miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sin comerlo ni beberlo

Jorge me puso en un compromiso. Me dejó al cuidado de su última conquista mientras pasaba unos días de diversión con las dos rubias que fui a buscar al aeropuerto. Jorge se marchó la mañana del domingo con las dos hermanas y Lucía se apareció en mi departamento esa misma tarde con un par de maletas. Venía llorando y la razón era Jorge. Sabía perfectamente lo que pasaba y no dejaba de llorar porque se sentía traicionada. Se había enamorado de mi amigo y el saber que se iba a pasar unos días a la playa con esas dos mujeres, de las cuales, una era una supuesta novia, no le hacía la menor gracia. Me acusaba de ser su cómplice, de reírme de ella, de engañarla. No sabía qué decir, pues era verdad. Fui el cómplice de Jorge y en cierta medida, la había engañado. Me sentía mal y no sabía qué hacer para consolarla.

Me dijo que no tenía a quién acudir, que había tenido problemas en su casa por llegar tarde, que la habían agarrado con los anticonceptivos que tuvo que tomar después de tener relaciones con Jorge, que sus padres la habían echado de casa. Tampoco podía acudir a sus amigas ya que las había dejado plantadas el día de la discoteca y sin avisar. Su amiga Lisbeth, a pesar de decirme que le gustaba a Lucía, realmente le gustaba Jorge y que Lucía se fuera con mi amigo, la enojó bastante y dejó de hablarle. Lucía estaba sola, solo me tenía a mí, el cómplice del "cabrón que la había engañado", según sus palabras. Tal vez extendiera el adjetivo sobre mí por haberle tapado las espaldas. Ni idea. El caso es que mi amigo, me puso en un compromiso. Le dio mi dirección y mi número sabiendo que Lucía no tenía a nadie a quien acudir.

Ahora era responsable de alguien a quien habían partido el corazón y que no sabía adonde ir. La acomodé en mi cuarto, donde horas antes había estado gozando con las acompañantes de Jorge. Menos mal que soy ordenado y arreglé el cuarto antes de que llegara Lucía. Le di toallas limpias y le dije de llamar por unas pizzas. No tenía ganas de cocinar y fue lo primero que se me ocurrió. Ella me dijo que no tenía hambre y que si no me importaba, que se iría a dormir.

Allí me encontraba yo, en mi apartamento, castigado a dormir en el sofá, por culpa de mi amigo. Me puse la tele y me hice un bocadillo con lo que encontré en la nevera. Cené y me eché a dormir. Cuando amaneció y era la hora de irme a trabajar, entré en la habitación y me encontré a Lucía dormida. Procuré no hacer ruido, me duché y me vestí. Preparé el desayuno y dejé algo para que ella tomara cuando despertara. Dejé una nota explicándole que me iba a trabajar y salí por la puerta.

Cuando llegué a mi escritorio, me encontré una nota de Carmen con un escueto "tenemos que hablar, en el almuerzo". Me sorprendió porque Carmen solía almorzar en la oficina y existía el acuerdo de no dejarnos ver juntos por allí. Estuve dándole vueltas a la cabeza toda la mañana hasta que llegó la hora del almuerzo. Fui hasta la oficina de Carmen para buscarla y me pidió que saliéramos fuera. Nos fuimos en su coche y me llevó a un restaurante a las afueras de la ciudad. "Es importante lo que te tengo que decir. Alguien nos ha puesto la zancadilla en la empresa y vas a tener que dimitir". Mi reacción fue de sorpresa, no daba crédito a lo que escuchaba. Carmen siguió con su explicación. Al parecer, Maite, resentida por el acontecimiento de la fiesta, comenzó a investigar todos mis movimientos con Marcos actuando como cómplice. Descubrieron que Carmen y yo teníamos una "relación". Se lo comunicaron al jefe, y éste se mostró muy enojado. La jugada que tenían preparada contra mí les había salido perfecta y sin comerlo ni beberlo, me veía de patitas en la calle. Al parecer no hubo represalias contra Carmen, por su condición de secretaria de dirección y porque sabía demasiados secretos de la empresa y podía poner al jefe en una situación comprometida con su esposa y con la justicia. El sacrificado era yo, aunque no me explicaba el por qué tener una "relación" con una compañera de trabajo era motivo para despedir a alguien. Sé que algunas empresas no dejan tener relaciones personales entre los empleados, pero en la mía no había ninguna norma que lo prohibiese en los reglamentos de régimen interno. Carmen se confesó y me dijo que llevaba varios años siendo la amante del jefe y que se había liado conmigo en venganza por las andadas del jefe con Maite. Aquello era de locos, me sentía engañado, ultrajado, vejado y un montón de cosas más. "Supongo que esto es el fin", dije con rabia aunque guardando las formas. Ella asintió. Terminamos de almorzar y me di el gusto de no dejarla pagar la comida. Me levanté, tomé un taxi y regresé al trabajo dejándola allí sin despedirme. Encontré sobre mi escritorio la carta de despido y un cheque con la indemnización. Ni siquiera me dejaron dimitir, o quizás Carmen hubiera arreglado aquello como compensación. Recogí mis pertenencias y me largué de allí sin despedirme de nadie.

Al llegar a casa, me encuentro a Lucía viendo la televisión. Se veía que había estado llorando. Saludé y me metí en la habitación, me di una ducha y me puse ropa más cómoda. Salí al salón y le pregunté por compromiso cómo le había ido el día. Parecía que tampoco quería hablar. Así que me fui a la calle y me puse a dar un largo paseo y a reflexionar acerca de todo lo que había pasado en los últimos días. Mi relación con la chica especial y los sentimientos de culpa, mi affaire con la antigua compañera de la universidad, la fiesta de la empresa, mi relación con Carmen, la salida con Jorge, los polvos con Carmen, mi primer trío con las rubias de Jorge, la llegada de Lucía a mi casa y mi despido de la empresa. Mi vida se había convertido en una montaña rusa emocional y ahora tocaba empezar de nuevo. Sin comerlo ni beberlo, había pasado de estar solo, a estar acompañado, tener relaciones paralelas, follarme a dos diosas vikingas y ser despedido. Volver a casa no era lo que más me apeteciera en estos momentos, también estaba Lucía. El problema no era ya que tuviera la cama vacía, ya que la tenía ocupada. El problema era que tenía que dormir en el sofá, por mi mala cabeza...

1 comentario:

  1. Ains...no creo que tengas mala cabeza, pero pienso que usas más la polla que la propia cabeza y que por supuesto, no usas el corazón para nada...quizás te lo dañaron y decidiste protegerlo...demasiado

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