jueves, 12 de septiembre de 2013

Llévame a casa II

"Así no te vas a comer una rosca en la vida", con esas palabras, totalmente premonitorias, rondándome por la cabeza, terminé la aventura de, digámosle, Nicole. Ya bien amanecido después de la noche de autos, desperté por los gritos de la susodicha, quién en medio de una resaca horrible, no recordaba nada de lo ocurrido y se extrañaba de mi presencia en su habitación. "¿No me habrás follado, cabrón?" - esa era la única preocupación de la chica, que amenazándome con un bate de béisbol (o era de softball?) me invitaba a largarme de aquel lugar. Ni tan siquiera un gesto de agradecimiento por haberla llevado sana y salva hasta su casa. Antes de recibir un golpe en la cabeza o de que llamara a la policía, me fui de allí cagando viruta.

Como decía la canción: "Al inocente lo linchan, al son de la calumnia". Eso fue un poco lo que me pasó a mí. Quizás tuvo lo que llaman la resaca moral, que es cuando te arrepientes de haber bebido tanto y todas las locuras que hubieras podido cometer en estado de embriaguez. El no saber cómo había llegado hasta allí, con pijama y todo y encima encontrarse a un tipo dormido en un butacón de la habitación, debió indicarle que algo había pasado, y lo primero que se le había ocurrido es que yo me había aprovechado de ella. Tal vez se tenia en tan alta consideración, que pensaba que lo lógico hubiera sido que estando ella tan buena como estaba, yo me la hubiera beneficiado. Supongo que ni tan siquiera se acordaba del hecho que había generado todo aquello, y que aún se veía de novia con aquel individuo. ¿Quién sabe? Lo único que sé es que por hacer una buena acción casi salgo apaleado literalmente...

Hubieron más ocasiones en que tuve que ejercer de héroe, y bien me cuidé de ir acompañado por otra persona o de abandonar el lugar del crimen una vez depositado el cuerpo del delito en su respectivo domicilio. También procuraba evitar compañías que bebieran mucho más que yo. Quien evita la ocasión, evita el peligro, dicen. Es cierto que eran otros tiempos, era más joven y esas situaciones se daban con bastante frecuencia. Con los años y con las medidas cautelares, esos episodios se van dando menos.

Lo que me motivó a escribir el anterior relato, fue algo que me sucedió la semana pasada. Recibí un email de alguien con quien ya tuve un affaire tiempo atrás, cuando vivía en otro país. Fue la típica historia del "choque y fuga" como le dicen allá. No hubieron víctimas, pasamos un buen rato y cada mochuelo a su olivo, lo cual no fue impedimento para que construyéramos una bonita amistad con el tiempo. Digámosle, Vicky, era una paisana que trabajaba como expatriada en el mismo país donde yo residía. Nos conocíamos de las fiestas que organizaba el personal internacional allí presente. Esas pequeñas burbujitas de oxígeno en medio de un ambiente hostil y de duro trabajo, donde lo normal es buscar algo de cariño, algún consuelo, hasta que por fin te das cuenta de que te has liado con casi todas las chicas disponibles. En esas estábamos mientras las copas caían una detrás de otra. No lo recuerdo bien pero debieron ser unas manos que se encuentran, miradas que no se rehuyen y el calor, el dichoso calor que todo lo trastoca. Cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos los pantalones por los tobillos, follando en uno de los aseos de la casa. Al día siguiente, tras la resaca, un vago recuerdo y a otra cosa, mariposa. Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas.

Habían pasado varios años de aquello. Seguíamos en contacto, y en más de una ocasión habíamos trabajado juntos, pero nunca se hizo mención a lo ocurrido. La correspondencia era habitual, como la que tienes con alguien a quien aprecias mucho y le felicitas el cumpleaños o las fiestas. Recibir su email no era algo extraño. La sorpresa era que después de muchos años en aquel destino, regresaba a nuestra ciudad como estación intermedia para un nuevo destino. Quería reunirnos a todos aquellos viejos conocidos que estábamos disponibles en la ciudad, para vernos, charlar, cambiar impresiones.

Reunión agradable, viejos amigos, compañeros de fatigas y fiestas allende los mares. Vicky, a pesar de los años, no ha cambiado. Siempre con una sonrisa en la boca, siempre de tan buen humor. Es una tía estupenda, divertida y algo alocada. Me recibió con el mejor de los abrazos y dos besos bastante apretados. Una vez todos reunidos, fuimos a dar una vuelta por una zona de bares bastante conocida de la ciudad. Resulta que eran las fiestas del barrio, así que decidimos dar una oportunidad a la verbena y nos fuimos hasta la plaza principal donde habría un concierto. Se trataba de una de esas bandas que tocan en los pueblos repitiendo el mismo repertorio que va desde la típica canción del verano hasta el más rancio tema de folclor patrio. Los vasos de litro ayudaron a que nos lo pasáramos bastante bien. Cuando terminó el concierto, después de varios bises, nos dirigimos a otra zona de bares para terminar la noche.

Tuve oportunidad de hablar con varios de mis antiguos compañeros y compañeras. De la vida, de cómo nos encontrábamos en aquel momento, del pasado. Quizás con quien menos hablé fue con Vicky, a la que le perdí el rastro en algún momento entre las 3 y las 4 de la madrugada. Suponía que habría ligado y que se habría ido a su casa a follar con cualquiera que hubiera conocido, como tenía por costumbre. Llegó la hora del cierre del bar y decidimos finalizar la reunión. Cada uno se iría a su casa. Aprovechando que hacía buena temperatura y por no esperar al autobús nocturno, pensé que la mejor opción era ir caminando. Nada más doblar la esquina me encuentro a una chica vomitando en una papelera. No era sino Vicky, que de nuevo se había pasado de copas y estaba pagando las consecuencias de su exceso. Obviamente, fui en su ayuda y le pregunté por su estado. "Llévame a casa" - me dijo. La misma vieja canción. Parece que tengo un imán para estas situaciones. Pronto me hice cargo, llamé a un taxi que pasaba por ahí y la metí en el coche. No hizo falta preguntarle la dirección, nos dirigimos a mi casa. Ella estaba alojada en casa de sus padres y no era plan de llevarla en ese estado allí. Por suerte nos tocó un taxista poco hablador, cosa de agradecer. Llegamos a mi casa y la llevé al baño para que pudiera lavarse. En lugar de hacerle un café con sal, opté por hacerle una manzanilla para asentarle el estómago. La hice que se lo tomara y parece que entró en reacción. También le di una bebida isotónica para que recuperara los minerales y el líquido que había perdido. Tantas veces haciendo de enfermero, que ya conocía los pasos a seguir. No como cuando eres un crío y haces las barbaridades que oyes por ahí. Cuando se encontró un poco mejor, le ofrecí darse una ducha, toallas y una camiseta para utilizar como pijama. Entró, se duchó, se puso el pijama y la ayudé a meterse en mi cama. Yo me iría a dormir al sofá.

No sé si sería el cansancio, pero tampoco se me pasó por la cabeza nada sexual. La situación era morbosa, sí, pero tantas veces me ha ocurrido y nunca ha pasado nada, que mi mente descartó automáticamente cualquier posibilidad. Además estaba agotado, quizás algo pasado de copas pero manteniendo el control. Lo mejor era dormir. Así hice, me quité la ropa y me quedé en calzoncillos, me eché en el sofá, cerré los ojos y me quedé frito al momento. La mente es extraña y a veces te sorprende con sueños que tienen que ver con lo que estás viviendo. Soñé cuando vivía en el extranjero, una de esas fiestas de expatriados. Estaban todos los compañeros con los que acababa de estar en la verbena, y algunos otros que por "h" o por "b" están trabajando en otros lugares. También andaba por ahí mi ex, con sus amigas estúpidas que me sacaban de quicio. Soñar con mi ex se está volviendo algo cotidiano en los últimos meses. Parecía que se iba a convertir en pesadilla. Fue la visión de Vicky la que salvó el sueño. Vestía la misma ropa que un rato antes de ponerse mi vieja camiseta de los Maiden sin mangas. Se acercaba a mí, y me decía: "Por favor, llévame a mi casa". No estaba borracha, al menos no lo parecía. Lo mejor de los sueños es que no tienes que tomar taxis y al momento estábamos llegando a mi habitación de aquellos tiempos. Me besaba. Y cómo me besaba. Besos húmedos, todo lo húmedos que pueden ser los besos en los sueños. Me besaba con dulzura, con avidez, con ganas. Era uno de esos besos largos, sin pausa, donde las lenguas se entremezclan de forma delicada. Ya saben, esos besos... No contenta con eso, se dispuso a desabrochar la hebilla del cinturón y a bajarme lentamente los pantalones, agachándose para restregar su cara por encima de mis boxers que ya formaban una tirante tienda de campaña. Sus manos se introducían por debajo de la tela de algodón preparada para despojarme de tan sutil prenda. En el momento en el que iba a comenzar la esperada mamada, un fuerte ruido de cacharros contra el suelo me despertó de tan plácida ensoñación.

Debían ser las 11 de la mañana. Vicky se había levantado y quería preparar un desayuno para los dos. Al no conocer mi cocina, se lió con los cacharros y acabaron en el suelo.

- "Siento haberte despertado" - dijo Vicky con algo de rubor en su cara.
- "No te preocupes, no pasa nada. ¿Has dormido bien?" - contesté aún con legañas en los ojos.
- "Sí, tío, muchas gracias. Eres un sol" -
- "Sólo espero que no tengas resaca. Si eso, tómate un ibuprofeno. Los tienes en el baño"
- "Eso me vendrá bien, gracias"

Fui al baño y saqué del botiquín un par de ibuprofenos para que se los tomara. Yo opté por una sal de frutas.

- "¿Te acuerdas del jugo de papaya?" - le pregunté recordando aquel remedio tropical contra la "goma".
- "Sí, jajajá" - rió - "Santo remedio, no jodás, jajaja" -
- "La cantidad de esa mierda que bebimos, ¿recuerdas?"
- "Y las güirilas con cuajada en aquel caramanchel..."
- "Joder, ¡cómo nos lo pasamos!"
- "Sí, a huevo..."

Recordamos viejas anécdotas de nuestro pasado en común en aquel país, mientras preparaba un desayuno a base de huevos revueltos, bacon, tostadas, café y zumo de naranja. En cierto momento de la conversación surgió el tema de nuestra aventura fugaz.

- "¿Y dices que se enteraron todos?" - pregunté
- "Lo cierto es que no fuimos nada discretos" - contestó con una sonrisa pícara.
- "¿Tú crees?"
- "¿No recuerdas el cachondeíto cuando salimos?"
- "¿Cachondeíto? No, la verdad es que no recuerdo nada. Tengo algunas lagunas de lo que pasó esa noche"
- "No me extraña, estábamos bien pedo..."
- "Pero, ¿cómo pasó? ¿Cómo llegamos a ello?

Vicky se sentó a mi lado y me tomó de la mano. Empezó a hacerme un relato exhaustivo de lo que ocurrió aquella noche. Resultó que llegamos a la fiesta, que empezamos a beber y que en un momento de la noche empezamos a jugar a "la botella". Dichosa botella... Después de varias rondas, de picos en bocas conocidas y alguna que otra desconocida, la cosa empezó a desmadrarse y los besos ya no eran tan castos. En una de las tiradas, me tocó con una chica que estaba dormida de la tremenda cogorza que llevaba encima. Me tocó repetir y me tocó Vicky. Con ella nunca había pasado nada, y debo reconocer que a mi me gustaba un poco. Comenzamos a besarnos tímidamente, hasta que la cosa pasó a más y tuvieron que pararnos porque aquello ya duraba varios minutos. Nos sentamos juntos cogidos de la mano mientras los demás seguían con el juego. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro por los efectos del alcohol, yo giré la cabeza y comenzamos a besarnos de nuevo. A esto que ella se subió encima de mí y los compañeros del juego empezaron a aclamarnos. Vicky se levantó, me agarró de la mano y salimos de la sala para buscar algún lugar más íntimo. El único sitio desocupado era el baño y allí nos metimos. La urgencia de la calentura nos hizo olvidarnos de los preliminares, le bajé los pantalones mientras ella hacía lo propio con los míos. La puse de espaldas frente a mí y se la metí por detrás mientras se agarraba del lavabo. A partir de ahí, los recuerdos se hacían borrosos para Vicky, que sólo recordaba la ovación del público cuando salimos del baño. Yo sé que eso no se dice, pero le pregunté si había disfrutado. Ella contestó que no se acordaba, pero que había sido muy excitante. Vicky me confesó que yo le atraía mucho y que fue una pena no haber repetido durante el tiempo en que coincidimos en aquel país. En eso coincidíamos.

- "Jo, ¿te imaginas? - dijo ella
- "Vaya, pues sí... de haberlo sabido..." - contesté yo.
- "De haberlo sabido, ¿qué?" - preguntó Vicky

Se hizo un momento de silencio.

- "Pues de haberlo sabido... hubiéramos hecho algo..." - agregué yo
- "Y sí..." - dijo Vicky mirándome con ojos juguetones.

No hicieron falta más palabras, Vicky se lanzó a besarme, igual que en el sueño (supongo que igual que cuando nos enrollamos, pero la verdad, no me acuerdo). Mi vieja camiseta de los Maiden sin mangas voló por los aires mientras lamía sus dos voluminosos pechos. Ella hacía lo propio por encima de mis boxers. De ahí a la cama no tardamos ni un minuto. Besos, lamidas, chupadas. Nos devorábamos como en la antigua canción de salsa. Liberado de mi ropa interior, Vicky me regaló la mamada que me había perdido en mi sueño mientras masturbaba su chorreante coño. Cuando no pudo más, me ordenó que se la metiera de perrito. Supongo que eso fue lo que tuve que sentir hacía años, salvo que no estábamos de pie y no había pantalones en los tobillos que dificultaran la maniobra. Cambiamos la postura y se subió encima de mí, cabalgándome con fuerza hasta que llegó a su orgasmo. Al rato se bajó y comenzó a comerme la polla hasta que me vine en su boca.

Una vez recuperados, en el momento de los cigarrillos, mientras la acariciaba, le pregunté por qué no lo hicimos más veces por aquél entonces.

"Recuerda que conociste a aquella chica y te casaste con ella..." - contestó.

Otra vez la hija de puta de mi ex. No dejo de acordarme de ella.

jueves, 22 de agosto de 2013

Paula

- "¡Hola!" -
- "¡Ey!, hola, ¿qué tal?"

Era Paula, la compañera de piso de mi ex. Andaba de farra con mis amigos y fuimos a coincidir con ella en el mismo bar. Tras los dos besos de rigor, las preguntas de reconocimiento, las actualizaciones y todo lo demás, la invité a tomar una copa. No sería la última. Estuvimos dándole a la lengua por más de dos horas y mis amigos terminaron por marcharse dejándome sólo con aquella mujer. También nosotros cambiamos de escenario y acabamos en aquel antro oscuro donde los tragos eran baratos, la música muy alta y había que acercarse más de lo necesario para poder escuchar las palabras del otro. La cercanía propició el contacto físico que ninguno de los dos rehuíamos. La estratégica mano en la cadera y el alcohol en sangre hicieron todo lo demás. Al rato ya estábamos comiéndonos la boca.

A ella la conocía de las veces que me quedaba a dormir en el piso de mi ex. De trato cordial y amable, siempre me saludaba con dos besos bien cercanos a las comisuras de los labios. Yo me hacía el despistado, no fuera a darse cuenta la celosa de mi ex, entonces mi novia. No quería enturbiar la convivencia entre ambas. En más de una ocasión coincidimos en ropa interior en el pasillo yendo hacia el baño. "Esta noche tenéis juerguecita, ¿eh?" - me dijo una vez, plantándome un pico en la boca, como por accidente. Seguirle el juego hubiera sido contraproducente. Era evidente que quería algo conmigo y yo, pillado por mi novia, no quería ningún problema y desde luego, no le iba a dar pie. Desde aquel incidente trataba por todos los medios de evitarla. Un día me llegó a decir: "Tranquilo, que ella no se va a enterar", guiñándome un ojo. Tiempo después, cuando la cosa se calmó, me enteré que mi novia me ponía los cuernos con un tipo de su universidad. Rompí con ella, la mandé al carajo y no regresé más por aquel lugar.

Varias copas más tarde, y después de magrearnos todo lo que quisimos, pagamos la cuenta y nos fuimos de aquel lugar. "¿Adónde vamos?" - pregunté. "Vamos a mi casa" - constestó ella. Me quedé pensando. "Tranquilo, ella no está". Volver al lugar del crimen no me hacía ni puta gracia, pero estaba con un calentón que... en fin, nos fuimos a su casa. Cuando llegamos, nos metimos en su cuarto, un cuarto mucho más grande que la habitación donde vivía mi ex. La cama, también lo era. Ambos caímos en ella para continuar besándonos, ella subida a horcajadas encima de mí. Tardé poco en deshacerme de su blusa y aparecieron ante mi esos dos enormes pechos sostenidos por un delicado sujetador negro de encaje, que tuvo la amabilidad de desabrochar. Una vez liberados de su prisión, me dediqué a lamer esas enormes tetas con pezones del tamaño de una galleta. Eso la puso a mil por hora y comenzó a agarrarme de la polla por encima del pantalón. Me recostó sobre el colchón y comenzó a desabrocharme la bragueta, bajarme los pantalones y los calzoncillos, metiéndose mi verga en la boca. Parecía que llevaba mucho tiempo sin probar una por el empeño que le ponía. "Si sigues así, vas a hacer que me corra" - le imploraba viendo como se acercaba el clímax. "Déjame hacer a mí" - le dije agarrándola de los brazos y levantándola para luego, quitarle el pantalón, el tanga (también negro y de encaje) y dedicarme a explorar con mi lengua lo más profundo de su sexo.

No eran gemidos, sino alaridos lo que salía por la boca de Paula. Aquello me recordaba a las sesiones de sexo con mi ex, que tampoco se cortaba en aquellos menesteres y que traía fritos a los vecinos, que me miraban con mala cara cuando los encontraba en los espacios comunes de la finca. Paula, desde luego, nos tenía que oír. Las habitaciones daban pared con pared y la dichosa cama rechinaba con cada una de mis embestidas. Según me dijo Paula, en una de sus insinuaciones, solía masturbarse como una loca cuando nos oía a mí y a mi ex follar del otro lado. Ahora era ella quien tampoco se privaba del concierto estereofónico en dolby sorround, que aumentó en volumen e intensidad en cuanto se la metí por el coño, previamente enfundado con un condón. A diferencia de mi ex, Paula era más expresiva y comentaba la ejecución de la jugada indicando sus preferencias en cuanto a profundidad y dureza. También hubo referencias a Nuestro Señor, a todos los ángeles del cielo y cuando llegó al orgasmo, profirió un sonoro "Joder" que debió oírse más allá de nuestras fronteras. Para no dejarla sola y debido al ímpetu de la señorita en sus artes amatorias, me uní a ella en los gritos, los alaridos y la banda sonora. La cama, que debía ser nueva, no acompañó en el dueto.

Finalizado el primer round, exhaustos y bien sudados, caímos rendidos sobre el colchón. "¿Tienes un cigarro?" - me preguntó. En algún bolsillo de mis pantalones debía tener el paquete. El asunto es que tuve que levantarme a buscarlos y los hallé debajo de la cama. Saqué un cigarrillo y le ofrecí fuego, cosa que rehusó por el momento. Alargó la mano hacia la mesilla de noche, sacó una bolsa con un librillo de papel de arroz, una china de hachís y comenzó a liarse un porro. "Después de follar me gusta fumarme un peta" - me aclaró. Lo encendió, le dio una calada profunda y me lo pasó. Hacía mucho que no fumaba un porro. Mi ex era bastante reacia al uso recreativo de la resina del cáñamo y a causa de ella lo dejé por un tiempo. Tomé una segunda calada y le pasé el humo con mi boca. A ella le pareció divertido el juego y seguimos jugando hasta que se terminó el cigarrillo aliñado. El efecto nos puso cachondos de nuevo y volvimos a follar, ahora entre risas. El segundo polvo fue más tranquilo, menos acelerado que el primero. Disfrutábamos del contacto, de nuestras pieles, de como iba introduciéndole mi polla poco a poco, del ritmo pausado y firme, de las diversas posturas. Volvió a alargar la mano hacia la mesilla y extrajo una bala vibradora con la que empezó a estimular su clítoris. Momentos después me pidió que se la metiera por el culo. Con mi ex eso nunca fue posible. Solía decir que "por ahí, ni el rumor del viento". Ahora Paula me pedía que le practicara sexo anal. Esta chica sí que molaba. Se colocó a cuatro patas mientras yo comencé a comerle el coño desde atrás. Ella seguía con su bala vibradora, pero debió saberle a poco y sacó un nuevo juguete de la mesilla. Un dildo de color rosado que fue introduciéndose en su vulva. Yo seguí con los lengüetazos subiendo más allá de su perineo y acercándome más al objetivo. Con un dedo envuelto en sus jugos y algo de crema lubrificante comencé a rodear su entrada trasera. De nuevo comenzó el concierto y conforme iba introduciendo un segundo dedo, y hasta un tercero. Cuando el orificio estaba lo suficientemente dilatado, dejé entrar la cabeza de mi polla y poco a poco fui introduciéndosela. Una vez dentro, dejé un tiempo para que su cuerpo se adaptara al intruso y comencé a bombearla suave, pero de manera firme. Podía sentir la vibración del dildo a través de sus paredes.

Y allí estaba yo, dándole por el culo a la compañera de piso de mi ex. Aquella que me vacilaba y me ponía en un compromiso cada vez que coincidíamos en la casa. Aquella que había sido objeto de alguna de mis pajas y que era espectadora de excepción de aquellos polvos sonoros que tenía con mi ex. Aquella que me juraba en arameo con cada una de mis embestidas, mezcla de dolor y placer. Aquella que... De repente se oyó la puerta de la casa, era mi ex. Me puse nervioso, no sabía si seguir o salir de allí corriendo. Paula me dijo que continuara, que ahora le tocaba a mi ex escuchar cómo se la follaban. Aquello me supo a venganza, y reconozco que me excitó sobremanera y se me puso bien dura. Aumenté el ritmo con lo que subió el nivel de los decibelios. Mi ex debía estar flipando con aquello, se encerró en su habitación y apagó la luz. Nosotros seguimos con lo nuestro durante un rato más, hasta que terminé corriéndome abundantemente encima de su espalda.

Tras el segundo round (Paula contó unos cuantos más, según me confesó), quedamos dormidos. A la mañana siguiente, cuando desperté, Paula no estaba en la cama. La oí hablar con mi ex. "Vaya fiestecita te pegaste anoche, rica" - dijo mi ex. "Sí, la verdad es que no estuvo mal" - contestó Paula. "¿Y quién es el afortunado? Tienes que presentarme a ese portento..." - añadió mi ex. "Nada, un viejo amigo" - respondió Paula. "¿Le conozco?" - insistió mi ex. Yo estaba acojonado por si se le ocurría mencionar algo a Paula sobre mí. La verdad es que me daba igual si se enteraba mi ex, pero me daba algo de palo por Paula. No quería que tuviera una movida. "A lo mejor..." - fue la respuesta de Paula. "¿Y dónde vas con toda esa comida? - volvió a preguntar mi ex. "Me voy a encerrar todo el fin de semana con él, nos vemos el lunes..." - concluyó Paula, quien se metió en la habitación y cumplió su palabra.

lunes, 19 de agosto de 2013

Llévame a casa I

- "Llévame a casa, por favor" - me dijo, digámosle, Nicole, en un estado bastante lamentable.
Ese tipo de fiestas siempre acaban de la misma manera, con alguna baja por exceso de alcohol. Y si a eso le sumamos el empeño de la interesada de beber para olvidar, la cosa puede terminar muchísimo peor.
Lamentándolo mucho, pues la noche acababa de ponerse interesante cuando me presentaron a una chica preciosa que trabaja para una organización internacional, tuve que ejercer de héroe de la jornada y llevarme a, digámosle, Nicole, hasta su casa. ¿Y qué pasó con sus amigos? ¿acaso no vino acompañada? ¿Por qué tenía que ser yo quien cuidara de ella si apenas nos habíamos conocido hacía un par de horas? El alcohol, y vete tú a saber qué sustancias más, habían causado estragos entre los que se decían sus amigos. Una pandilla de niñatos que intentaban aprovecharse de sus horas más bajas. Y allí me encontraba yo, el pringado, el apestado, el infeliz, sosteniendo los apenas 50 kg. de aquella insensata al borde del coma etílico, arrastrándola por la calle en la búsqueda de un taxi.
- "¿Dónde vives?" - le pregunté.
- "No sé, por ahí" - contestó
Mal empezábamos. No era capaz de articular palabra y lo peor de todo es que me había hecho responsable de llevarla sana y salva hasta su casa. Otro en mi lugar hubiera pasado, sin embargo un servidor es incapaz de abandonar a una dama en apuros y haciendo de tripas corazón, porque la chica que me habían presentado hacía un rato era muy, pero que muy interesante; me hice cargo de la situación. Como no tenía referencia de dónde se hallaba su domicilio, eché mano de su bolso y busqué su identificación. Lamentablemente, el lugar era bastante lejos. Afortunadamente, conocía la zona donde residía porque era cerca de mi casa. Tomé un taxi, le indiqué la dirección y nos dirigimos para allá.
- "Ha bebido mucho tu amiga, ¿no?" - preguntó curioso el taxista.
- "Sí, la verdad es que sí" - contesté sin mucho ánimo.
- "Vaya, vaya... eso les pasa por no saber beber" - continuó el taxista con la conversación
- "Sí, será eso" - contesté educadamente. No soporto que los taxistas me den la brasa con sus moralinas.
- "No sabes la cantidad de chicas que recojo por las noches en ese estado." - siguió el taxista hablador.
- "Supongo" - contesté secamente para ver si captaba la indirecta de que no tenía ganas de hablar, mientras, digámosle, Nicole, hacía el gesto de querer vomitar.
- "Cuidado, que no me manche la tapicería" - dijo el conductor, parando a un lado de la calle.
Salió, dio la vuelta al taxi y abrió la puerta donde se encontraba la chica.
- "Mejor dejarla que vomite" - sugirió el taxista mientras la ayudaba a salir del coche.
Estaba siendo injusto con el tipo, se estaba portando genial y yo andaba de borde. Salí del coche a ayudarle con, digámosle, Nicole, a sujetarla mientras echaba hasta la primera papilla. A todo esto, saqué tabaco y le ofrecí al taxista. Aceptó y mientras sujetábamos a la chica, continuamos con la plática. Le conté que la había conocido hacía varias horas en la fiesta. Que había llegado con un grupito y entre ellos, uno que parecía su novio. Me los presentó un amigo que tenemos en común. A ella le saludé con los preceptivos dos besos y a él, que parecía que me miraba perdonándome la vida, le estreché la mano sin mucho entusiasmo. Con ella intercambié algunas palabras. A él, la verdad es que ni le hice ni puto caso. Se me hizo el típico chulito gilipollas que se cree la última Coca-Cola del desierto. Un puto mono con zapatos. Un par de risas tontas, dos comentarios frívolos y pronto les perdí de vista. Demasiado divinos para mi gusto. La noche continuaba, caras conocidas, música muy fuerte, salidas a la terraza para echar un pitillo. Entre pitillos, un gran estruendo se hizo en el salón. La parejita divina estaba discutiendo a grito pelado. Digámosle, Nicole, recriminaba al "primate" el haberle sorprendido liándose con otra. El otro negaba lo que había sido evidente y habían visto muchos ojos. Mal asunto. Gritos, golpes, bofetadas, arañazos, brazos que separan a los que se pelean, lágrimas. El conflicto terminó con el homínido dando un portazo y abandonando la fiesta acompañado de la colaboradora necesaria del delito y con, digámosle, Nicole, llorando en una esquina.

Después de haber vomitado hasta el alma y haberle limpiado un poco la cara con un pañuelo desechable que le dejó el amable taxista, la volvimos a meter en el coche. Se la veía pálida, frágil, incluso hasta hermosa. La verdad es que era una chica muy atractiva. Ciertamente atractiva. Si no fuera porque a mi me gustan más las chicas morenas. Qué narices, la chica estaba bastante buena y daba igual que tuviera los ojos azules y fuera rubia. Tenía un cuerpazo, unas piernas largas y bien torneadas rematadas en un delicioso culito respingón. Y qué decir de su escote, una maravilla... Una nueva arcada de, digámosle, Nicole, me sacó de la ensoñación.

- "Vaya cogorza que se ha cogido la señorita" - exclamaba jocoso el taxista.

Podría haber utilizado otra expresión menos castiza, pero sí, digámosle, Nicole había pillado una borrachera de campeonato. Tras el espectáculo con el humanoide de su novio, y después del llanto incontenible se acercó a la mesa donde estaban las bebidas y comenzó a beber. Los tragos fueron cayendo uno tras otro. En su desesperación por borrar el mal recuerdo, comenzó a beber de la botella. Como por arte de magia, decenas de buitres se le acercaron para sacar provecho de la pieza malherida. No tuvieron mucho éxito, el alcohol iba a ser su pareja esa noche. Una hora después, en estado de calamidad se acercó a mí y me pidió que la llevara hasta su domicilio.

- "Así que la llevas a casa, ¿eh? - dijo el taxista - Qué cabrón, con lo buena que está. Seguro que te lo agradece..."

Otra vez me volvía a caer mal el tipo. Dudaba de mis honestas intenciones, de mi solidaridad. Dudaba de mi condición de héroe y aunque la situación podría inducir a pensar que ocurriría algo, no iba a ser yo quien lo iniciara. Creo en el fair-play, en la igualdad de oportunidades. No me parece justo sacar ventaja de una situación así, ni tan siquiera ser el objeto del polvo de la venganza, que puede ser infinitamente satisfactorio por el empeño de la vengadora. "Así no te vas a comer una rosca en la vida" - me decían algunas personas conocedoras de mi quijotesca ética personal. Creo que no me ha ido mal comportándome como un caballero.

Al llegar a nuestro destino y tras pedirle insistentemente al taxista que dejara de tocar las pelotas (el tipo comenzó a hacer proposiciones deshonestas), salimos del taxi e iniciamos el camino a pie hasta la casa de, digámosle Nicole quien continuaba con una tremenda borrachera. Llegamos hasta el portal. Por suerte llevaba la llave, así que entramos en su casa, la ayudé a sentarse en un sofá y entré en la cocina para prepararle un café con sal con la intención de que vomitara todo lo que llevaba dentro. No es lo más recomendable por el peligro de deshidratación, pero habida cuenta del momento y de mis ganas de salir de allí corriendo, opté por aplicarle la "medicina" tradicional. La ayudé a llegar al baño y le di el mejunje para que echara la papilla. No tardó en hacer efecto el remedio y comenzó a vomitar. (Sé que hay géneros en la literatura erótica que abundan en lo escatológico, no es esa mi intención). Tras haberlo soltado todo, digámosle, Nicole, quedó abatida y apoyada en el retrete. Con la cantidad de líquido que había perdido había que tratar de hidratarla. Fui a la cocina mientras ella seguía soltando bilis y busqué con qué asentarla el estómago. Encontré una sopa de sobre y se la preparé. Le ayudé a tomársela y parece que entró en reacción, aunque seguía bastante débil. Su vestido estaba hecho un desastre con restos de vómito y no sé qué otras cosas más. Quizás si se echaba una ducha y se cambiaba la ropa sería lo apropiado, pero en el estado en el que se encontraba, dudo mucho que hubiera sido capaz.

Quitarle el vestido no fue difícil, ¿se imaginan? Lo más difícil fue hacerla entender que aquello no tenía nada que ver con el sexo. Aún medio inconsciente interpretó que al bajarle la cremallera del vestido buscaba algo más, y dispuesta a cumplir venganza contra las afrentas del macaco del novio, se lanzó como posesa a besarme la boca. Aunque lo consiguió, preferí esquivarla y seguir con la "operación ducha". Seguía en mis trece con lo del fair-play, y así, aunque me sobó repetidamente la polla por encima del pantalón conseguí meterla en la ducha desnuda. Y créanme, uno no es de piedra y tener a semejante portento de la naturaleza desnuda y a tu merced, hace que tu naturaleza crezca exponencialmente y la mente se nuble. El agua tibia recorriendo toda su extensión, sus pechos firmes, puntiagudos, desafiantes, su pubis perfectamente delineado en una magnífica interpretación de la depilación caribeña, mis manos que hacían de esponja con el gel dibujando todas sus curvas. Les juro que a punto estuve de saltarme mis propias reglas. Maldito fair-play!!!

Ya duchada, la sequé con una toalla y la llevé hasta donde me dijo que era su cuarto. Debajo de la almohada encontré su pijama y la ayudé a ponérselo. Estaba medio dormida, lo cual era mejor que el estado en el que se encontraba apenas una hora antes. Levanté la colcha y las sábanas y la metí en la cama. Me quedé observándola un momento hasta que se quedó dormida. Era el momento de marcharse y cuando salía por la puerta, con la voz aún ronca y entre sollozos me dijo: "No me dejes sola, por favor". La otra parte del fair-play, la de la caballerosidad, salió a relucir. En lugar de irme a casa como había planeado, me quedé allí, sentado en un sofá, velando el sueño de, digámosle, Nicole, por si me necesitaba. "Así no te vas a comer una rosca en la vida" - repicaba en mi cerebro...

jueves, 11 de julio de 2013

Roommates

Hace más de dos semanas que emprendí este viaje y  tanto en lo laboral como en lo personal está siendo de lo más satisfactorio. En lo laboral porque por fin se reconoce mi labor en el equipo, enviándome como representante de la empresa con plenos poderes para negociar contratos y licitaciones. En lo personal, por toda la gente maravillosa que estoy conociendo, nuestros socios locales, el personal del hotel, Carla (la chica que conocí en el avión), la gente de la embajada, mis paisanos expatriados. En estos días he podido disfrutar de una apretada agenda social, con fiestas, cenas, reuniones, a las que había de asistir pues era el homenajeado o el invitado especial. También he podido socializar con Carla que ha sido mi acompañante en algunas de estas citas. Una bella mujer, interesante, inteligente, con carácter, muy bonita y sensual. Todo lo que pueda decir de ella es poco. Con ella he hecho muy buenas migas, nos llevamos de maravilla. Estoy convencido de que será uno de mis mejores recuerdos de este país y que mantendremos la amistad por muchos años. Ni que decir tiene que el sexo con ella es excelente. Parece mentira, pero es difícil encontrar a alguien con la que te compenetres bien en la cama. En este caso, debo decir que estamos en la misma sintonía y en el mismo nivel de exigencia y ofrecimiento.
 
Para no ponerles los dientes largos, les comunico que mañana viajo al interior del país, a visitar una de las nuevas sucursales que nuestros socios han abierto en el último mes. Estaré allí por una semana y me alojaré en casa de una de nuestras expatriadas, responsable del proyecto en la zona. Por segunda vez en mi vida, compartiré casa con una mujer (salvo cuando me casé, o mientras anduve en casa de mi madre). Todo ello me ha llevado a recordar la época tras la universidad cuando me independicé y entré a vivir en un piso con otra gente, todos varones. Soy un poco especial, más bien estricto, con la limpieza y tras varias semanas de convivencia en aquella pocilga, decidí cambiar de aires y me puse a compartir casa con una chica.

Lo bueno de compartir casa con chicas es que son mucho más ordenadas que los chicos. No me gusta
hacer generalizaciones, pero en este caso creo que encontré un equilibrio bastante grande compartiendo piso con Paula. Limpia, ordenada, independiente. Estos eran unos de los requisitos fundamentales para la convivencia, y ella los cumplía a rajatabla. No tenía queja alguna de ella y sobre todo había la ventaja de que por su trabajo apenas coincidíamos en la casa. Era divertido, cuando yo me iba a trabajar, ella volvía del trabajo y cuando yo regresaba, ella salía. Eso era la mayor parte de los días, ya que muchas semanas trabajaba desde casa y se quedaba encerrada en su habitación. ¿Que cómo era? Paula era una chica alta y delgada, que hubiera podido pasar como modelo de pasarela. Su forma de vestir era elegante cuando salía a trabajar, y gustaba de ir muy ligerita de ropa cuando estaba en casa, al menos así la vi las pocas veces que coincidimos en casa. Se la veía una mujer muy ocupada, sin apenas tiempo para nada. A pesar de ser muy atractiva, nunca intenté nada con ella. Era la compañera de piso perfecta y no quería perderla por nada del mundo, y menos por intentar llevármela a la cama. Por otro lado, y por aquel entonces, amiguitas no me faltaban. De hecho las ausencias nocturnas por motivos laborales de Paula eran la excusa perfecta para llevar visitas a mi casa.

Realmente nunca supe a qué se dedicaba Paula hasta que un día, por motivos que no vienen a cuento, no fui a trabajar porque desperté muy tarde con una resaca tremenda. Dicen que tomar sal de frutas ayuda a pasar la acidez y el mal cuerpo, y con ese motivo, me dirigí a la cocina para prepárame el mencionado remedio. De camino a la cocina, al fondo en el pasillo, desde la habitación de Paula oigo un gemido. Al momento, escucho un segundo gemido acompañado de un: "Oh, sí, papi, dame duro con ésa, tu verga, oh, sí, papi, mmmmm, papi, mmmmm, me estoy viniendo, me estoy viniendo, ahhhhhhhh". Parecía que Paula tenía compañía. Quizás había aprovechado para traerse a algún amigo mientras me creía en el trabajo. Nada reprochable, a fin de cuentas, yo hacía lo mismo con mis amigas. Lo que tenía curiosidad era por ver cómo era el tipo con el que estaba, qué clase de tipos le gustaban a Paula y por qué no decirlo, cómo era ella en la cama. Por lo escuchado, tenía pinta de ser una fiera, sin embargo, no se escuchaba ningún crujido de muelles ni toda la parafernalia que una buena sesión de sexo tiene. Claro, que a lo mejor practicaban sexo tántrico de ese y no tenían que moverse para nada. Pero tampoco tenía mucho sentido aquello de "Oh, papi dame duro con ésa, tu verga". Los tántricos no dicen esas cosas. O sí...

El caso es que tras beberme la sal de frutas, me eché un momento en el sofá del cuarto de estar, tratando de recuperarme de la resaca. La cabeza aún me daba vueltas. Los domingos no son para irse de farra hasta las tantas con los amigotes. Di no a los cubatas domingueros después del partido de fútbol. Di no a "nos tomamos la última y nos vamos". Siempre di no a "venga, tío, no seas nenaza, tómate la penúltima". Y sobre todo, huye cuando te digan "vamos a ver qué hay abierto a estas horas". Quien busca, encuentra, no digo más. Bien, pues estando en ese estado calamitoso, de repente tengo una maravillosa visión. Mi compañera Paula vestida únicamente con un tanga se dirigía a la cocina. Al verme, se asustó y quedó paralizada, casi al borde de gritar. Yo, aún convaleciente, pero igualmente agradecido por la visión de aquella preciosa mujer casi desnuda frente a mí, sólo acerté a decir que no gritara, que estuviera tranquila. Rápidamente ella agarró un cojín y llena de vergüenza tapó su desnudez pudorosamente y se volvió a su cuarto en carrera y a voz en grito.

Pensé en el tipo que pudiera estar con ella en aquel momento. Ver a tu chica (proyecto de, rollete, novia, o lo que sea), entrando en la habitación corriendo y gritando hace sacar a uno el cavernícola que lleva dentro y en algún momento, el proceso evolutivo se detiene y regresa a la edad de piedra para saltar como un energúmeno a partirle los morros al presunto invasor. Pero allí no se escuchaba nada, ningún ruido. Quizás no hubiera nadie, pero ¿y Papi? Ella había mencionado al tal Papi mientras se corría en un estruendoso orgasmo. Si había un tal Papi, lo mejor era no aparecer por allí, no fuera a reventarme a puñetazos. Pero seguía sin escucharse nada. Avancé, poco a poco, a través del pasillo, como tanteando el terreno, con la visión en la puerta de salida por si tenía que salir por piernas. Llegué a la puerta de la habitación de Paula y eché un vistazo por la rendija de la puerta. No se veía nada, así que toqué la puerta como pidiendo permiso y entré. Me volví a encontrar a mi compañera de piso de la misma guisa, frente a una pantalla con una video-cámara. Ahí entendí todo, creí.

Aún faltaban años para la irrupción de Skype, pero ya eran posibles las video-conferencias con otros programas de mensajería instantánea. Supuse que estaba teniendo una conversación erótico-festiva por video-conferencia  con el susodicho Papi y en medio de la conversación, salió a tomar un vaso de agua y como pensaba que andaba sola en la casa, no le importó salir medio en cueros a la cocina. Cuando me encontró en el cuarto de estar tumbado en el sofá, se pegó un susto y salió disparada hacia la habitación. En ese sentido, tenía suerte, pues el supuesto Papi no saldría de la habitación para meterme una paliza. Sin embargo, podría vivir cerca y venir hasta el apartamento para propinarme un par de hostias bien dadas. Seguía con mis cavilaciones en el sofá del cuarto de estar, cuando Paula, ya enfundada en un escueto batín de seda roja, se sienta a mi lado y me dice que me tiene que contar una cosa. Por un momento pensé que me quería hablar de Papi, pero no, me equivoqué. Tenía algo que ver, pero no era sobre Papi.

Era acerca de su trabajo. Ya de por si los horarios eran bastante raros. Siempre supuse que tenía algo que ver con el ocio nocturno. Pensé que era relaciones públicas de alguna discoteca, quizás camarera o puede que trabajara de gogó. La verdad es que Paula tiene un cuerpazo que no deja indiferente a nadie. Ella comenzó a hablarme de que las circunstancias en su vida no siempre habían sido buenas, que hubo un momento en que se vio en graves problemas económicos. No sé dónde quería llegar con todo esto y qué relación tenía todo ello con su trabajo. Ella continuó relatando que conoció a alguien que le propuso trabajar en una línea caliente (esos servicios telefónicos donde uno puede tener una conversación de contenido erótico con otra persona). Al principio no le hizo mucha gracia, pero urgida por los problemas económicos, accedió. En aquellos años fue el boom de aquel tipo de negocios y Paula ganaba un buen dinero que le permitía sobrevivir, pagar parte de sus deudas y seguir estudiando. Tiempo después a alguien se le ocurrió la idea de que además de escuchar una voz sexy también se pudiera ver a la persona. Fue el nacimiento de las webcams eróticas. Habida cuenta del espectacular cuerpazo de Paula, pronto recibió ofertas para pasarse al nuevo negocio y urgida por la falta de dinero aceptó de inmediato. La cosa era sencilla, una conexión de internet, una vídeo cámara y calefacción en la casa ya que se pasaría la mayor parte del tiempo desnuda. No le fue difícil hacerse un hueco entre las más solicitadas. Meses después le llegó una oferta para trabajar como modelo en un catálogo de lencería y al mes siguiente, querían que participara en una película para adultos. Las ofertas eran tentadoras, podría ganar mucho dinero, pero no tenía nada claro si quería abandonar el anonimato que en cierta medida le permitía la webcam. Finalmente declinó. Durante un tiempo siguió ofreciendo espectáculos eróticos a través de la webcam compaginándolos con sus estudios de Ciencias Empresariales. Ninguno de sus compañeros sabía de su trabajo y podía llevar una vida más o menos cómoda, además de pagar poco a poco su deuda y darse un capricho de vez en cuando.

Su vida se complicó cuando un día, su acreedor, le pidió que saldara su deuda de inmediato, amenazando de muerte a uno de sus familiares más directos. Presionada y queriendo evitar el mal a su ser querido, fue a buscar a aquellos que le habían ofrecido trabajo haciendo el catálogo de lencería y la película porno. Estas personas ya no estaban interesadas en ofrecerle dichos trabajos, sin embargo, si le recomendaban otra posibilidad de hacer dinero de forma rápida. Le propusieron que trabajara como escort para una agencia especializada. Ellos se encargarían de hacer los contactos y ella, de todo lo demás. En principio se vio afectada por el dilema moral de aceptar un trabajo de esas características, pero la urgencia del momento y la posibilidad de que hicieran daño a su ser querido, la empujaron a ejercer dicha profesión.



A estas alturas de su relato, la historia me sonaba bastante familiar. No sabía si había visto la película o había leído esa historia en algún sitio. Qué casualidad que esas historias siempre sean iguales, como cortadas por el mismo patrón. Me podía creer lo de la webcam, que es una forma de ganar un dinero rápido y sin exponerse. Me podía creer hasta que se hubiera metido a escort por falta de dinero, pero siempre tenía que aparecer el elemento trágico para darle verosimilitud a la historia. No me lo tragaba, así que le dije a Paula: "Menos lobos, caperucita". Me miró con cara de estar flipando por mi reacción durante unos segundos y acto seguido comenzó a partirse de risa. Posteriormente me confesó que sí, que vio que aquello era una forma rápida y fácil de conseguir dinero y que gracias a ello podía llevar una vida cómoda y darse sus caprichos, que no la juzgara y sobre todo que fuera discreto. Por supuesto, fui una tumba. Había confianza, incluso los días que coincidíamos en la casa no había problema en que se paseara desnuda (su cuerpo era su herramienta de trabajo y era una delicia verla así). En cuanto a los clientes, nunca los llevaba a casa. Debía tener algún lugar especial (una apartamento, un hotel...) donde los llevaba. Alguna que otra vez fuimos a cenar fuera de casa, y siempre me invitaba ella. De alguna manera comenzamos a tener una amistad. Compartíamos casa, la nevera, confidencias, algunos gustos y gastos y sobre todo mucho, mucho respeto.

Si me preguntan si alguna vez tuve algo con ella, la respuesta inmediata será: "Defíneme algo". Las relaciones no están cortadas por el mismo patrón ni tienen el mismo alcance. Nosotros comenzamos a ser amigos, muy buenos amigos. Es cierto que en un par de ocasiones, copas y otras sustancias mediante, acabamos en la cama, lo cual no modificó en absoluto los términos en los que se había basado nuestra amistad. Seguimos siendo grandes amigos y eso era lo que importaba. Lamentablemente, tras dos años de convivencia, tuvimos que separarnos. Ella se marchó a Hungría a trabajar. No me dijo de qué, pero intuyo que tendrá que ver con la industria del entretenimiento adulto (hay cierta actriz de por allí que tiene un aire bastante parecido). De vez en cuando me escribo con ella. Sé que está bien y que es feliz y yo me alegro mucho. Así es como lo recuerdo, como una experiencia positiva. A saber qué me deparará en la casa de esta chica del trabajo. Ya os contaré...
 

martes, 25 de junio de 2013

Un año más.

Siempre he detestado eso de los aniversarios. Esos agujeros negros en el calendario que te recuerdan momentos que mejor sería olvidar o que su recuerdo no provoca más que sufrimiento. El blog cumple hoy un año, pero también es la fecha en que recuerdo el mayor error de mi vida. Un error que ha determinado todo mi existir desde el momento en que lo cometí. Cuántas lágrimas he vertido, cuánta tristeza he experimentado, qué desasosiego me entra cada vez que recuerdo el día y la hora, y quizás también el momento en que la conocí.
Todo comenzó con un cigarrillo. Ella me pidió uno y fue la excusa para que comenzáramos una conversación. De ahí a la cama, medió apenas una hora, Aún recuerdo el sabor de su sexo. El buen sexo que teníamos. No fue difícil enamorarme de ella. Por fin había encontrado la horma de mi zapato, la mujer que me retiraría de las calles, de ir saltando de cama en cama, la mujer por la que renunciaría a las otras mujeres...
Pronto comenzaron los celos, el control exhaustivo de mis entradas y mis salidas, las discusiones sin sentido. La primera equivocación fue hablarle de mi pasado, de mis correrías. Eran otros tiempos, otras circunstancias. Había cambiado. Sin embargo, nunca se aprobó mi redención, siempre fui el acusado, el sospechoso, sin derecho a la defensa. La segunda, fue permitir sus reprimendas injustificadas y el convertirme en el león domado. Pensé que a lo mejor con el tiempo, cambiaría. Que se daría cuenta de que mi compromiso con ella era lo bastante fuerte como para renunciar a todo lo que me había ofrecido la vida hasta el momento en que la conocí. Me equivoqué.
Tardé varios años en reconocer mi error. Estaba completamente anulado, vigilado, puesto en el banquillo de los acusados. En todo ese tiempo, me fui a vivir con ella, y me adentré cada vez más en una cárcel de la que no era capaz de salir. Un buen día, me harté y corté con ella. De eso, hoy, hace varios años ya. Lo que vino después, fue un sufrimiento constante, la depresión, la medicación, la humillación pública, las relaciones fallidas y tóxicas...
Un día como éste, hace un año, decidí abrir un espacio como éste, para recordar aquellos momentos y a aquellas mujeres con las que había tenido algo que ver. Quizás fuera una terapia, quizás fuera una forma de reivindicarme después de haber sido destruido. Luego comencé a relatar algunas historias que me iban sucediendo hasta convertirse en una especie de diario. Para quien diga que soy un fantasma, el número no es importante, desde luego. Tantos días tiene el año y tantas oportunidades tienes de conocer a tantas personas. La suerte, una fuerte propensión a meterme en problemas o ciertos estados alterados de la conciencia hacen el resto. También cuenta la aquiescencia de las otras partes involucradas. Si no, nada de esto hubiera ocurrido 
No quiero engañar a nadie, soy como soy. Ni mejor, ni peor. Tampoco he buscado venganza. Las cosas se dieron así y no hay que darle más vueltas. Seguiré escribiendo, me gusta. Seguiré contando experiencias del pasado, lo que me vaya ocurriendo, lo que se me ocurra. Hoy, hace un año comencé esta locura, espero que por mucho tiempo más.
Salud!

sábado, 22 de junio de 2013

Jet lag

Tocas la puerta de mi habitación. Ha sido un viaje largo. Quince horas metidos en ese avión, recorriéndonos medio mundo. Horarios cambiados y calor, mucho calor. Ya has dado muchas vueltas a esa cama y no consigues conciliar el sueño. Vienes buscando conversación o quizás algo más. Yo estoy un poco igual, tampoco puedo dormir. Hace un calor de mil demonios y ya voy por la segunda ducha. Abro la puerta y te recibo en boxers. Con este calor, sobran los protocolos. Traes una botella de whiskey. No sé cómo la has podido meter en el país, sabes que está prohibido. Entras. Llevas sólo una camiseta de tirantes y un pequeño short. Suerte que a esa hora nadie merodea por los pasillos. Si no, te hubieran llamado la atención. Ya sabes cómo se las gastan por aquí. Busco en la nevera algo de hielo y preparo un par de copas.
 
Coincidimos en el vuelo. Ibas sentada a mi lado. Antes de despegar hablaba con la secretaria de mi empresa para indicarle que ya estaba en el avión. Hablamos el mismo idioma y te atreviste a saludarme. Por tu acento debes ser de un país del caribe. Te lo pregunto. Acierto de pleno. Tantos años viviendo allá y ya no se me pierde un acento. Sigo preguntándote. "¿Qué hace una chica como tú volando hacia un país como ése? Te ríes y me cuentas que trabajas para un organismo internacional. Te destinaron allá como gerente de un programa. Ah, la cooperación internacional, qué mundo más interesante. Si no fuera porque me encanta ganar pasta, quizás hubiera terminado trabajando en ese sector. Te cuento acerca de lo que hago y qué es lo que me lleva a ese país. El vuelo se me hizo más entretenido gracias a tu conversación. Tenemos muchas cosas en común. Incluso, qué casualidad, nos vamos a hospedar en el mismo hotel. Veo que has traído un libro. Uno de Kapuscinski. Muy apropiado para nuestro destino. Hablamos de libros, de lo que nos gusta leer, lo que hacemos cuando no estamos trabajando...
 
Tres copas más tarde, estábamos en la cama desnudos. Follando. Qué se puede hacer mejor cuando no puedes dormir, cuando el maldito jet-lag te distorsiona los ritmos vitales. Follar. Y para follar necesitas compañía. Si no, te jodes y acabas haciendo pajas hasta que se te ponga colorada. Afortunadamente no es el caso. Ya en el avión habíamos conectado, había feeling. Ahora, en el hotel, y totalmente desinhibidos, no me costó nada bajarte el short. Mis manos acarician cada centímetro cuadrado de tus nalgas morenas, mientras me abrazas y me comes la boca con tus labios carnosos. Llevo mi mano a tu sexo, siento tu humedad. No quiero perder un minuto más y me abalanzo a chupártelo. Tienes un coño bonito, labios grandes y oscuros, palpitantes, ávidos de atención. Una hilera de vellos perfectamente delineados adornan tu monte de Venus. Y ese aroma, ummm, me dices que es un perfume íntimo. Qué delicia. Lamo tus labios, te introduzco un dedo, mi lengua se entretiene en tu clítoris. Suspiras. Tu sabor es salado. Mi lengua se entretiene con tu clítoris, rodeándolo, introduciéndose entre los pliegues que lo protegen. Gimes. Son dos dedos los que te tengo metidos. Entran y salen al compás de los movimientos de tus infinitas caderas. Introduzco un tercer dedo, mientras sigo comiéndote enterita. Jadeas. Te pido que chupes mi dedo índice y lo haces como si fuera una polla, llenándolo de saliva. Ese mismo dedo lo llevo hasta la entrada de tu ano. Lo masajeo haciendo círculos. Sigo lamiéndote el coño y te introduzco mi dedo poco a poco, conforme me va permitiendo la dilatación de tu cuerpo. Noto los otros tres dedos que te estoy metiendo en el coño a través de las paredes de tu recto. Ahogas tus gritos usando la almohada. Te corres.

Cuando te recuperas de tu orgasmo, te subes encima de mi y me muestras tus pechos grandes, enormes, majestuosos. Tus pezones son grandes, de color café. Quiero comérmelos, pero no me dejas. Ahora quieres recompensarme ahí abajo y son tus labios carnosos los que succionan mi sexo, de forma delicada aunque constante. No dejas de lado mis testículos y también les prestas tu atención. Sin embargo, me confiesas que estás bien arrecha (en tu país esa palabra significa que estás cachonda perdida) y que quieres que te la meta ya. No me hago de rogar y entra de una vez. Sin suavidad ni protocolo te pongo a cuatro patas y te empotro contra el cabecero de la cama. Vuelven los suspiros, gemidos, jadeos y gritos. Corroboro y certifico lo que ya sabía de las mujeres de tu país. Sois fogosas, ardientes y unas amantes excepcionales. Sigue haciendo calor, nuestros cuerpos están empapados de sudor, seguimos sin poder dormir, pero hemos encontrado una ocupación perfecta para aguantar los efectos del jet lag. En la calle, el muecín, anuncia la llegada de un nuevo día.

lunes, 17 de junio de 2013

Viaje...

Faltan horas escasas para mi viaje. Ya he repasado varias veces el equipaje y creo que estoy listo. Bueno, nunca se está completamente listo para un viaje. Siempre se olvidan algunas cosas, siempre surgen situaciones imprevistas para las que no se está preparado. En mi vida he tenido que viajar en muchas ocasiones y en la mayor parte de las veces, siempre eché de menos algo que dejé en casa. También las expectativas surgidas en torno al viaje puede que hagan que lleves exceso de equipaje. Nunca se está lo suficientemente preparado para un viaje. Desde luego no es mi caso.

Recuerdo mi primer gran viaje. Era la primera vez que salía a trabajar al extranjero. Hasta el momento siempre había vivido con mis padres. Era el momento de volar, de ser independiente. En mi maleta llevaba de todo lo que pensé que me podría ser necesario. Incluso me llevé una bolsa llena de condones con el pensamiento de que los gastaría en los 6 meses que estaría allí. Salía con ilusión, con ganas de vivir, con grandes esperanzas de hacer y deshacer a mi antojo. Obviamente no estaba completamente preparado. Al menos llevaba exceso de equipaje, o no.

Llegando a mi destino e instalado en la que iba a ser mi casa en los siguientes meses, llegaron las primeras complicaciones. No había llevado sábanas por lo que la primera noche dormí sobre el plástico de un colchón recién estrenado. Aquel contratiempo lo solucioné al día siguiente comprando unas sábanas nuevas. Curiosamente tenían un estampado de leopardo bastante estrafalario y que por algún motivo compré pensando en el morbo que podría causarle a las posibles invitadas. Menudo hortera que estaba hecho. La inexperiencia, quizás. Pero las putas sábanas fueron el motivo del segundo contratiempo. No sé de qué material estarían hechas que al usarlas me picaba todo el cuerpo y me salieron ronchas. Fue a partir de esa segunda noche cuando empecé a dormir en el incómodo sofá. Con miedo a repetir la experiencia, renuncié a comprar unas tradicionales sábanas blancas. También renuncié a llevarme a nadie a la casa, no fuera que la posible invitada acabara con erupciones en su cuerpo. Ahora me río de aquello, ya que bien podría haber devuelto las sábanas a la tienda y comprarme otras "hipoalergénicas". Todo fue un problema de idioma y que no quería gastar dinero en cosas que entonces entendía superfluas.

Lo del trabajo fue otra experiencia, ya que al no hablar el idioma local, tenía que comunicarme en inglés, lo cual estaba bien para aquellos que comprendían ese idioma, que no eran todos. Con el resto me tenía que comunicar por gestos, y hay gestos que en tu país pueden significar una cosa, pero que en otros lugares significan la contraria o pueden ser ofensivos. A mi me tocaron los gestos ofensivos, lo cual provocó no pocos conflictos con mis interlocutores. Poco a poco fui aprendiendo palabras, frases, expresiones y me fui haciendo entender. Tampoco sabía que en cada contexto las cosas se piden de una manera o de otra. Acostumbrado a un ritmo de trabajo frenético, donde el trato humano se restringe a la mera emisión de instrucciones, el reproducir ese esquema de trabajo en mi nueva ubicación fue motivo de retrasos en los primeros meses. Aprendí que en los distintos lugares tienen sus formas de hacer, sus ritmos y sus pequeñas parafernalias, y que dónde fueres, haz lo que vieres. Al final me mimeticé tanto con la cultura del lugar, que al regreso me costó volver a las costumbres de mi país de origen. Para eso, uno nunca está preparado.

Los siguientes problemas surgieron en tanto que quise hacer la primera limpieza general de la casa en la que vivía. Soy bastante ordenado y me encanta la limpieza, sin embargo no contaba con los utensilios necesarios para tener mi casa como los chorros del oro. Compré los productos necesarios, pero no hubo manera de encontrar una fregona. No tuve más remedio que aprender a limpiar por inundación, como allí se acostumbra. A parte de los problemas logísticos del hogar, estaban las costumbres del país como por ejemplo la prohibición de las bebidas alcohólicas o la extrema dificultad para hablar con las mujeres. La religión era uno de los handicaps más difíciles con los que tuve que lidiar, pero aún así, tenía mi bolsa con condones y la esperanza de que los gastaría todos en los siguientes meses.

Encontrar un grupo de personas con las que relacionarme fue también complicado. Con la gente del trabajo nunca hubo la suficiente confianza como para salir. Tampoco conocía allí a nadie, así que tuve que buscarme la vida yo solo. Cuando salía del trabajo buscaba entretenimiento paseando. Creo que en el primer mes me patee toda la ciudad, pero no conocí a nadie con quien salir y divertirme. Un día, caminando, escuché a un compatriota blasfemando a voz en grito. Se me pusieron los pelos de punta, me giré, le hablé y allí conocí a mi primer amigo en aquel lugar. Él estaba trabajando allí desde hacía un par de años y se conocía todos los secretos de aquella ciudad. También me presentó al grupo de expatriados y con ellos y ellas también establecí una amistad. Ya tenía con quien salir y si acaso, alguna posibilidad de utilizar el contenido de la bolsa de condones.

Craso error. Las mujeres del grupo estaban o emparejadas o bien no estaban por la labor. Y mira que lo intenté, pero quizás fui demasiado obsesivo con el tema y por eso no era capaz de comerme ni una rosca. Lo pasé genial con las fiestas de expatriados, conocí a un montó de gente interesante con los que compartía muchas cosas. Eran fiestas hasta altas horas de la noche, con mucho alcohol (que conseguíamos de contrabando), muchas risas y sobre todo muy buen rollo. Sin embargo, el denominador común de tanta fiesta es que siempre regresaba a casa solo. Ni qué decir tiene que la mencionada bolsa adquirió tintes de leyenda, tanto por su volumen como por mi dificultad a la hora de encontrar compañera con los que compartir su uso, y surgieron, no pocas bromas con respecto a ello.

Una semana antes de regresar, decidí hacer una fiesta en mi casa para despedirme del grupo con el que había entablado amistad. Decidí hacer una fiesta de disfraces. Compré todo lo necesario para que la fiesta fuera un éxito, incluso encargué un catering especial para agasajar a mis invitados. Decoré la casa con adornos para dar un ambiente diferente y festivo. Incluso utilicé las famosas sábanas de leopardo que al final encontraron un uso distinto para el cual fueron diseñadas. No conseguí localizar globos, con lo que recurrí a la famosa bolsa de condones apenado y consciente de que no los podría utilizar de otra manera. Los inflé todos y la decoración fue completa. Los invitados fueron llegando con sus respectivos disfraces y comenzó la fiesta. Yo me disfracé de sultán como no podía ser de otra manera. Llegaron muchos invitados y algunos añadidos que me fueron presentados. La fiesta discurrió entre risas, bailes, juegos y muchos tragos. No faltó el juego de la botella, en el que rehusé participar ya que tenía que atender a la gente que iba llegando. Todos estaban encantados con los globos improvisados, que eran el símbolo de mi derrota y buena parte de las risas de aquella noche.

Fue pasando la noche y las botellas reduciendo su contenido. El alcohol estaba comenzando a hacer estragos. La gente comenzaba a desfasar y temía que en cualquier momento se me fuera de las manos, y que la policía hiciera acto de presencia. Logré contener un poco el entusiasmo colocando un karaoke y proponiendo que la gente cantara. Fue muy divertido. Ahí es donde te das cuenta de que las canciones que consideras una horterada, son las mejores para este tipo de eventos, y sobre todo, que por muy lejos que estés de tu casa y por muy bien que lo estés pasando, siempre echas de menos las cosas de allá. Es muy especial porque además es algo que compartes con tus compatriotas, a pesar de que a mí, el nacionalismo, me toca mucho las pelotas.

No tardó en llegar la primera vomitona. Se trataba de una chica gringa que había venido con un grupo de invitados. La chica se pasó de copas y me la encontré agarrada del inodoro. La chica estaba en un estado lamentable y había que atenderla. Como buen anfitrión, me correspondió ocuparme del asunto, ya que sus acompañantes estaban fuera de cobertura (luego me enteré del uso y disfrute de mi habitación por parte de parejitas, cuando al hacer la limpieza encontré los restos de su pasión). Como era imposible atenderla allí y preocupado por su estado, decidí sacarla a la calle para que pudiera respirar aire fresco. Ni me quité el disfraz, aunque tampoco desentonaba porque precisamente esa era la forma de vestir de los lugareños. Tras unos minutos en la calle y viendo que no mejoraba, decidí llevármela al hospital que estaba a tres cuadras de mi casa, dejando al cargo de la fiesta a mi primer amigo. Así que con la gringa en brazos, me las apañé para llevarla a urgencias. Por aquel entonces ya conseguía hacerme entender en el idioma local y no me costó que la atendieran. Aunque los casos de intoxicación etílica son poco frecuentes en el lugar por el tema religioso, el médico que la atendió, supo hacer diligentemente su trabajo (resulta que había estudiado en el extranjero y sabía como proceder ante una borrachera). Para evitar problemas con su trabajo por las implicaciones que pudiera traerle un ingreso en el hospital por abuso de alcohol, en cuanto se repuso, pedí el alta voluntaria y me la llevé hasta su casa. Allí la metí en la cama y me quedé con ella por si necesitaba algo.

Cuando amaneció, le hice el desayuno y me fui para mi casa. Suponía que la fiesta habría terminado y cual fue mi sorpresa, cuando al regresar, me encontré a unos cuantos que todavía seguían bebiendo. Allí se quedaron hasta la hora del almuerzo. La casa había quedado hecha un desastre y tuve que emplear toda la tarde para dejarla mínimamente decente. La fiesta fue un éxito según me dijo mi amigo, y allí ocurrieron cosas que jamás sabré... pero desde luego que la gente se lo pasó genial. Estaba satisfecho.

La noche de antes de mi partida, nos reunimos unos cuantos amigos para cenar en plan tranquilo. A la cita acudió la gringa borrachilla del día de la fiesta. Cuando me vio, no paraba de agradecerme que la atendiera y  de decirme "my hero". La verdad es que tampoco me costó nada hacerlo y actué simple y llanamente como hubiera querido que hicieran conmigo en tales circunstancias. La cena fue un momento entrañable, recordábamos, entre risas, las anécdotas vividas, los mejores momentos de la fiesta hasta cuando me fui al hospital, y los mejores momentos durante mi ausencia. Tras el postre, la gente se fue yendo poco a poco y al final quedamos mi primer amigo, la gringa y yo. Mi amigo tampoco tardó en recogerse y así fue que acompañé hasta su casa a la gringa. Ya en la puerta, volvió a agradecerme la ayuda y me dio un dulce y tierno beso en los labios. Sabiendo como se las gastan los locales con ese tipo de manifestaciones de afecto, nos metimos en su apartamento y seguimos besándonos.

Los besos fueron acompañados de caricias cada vez más atrevidas. Hubo un momento en que ella me sentó en un sofá y me dijo que esperara. Se metió en su cuarto, puso música y se me presentó vestida como una odalisca bailando la danza del vientre. Era precioso ver a aquella chica rubia y menudita danzando de esa manera tan sensual y quitándose la ropa al compás de la música. En un momento dado, me hizo levantar para bailar con ella y poco a poco desnudarme. Una vez desnudos continuamos besándonos y metiéndonos mano. Ella, con mi polla en la mano, se agachó y se la introdujo en la boca. Jamás había visto tanto ímpetu en una mamada. Chupaba y lamía con desesperación y se la tragaba hasta la garganta, ayudándose de sus pequeñas manos. En reciprocidad, la llevé hasta el sofá y comencé a comerme su húmedo y depilado coño rosadito. Qué bárbaro, como gemía. Me decía groserías en inglés, lo cual me ponía cada vez más cachondo.
Mientras la chupaba, le metía dos dedos en su coño y otro en su ano. Se puso bien arrecha y comenzó a implorarme que me la follara. 

Había un pequeño detalle, no tenía condones ya que los había gastado todos como globos para la fiesta. Así se lo hice saber. Nunca sabe uno si va bien preparado y cuando uno menos se lo espera, la necesidad apremia. Ella se rió y me dijo en carcajada: "My hero, the guy of the condoms". Cría buena fama, y échate a dormir, pensé. Siempre admiré la capacidad logística de las empresas norteamericanas y en aquella ocasión, su empresa le había provisto de una caja de preservativos "just in case". Me puse uno y se la metí desde atrás de un empujón. "God bless America", le dije mientras se la metía una y otra vez haciendo un "doggie style". Después, se colocó encima de mi cual amazona y estuvo cabalgándome hasta que se corrió en un violento y estruendoso orgasmo con squirt (la primera vez que vi uno). Seguí dándole fuerte hasta que se vino nuevamente en varias ocasiones. No satisfecha con eso, me pidió que siguiera follándola pero en esta ocasión por el culo. Maravillas de la logística yankee, tenía un bote con lubricante que esparcí por su ano rosadito e introduje uno de mis dedos para abrir camino. Dos dedos más después y habiendo dilatado lo suficiente, le metí la verga por el mismísimo. Mientras, se clavaba, la masturbaba con una mano. Los gemidos eran gritos ahogados por un cojín. Cuando estaba por correrme, se la saqué, me quité el condón y me corrí abundantemente en su cara.

Aquel no fue el único condón que gasté en el viaje. A lo largo de la noche gastamos unos cuantos más. Las maravillas del té de menta y sus poderes afrodisiacos ;-). Aquella ocasión fue un aprendizaje para mí. La previsión no nos hace infalibles ante los diversos acontecimientos, pero nunca hay que bajar la guardia y darlo todo por sentado. Me voy con una sonrisa en los labios, con las expectativas siempre en alto, pero preparado para cualquier eventualidad. Afortunadamente ya sé pedir condones al farmacéutico en el idioma del lugar de mi destino. Salud, y la próxima vez escribiré desde lejanas tierras. Abrazos!!!

sábado, 15 de junio de 2013

Despedidas...

Ya voy haciendo las maletas para el viaje que me tendrá al menos un par de meses en el extranjero. Desde mi regreso a la ciudad que me vio nacer, no había salido, bien por causas del trabajo, bien por falta de dinero. Ahora, mi empresa me envía fuera para buscar nuevos proyectos y nuevos clientes con los que hacer negocios. Es momento de despedidas, de decirle hasta pronto a los amigos y amigas, familiares y demás seres queridos. 

El pasado fin de semana decidí ir a visitar a una pareja amiga a su ciudad, pasar unos días con ellos y de paso despedirme hasta la próxima. El viernes agarré el avión hasta su ciudad y allí estaban mis amigos esperándome en el aeropuerto. Era una visita esperada tras varios meses de posponer el encuentro. A él lo conozco desde mis años universitarios. Somos grandes amigos, casi hermanos. A ella la conocí después por casualidades de la vida. Un día se la presenté a mi amigo y desde entonces están juntos. Es bonito ver que una pareja que has presentado continúa después de tantos años. 

Nada más llegar, me llevaron a cenar a un restaurante cerca del puerto. Comimos una buena mariscada y recordamos viejas anécdotas acompañados de un excelente vino. Después, dando un paseo, fuimos para la casa y me instalaron en una habitación que habían preparado para mi visita. Estaba cansado del viaje y después de ducharme me metí en la cama para dormir. Tenía todo el fin de semana para disfrutar de ellos y quería estar bien descansado para los dos días que me quedaban. 

Al día siguiente, desperté gracias al olor de un delicioso desayuno. Desperezado, salí de la habitación y me encuentré a mi amiga sola en el salón. De madrugada llamaron a mi amigo y tuvo que salir todo el fin de semana por una emergencia en el trabajo. Me dejaba un mensaje, que lo sentía mucho y que nos veríamos a la vuelta. Vaya, tenía un contratiempo, pero por lo menos me quedaba en buena compañía. Lo que no sabía es que ella también tenía que ir a trabajar y me quedaría solo hasta por la noche. Ni modo, me daría una vuelta por la ciudad y aprovecharía el día para ver cosas que no había visto. No obstante, desayuné con mi amiga el delicioso desayuno que me había preparado. Terminado el desayuno, me vestí y antes de salir a la calle, me fui a despedir de mi amiga con un par de besos, solo que el segundo fue a parar a los labios. Juro por lo más sagrado que no fui yo quien lo buscó, pero ya que estábamos, seguimos besándonos hasta que en un arranque de decencia, me separé de ella, y para quitarle hierro al asunto, la abracé y le dije que me iba y que nos veíamos por la noche. Salí por la puerta nervioso y algo excitado. 

 He de decir que normalmente suelo ser yo el que busca este tipo de situaciones, pero en esta ocasión y tratándose de la esposa de mi amigo, nunca se me había pasado por la cabeza intentar nada con ella. Que sí, que he tenido rollos con novias o esposas de amigos míos, pero en este caso en concreto, no. Y no es que no me gustara ella, todo lo contrario. Es dulce, simpática y muy atractiva, pero no sé, nunca me había dado por ahí, y encima es la mujer de uno de mis mejores amigos. Me sentí mal, por supuesto, aquello no había sido el típico accidente de "uff, mira lo que ha pasado, lo siento". Fue un buen rato comiéndonos la boca, por lo que había cierta intencionalidad por parte de ella. No sé, no entendía nada. Lo mejor que podía hacer era hacerme el tonto como si nada hubiera sucedido y comportarme de manera correcta, o vete tú a saber. 

Dediqué la mañana a dar una vuelta por el paseo marítimo, visitar los edificios representativos, echar unas cuantas fotos, pasear por el famoso parque de estilo modernista. De verdad estaba disfrutando del paseo, pero no podía quitarme de la cabeza lo que había ocurrido en la mañana. ¿Estarían mal mis amigos? ¿por qué aquél beso? ¿qué cara pondría mi amigo si se enterara de esto? Me detuve un rato a comer en un bar del barrio del puerto. Era la opción más económica en aquella ciudad caracterizada por ser un centro turístico. No quería gastar mucho, ya que quería llevar algo de dinero para el viaje. Me pedí una cerveza esperando que me pusieran un aperitivo, pero allí no gastan de eso, así que me pedí un montadito de lomo para saciar el hambre que tenía después del largo paseo. Por la tarde me pasé por la catedral ésa que tienen a medio construir, eché algunas fotos y el resto del tiempo lo eché en un rompeolas de la playa, recordando la canción de un cantante local. 

Seguía con mis canciones sobre coches americanos y montes con parques de atracciones cuando me llamaron al móvil. Era mi amiga, que ya regresaba a casa y que me esperaba para cenar. En un intento por buscar normalidad a la situación contesté que ya iba para allá, que tardaría 20 minutos y que si quería que llevara algo para la cena. Me dijo que no hacía falta. Así que agarré un taxi y después de una clavada de carrera, llegué a la escena del crimen. 

Una vez allí, fingiendo una aparente normalidad, besé en las mejillas a mi amiga y le pregunté cómo se le había dado el día en el trabajo. Ella, que parecía algo nerviosa, me dijo que sentía mucho que me hubiera quedado solo todo el día y que me compensaría al día siguiente. Se la notaba algo cansada así que para seguir con mi plan de normalidad, la ayudé a hacer la cena. Preparamos algo de verdura. También había algo de queso y lo regamos todo con un buen vino. Durante la cena le conté todo lo que había hecho en el día. Los nervios del principio se fueron disipando y el incidente de la mañana parecía caso cerrado. Al terminar de cenar, le propuse salir a tomar una copa por ahí, pero como dije antes, estaba cansada y me dijo que mejor nos las tomábamos en casa.

Es horrible el calor que hace junto al mar. Toda esa humedad que se te pega a la piel y no dejas de sudar. Mientras preparaba los tragos, ella se metió a duchar. Cuando terminó salió a la sala con una camiseta de tirantes que le marcaba los pezones y unos shorts minúsculos. Aquello no hacía más que reeditar lo que había pasado en la mañana y en mis pantalones ya comenzaba a sentir una presión bastante importante. Antes de que la sangre llegara al río, decidí tomar una ducha y refrescarme. Estaba muy caliente y no era sólo por la temperatura ambiental. Tras la ducha y quedar fresco, salí y comenzamos a beber mientras conversábamos. Iban cayendo las copas y cuando nos quisimos dar cuenta, se acabó la botella. Le propuse abrir otra, pero me dijo que no, que le apetecía fumar un porrito.

Se levantó y fue a por una bolsa. En el camino se iba tropezando ya que le había empezado a hacer efecto la bebida. Cuando regresó, preparó el porro y nos lo fuimos pasando. Comenzaron las risas, los toquecitos y el tonteo. Estaba tan relajado y a la vez excitado que se me olvidó por completo mi amigo. Al parecer a ella también y tras un abrazo comenzamos a darnos besos en las mejillas. Poco a poco esos besos fueron acercándose más a los labios y de ahí surgieron los picos, como de tanteo. Finalmente las lenguas empezaron a tomar protagonismo y las ropas volaban detrás del sofá. Estaba recostado en el sofá y ella estaba encima de mi. Amasaba sus nalgas mientras ella me comía la boca. Nos fuimos a la habitación para estar más cómodos y allí, en la cama, nos dedicamos a follar como dos locos.

Tras el tercer asalto, quedamos exhaustos tumbados en la cama. Ya se me había pasado el efecto del hachís y comenzaba a tomar conciencia del escenario. Me lo había montado con la mujer de mi amigo y ahora empezaba a sentir remordimientos. La miré y todavía seguía con la respiración agitada después de su orgasmo. Me miró y vio un rastro de preocupación en mi cara. Me acarició la mejilla y me sonrió. "Uff, hacía tiempo que no la pasaba tan rico" - dijo ella. "Sí, pero..." intenté decir yo, pero me hizo callar. "Mira bebé (otra vez la dichosa palabra, qué coño pasa con las mujeres que todas me dicen igual), sé que ahora estás confundido, pero no tienes de qué preocuparte" - trató de tranquilizarme. "Estas cosas pasan. Tú me gustas y al parecer yo también te gusto a ti, pasó lo que tenía que pasar..." - añadió. "Pero, y [insertar aquí el nombre de mi amigo]..." - insití. "Bueno, déjame explicarte, hay cosas que no sabes de tu amigo y de mí. Hace tiempo que no estamos bien y no nos hemos separado por el tema económico. Tenemos la hipoteca y ya sabes que el trabajo es muy inestable. No queremos perder la casa. Convivimos juntos, pero cada quien duerme por su lado, aún así, somos grandes amigos. Anoche fingimos dormir juntos porque estabas tú, pero no, cada uno estamos haciendo nuestra vida por nuestra cuenta. De hecho, tu amigo está por ahí con su amiguita...".


Me quedé helado, no sabía qué decir. Aquello era una sorpresa. No obstante, lo había pasado de miedo con mi amiga y al parecer, ella también. La vida es así de curiosa. Un día los juntas y al otro día te enteras que están por divorciarse. Por la mañana te besas con alguien pensando que estás traicionando a un amigo y por la noche das cuenta de que aquel beso no era tan prohibido. Ni que decir tiene que pasamos un domingo delicioso. Nos duchamos juntos, estuvimos todo el día desnudos, jugando, explorando, conociendo facetas desconocidas que las condiciones de nuestra antigua amistad no nos había permitido conocer. Lamí sus pechos, me inundé de sus fluidos, follamos en las más diversas posturas, disfrutando de nuestros cuerpos y de una nueva dimensión con la que adornar nuestra relación. El lunes por la mañana, me despedí de ella con la promesa de un reencuentro a mi regreso. Después, agarré un taxi y me fui al aeropuerto.
Escribo estas palabras después de hacer las maletas, con un feliz recuerdo del fin de semana y las historias que me han sucedido en los últimos meses. Me voy con algunas cuentas pendientes y algunos compromisos a mi vuelta. No sé qué me depararán los próximos dos meses. Un país desconocido, una cultura distinta. Mucho trabajo, por supuesto. No quiero ir con ideas preconcebidas, ni con la idea de que me voy a tirar a todo lo que se me ponga por delante. Eso no funciona. Me dejaré llevar como hasta ahora. Siempre metido en líos, siempre buscándome problemas. Soy así, no lo puedo negar. Lo primero es aceptarlo y después afrontar las consecuencias. Nada de malas conciencias, nada de arrepentimientos. Hacer lo que a uno le gusta hacer porque a uno le gusta hacerlo y sobre todo porque es correspondido. Me voy, me voy con el convencimiento de que todas estas cosas que me han pasado, no son más que el reflejo de cómo entiendo la vida. Pura adrenalina....

Ya os contaré cómo me va, Salud!!!

viernes, 7 de junio de 2013

Deseo

Todavía estoy nervioso, aún siento esta taquicardia que no me deja tranquilo. Estoy sentado en la mesa de la oficina, tratando de guardar la compostura, pero estoy agitado, muy agitado. No puedo trabajar ni tampoco puedo concentrarme. No soy capaz de terminar las tareas que me faltan antes de irme de viaje. Estoy nervioso porque hace unos minutos sentí el impulso de besarte y me lancé.

Tú, que eres más juiciosa que yo, me esquivaste. Entiendo que no era ni el momento, ni el lugar (la oficina, tu despacho, cualquiera habría podido vernos...). Tampoco estoy seguro de si querías o no. Tan sólo sé que dijiste no y me abrazaste. Me abrazaste fuerte y me acariciabas la espalda. Sentía tus pechos aplastarse contra el mío. Traté de besarte de nuevo, y sí, me correspondiste el beso, pero en la mejilla.(si hubiera insistido, ¿me hubieras besado los labios?) Volviste a abrazarme, quizás para aplacar la bestia que llevo dentro.

Me separé de ti, avergonzado. Me dijiste que no pasaba nada, que estuviera tranquilo, que nos veríamos a mi vuelta. Sí, la verdad es que quería despedirme de ti antes de irme, pero no sé por qué todo se precipitó de aquella manera. Tal vez por la manera en que me hablas, tal vez por lo que me haces sentir, puro morbo y sexo. Quizás sea por mi propensión a buscarme líos. Creo que fue de todo un poco.

Ahora sigo nervioso, y pienso en las consecuencias. ¿Qué tal y si la he cagado? ¿qué tal y si se lo cuentas a todos los de la oficina? ¿podría perjudicarme todo ello? ¿interpreté mal las señales? ¿hubo tales señales? ¿será verdad lo que me dijiste de que no pasaba nada y que nos veríamos a mi vuelta? ¿me hubieras besado en otras condiciones? De lo único que estoy seguro es que ya deseo mi regreso para comprobarlo...

lunes, 3 de junio de 2013

Mensajería instantánea

Me llega un sms: "Ya se ha ido, te espero, bss".

Inmediatamente dejo todo lo que estoy haciendo y me dirijo a la ducha. Debo esperar un rato, no vaya a ser que me lo encuentre en la calle. Me enjabono entero entreteniéndome en aquellas partes que ya están duras con la expectativa de lo que vendrá después, aunque prefiero reservarme. Me encanta dárselo todo enterito a Cris, ver cómo cae en su boca y en sus pechos, cómo lo esparce por toda su piel. Me aclaro el jabón y me visto.

Me llega un mms: 
"Mira cómo me tienes. No tardes, porfa!!!"















Hace dos meses que estamos en esto, aprovechando la mínima ocasión para devorarnos, para comernos. Unas veces viene a mi casa y otras, cuando su marido va a trabajar, voy yo a la suya. En esta ocasión tendremos más tiempo para nosotros. El tipo se marcha de viaje un par de días. Decido mudarme a su casa durante el mismo período. Para estar más cerca de Cris, para disfrutar de esta bendita locura que me tiene loco desde el día en que nos conocimos.

Otro mms:
"Ya no tardes bb. Todo esto será tuyo"





















Salgo a la calle y camino deprisa las tres cuadras que me separan de su casa. Trato de manterner oculta la erección que me provocan sus fotos, sus insinuaciones y el recuerdo de las situaciones vividas. Quién me iba a decir a mí hace un par de meses que iba a estar con una mujer como Cris. Preciosa, inteligente, sexy. Todos esos calificativos son poco para definirla. El caso es que nos encontramos un buen día, quizás no en las mejores condiciones. Un encuentro casual, fortuito y treinta minutos más tarde ya estábamos besándonos. Así pasan las cosas y yo no me pude resistir a esos ojos verdes...

Más mms:
Bb, las niñas tienen frío, ¿vienes ya a arroparlas?

















ni a sus labios, ni a sus manos, ni a esos dos preciosos pechos que adoro lamer, mordisquear, acariciar y chupar. Ya me encuentro a menos de una cuadra. Debo ser cauto, no quiero que algún vecino indiscreto pueda sospechar o irse de la lengua. Tomo aire, y avanzo rápidamente los metros hasta el portal de su casa. "Cartero comercial" anuncio la contraseña tras llamar al portero automático. "Pase" - contesta Cris abriéndome la puerta. Mi corazón va a mil por hora, como aquella primera vez, como todas las veces, pensando en lo que me espera tras esa puerta.

La atravieso, y allí está, con esos jeans que le quedan formidables. Con esa blusa amarilla que contrasta con el color de su piel. Nos quedamos mirándonos por un instante, pero no podemos reprimirnos y en seguida nos abrazamos como fieras, como si nos faltara tiempo, como aquella primera vez en que me quedé prendado de esos dos ojos verdes, del tacto de su piel y el aroma del perfume que llevaba. Mis manos se me hacen escasas para poder abarcarla entera al mismo tiempo. Las suyas ya se han hecho cargo de mi pantalón y con diligencia se han apoderado de mi verga. "Suave, mi amor, tenemos todo el tiempo del mundo" - le digo mientras acaricio su cara. "La quiero ya, bebé" - dice antes de engullirla entera como quien devora un plato delicioso. No deja de lamerme, sabe que me encanta sentir sus labios, su lengua recorriendo toda mi polla. Me encuentro bien y no me importa esto que tenemos, no me importa que sea casada, ni que tengamos que escondernos para disfrutar de esta relación. No me importa el tiempo que dure, nada de eso me importa ahora... tan sólo me concentro en lo que Cris me está haciendo ahora.

Gracias, Cris, por dejarme compartir las fotos
Te adoro!!!