martes, 2 de octubre de 2012

Sofá-cama

El panorama después de la semana horrible no había mejorado. Seguía sin trabajo y Lucía seguía ocupando mi habitación. Aún me seguía recriminando por el engaño de Jorge, y el sentimiento de culpabilidad que sentía, hacía que todavía permitiese que siguiera instalada allí. Con el dinero de la indemnización, me permití el lujo de comprar un sofá cama que pudiera remediar las incomodidades del antiguo e incómodo sofá que se había convertido en mi cama provisional. También compré una televisión de plasma con dvd incorporado y llevé la antigua a mi habitación para que Lucía se entretuviera en su reclusión. 

Con la indemnización también me permití el capricho de instalar el cable, lo cual me permitía ver películas de estreno, los partidos de foot-ball, y algún que otro canal erótico durante las horas de insomnio. Al llegar la noche, cuando sentía que Lucía se había acostado, me echaba en el sofá y me ponía a ver películas pornográficas. Me compré una crema lubricante para hacer más agradable la masturbación y cada noche repetía el ritual frente a las imágenes de sexo que presentaban en la televisión, con la luz apagada. En cierta medida me daba morbo masturbarme sabiendo que Lucía estaba al otro lado de la puerta. A veces imaginaba que ella también lo hacía en la cama, mientras escuchaba los gemidos y jadeos escandalosos de las actrices protagonistas de las películas que visionaba. También pensaba que era una buena forma para que se marchara, pues tampoco debía ser agradable tener esa banda sonora todas las noches. 

Una noche, viendo una película de sexo lésbico y con mi mano en la verga, sentí como se abría la puerta de mi habitación. Miré como Lucía salía y se quedó con la mirada fija en lo que estaba haciendo. Rápidamente echó la vista hacia otro lado y se metió en el baño. Aquello no me hizo cambiar el canal ni parar con lo que estaba haciendo. A fin de cuentas, estaba en mi casa y ella era una intrusa. Justo cuando salió del baño, yo estaba eyaculando abundantemente. Giré la cabeza y la sorprendí mordiéndose el labio y llevando su mano hasta su sexo. Nuestros ojos se cruzaron, se sonrojó y se metió en la habitación dando un portazo.

La mañana siguiente, estaba preparando el desayuno para los dos, y ella se levantó y salió de la habitación. Le comuniqué que tenía su desayuno en la mesa y que se sentara. Ella dudó, parecía avergonzada de haber visto la escena del día anterior. Le pregunté qué le pasaba y ella no contestó limitándose únicamente a comer el desayuno. Cuando terminó, se metió en la habitación y no volvió a salir. Tras una ducha, me vestí y salí como cada día a echar CV's en las empresas de mi sector, con la esperanza de que alguien me llamara. Por la tarde fui a visitar a un amigo que se encontraba enfermo en el hospital y después, me fui a cenar con unos compañeros de mi anterior trabajo, los cuales me informaron de todos los cambios que se había producido en la empresa tras mi despido. Tras la cena, fuimos a tomar unas copas y regresé como a eso de la 1:00.

Al abrir la puerta de la casa, pude ver la luz de la televisión de plasma encendida. Lucía debía estar en el sofá viendo alguna película aprovechando que estaba fuera. No hice ningún ruido y me acerqué a la puerta del salón para ver. La imagen me dejó boquiabierto, pues Lucía estaba desnuda viendo una película porno y masturbándose con un vibrador. Por un momento dudé entre entrar, o hacer ruido para que supiera que estaba en casa, pero me quedé hipnotizado viendo como se introducía aquel dildo en su depilado coño al mismo tiempo que gemía. También percibí un olor a marihuana que se desprendía del porro que se estaba fumando. Decidí permanecer allí hasta que terminara y se fuera a mi habitación. Me sorprendió ver el espectacular cuerpo de esa chica en mi sofá estremeciéndose por los orgasmos que tenía y en algún momento pronunciaba mi nombre. Tras varias descargas de placer, se quedó dormida en el sofá, no sé si por el esfuerzo o por efecto de la marihuana. Tenía dos opciones, o ir a dormir a mi habitación y dejarla allí dormida o dormir en el sofá cama con ella. Estaba cansado y opté por dormir en mi habitación, no sin antes masturbarme rememorando las imágenes que acababa de ver.

Ya de día, desperté y me encontré a Lucía en mi habitación poniéndose la ropa. No decía nada y supuse que estaba avergonzada por haberla visto desnuda durmiendo en la que ahora era mi cama. Tampoco dije nada y esperé a que se marchara para ducharme y vestirme yo también. Ya en el desayuno me confesó que se puso a ver una película y que se quedó dormida. Yo le dije que comprendía que en la tele de plasma se veían mejor las películas y que podía hacerlo siempre que quisiera, estuviera yo o no en casa, que no había ningún problema. Me preguntó que si no me enojaba que estuviera desnuda en el sofá cama y haberme hecho dormir en mi habitación. Le dije que no había problema, que ya no éramos niños y que no me asustaba ver a una mujer tan linda desnuda. Se sonrojó por el comentario. Cuando terminé el desayuno le anuncié que me marchaba y que tenía la casa para ella sola durante todo el día, que hiciera lo que quisiera.

Tras varias gestiones y una entrevista de trabajo de la que salí bastante satisfecho, acudí al bar de siempre a tomarme una cerveza. Al final fueron unas cuantas más de la cuenta, y no, no hubo nada que hacer con la camarera. Aquello fue un rollo de una noche y así lo comprendimos ambos. Es cierto que había química entre nosotros, pero preferíamos mantener una amistad y si surgía algo, pues surgía, sin darle vueltas a la cabeza. Tras las cervezas regresé a casa algo tomado.

El panorama que me encontré al regresar, fue el mismo de la noche anterior, solo que habían cambiado los juguetitos. Ahora tenía unas bolas chinas, un conejito vibrador y un plug anal. Ni corto ni perezoso, acudí al sofá-cama y me senté a la orilla. Ella se tapó con la sábana hasta la cabeza. Le dije que se tranquilizara, que no me importaba y que siguiera haciendo lo que estaba haciendo, que yo me iba a la habitación si no quería que viera la película con ella. Me levanté y me dirigí a la habitación, cuando de repente me dijo que esperara, que quería ver la película conmigo. Me desvestí y me tumbé en la cama. La película trataba de intercambios de parejas y había escenas de sexo oral, dobles penetraciones, sexo lésbico y todos los elementos de una película de ese género. Ella al borde del sofá cama, mirando la película seguía jugando con  sus juguetes y yo me empecé a tocar la polla por encima del boxer. Cuando ya la tenía dura, eché mano de mi crema lubricante y me terminé de desvestir. Ambos nos masturbábamos evitando mirarnos el uno al otro, disfrutando de la película. Al rato, ella se encendió un porro y me invitó a fumar. Le di tres caladas y se lo pasé. Ella hizo lo propio y me lo volvió a pasar. Tomé otra calada y acerqué mi boca a la suya para pasarle el humo. Tras pasarle el porro, ella repitió la operación acercándose más a mi. Nuestras bocas estaban cerca pero no lo suficiente. Le quité el porro y le di una nueva calada aguantando dentro el humo, la agarré de su cintura y acerqué su boca a la mía para echarle el humo y entonces fue cuando nuestras lenguas se juntaron. 

Nos enrollamos y empezamos a acariciarnos y a tocarnos. Ella me agarró la verga y me comenzó a masturbar. Gracias a la crema lubricante sus manos se deslizaban perfectamente a lo largo de mi polla.Yo le comencé a agarrar las tetas y a chupárselas. Eso la arrechó mucho y se metió la verga en la boca. La coloqué en posición de 69 y comencé a jugar con los juguetitos que tenía introducidos por su concha y por el culo. Cuanto más jugaba, ella me la chupaba más fuerte. Agarré el hilo de las bolas chinas y empecé a quitárselas poco a poco, bola a bola, lo cual la excitaba más. También jugaba con su plug anal y se lo sacaba y se lo metía. Ella me chupaba como una loca y gritaba por encima del sonido de la televisión. Cuando le saqué la última bola un gran chorro de flujo me cayó en la cara y comencé a chuparla el clítoris. En eso, me vine y le eché toda mi leche sobre la boca, la cara y los pechos. La coloqué tumbada sobre la cama y empecé a besarla los muslos, su monte de venus y deslicé mi lengua entre sus labios mayores y menores, buscando el clítoris. Al mismo tiempo metía y sacaba el juguetito que tenía ensartado en el culo. Cuando me recuperé de mi orgasmo y se me puso dura otra vez, saqué el plug de su ano y le metí la verga.
La gloriosa follada culminó en una inmensa corrida compartida. Caímos rendidos sobre el sofá, apagué la tele y nos quedamos dormidos

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