domingo, 16 de septiembre de 2012

Disfrutar el momento

Disfrutar el momento, fueron las sabias palabras de Carmen durante nuestra conversación de la última noche. Había pasado de tener tres compañeras sexuales en poco tiempo a mantener una relación de "fuck-buddies" con alguien que no quería ataduras de ningún tipo. Decir la verdad libera la conciencia de toda culpabilidad. Decir en cada momento lo que se quiere, exime de responsabilidad al que avisa y otorga la capacidad de elección a quien tienes enfrente. Fue toda una liberación y el inicio de una etapa que se prometía más liberadora y menos complicada. A pesar de todo, intenté comunicarme con la chica especial, para ver si podíamos quedar como amigos. No hubo respuesta lógicamente. Habría que dar tiempo al tiempo y ver que sucede. Con mi compañera de la universidad, coincidí en un par de ocasiones para tomar un café, pero nada más. Respetaba su decisión y aunque me sentía engañado, algún mecanismo mental me hizo comprender que había sido pagado con la misma moneda. También pensé en la cuestión del compromiso. Debía ser sincero conmigo mismo y aceptar que todo tipo de relación que implicara compromiso no era lo que yo deseaba en ese momento. Si no me equivocaba, había enlazado relaciones desde hacía diez años, con etapas monogámicas y etapas de relaciones múltiples, siempre abocadas al fracaso porque realmente no estaba preparado para el dichoso compromiso. Sí, he querido, he amado, he disfrutado del sexo, me han hecho daño, yo también he hecho daño. Quizás ahora, debería plantearme el estar solo, disfrutar de mi soledad y no estar pendiente de otra persona, ni que otra persona esté pendiente de mi en todo momento.

Tener a Carmen de fuck-buddy no era la situación óptima. En cierta medida me sentía atado a responder a sus llamados y por su parte, también ella podría sentirse atada a lo mismo. Creo que ambos aprendimos a tolerarnos, y a ofrecernos si realmente nos apetecía. No habrían llamadas, ni mensajes de cariño. Nos prometimos no enamorarnos nunca el uno del otro.  Solo encuentros, furtivos, porque nadie de la empresa debía enterarse de nuestra "relación" sui géneris. Aceptamos también que cada uno podría hacer su vida, sin tener que dar explicaciones al otro, que no nos debíamos nada y que todo lo que ocurriera entre nosotros, quedaba en nuestra intimidad. También acordamos que si necesitábamos hablar, que éramos amigos y que siempre habría un espacio para desarrollar nuestra amistad. De hecho fui presentado como su amigo ante sus amistades, en algunos encuentros que tuvimos en común. Nadie podía sospechar nada, porque no había nada de lo que sospechar. Nuestro perfil era bajo para el exterior y en la intimidad podíamos dar rienda suelta a todo lo que se nos ocurriera. En este sentido también estaban prohibidos los celos, si no hay cariño ni amor, no tienen por qué existir esos celos. Tan solo amistad era lo que nos podíamos ofrecer el uno al otro y dentro de esa amistad, habría lugar para el sexo sin ningún tipo de compromiso. Sólo para disfrutar del momento.

Hasta la fecha hemos tenido varios encuentros, el del día de la fiesta, un día que salimos con todos los de la oficina para ver un partido de fútbol y en el que tras su finalización quedamos de vernos en su casa, saliendo cada uno por su lado, sin dar la mínima pista a los compañeros y lo que ocurrió tras mi última visita. El trato en la oficina fue de lo más cordial y teníamos como consigna el no comunicarnos nada más que para lo estrictamente necesario en el plano laboral.

El viernes, después de la oficina, le pregunté discretamente si le apetecía salir a tomar algo. Ella me dijo que no, que tenía un compromiso y que tal vez fuera otro día. Luego me enteré que había quedado con alguien que había conocido en internet y que lo más probable fuera que estuviera la noche ocupada. De nuevo, regresé a mi casa después del after-working de los viernes y me encontré la cama vacía. Aquello se me hizo insoportable y aunque sabía del pacto que tenía con Carmen, no pude sino echarme a llorar. Sentía celos o algo parecido, pero por alguna extraña razón, me sentía liberado, podría hacer lo que me diera la gana y sin necesidad de dar explicaciones a nadie. Habría que disfrutar del momento. Miré mi agenda y llamé a un viejo amigo del que no sabía desde hace mucho tiempo, le propuse salir a tomar unas cervezas. Aceptó y nos encontramos en el viejo bar al que solíamos acudir de jóvenes.

Nos lo pasamos muy bien, hablamos de todo y de nada, recordamos los viejos tiempos y prometimos volver a repetir la reunión más seguido. Me propuso que fuéramos a una discoteca. La verdad es que no tenía muchas ganas, pero no tenía otra cosa que hacer y no me apetecía volver a casa y encontrarme de nuevo la cama vacía. 

La discoteca era un local que estaba de moda en la ciudad. Allí acudía gente más joven y gente de nuestra edad. Las chicas iban enfundadas en unos vestidos que no dejaban nada a la imaginación. Mi amigo, al que llamaré Jorge, era un ligón de categoría y yo, tenía mis técnicas. Para qué vamos a engañarnos, formábamos un tandem increíble. No tardamos en formar un grupito con unas cuantas chicas bastante simpáticas y atractivas. El baile era una de mis armas y saqué a bailar a una chavala, de nombre, Lucía. Debía rondar los 25 años, había estudiado ADE y trabajaba en el departamento económico de una empresa. Era muy agradable y simpática y también le gustaba el baile. Me dijo que le gustaba bailar conmigo, que se me daba muy bien. Fui respetuoso y ante todo un caballero, lo cual hizo sentirse muy cómoda. Jorge, también bailaba con las otras dos chicas aunque se dedicaba más a hablar con ellas. Su gran truco era la labia que tenía y que era capaz de encandilar a cualquier mujer. Cuando terminó la canción, nos acercamos al grupo que estaba entusiasmado con los chistes que contaba Jorge. A Lucía le preguntaron que qué tal el baile y ella se mostró satisfecha. Otra de las chicas, quizás con un cuerpo más voluptuoso que Lucía y que se hacía llamar Patty, me pidió otro baile a lo cual acepté. En esta ocasión tocó una bachata, una titulada "Debate a 4", que yo conocía bastante bien y que aproveché a cantarle mientras bailábamos. Patty parecía hipnotizada con mis movimientos y con mis dotes de cantante bachatero. Nos mirábamos a los ojos mientras bailábamos y le apliqué el mismo tratamiento respetuoso y caballeroso que a su amiga. Terminó la canción y me pidió otra, a lo cual no pude negarme. Ahora le tocaba el momento del merengue. Ella parecía disfrutar porque esa música le recordaba a su tierra. No la he descrito, pero era la más guapa de las tres chicas. Era la más alta y tenía un cuerpo que quitaba el hipo. Vestía un vestido ajustado de color fucsia coronado con un bonito escote que dejaba a la vista sus preciosos pechos y dos tiras que se anudaban a la espalda. 

Terminó la canción y volvimos con el grupo. Yo estaba sediento y propuse que nos tomáramos unas copas. Preguntamos a las chicas qué querían tomar y Jorge y un servidor fuimos a la barra a pedir los tragos. Miré a las chicas y andaban cuchicheando entre ellas, supongo que hablando de nosotros, eligiendo quién les parecía más atractivo y tal vez las estrategias a seguir el resto de la noche. En la barra, mientras preparaban los tragos, Jorge me dijo que había detectado un buen feeling entre Patty y yo, aunque también había causado una grata impresión a Lucía. Yo le pregunté por Lisbeth y como me había fijado que no dejaba de reírle las bromas y que aprovechaba la mínima ocasión para tocarle el brazo. Jorge me dijo que le gustaba mucho más Lucía y que iba a intentar algo con ella, que me pedía que le hiciera la cobertura. Bajo la premisa de que si triunfa uno, triunfa todo el equipo, apoyé a mi amigo para que se fuera con Lucía. Llegamos al grupo y repartimos los tragos: Malibú con piña para Lucía, Gin Tonic para Lisbeth, Bloody Mary para Patty, Jorge optó por whiskey y yo mi clásico bourbon con coca-cola.

Empezaron a tocar reggaeton y me llevé a Patty y a Lisbeth a la pista de baile, dejando a Jorge y Lucía a solas. "¿Cómo dejas a Lucía sola con Jorge? - me reprendieron las dos muchachas. Respondí con que me parecía que ambos querían hablar. "Erraste el tiro, papi, a Lucía quién le gustás sos vos" dijo Lisbeth un tanto decepcionada y molesta. "No se preocupen, la noche es joven y aún pasarán muchas cosas, solo les pido que disfruten del momento y que bailemos. Créanme lo pasaremos bien". Comencé a bailar el reggaeton que identifiqué con una de las rolas de Daddy Yankee. Las dos muchachas siguieron mis pasos, despreocupándose de lo que ocurría entre Lucía y Jorge. Ya saben lo que ocurre con el reggaeton, los cuerpos se arriman y los calores suben tal vez producto del alcohol, tal vez de la sensualidad explícita del baile. Respetuoso con ambas no hice nada que antes no me hubieran permitido ambas. Si Patty era un bombón de chocolate, Lisbeth era un dulce de caramelo, pequeñita y con unas curvas apropiadas a su estura, aunque destacaban dos enormes pechos morenos que resaltaban por su vestido blanco. Mientras perreábamos alternando con una y con otra, Jorge y Lucía se encontraban en una mesa hablando. Me fijé que habían pedido nuevos tragos. La táctica de lavado de cerebro y de desinhibición causa del alcohol, iban causando sus efectos sobre Lucía, que cada vez estaba más cerca del seductor de mi brother Jorge. De un momento a otro parecía que se iban a besar. Para evitar el disgusto de Lisbeth, les propuse subir a otra planta de la disco, donde ponían música electrónica. Nos pusimos a bailar. Me fijé en que sus vasos estaban vacíos, y me ofrecí a invitarlas a otro trago. Me fui a la barra y pedí unos tequilas con su sal y limón. Cuando estaban preparados, las llamé para que se acercaran y nos los tomamos según marca la tradición. Acto seguido fuimos a la pista y comenzamos a bailar. Lo cierto es que me lo estaba pasando en grande con las dos chicas y estaba convencido de que ellas dos también. Nos olvidamos de Jorge y Lucía que estarían a lo suyo. Un rato después recibí un mensaje en el celular por parte de Jorge, quien se iba de la discoteca del brazo de Lucía. Me hice el despistado y seguí bailando. Ese Jorge era un encantador de serpientes y rara vez se le escapaba una chica.

Llegó la hora del cierre y propuse a mis dos acompañantes ir a desayunar a un rancho cercano. Lisbeth se encontraba un poco mareada y decidimos llevarla hasta su casa. Patty la acompañó dentro, la desvistió y la metió en la cama. Al rato, salió Patty pidiéndome que la llevara a su casa también, que estaba muy cansada. Sin pensarlo mucho, accedí a su petición y cuando nos encontrábamos en la puerta de su casa, me despidió con un profundo beso con lengua. "Espero que nos volvamos a ver" - dijo ella, anotando mi número en su celular. Esperé a que entrara en su casa y emprendí la marcha hacia mi casa. Si había triunfado uno, había triunfado el equipo, me dije, quizás un poco decepcionado del resultado de la noche. Cuando llegué a mi casa, no hago más que apagar el motor cuando recibo un sms en el celular. Era Carmen, que estaba sola y un poco asqueada por la cita que había tenido con su ciber amigo. Quería que fuera para su casa. Contesté el mensaje y me fui raudo y veloz hasta su domicilio.

Carmen me recibió con una bata con transparencias que dejaba al descubierto sus dos senos un tanga rojo que se escondía entre sus dos nalgas. Me recibió con un beso y me hizo sentar en el sofá. Me sirvió una copa y ella también se sirvió otra. Me explicó que su cita había sido un desastre, que el tipo era un baboso y que no dejó de agobiarla para que tuvieran sexo. "Era un bruto, además no me gustó la forma en que me hablaba. Parecía que solo tenía ganas de echar un polvo, nada de preámbulos ni nada de conversación. Incluso rechazó la cena". Aunque era unos años más joven que ella, tenía más experiencia que ella en esos menesteres y sabía de los peligros que entrañaba esa situación. Le hablé de las psicópatas con las que me había topado y algunas situaciones embarazosas. La abracé y le dije que no se preocupara, que estas cosas pasan. Me dio las gracias por haber acudido a su llamada y me pidió perdón por haber tenido una cita con otro. Yo le dije que no tenía nada que explicar, le recordé de nuestro pacto, de nuestra amistad y de que éramos libres para hacer lo que quisiéramos. Me preguntó qué tal me había ido a mí. Le conté de Jorge, de Lucía, de Patty y Lisbeth. "Vaya, el niño salió a ligar" - dijo Carmen con cierta ironía. Solté una carcajada. Me gustaba esta situación, también Carmen sentía celos. Le dije que no había pasado nada y que me lo pasé muy bien.

Carmen, aún un poco fastidiada por su cita, me pidió que me quedara en su casa. Yo acepté y para relajar el ambiente, saqué del bolso una bolsita de marihuana y preparé un porro. Lo encendí, di un par de caladas y se lo ofrecí a Carmen, quien estaba nerviosa. "Nunca he fumado marihuana" - me dijo. "No te preocupes, no te daría nada que fuera a sentarte mal". Ella también le dio un par de caladas y me lo pasó. "Umm, no sabía que esto fuera tan fuerte" - contestó. Yo la tranquilicé y le dije que esperara un poco a que comenzaran los efectos, que se iba a sentir mejor. Calada a calada, los efectos iban apareciendo y la risa de Carmen la delató. "Guau, qué bueno es esto". Me hacía gracia la situación, pero me encontraba muy a gusto.  La siguiente calada que di, me acerqué a sus labios y le introduje el humo por su boca para que ella lo aspirara. Ella repitió la operación conmigo y me confesó que eso la ponía cachonda. Un par de veces más y ya la tenía encima de mi, quitándome la ropa y besándome como una posesa. "Vayamos a la cama" - me ordenó con la voz un poco tomada por los efectos del porro. Desnudos en la cama, se mostró como una fiera y no me dejó que la tocara, quería llevar el control. El porro la desinhibió y comenzó a hacerme un traje de saliva. Luego me hizo una mamada en la que pensé que me iba a arrancar la polla y finalmente se puso encima de mi a cabalgarme como una posesa, como si le fuera la vida en ello. Tuvo uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco orgasmos sin desprenderse de mi tranca, cada uno de ellos, más largo y violento. Estaba desatada y los gritos eran brutales. "Quiero que me la metas por el culo" - fue su nueva orden. Se colocó en cuatro y comencé a lamerle el coño y el ano. Poco a poco me fui ayudando de los dedos, primero uno, para pasar a dos dedos y finalmente un tercero, con toda la suavidad que podía. Escupí en la punta de mi polla y la restregué con sus abundantes flujos para aumentar la lubricación. Dirigí la punta de mi verga hacia su agujero y fui entrando de a poco en su orto, conforme su esfinter se iba acomodando al intruso. Cuando la tuve dentro, comencé a bombear rítmicamente recordando el ritmo de la salsa que había bailado horas antes. Ella gritaba mientras se acariciaba el clítoris."Me encanta tu verga, qué verga más grande tienes... me vas a partir en dos" - salían de su boca esas palabras y otras más que podrían ruborizar a cualquiera. Carmen tuvo dos nuevos orgasmos y cayó reventada sobre la cama. Yo aún no había eyaculado y comencé a masturbarme hasta que me vine encima de su espalda y sus nalgas. También caí rendido, todavía bajo los efectos del porro. Quedé dormido abrazado a ella.

1 comentario:

  1. jajajaja, eres un ligón pero gracioso!
    Mira que decirle a Carmen que no había pasado nada. No pasó porque las chicas estaban pasadas de tuerca, si no...si sólo una te hubiese propuesto entrar, habría pasado. Sigo pensando que si te parece guapa, no sabes decir que no

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