está preparado. En mi vida he tenido que viajar en muchas ocasiones y en la mayor parte de las veces, siempre eché de menos algo que dejé en casa. También las expectativas surgidas en torno al viaje puede que hagan que lleves exceso de equipaje. Nunca se está lo suficientemente preparado para un viaje. Desde luego no es mi caso.

Recuerdo mi primer gran viaje. Era la primera vez que salía a trabajar al extranjero. Hasta el momento siempre había vivido con mis padres. Era el momento de volar, de ser independiente. En mi maleta llevaba de todo lo que pensé que me podría ser necesario. Incluso me llevé una bolsa llena de condones con el pensamiento de que los gastaría en los 6 meses que estaría allí. Salía con ilusión, con ganas de vivir, con grandes esperanzas de hacer y deshacer a mi antojo. Obviamente no estaba completamente preparado. Al menos llevaba exceso de equipaje, o no.

Llegando a mi destino e instalado en la que iba a ser mi casa en los siguientes meses, llegaron las primeras complicaciones. No había llevado sábanas por lo que la primera noche dormí sobre el plástico de un colchón recién estrenado. Aquel contratiempo lo solucioné al día siguiente comprando unas sábanas nuevas. Curiosamente tenían un estampado de leopardo bastante estrafalario y que por algún motivo compré pensando en el morbo que podría causarle a las posibles invitadas. Menudo hortera que estaba hecho. La inexperiencia, quizás. Pero las putas sábanas fueron el motivo del segundo contratiempo. No sé de qué material estarían hechas que al usarlas me picaba todo el cuerpo y me salieron ronchas. Fue a partir de esa segunda noche cuando empecé a dormir en el incómodo sofá. Con miedo a repetir la experiencia, renuncié a comprar unas tradicionales sábanas blancas. También renuncié a llevarme a nadie a la casa, no fuera que la posible invitada acabara con erupciones en su cuerpo. Ahora me río de aquello, ya que bien podría haber devuelto las sábanas a la tienda y comprarme otras "hipoalergénicas". Todo fue un problema de idioma y que no quería gastar dinero en cosas que entonces entendía superfluas.

Lo del trabajo fue otra experiencia, ya que al no hablar el idioma local, tenía que comunicarme en inglés, lo cual estaba bien para aquellos que comprendían ese idioma, que no eran todos. Con el resto me tenía que comunicar por gestos, y hay gestos que en tu país pueden significar una cosa, pero que en otros lugares significan la contraria o pueden ser ofensivos. A mi me tocaron los gestos ofensivos, lo cual provocó no pocos conflictos con mis interlocutores. Poco a poco fui aprendiendo palabras, frases, expresiones y me fui haciendo entender. Tampoco sabía que en cada contexto las cosas se piden de una manera o de otra. Acostumbrado a un ritmo de trabajo frenético, donde el trato humano se restringe a la mera emisión de instrucciones, el reproducir ese esquema de trabajo en mi nueva ubicación fue motivo de retrasos en los primeros meses. Aprendí que en los distintos lugares tienen sus formas de hacer, sus ritmos y sus pequeñas parafernalias, y que dónde fueres, haz lo que vieres. Al final me mimeticé tanto con la cultura del lugar, que al regreso me costó volver a las costumbres de mi país de origen. Para eso, uno nunca está preparado.

Los siguientes problemas surgieron en tanto que quise hacer la primera limpieza general de la casa en la que vivía. Soy bastante ordenado y me encanta la limpieza, sin embargo no contaba con los utensilios necesarios para tener mi casa como los chorros del oro. Compré los productos necesarios, pero no hubo manera de encontrar una fregona. No tuve más remedio que aprender a limpiar por inundación, como allí se acostumbra. A parte de los problemas logísticos del hogar, estaban las costumbres del país como por ejemplo la prohibición de las bebidas alcohólicas o la extrema dificultad para hablar con las mujeres. La religión era uno de los handicaps más difíciles con los que tuve que lidiar, pero aún así, tenía mi bolsa con condones y la esperanza de que los gastaría todos en los siguientes meses.

Encontrar un grupo de personas con las que relacionarme fue también complicado. Con la gente del trabajo nunca hubo la suficiente confianza como para salir. Tampoco conocía allí a nadie, así que tuve que buscarme la vida yo solo. Cuando salía del trabajo buscaba entretenimiento paseando. Creo que en el primer mes me patee toda la ciudad, pero no conocí a nadie con quien salir y divertirme. Un día, caminando, escuché a un compatriota blasfemando a voz en grito. Se me pusieron los pelos de punta, me giré, le hablé y allí conocí a mi primer amigo en aquel lugar. Él estaba trabajando allí desde hacía un par de años y se conocía todos los secretos de aquella ciudad. También me presentó al grupo de expatriados y con ellos y ellas también establecí una amistad. Ya tenía con quien salir y si acaso, alguna posibilidad de utilizar el contenido de la bolsa de condones.

Craso error. Las mujeres del grupo estaban o emparejadas o bien no estaban por la labor. Y mira que lo intenté, pero quizás fui demasiado obsesivo con el tema y por eso no era capaz de comerme ni una rosca. Lo pasé genial con las fiestas de expatriados, conocí a un montó de gente interesante con los que compartía muchas cosas. Eran fiestas hasta altas horas de la noche, con mucho alcohol (que conseguíamos de contrabando), muchas risas y sobre todo muy buen rollo. Sin embargo, el denominador común de tanta fiesta es que siempre regresaba a casa solo. Ni qué decir tiene que la mencionada bolsa adquirió tintes de leyenda, tanto por su volumen como por mi dificultad a la hora de encontrar compañera con los que compartir su uso, y surgieron, no pocas bromas con respecto a ello.

Una semana antes de regresar, decidí hacer una fiesta en mi casa para despedirme del grupo con el que había entablado amistad. Decidí hacer una fiesta de disfraces. Compré todo lo necesario para que la fiesta fuera un éxito, incluso encargué un catering especial para agasajar a mis invitados. Decoré la casa con adornos para dar un ambiente diferente y festivo. Incluso utilicé las famosas sábanas de leopardo que al final encontraron un uso distinto para el cual fueron diseñadas. No conseguí localizar globos, con lo que recurrí a la famosa bolsa de condones apenado y consciente de que no los podría utilizar de otra manera. Los inflé todos y la decoración fue completa. Los invitados fueron llegando con sus respectivos disfraces y comenzó la fiesta. Yo me disfracé de sultán como no podía ser de otra manera. Llegaron muchos invitados y algunos añadidos que me fueron presentados. La fiesta discurrió entre risas, bailes, juegos y muchos tragos. No faltó el juego de la botella, en el que rehusé participar ya que tenía que atender a la gente que iba llegando. Todos estaban encantados con los globos improvisados, que eran el símbolo de mi derrota y buena parte de las risas de aquella noche.

Fue pasando la noche y las botellas reduciendo su contenido. El alcohol estaba comenzando a hacer estragos. La gente comenzaba a desfasar y temía que en cualquier momento se me fuera de las manos, y que la policía hiciera acto de presencia. Logré contener un poco el entusiasmo colocando un karaoke y proponiendo que la gente cantara. Fue muy divertido. Ahí es donde te das cuenta de que las canciones que consideras una horterada, son las mejores para este tipo de eventos, y sobre todo, que por muy lejos que estés de tu casa y por muy bien que lo estés pasando, siempre echas de menos las cosas de allá. Es muy especial porque además es algo que compartes con tus compatriotas, a pesar de que a mí, el nacionalismo, me toca mucho las pelotas.

No tardó en llegar la primera vomitona. Se trataba de una chica gringa que había venido con un grupo de invitados. La chica se pasó de copas y me la encontré agarrada del inodoro. La chica estaba en un estado lamentable y había que atenderla. Como buen anfitrión, me correspondió ocuparme del asunto, ya que sus acompañantes estaban fuera de cobertura (luego me enteré del uso y disfrute de mi habitación por parte de parejitas, cuando al hacer la limpieza encontré los restos de su pasión). Como era imposible atenderla allí y preocupado por su estado, decidí sacarla a la calle para que pudiera respirar aire fresco. Ni me quité el disfraz, aunque tampoco desentonaba porque precisamente esa era la forma de vestir de los lugareños. Tras unos minutos en la calle y viendo que no mejoraba, decidí llevármela al hospital que estaba a tres cuadras de mi casa, dejando al cargo de la fiesta a mi primer amigo. Así que con la gringa en brazos, me las apañé para llevarla a urgencias. Por aquel entonces ya conseguía hacerme entender en el idioma local y no me costó que la atendieran. Aunque los casos de intoxicación etílica son poco frecuentes en el lugar por el tema religioso, el médico que la atendió, supo hacer diligentemente su trabajo (resulta que había estudiado en el extranjero y sabía como proceder ante una borrachera). Para evitar problemas con su trabajo por las implicaciones que pudiera traerle un ingreso en el hospital por abuso de alcohol, en cuanto se repuso, pedí el alta voluntaria y me la llevé hasta su casa. Allí la metí en la cama y me quedé con ella por si necesitaba algo.

Cuando amaneció, le hice el desayuno y me fui para mi casa. Suponía que la fiesta habría terminado y cual fue mi sorpresa, cuando al regresar, me encontré a unos cuantos que todavía seguían bebiendo. Allí se quedaron hasta la hora del almuerzo. La casa había quedado hecha un desastre y tuve que emplear toda la tarde para dejarla mínimamente decente. La fiesta fue un éxito según me dijo mi amigo, y allí ocurrieron cosas que jamás sabré... pero desde luego que la gente se lo pasó genial. Estaba satisfecho.

La noche de antes de mi partida, nos reunimos unos cuantos amigos para cenar en plan tranquilo. A la cita acudió la gringa borrachilla del día de la fiesta. Cuando me vio, no paraba de agradecerme que la atendiera y  de decirme "my hero". La verdad es que tampoco me costó nada hacerlo y actué simple y llanamente como hubiera querido que hicieran conmigo en tales circunstancias. La cena fue un momento entrañable, recordábamos, entre risas, las anécdotas vividas, los mejores momentos de la fiesta hasta cuando me fui al hospital, y los mejores momentos durante mi ausencia. Tras el postre, la gente se fue yendo poco a poco y al final quedamos mi primer amigo, la gringa y yo. Mi amigo tampoco tardó en recogerse y así fue que acompañé hasta su casa a la gringa. Ya en la puerta, volvió a agradecerme la ayuda y me dio un dulce y tierno beso en los labios. Sabiendo como se las gastan los locales con ese tipo de manifestaciones de afecto, nos metimos en su apartamento y seguimos besándonos.

Los besos fueron acompañados de caricias cada vez más atrevidas. Hubo un momento en que ella me sentó en un sofá y me dijo que esperara. Se metió en su cuarto, puso música y se me presentó vestida como una odalisca bailando la danza del vientre. Era precioso ver a aquella chica rubia y menudita danzando de esa manera tan sensual y quitándose la ropa al compás de la música. En un momento dado, me hizo levantar para bailar con ella y poco a poco desnudarme. Una vez desnudos continuamos besándonos y metiéndonos mano. Ella, con mi polla en la mano, se agachó y se la introdujo en la boca. Jamás había visto tanto ímpetu en una mamada. Chupaba y lamía con desesperación y se la tragaba hasta la garganta, ayudándose de sus pequeñas manos. En reciprocidad, la llevé hasta el sofá y comencé a comerme su húmedo y depilado coño rosadito. Qué bárbaro, como gemía. Me decía groserías en inglés, lo cual me ponía cada vez más cachondo.
Mientras la chupaba, le metía dos dedos en su coño y otro en su ano. Se puso bien arrecha y comenzó a implorarme que me la follara. 

Había un pequeño detalle, no tenía condones ya que los había gastado todos como globos para la fiesta. Así se lo hice saber. Nunca sabe uno si va bien preparado y cuando uno menos se lo espera, la necesidad apremia. Ella se rió y me dijo en carcajada: "My hero, the guy of the condoms". Cría buena fama, y échate a dormir, pensé. Siempre admiré la capacidad logística de las empresas norteamericanas y en aquella ocasión, su empresa le había provisto de una caja de preservativos "just in case". Me puse uno y se la metí desde atrás de un empujón. "God bless America", le dije mientras se la metía una y otra vez haciendo un "doggie style". Después, se colocó encima de mi cual amazona y estuvo cabalgándome hasta que se corrió en un violento y estruendoso orgasmo con squirt (la primera vez que vi uno). Seguí dándole fuerte hasta que se vino nuevamente en varias ocasiones. No satisfecha con eso, me pidió que siguiera follándola pero en esta ocasión por el culo. Maravillas de la logística yankee, tenía un bote con lubricante que esparcí por su ano rosadito e introduje uno de mis dedos para abrir camino. Dos dedos más después y habiendo dilatado lo suficiente, le metí la verga por el mismísimo. Mientras, se clavaba, la masturbaba con una mano. Los gemidos eran gritos ahogados por un cojín. Cuando estaba por correrme, se la saqué, me quité el condón y me corrí abundantemente en su cara.

Aquel no fue el único condón que gasté en el viaje. A lo largo de la noche gastamos unos cuantos más. Las maravillas del té de menta y sus poderes afrodisiacos ;-). Aquella ocasión fue un aprendizaje para mí. La previsión no nos hace infalibles ante los diversos acontecimientos, pero nunca hay que bajar la guardia y darlo todo por sentado. Me voy con una sonrisa en los labios, con las expectativas siempre en alto, pero preparado para cualquier eventualidad. Afortunadamente ya sé pedir condones al farmacéutico en el idioma del lugar de mi destino. Salud, y la próxima vez escribiré desde lejanas tierras. Abrazos!!!

sábado, 15 de junio de 2013

Despedidas...

Ya voy haciendo las maletas para el viaje que me tendrá al menos un par de meses en el extranjero. Desde mi regreso a la ciudad que me vio nacer, no había salido, bien por causas del trabajo, bien por falta de dinero. Ahora, mi empresa me envía fuera para buscar nuevos proyectos y nuevos clientes con los que hacer negocios. Es momento de despedidas, de decirle hasta pronto a los amigos y amigas, familiares y demás seres queridos. 

El pasado fin de semana decidí ir a visitar a una pareja amiga a su ciudad, pasar unos días con ellos y de paso despedirme hasta la próxima. El viernes agarré el avión hasta su ciudad y allí estaban mis amigos esperándome en el aeropuerto. Era una visita esperada tras varios meses de posponer el encuentro. A él lo conozco desde mis años universitarios. Somos grandes amigos, casi hermanos. A ella la conocí después por casualidades de la vida. Un día se la presenté a mi amigo y desde entonces están juntos. Es bonito ver que una pareja que has presentado continúa después de tantos años. 

Nada más llegar, me llevaron a cenar a un restaurante cerca del puerto. Comimos una buena mariscada y recordamos viejas anécdotas acompañados de un excelente vino. Después, dando un paseo, fuimos para la casa y me instalaron en una habitación que habían preparado para mi visita. Estaba cansado del viaje y después de ducharme me metí en la cama para dormir. Tenía todo el fin de semana para disfrutar de ellos y quería estar bien descansado para los dos días que me quedaban. 

Al día siguiente, desperté gracias al olor de un delicioso desayuno. Desperezado, salí de la habitación y me encuentré a mi amiga sola en el salón. De madrugada llamaron a mi amigo y tuvo que salir todo el fin de semana por una emergencia en el trabajo. Me dejaba un mensaje, que lo sentía mucho y que nos veríamos a la vuelta. Vaya, tenía un contratiempo, pero por lo menos me quedaba en buena compañía. Lo que no sabía es que ella también tenía que ir a trabajar y me quedaría solo hasta por la noche. Ni modo, me daría una vuelta por la ciudad y aprovecharía el día para ver cosas que no había visto. No obstante, desayuné con mi amiga el delicioso desayuno que me había preparado. Terminado el desayuno, me vestí y antes de salir a la calle, me fui a despedir de mi amiga con un par de besos, solo que el segundo fue a parar a los labios. Juro por lo más sagrado que no fui yo quien lo buscó, pero ya que estábamos, seguimos besándonos hasta que en un arranque de decencia, me separé de ella, y para quitarle hierro al asunto, la abracé y le dije que me iba y que nos veíamos por la noche. Salí por la puerta nervioso y algo excitado. 

 He de decir que normalmente suelo ser yo el que busca este tipo de situaciones, pero en esta ocasión y tratándose de la esposa de mi amigo, nunca se me había pasado por la cabeza intentar nada con ella. Que sí, que he tenido rollos con novias o esposas de amigos míos, pero en este caso en concreto, no. Y no es que no me gustara ella, todo lo contrario. Es dulce, simpática y muy atractiva, pero no sé, nunca me había dado por ahí, y encima es la mujer de uno de mis mejores amigos. Me sentí mal, por supuesto, aquello no había sido el típico accidente de "uff, mira lo que ha pasado, lo siento". Fue un buen rato comiéndonos la boca, por lo que había cierta intencionalidad por parte de ella. No sé, no entendía nada. Lo mejor que podía hacer era hacerme el tonto como si nada hubiera sucedido y comportarme de manera correcta, o vete tú a saber. 

Dediqué la mañana a dar una vuelta por el paseo marítimo, visitar los edificios representativos, echar unas cuantas fotos, pasear por el famoso parque de estilo modernista. De verdad estaba disfrutando del paseo, pero no podía quitarme de la cabeza lo que había ocurrido en la mañana. ¿Estarían mal mis amigos? ¿por qué aquél beso? ¿qué cara pondría mi amigo si se enterara de esto? Me detuve un rato a comer en un bar del barrio del puerto. Era la opción más económica en aquella ciudad caracterizada por ser un centro turístico. No quería gastar mucho, ya que quería llevar algo de dinero para el viaje. Me pedí una cerveza esperando que me pusieran un aperitivo, pero allí no gastan de eso, así que me pedí un montadito de lomo para saciar el hambre que tenía después del largo paseo. Por la tarde me pasé por la catedral ésa que tienen a medio construir, eché algunas fotos y el resto del tiempo lo eché en un rompeolas de la playa, recordando la canción de un cantante local. 

Seguía con mis canciones sobre coches americanos y montes con parques de atracciones cuando me llamaron al móvil. Era mi amiga, que ya regresaba a casa y que me esperaba para cenar. En un intento por buscar normalidad a la situación contesté que ya iba para allá, que tardaría 20 minutos y que si quería que llevara algo para la cena. Me dijo que no hacía falta. Así que agarré un taxi y después de una clavada de carrera, llegué a la escena del crimen. 

Una vez allí, fingiendo una aparente normalidad, besé en las mejillas a mi amiga y le pregunté cómo se le había dado el día en el trabajo. Ella, que parecía algo nerviosa, me dijo que sentía mucho que me hubiera quedado solo todo el día y que me compensaría al día siguiente. Se la notaba algo cansada así que para seguir con mi plan de normalidad, la ayudé a hacer la cena. Preparamos algo de verdura. También había algo de queso y lo regamos todo con un buen vino. Durante la cena le conté todo lo que había hecho en el día. Los nervios del principio se fueron disipando y el incidente de la mañana parecía caso cerrado. Al terminar de cenar, le propuse salir a tomar una copa por ahí, pero como dije antes, estaba cansada y me dijo que mejor nos las tomábamos en casa.

Es horrible el calor que hace junto al mar. Toda esa humedad que se te pega a la piel y no dejas de sudar. Mientras preparaba los tragos, ella se metió a duchar. Cuando terminó salió a la sala con una camiseta de tirantes que le marcaba los pezones y unos shorts minúsculos. Aquello no hacía más que reeditar lo que había pasado en la mañana y en mis pantalones ya comenzaba a sentir una presión bastante importante. Antes de que la sangre llegara al río, decidí tomar una ducha y refrescarme. Estaba muy caliente y no era sólo por la temperatura ambiental. Tras la ducha y quedar fresco, salí y comenzamos a beber mientras conversábamos. Iban cayendo las copas y cuando nos quisimos dar cuenta, se acabó la botella. Le propuse abrir otra, pero me dijo que no, que le apetecía fumar un porrito.

Se levantó y fue a por una bolsa. En el camino se iba tropezando ya que le había empezado a hacer efecto la bebida. Cuando regresó, preparó el porro y nos lo fuimos pasando. Comenzaron las risas, los toquecitos y el tonteo. Estaba tan relajado y a la vez excitado que se me olvidó por completo mi amigo. Al parecer a ella también y tras un abrazo comenzamos a darnos besos en las mejillas. Poco a poco esos besos fueron acercándose más a los labios y de ahí surgieron los picos, como de tanteo. Finalmente las lenguas empezaron a tomar protagonismo y las ropas volaban detrás del sofá. Estaba recostado en el sofá y ella estaba encima de mi. Amasaba sus nalgas mientras ella me comía la boca. Nos fuimos a la habitación para estar más cómodos y allí, en la cama, nos dedicamos a follar como dos locos.

Tras el tercer asalto, quedamos exhaustos tumbados en la cama. Ya se me había pasado el efecto del hachís y comenzaba a tomar conciencia del escenario. Me lo había montado con la mujer de mi amigo y ahora empezaba a sentir remordimientos. La miré y todavía seguía con la respiración agitada después de su orgasmo. Me miró y vio un rastro de preocupación en mi cara. Me acarició la mejilla y me sonrió. "Uff, hacía tiempo que no la pasaba tan rico" - dijo ella. "Sí, pero..." intenté decir yo, pero me hizo callar. "Mira bebé (otra vez la dichosa palabra, qué coño pasa con las mujeres que todas me dicen igual), sé que ahora estás confundido, pero no tienes de qué preocuparte" - trató de tranquilizarme. "Estas cosas pasan. Tú me gustas y al parecer yo también te gusto a ti, pasó lo que tenía que pasar..." - añadió. "Pero, y [insertar aquí el nombre de mi amigo]..." - insití. "Bueno, déjame explicarte, hay cosas que no sabes de tu amigo y de mí. Hace tiempo que no estamos bien y no nos hemos separado por el tema económico. Tenemos la hipoteca y ya sabes que el trabajo es muy inestable. No queremos perder la casa. Convivimos juntos, pero cada quien duerme por su lado, aún así, somos grandes amigos. Anoche fingimos dormir juntos porque estabas tú, pero no, cada uno estamos haciendo nuestra vida por nuestra cuenta. De hecho, tu amigo está por ahí con su amiguita...".


Me quedé helado, no sabía qué decir. Aquello era una sorpresa. No obstante, lo había pasado de miedo con mi amiga y al parecer, ella también. La vida es así de curiosa. Un día los juntas y al otro día te enteras que están por divorciarse. Por la mañana te besas con alguien pensando que estás traicionando a un amigo y por la noche das cuenta de que aquel beso no era tan prohibido. Ni que decir tiene que pasamos un domingo delicioso. Nos duchamos juntos, estuvimos todo el día desnudos, jugando, explorando, conociendo facetas desconocidas que las condiciones de nuestra antigua amistad no nos había permitido conocer. Lamí sus pechos, me inundé de sus fluidos, follamos en las más diversas posturas, disfrutando de nuestros cuerpos y de una nueva dimensión con la que adornar nuestra relación. El lunes por la mañana, me despedí de ella con la promesa de un reencuentro a mi regreso. Después, agarré un taxi y me fui al aeropuerto.
Escribo estas palabras después de hacer las maletas, con un feliz recuerdo del fin de semana y las historias que me han sucedido en los últimos meses. Me voy con algunas cuentas pendientes y algunos compromisos a mi vuelta. No sé qué me depararán los próximos dos meses. Un país desconocido, una cultura distinta. Mucho trabajo, por supuesto. No quiero ir con ideas preconcebidas, ni con la idea de que me voy a tirar a todo lo que se me ponga por delante. Eso no funciona. Me dejaré llevar como hasta ahora. Siempre metido en líos, siempre buscándome problemas. Soy así, no lo puedo negar. Lo primero es aceptarlo y después afrontar las consecuencias. Nada de malas conciencias, nada de arrepentimientos. Hacer lo que a uno le gusta hacer porque a uno le gusta hacerlo y sobre todo porque es correspondido. Me voy, me voy con el convencimiento de que todas estas cosas que me han pasado, no son más que el reflejo de cómo entiendo la vida. Pura adrenalina....

Ya os contaré cómo me va, Salud!!!

viernes, 7 de junio de 2013

Deseo

Todavía estoy nervioso, aún siento esta taquicardia que no me deja tranquilo. Estoy sentado en la mesa de la oficina, tratando de guardar la compostura, pero estoy agitado, muy agitado. No puedo trabajar ni tampoco puedo concentrarme. No soy capaz de terminar las tareas que me faltan antes de irme de viaje. Estoy nervioso porque hace unos minutos sentí el impulso de besarte y me lancé.

Tú, que eres más juiciosa que yo, me esquivaste. Entiendo que no era ni el momento, ni el lugar (la oficina, tu despacho, cualquiera habría podido vernos...). Tampoco estoy seguro de si querías o no. Tan sólo sé que dijiste no y me abrazaste. Me abrazaste fuerte y me acariciabas la espalda. Sentía tus pechos aplastarse contra el mío. Traté de besarte de nuevo, y sí, me correspondiste el beso, pero en la mejilla.(si hubiera insistido, ¿me hubieras besado los labios?) Volviste a abrazarme, quizás para aplacar la bestia que llevo dentro.

Me separé de ti, avergonzado. Me dijiste que no pasaba nada, que estuviera tranquilo, que nos veríamos a mi vuelta. Sí, la verdad es que quería despedirme de ti antes de irme, pero no sé por qué todo se precipitó de aquella manera. Tal vez por la manera en que me hablas, tal vez por lo que me haces sentir, puro morbo y sexo. Quizás sea por mi propensión a buscarme líos. Creo que fue de todo un poco.

Ahora sigo nervioso, y pienso en las consecuencias. ¿Qué tal y si la he cagado? ¿qué tal y si se lo cuentas a todos los de la oficina? ¿podría perjudicarme todo ello? ¿interpreté mal las señales? ¿hubo tales señales? ¿será verdad lo que me dijiste de que no pasaba nada y que nos veríamos a mi vuelta? ¿me hubieras besado en otras condiciones? De lo único que estoy seguro es que ya deseo mi regreso para comprobarlo...

lunes, 3 de junio de 2013

Mensajería instantánea

Me llega un sms: "Ya se ha ido, te espero, bss".

Inmediatamente dejo todo lo que estoy haciendo y me dirijo a la ducha. Debo esperar un rato, no vaya a ser que me lo encuentre en la calle. Me enjabono entero entreteniéndome en aquellas partes que ya están duras con la expectativa de lo que vendrá después, aunque prefiero reservarme. Me encanta dárselo todo enterito a Cris, ver cómo cae en su boca y en sus pechos, cómo lo esparce por toda su piel. Me aclaro el jabón y me visto.

Me llega un mms: 
"Mira cómo me tienes. No tardes, porfa!!!"















Hace dos meses que estamos en esto, aprovechando la mínima ocasión para devorarnos, para comernos. Unas veces viene a mi casa y otras, cuando su marido va a trabajar, voy yo a la suya. En esta ocasión tendremos más tiempo para nosotros. El tipo se marcha de viaje un par de días. Decido mudarme a su casa durante el mismo período. Para estar más cerca de Cris, para disfrutar de esta bendita locura que me tiene loco desde el día en que nos conocimos.

Otro mms:
"Ya no tardes bb. Todo esto será tuyo"





















Salgo a la calle y camino deprisa las tres cuadras que me separan de su casa. Trato de manterner oculta la erección que me provocan sus fotos, sus insinuaciones y el recuerdo de las situaciones vividas. Quién me iba a decir a mí hace un par de meses que iba a estar con una mujer como Cris. Preciosa, inteligente, sexy. Todos esos calificativos son poco para definirla. El caso es que nos encontramos un buen día, quizás no en las mejores condiciones. Un encuentro casual, fortuito y treinta minutos más tarde ya estábamos besándonos. Así pasan las cosas y yo no me pude resistir a esos ojos verdes...

Más mms:
Bb, las niñas tienen frío, ¿vienes ya a arroparlas?

















ni a sus labios, ni a sus manos, ni a esos dos preciosos pechos que adoro lamer, mordisquear, acariciar y chupar. Ya me encuentro a menos de una cuadra. Debo ser cauto, no quiero que algún vecino indiscreto pueda sospechar o irse de la lengua. Tomo aire, y avanzo rápidamente los metros hasta el portal de su casa. "Cartero comercial" anuncio la contraseña tras llamar al portero automático. "Pase" - contesta Cris abriéndome la puerta. Mi corazón va a mil por hora, como aquella primera vez, como todas las veces, pensando en lo que me espera tras esa puerta.

La atravieso, y allí está, con esos jeans que le quedan formidables. Con esa blusa amarilla que contrasta con el color de su piel. Nos quedamos mirándonos por un instante, pero no podemos reprimirnos y en seguida nos abrazamos como fieras, como si nos faltara tiempo, como aquella primera vez en que me quedé prendado de esos dos ojos verdes, del tacto de su piel y el aroma del perfume que llevaba. Mis manos se me hacen escasas para poder abarcarla entera al mismo tiempo. Las suyas ya se han hecho cargo de mi pantalón y con diligencia se han apoderado de mi verga. "Suave, mi amor, tenemos todo el tiempo del mundo" - le digo mientras acaricio su cara. "La quiero ya, bebé" - dice antes de engullirla entera como quien devora un plato delicioso. No deja de lamerme, sabe que me encanta sentir sus labios, su lengua recorriendo toda mi polla. Me encuentro bien y no me importa esto que tenemos, no me importa que sea casada, ni que tengamos que escondernos para disfrutar de esta relación. No me importa el tiempo que dure, nada de eso me importa ahora... tan sólo me concentro en lo que Cris me está haciendo ahora.

Gracias, Cris, por dejarme compartir las fotos
Te adoro!!!