sábado, 15 de junio de 2013

Despedidas...

Ya voy haciendo las maletas para el viaje que me tendrá al menos un par de meses en el extranjero. Desde mi regreso a la ciudad que me vio nacer, no había salido, bien por causas del trabajo, bien por falta de dinero. Ahora, mi empresa me envía fuera para buscar nuevos proyectos y nuevos clientes con los que hacer negocios. Es momento de despedidas, de decirle hasta pronto a los amigos y amigas, familiares y demás seres queridos. 

El pasado fin de semana decidí ir a visitar a una pareja amiga a su ciudad, pasar unos días con ellos y de paso despedirme hasta la próxima. El viernes agarré el avión hasta su ciudad y allí estaban mis amigos esperándome en el aeropuerto. Era una visita esperada tras varios meses de posponer el encuentro. A él lo conozco desde mis años universitarios. Somos grandes amigos, casi hermanos. A ella la conocí después por casualidades de la vida. Un día se la presenté a mi amigo y desde entonces están juntos. Es bonito ver que una pareja que has presentado continúa después de tantos años. 

Nada más llegar, me llevaron a cenar a un restaurante cerca del puerto. Comimos una buena mariscada y recordamos viejas anécdotas acompañados de un excelente vino. Después, dando un paseo, fuimos para la casa y me instalaron en una habitación que habían preparado para mi visita. Estaba cansado del viaje y después de ducharme me metí en la cama para dormir. Tenía todo el fin de semana para disfrutar de ellos y quería estar bien descansado para los dos días que me quedaban. 

Al día siguiente, desperté gracias al olor de un delicioso desayuno. Desperezado, salí de la habitación y me encuentré a mi amiga sola en el salón. De madrugada llamaron a mi amigo y tuvo que salir todo el fin de semana por una emergencia en el trabajo. Me dejaba un mensaje, que lo sentía mucho y que nos veríamos a la vuelta. Vaya, tenía un contratiempo, pero por lo menos me quedaba en buena compañía. Lo que no sabía es que ella también tenía que ir a trabajar y me quedaría solo hasta por la noche. Ni modo, me daría una vuelta por la ciudad y aprovecharía el día para ver cosas que no había visto. No obstante, desayuné con mi amiga el delicioso desayuno que me había preparado. Terminado el desayuno, me vestí y antes de salir a la calle, me fui a despedir de mi amiga con un par de besos, solo que el segundo fue a parar a los labios. Juro por lo más sagrado que no fui yo quien lo buscó, pero ya que estábamos, seguimos besándonos hasta que en un arranque de decencia, me separé de ella, y para quitarle hierro al asunto, la abracé y le dije que me iba y que nos veíamos por la noche. Salí por la puerta nervioso y algo excitado. 

 He de decir que normalmente suelo ser yo el que busca este tipo de situaciones, pero en esta ocasión y tratándose de la esposa de mi amigo, nunca se me había pasado por la cabeza intentar nada con ella. Que sí, que he tenido rollos con novias o esposas de amigos míos, pero en este caso en concreto, no. Y no es que no me gustara ella, todo lo contrario. Es dulce, simpática y muy atractiva, pero no sé, nunca me había dado por ahí, y encima es la mujer de uno de mis mejores amigos. Me sentí mal, por supuesto, aquello no había sido el típico accidente de "uff, mira lo que ha pasado, lo siento". Fue un buen rato comiéndonos la boca, por lo que había cierta intencionalidad por parte de ella. No sé, no entendía nada. Lo mejor que podía hacer era hacerme el tonto como si nada hubiera sucedido y comportarme de manera correcta, o vete tú a saber. 

Dediqué la mañana a dar una vuelta por el paseo marítimo, visitar los edificios representativos, echar unas cuantas fotos, pasear por el famoso parque de estilo modernista. De verdad estaba disfrutando del paseo, pero no podía quitarme de la cabeza lo que había ocurrido en la mañana. ¿Estarían mal mis amigos? ¿por qué aquél beso? ¿qué cara pondría mi amigo si se enterara de esto? Me detuve un rato a comer en un bar del barrio del puerto. Era la opción más económica en aquella ciudad caracterizada por ser un centro turístico. No quería gastar mucho, ya que quería llevar algo de dinero para el viaje. Me pedí una cerveza esperando que me pusieran un aperitivo, pero allí no gastan de eso, así que me pedí un montadito de lomo para saciar el hambre que tenía después del largo paseo. Por la tarde me pasé por la catedral ésa que tienen a medio construir, eché algunas fotos y el resto del tiempo lo eché en un rompeolas de la playa, recordando la canción de un cantante local. 

Seguía con mis canciones sobre coches americanos y montes con parques de atracciones cuando me llamaron al móvil. Era mi amiga, que ya regresaba a casa y que me esperaba para cenar. En un intento por buscar normalidad a la situación contesté que ya iba para allá, que tardaría 20 minutos y que si quería que llevara algo para la cena. Me dijo que no hacía falta. Así que agarré un taxi y después de una clavada de carrera, llegué a la escena del crimen. 

Una vez allí, fingiendo una aparente normalidad, besé en las mejillas a mi amiga y le pregunté cómo se le había dado el día en el trabajo. Ella, que parecía algo nerviosa, me dijo que sentía mucho que me hubiera quedado solo todo el día y que me compensaría al día siguiente. Se la notaba algo cansada así que para seguir con mi plan de normalidad, la ayudé a hacer la cena. Preparamos algo de verdura. También había algo de queso y lo regamos todo con un buen vino. Durante la cena le conté todo lo que había hecho en el día. Los nervios del principio se fueron disipando y el incidente de la mañana parecía caso cerrado. Al terminar de cenar, le propuse salir a tomar una copa por ahí, pero como dije antes, estaba cansada y me dijo que mejor nos las tomábamos en casa.

Es horrible el calor que hace junto al mar. Toda esa humedad que se te pega a la piel y no dejas de sudar. Mientras preparaba los tragos, ella se metió a duchar. Cuando terminó salió a la sala con una camiseta de tirantes que le marcaba los pezones y unos shorts minúsculos. Aquello no hacía más que reeditar lo que había pasado en la mañana y en mis pantalones ya comenzaba a sentir una presión bastante importante. Antes de que la sangre llegara al río, decidí tomar una ducha y refrescarme. Estaba muy caliente y no era sólo por la temperatura ambiental. Tras la ducha y quedar fresco, salí y comenzamos a beber mientras conversábamos. Iban cayendo las copas y cuando nos quisimos dar cuenta, se acabó la botella. Le propuse abrir otra, pero me dijo que no, que le apetecía fumar un porrito.

Se levantó y fue a por una bolsa. En el camino se iba tropezando ya que le había empezado a hacer efecto la bebida. Cuando regresó, preparó el porro y nos lo fuimos pasando. Comenzaron las risas, los toquecitos y el tonteo. Estaba tan relajado y a la vez excitado que se me olvidó por completo mi amigo. Al parecer a ella también y tras un abrazo comenzamos a darnos besos en las mejillas. Poco a poco esos besos fueron acercándose más a los labios y de ahí surgieron los picos, como de tanteo. Finalmente las lenguas empezaron a tomar protagonismo y las ropas volaban detrás del sofá. Estaba recostado en el sofá y ella estaba encima de mi. Amasaba sus nalgas mientras ella me comía la boca. Nos fuimos a la habitación para estar más cómodos y allí, en la cama, nos dedicamos a follar como dos locos.

Tras el tercer asalto, quedamos exhaustos tumbados en la cama. Ya se me había pasado el efecto del hachís y comenzaba a tomar conciencia del escenario. Me lo había montado con la mujer de mi amigo y ahora empezaba a sentir remordimientos. La miré y todavía seguía con la respiración agitada después de su orgasmo. Me miró y vio un rastro de preocupación en mi cara. Me acarició la mejilla y me sonrió. "Uff, hacía tiempo que no la pasaba tan rico" - dijo ella. "Sí, pero..." intenté decir yo, pero me hizo callar. "Mira bebé (otra vez la dichosa palabra, qué coño pasa con las mujeres que todas me dicen igual), sé que ahora estás confundido, pero no tienes de qué preocuparte" - trató de tranquilizarme. "Estas cosas pasan. Tú me gustas y al parecer yo también te gusto a ti, pasó lo que tenía que pasar..." - añadió. "Pero, y [insertar aquí el nombre de mi amigo]..." - insití. "Bueno, déjame explicarte, hay cosas que no sabes de tu amigo y de mí. Hace tiempo que no estamos bien y no nos hemos separado por el tema económico. Tenemos la hipoteca y ya sabes que el trabajo es muy inestable. No queremos perder la casa. Convivimos juntos, pero cada quien duerme por su lado, aún así, somos grandes amigos. Anoche fingimos dormir juntos porque estabas tú, pero no, cada uno estamos haciendo nuestra vida por nuestra cuenta. De hecho, tu amigo está por ahí con su amiguita...".


Me quedé helado, no sabía qué decir. Aquello era una sorpresa. No obstante, lo había pasado de miedo con mi amiga y al parecer, ella también. La vida es así de curiosa. Un día los juntas y al otro día te enteras que están por divorciarse. Por la mañana te besas con alguien pensando que estás traicionando a un amigo y por la noche das cuenta de que aquel beso no era tan prohibido. Ni que decir tiene que pasamos un domingo delicioso. Nos duchamos juntos, estuvimos todo el día desnudos, jugando, explorando, conociendo facetas desconocidas que las condiciones de nuestra antigua amistad no nos había permitido conocer. Lamí sus pechos, me inundé de sus fluidos, follamos en las más diversas posturas, disfrutando de nuestros cuerpos y de una nueva dimensión con la que adornar nuestra relación. El lunes por la mañana, me despedí de ella con la promesa de un reencuentro a mi regreso. Después, agarré un taxi y me fui al aeropuerto.
Escribo estas palabras después de hacer las maletas, con un feliz recuerdo del fin de semana y las historias que me han sucedido en los últimos meses. Me voy con algunas cuentas pendientes y algunos compromisos a mi vuelta. No sé qué me depararán los próximos dos meses. Un país desconocido, una cultura distinta. Mucho trabajo, por supuesto. No quiero ir con ideas preconcebidas, ni con la idea de que me voy a tirar a todo lo que se me ponga por delante. Eso no funciona. Me dejaré llevar como hasta ahora. Siempre metido en líos, siempre buscándome problemas. Soy así, no lo puedo negar. Lo primero es aceptarlo y después afrontar las consecuencias. Nada de malas conciencias, nada de arrepentimientos. Hacer lo que a uno le gusta hacer porque a uno le gusta hacerlo y sobre todo porque es correspondido. Me voy, me voy con el convencimiento de que todas estas cosas que me han pasado, no son más que el reflejo de cómo entiendo la vida. Pura adrenalina....

Ya os contaré cómo me va, Salud!!!

2 comentarios:

  1. si que es una historia...podrías dar aviso de que país te espera para dar las alertas nacionales necesarias jaja...suerte en eso y a recolectar sabrosas historia...espero que no sea Chile jeje

    ResponderEliminar
  2. Descuida, Chile no es. Chile me lo tengo bien pateado, poh! Cuando regrese allá, se hará saber.

    Salud-os

    ResponderEliminar

Hoja de reclamaciones