jueves, 12 de septiembre de 2013

Llévame a casa II

"Así no te vas a comer una rosca en la vida", con esas palabras, totalmente premonitorias, rondándome por la cabeza, terminé la aventura de, digámosle, Nicole. Ya bien amanecido después de la noche de autos, desperté por los gritos de la susodicha, quién en medio de una resaca horrible, no recordaba nada de lo ocurrido y se extrañaba de mi presencia en su habitación. "¿No me habrás follado, cabrón?" - esa era la única preocupación de la chica, que amenazándome con un bate de béisbol (o era de softball?) me invitaba a largarme de aquel lugar. Ni tan siquiera un gesto de agradecimiento por haberla llevado sana y salva hasta su casa. Antes de recibir un golpe en la cabeza o de que llamara a la policía, me fui de allí cagando viruta.

Como decía la canción: "Al inocente lo linchan, al son de la calumnia". Eso fue un poco lo que me pasó a mí. Quizás tuvo lo que llaman la resaca moral, que es cuando te arrepientes de haber bebido tanto y todas las locuras que hubieras podido cometer en estado de embriaguez. El no saber cómo había llegado hasta allí, con pijama y todo y encima encontrarse a un tipo dormido en un butacón de la habitación, debió indicarle que algo había pasado, y lo primero que se le había ocurrido es que yo me había aprovechado de ella. Tal vez se tenia en tan alta consideración, que pensaba que lo lógico hubiera sido que estando ella tan buena como estaba, yo me la hubiera beneficiado. Supongo que ni tan siquiera se acordaba del hecho que había generado todo aquello, y que aún se veía de novia con aquel individuo. ¿Quién sabe? Lo único que sé es que por hacer una buena acción casi salgo apaleado literalmente...

Hubieron más ocasiones en que tuve que ejercer de héroe, y bien me cuidé de ir acompañado por otra persona o de abandonar el lugar del crimen una vez depositado el cuerpo del delito en su respectivo domicilio. También procuraba evitar compañías que bebieran mucho más que yo. Quien evita la ocasión, evita el peligro, dicen. Es cierto que eran otros tiempos, era más joven y esas situaciones se daban con bastante frecuencia. Con los años y con las medidas cautelares, esos episodios se van dando menos.

Lo que me motivó a escribir el anterior relato, fue algo que me sucedió la semana pasada. Recibí un email de alguien con quien ya tuve un affaire tiempo atrás, cuando vivía en otro país. Fue la típica historia del "choque y fuga" como le dicen allá. No hubieron víctimas, pasamos un buen rato y cada mochuelo a su olivo, lo cual no fue impedimento para que construyéramos una bonita amistad con el tiempo. Digámosle, Vicky, era una paisana que trabajaba como expatriada en el mismo país donde yo residía. Nos conocíamos de las fiestas que organizaba el personal internacional allí presente. Esas pequeñas burbujitas de oxígeno en medio de un ambiente hostil y de duro trabajo, donde lo normal es buscar algo de cariño, algún consuelo, hasta que por fin te das cuenta de que te has liado con casi todas las chicas disponibles. En esas estábamos mientras las copas caían una detrás de otra. No lo recuerdo bien pero debieron ser unas manos que se encuentran, miradas que no se rehuyen y el calor, el dichoso calor que todo lo trastoca. Cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos los pantalones por los tobillos, follando en uno de los aseos de la casa. Al día siguiente, tras la resaca, un vago recuerdo y a otra cosa, mariposa. Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas.

Habían pasado varios años de aquello. Seguíamos en contacto, y en más de una ocasión habíamos trabajado juntos, pero nunca se hizo mención a lo ocurrido. La correspondencia era habitual, como la que tienes con alguien a quien aprecias mucho y le felicitas el cumpleaños o las fiestas. Recibir su email no era algo extraño. La sorpresa era que después de muchos años en aquel destino, regresaba a nuestra ciudad como estación intermedia para un nuevo destino. Quería reunirnos a todos aquellos viejos conocidos que estábamos disponibles en la ciudad, para vernos, charlar, cambiar impresiones.

Reunión agradable, viejos amigos, compañeros de fatigas y fiestas allende los mares. Vicky, a pesar de los años, no ha cambiado. Siempre con una sonrisa en la boca, siempre de tan buen humor. Es una tía estupenda, divertida y algo alocada. Me recibió con el mejor de los abrazos y dos besos bastante apretados. Una vez todos reunidos, fuimos a dar una vuelta por una zona de bares bastante conocida de la ciudad. Resulta que eran las fiestas del barrio, así que decidimos dar una oportunidad a la verbena y nos fuimos hasta la plaza principal donde habría un concierto. Se trataba de una de esas bandas que tocan en los pueblos repitiendo el mismo repertorio que va desde la típica canción del verano hasta el más rancio tema de folclor patrio. Los vasos de litro ayudaron a que nos lo pasáramos bastante bien. Cuando terminó el concierto, después de varios bises, nos dirigimos a otra zona de bares para terminar la noche.

Tuve oportunidad de hablar con varios de mis antiguos compañeros y compañeras. De la vida, de cómo nos encontrábamos en aquel momento, del pasado. Quizás con quien menos hablé fue con Vicky, a la que le perdí el rastro en algún momento entre las 3 y las 4 de la madrugada. Suponía que habría ligado y que se habría ido a su casa a follar con cualquiera que hubiera conocido, como tenía por costumbre. Llegó la hora del cierre del bar y decidimos finalizar la reunión. Cada uno se iría a su casa. Aprovechando que hacía buena temperatura y por no esperar al autobús nocturno, pensé que la mejor opción era ir caminando. Nada más doblar la esquina me encuentro a una chica vomitando en una papelera. No era sino Vicky, que de nuevo se había pasado de copas y estaba pagando las consecuencias de su exceso. Obviamente, fui en su ayuda y le pregunté por su estado. "Llévame a casa" - me dijo. La misma vieja canción. Parece que tengo un imán para estas situaciones. Pronto me hice cargo, llamé a un taxi que pasaba por ahí y la metí en el coche. No hizo falta preguntarle la dirección, nos dirigimos a mi casa. Ella estaba alojada en casa de sus padres y no era plan de llevarla en ese estado allí. Por suerte nos tocó un taxista poco hablador, cosa de agradecer. Llegamos a mi casa y la llevé al baño para que pudiera lavarse. En lugar de hacerle un café con sal, opté por hacerle una manzanilla para asentarle el estómago. La hice que se lo tomara y parece que entró en reacción. También le di una bebida isotónica para que recuperara los minerales y el líquido que había perdido. Tantas veces haciendo de enfermero, que ya conocía los pasos a seguir. No como cuando eres un crío y haces las barbaridades que oyes por ahí. Cuando se encontró un poco mejor, le ofrecí darse una ducha, toallas y una camiseta para utilizar como pijama. Entró, se duchó, se puso el pijama y la ayudé a meterse en mi cama. Yo me iría a dormir al sofá.

No sé si sería el cansancio, pero tampoco se me pasó por la cabeza nada sexual. La situación era morbosa, sí, pero tantas veces me ha ocurrido y nunca ha pasado nada, que mi mente descartó automáticamente cualquier posibilidad. Además estaba agotado, quizás algo pasado de copas pero manteniendo el control. Lo mejor era dormir. Así hice, me quité la ropa y me quedé en calzoncillos, me eché en el sofá, cerré los ojos y me quedé frito al momento. La mente es extraña y a veces te sorprende con sueños que tienen que ver con lo que estás viviendo. Soñé cuando vivía en el extranjero, una de esas fiestas de expatriados. Estaban todos los compañeros con los que acababa de estar en la verbena, y algunos otros que por "h" o por "b" están trabajando en otros lugares. También andaba por ahí mi ex, con sus amigas estúpidas que me sacaban de quicio. Soñar con mi ex se está volviendo algo cotidiano en los últimos meses. Parecía que se iba a convertir en pesadilla. Fue la visión de Vicky la que salvó el sueño. Vestía la misma ropa que un rato antes de ponerse mi vieja camiseta de los Maiden sin mangas. Se acercaba a mí, y me decía: "Por favor, llévame a mi casa". No estaba borracha, al menos no lo parecía. Lo mejor de los sueños es que no tienes que tomar taxis y al momento estábamos llegando a mi habitación de aquellos tiempos. Me besaba. Y cómo me besaba. Besos húmedos, todo lo húmedos que pueden ser los besos en los sueños. Me besaba con dulzura, con avidez, con ganas. Era uno de esos besos largos, sin pausa, donde las lenguas se entremezclan de forma delicada. Ya saben, esos besos... No contenta con eso, se dispuso a desabrochar la hebilla del cinturón y a bajarme lentamente los pantalones, agachándose para restregar su cara por encima de mis boxers que ya formaban una tirante tienda de campaña. Sus manos se introducían por debajo de la tela de algodón preparada para despojarme de tan sutil prenda. En el momento en el que iba a comenzar la esperada mamada, un fuerte ruido de cacharros contra el suelo me despertó de tan plácida ensoñación.

Debían ser las 11 de la mañana. Vicky se había levantado y quería preparar un desayuno para los dos. Al no conocer mi cocina, se lió con los cacharros y acabaron en el suelo.

- "Siento haberte despertado" - dijo Vicky con algo de rubor en su cara.
- "No te preocupes, no pasa nada. ¿Has dormido bien?" - contesté aún con legañas en los ojos.
- "Sí, tío, muchas gracias. Eres un sol" -
- "Sólo espero que no tengas resaca. Si eso, tómate un ibuprofeno. Los tienes en el baño"
- "Eso me vendrá bien, gracias"

Fui al baño y saqué del botiquín un par de ibuprofenos para que se los tomara. Yo opté por una sal de frutas.

- "¿Te acuerdas del jugo de papaya?" - le pregunté recordando aquel remedio tropical contra la "goma".
- "Sí, jajajá" - rió - "Santo remedio, no jodás, jajaja" -
- "La cantidad de esa mierda que bebimos, ¿recuerdas?"
- "Y las güirilas con cuajada en aquel caramanchel..."
- "Joder, ¡cómo nos lo pasamos!"
- "Sí, a huevo..."

Recordamos viejas anécdotas de nuestro pasado en común en aquel país, mientras preparaba un desayuno a base de huevos revueltos, bacon, tostadas, café y zumo de naranja. En cierto momento de la conversación surgió el tema de nuestra aventura fugaz.

- "¿Y dices que se enteraron todos?" - pregunté
- "Lo cierto es que no fuimos nada discretos" - contestó con una sonrisa pícara.
- "¿Tú crees?"
- "¿No recuerdas el cachondeíto cuando salimos?"
- "¿Cachondeíto? No, la verdad es que no recuerdo nada. Tengo algunas lagunas de lo que pasó esa noche"
- "No me extraña, estábamos bien pedo..."
- "Pero, ¿cómo pasó? ¿Cómo llegamos a ello?

Vicky se sentó a mi lado y me tomó de la mano. Empezó a hacerme un relato exhaustivo de lo que ocurrió aquella noche. Resultó que llegamos a la fiesta, que empezamos a beber y que en un momento de la noche empezamos a jugar a "la botella". Dichosa botella... Después de varias rondas, de picos en bocas conocidas y alguna que otra desconocida, la cosa empezó a desmadrarse y los besos ya no eran tan castos. En una de las tiradas, me tocó con una chica que estaba dormida de la tremenda cogorza que llevaba encima. Me tocó repetir y me tocó Vicky. Con ella nunca había pasado nada, y debo reconocer que a mi me gustaba un poco. Comenzamos a besarnos tímidamente, hasta que la cosa pasó a más y tuvieron que pararnos porque aquello ya duraba varios minutos. Nos sentamos juntos cogidos de la mano mientras los demás seguían con el juego. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro por los efectos del alcohol, yo giré la cabeza y comenzamos a besarnos de nuevo. A esto que ella se subió encima de mí y los compañeros del juego empezaron a aclamarnos. Vicky se levantó, me agarró de la mano y salimos de la sala para buscar algún lugar más íntimo. El único sitio desocupado era el baño y allí nos metimos. La urgencia de la calentura nos hizo olvidarnos de los preliminares, le bajé los pantalones mientras ella hacía lo propio con los míos. La puse de espaldas frente a mí y se la metí por detrás mientras se agarraba del lavabo. A partir de ahí, los recuerdos se hacían borrosos para Vicky, que sólo recordaba la ovación del público cuando salimos del baño. Yo sé que eso no se dice, pero le pregunté si había disfrutado. Ella contestó que no se acordaba, pero que había sido muy excitante. Vicky me confesó que yo le atraía mucho y que fue una pena no haber repetido durante el tiempo en que coincidimos en aquel país. En eso coincidíamos.

- "Jo, ¿te imaginas? - dijo ella
- "Vaya, pues sí... de haberlo sabido..." - contesté yo.
- "De haberlo sabido, ¿qué?" - preguntó Vicky

Se hizo un momento de silencio.

- "Pues de haberlo sabido... hubiéramos hecho algo..." - agregué yo
- "Y sí..." - dijo Vicky mirándome con ojos juguetones.

No hicieron falta más palabras, Vicky se lanzó a besarme, igual que en el sueño (supongo que igual que cuando nos enrollamos, pero la verdad, no me acuerdo). Mi vieja camiseta de los Maiden sin mangas voló por los aires mientras lamía sus dos voluminosos pechos. Ella hacía lo propio por encima de mis boxers. De ahí a la cama no tardamos ni un minuto. Besos, lamidas, chupadas. Nos devorábamos como en la antigua canción de salsa. Liberado de mi ropa interior, Vicky me regaló la mamada que me había perdido en mi sueño mientras masturbaba su chorreante coño. Cuando no pudo más, me ordenó que se la metiera de perrito. Supongo que eso fue lo que tuve que sentir hacía años, salvo que no estábamos de pie y no había pantalones en los tobillos que dificultaran la maniobra. Cambiamos la postura y se subió encima de mí, cabalgándome con fuerza hasta que llegó a su orgasmo. Al rato se bajó y comenzó a comerme la polla hasta que me vine en su boca.

Una vez recuperados, en el momento de los cigarrillos, mientras la acariciaba, le pregunté por qué no lo hicimos más veces por aquél entonces.

"Recuerda que conociste a aquella chica y te casaste con ella..." - contestó.

Otra vez la hija de puta de mi ex. No dejo de acordarme de ella.

1 comentario:

  1. buena historia que recuerdos y que cosas pasan cuando nos suelta el trago...allá vamos todos..y ese recuerdo inesperado de la ex al final...uff

    saludos...

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