martes, 23 de octubre de 2012

Y ahora me llamas...

Llamas a mi casa, con la excusa de felicitarme el cumpleaños. Sabes de sobra que faltan 4 meses para eso. Llevas más de dos meses sin dar señales de vida. Me preguntas que qué tal estoy, yo te digo que regular, que hoy tampoco ha sido mi día. Yo te pregunto cómo estás tú. "Bien", me respondes. Te digo que no hacía falta inventarse excusas para llamarme. Argumentas que el trabajo te tiene absorbida, que no tienes tiempo para ti. ¿Realmente no tienes un minuto para mandarme un mensaje? ¿De verdad que no se te ha ocurrido en todo este tiempo hacerme una llamada? No dices nada y quien calla, otorga. "Es que es complicado", te disculpas. Te explico que dejé de mandarte mensajes porque pensaba que te molestaban. No soy tonto, sé que andas con alguien y has preferido ignorarme. Te saco una confesión, sigues con el tipo aquél que dices que no tiene nada que ver contigo, que estás por estar, por no quedarte sola. Me preguntas si yo ando con alguien, como buscando una justificación a tus actos. Te miento y te digo que no. Tampoco te importa si ando con una, con varias. Me dices que ahora no estás interesada en las relaciones, que te preocupa más el trabajo, que te sientes sola. ¿Qué pasa, -pienso para mí- que te hartaste del tipo ése y ahora estás buscando una salida? Sabes lo que siento por ti. Sabes que me siento culpable por todo lo que sucedió y te aprovechas. Te refiero mis sentimientos, pero dices que eso te incomoda. Dices que me quieres como amigo y que le demos tiempo al tiempo. "¿Eso que significa?", te pregunto. No contestas. Sé que me estás buscando, que estás tanteando el terreno. Te crees ganadora en un juego que hace tiempo que no me interesa jugar. Aún así, soy educado, no te echo en cara nada de lo que me cuentas. Me dices que me quieres como amigo, y como amiga te estoy tratando, pero tengo curiosidad por ver qué estás tramando. Nos despedimos y me prometes que volverás a comunicarte pronto conmigo.

Llamas a los dos días, me hablas de tu trabajo y de las complicaciones que hay. Me pides consejo. Siento que he tenido esta misma conversación otra vez contigo. Veo que hay algo que me quieres decir, pero no lo dices, porque sigues tanteando el terreno. Cuando terminas de relatarme tus problemas laborales, te pregunto cómo estás. Me dices que estás triste, porque has tenido una bronca con el tipo. Que es un indeseable, un imbécil y que estás harta. No me sorprende, ya me lo temía. Sigues con tu lamento y recuerdas cuando estábamos juntos, lo bien que me portaba contigo, que yo soy bueno, que soy atento, caballeroso y detallista, todo lo que no es el tipo al que te estás tirando. Comienzo a cansarme de tus halagos, pero te dejo hablar, quiero saber hasta dónde me quieres llevar. Me dices que sólo te has enamorado dos veces en tu vida y que una de ellas fue de mí. Me estás intentando camelar, lo sé. Tengo ganas de mandarte a la mierda, de decirte que eres una puta, pero la educación y el decoro me lo impiden. Sigo escuchándote y me cuentas sobre nuestra primera vez. Era la primera vez que alguien te había llevado a un hotel de 5 estrellas, te había comprado rosas y había sido dulce contigo. Pienso en los moteles baratos y en las casas cochambrosas donde has follado con cualquiera. Te imagino comiéndole la polla a cualquier individuo sólo por no estar sola o vete tú a saber si por dinero. Me duele el alma, me duele corazón imaginarte con todos los hombres a los que te has follado. Pero no, hace tiempo que decidí dejarte volar y olvidarme de ti. Sigo escuchándote. Ahora me cuentas como te estremecías en nuestro último encuentro, que fui el primero al que le dejaste correrse en tu boca. Yo también lo recuerdo y también recuerdo cuando me dejaste porque no soportabas que te llevara la contraria. Continúas con tu historia. Siempre me cuentas historias y cada vez son distintas. Ya sé que eres una mentirosa, pero te dejo continuar. Quizás sea masoquista al no parar de raíz esta conversación, pero quiero saber hasta dónde quieres ir. Me dejas caer la posibilidad de que volvamos juntos. Te contesto con tus propias palabras. "Démosle tiempo al tiempo".

Hoy me has vuelto a llamar. Confiesas que has dejado al tipo y que necesitas verme urgentemente, que estás muy triste y que necesitas un abrazo. Me lo pienso, sé que esto sólo puede hacerme daño, pero aún así, tengo curiosidad de ver de lo que eres capaz. Quedo contigo en el lugar donde nos conocimos. Soy un masoca, pero también debo enfrentarme a todos los agujeros negros que he ido dejando tras de mí. Te veo, me ves, vienes hacia mí, como con timidez. Una timidez calculada, un gesto muy tuyo. ¿Por qué ahora me doy cuenta de todas esas cosas y antes no? Debe ser que ya no te quiero, que ya no siento nada por ti. Me das dos besos y me abrazas. Estás llorando. Seco tus lágrimas con mis manos. Te pregunto por qué lloras. Me dices que porque soy muy bueno, porque sientes que te he perdonado. Sigues camelándome y yo te sigo el juego. Vamos al restaurante aquel donde íbamos cuando salíamos juntos. Dos raciones de lo de siempre. Quieres recrear un pasado idílico y yo soy consciente del presente, de todo el daño que me has hecho, de todas tus mentiras y de todo lo demás. Te sigo la corriente. Recordamos anécdotas de nuestras salidas, de los regalos, de nuestra primera cita. Del frío que hacía en la plaza, de que te agarré de las manos para calentártelas, del beso que te robé. Me tomas de la mano y me hablas de lo felices que éramos. Yo asiento. En un momento preguntas, ¿qué nos pasó? Lo sabes de sobra, como también sabes de sobra todo lo que pasó después, los tipos con los que te has acostado, las mentiras que me has contado...

Tras la cena salimos a pasear. Me pides que te acompañe a tu casa. Sé dónde quieres acabar, pero me dejo hacer. Ya me utilizaste en su momento, ahora seré yo quien te utilice a ti. Tienes ese pensamiento absurdo de las mujeres, que se piensan que a los hombres se les domina por la cama. Quizás lo hiciste en su día, pero la vida me ha dado lo suficientemente duro como para saber distinguir las cosas. He aprendido y ahora utilizo la cabeza y no me dejo llevar por el instinto. He madurado y me doy cuenta que sólo soy un cambio de cromos. No me interesa saber si el otro tipo ha cortado contigo o eres tú la que has cortado con él. Sólo sé que me estás utilizando o eso es lo que pretendes. Llegamos al portal y me abrazas. Me dices que soy increíble y que ojalá las cosas hubieran sido distintas entre los dos. Ya me sé la historia, ahora debo ser yo quien te diga que las cosas no tienen por qué quedar así, que podemos intentarlo de nuevo y todo eso. Pero no, prefiero que lo digas tú. Me hago el fuerte y te digo que siempre podemos ser amigos, como tú me habías dicho. Te desarmo. Me dices que aún estás enamorada de mí, que llevas mucho tiempo pensando en mí. ¿Quién lo diría, te pasaste más de dos meses sin dar señales de vida? Supongo que mientras tuviste verga, yo no era más que un vago recuerdo. Ahora que no la tienes, buscas la mía. Crees que puedes hacer conmigo lo que quieras. Me abrazas, comienzas a llorar. Levanto tu cara, limpio tus lágrimas y me pones los labios para que te bese. Me aguanto, quiero ver cómo te arrastras. Te amo, me dices. "Yo también te tengo mucho aprecio" - contesto. "Sé que tú también me amas, pero no me perdonas por todo lo que he hecho", replicas. "Ya lo pasado, pasado está" - recuerdo la canción. "Entonces, démonos una oportunidad" me dices agarrándome la cara y me empiezas a besar. Me doy cuenta que a pesar del tiempo, de todas tus relaciones y todos los tipos que han pasado por tu cama, sigues sin saber besar.

Subimos a tu casa, devorándonos, quitándonos la ropa. Me conduces hasta tu cama, me tiras contra ella. Te deshaces de mi pantalón y me empiezas a comer la polla. Siempre recordaré la última mamada que me hiciste, corriéndome en tu boca, en tus pechos. Tus labios carnosos besan cada centímetro de mi polla, me engulles, succionas, lames. Es lo que mejor sabes hacer, comer pollas. Me imagino a todos los tipos que se la has mamado, corriéndose en tus cara, llamándote puta. Por un momento pierdo el control y siento celos, te agarro del cabello y te pongo de a cuatro y te la clavo por el culo. Por lo fácil que entra, me doy cuenta que ya se lo has regalado a otros. Empiezo a bombearte con fuerza. Tu gritas, te azoto las nalgas, te llamo zorra. te tiro del pelo. Tú me dices que quieres ser mi puta. A cuántos se lo habrás dicho. Sueltas alaridos, creo que te vas a correr, acelero las envestidas y te vienes en un orgasmo que hace retumbar los cristales. Te agarro del cabello y te obligo a que me comas la polla otra vez. Mi rudeza te sorprende, te excita, te calienta. Sigues mamando con pasión sin importarte que antes hubiera estado en tu culo. Lucho por no correrme, aún te la quiero meter por el coño. Te tiro del pelo y te hago ponerte de pie. Te agarro de los muslos, te subo las piernas hasta mi cintura y empiezo a empotrarte contra la pared. Gritas, jadeas, gimes, te estoy follando como nunca. Te preguntas qué fue de aquel chico delicado que te hacía el amor. De ése ya no quedan más que pedazos y jirones. El que te está follando es otra persona nueva, con el corazón destrozado y buscando venganza por lo puta que has sido. Te digo groserías y eso te hace estar más arrecha. Estás muy húmeda y mi polla hace ruidos al entrar y salir. Te corres, te corres de gusto, mientras sigo follándote como un animal. Te vuelves a correr, me pides que me venga dentro de ti. Quieres mi leche y así me lo haces saber. Te suelto y te obligo a ponerte de rodillas. Me masturbo hasta que sale todo mi semen disparado hacia tu cara, tus pelo y tus pechos. Me miras con ojos de gata en celo y comienzas a limpiarte con las manos los restos de mi descarga. Cuando estás limpia, llevas tu mano a la boca y lames mi lefa. Me tumbo en la cama y me enciendo un cigarrillo. Una vez me dijiste que te excitaba eso mucho. Subes a la cama y recuestas tu cabeza sobre mi pecho, me acaricias. Termino mi cigarro, me levanto y me empiezo a vestir. Me preguntas que por qué hago eso. Te digo que me voy. Saco dinero de la cartera y te lo tiro a la cama, como una vulgar furcia. "Cuando quieras repetir, me llamas" - digo y salgo por la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hoja de reclamaciones