jueves, 28 de junio de 2012

Lejos de cualquier sitio

Les comentaba que por mi trabajo debía visitar muchas partes del mundo. Una vez tuve que visitar un proyecto en un lugar apartado de cualquier atisbo de civilización. Se trataba de una comunidad donde estaban haciendo unas obras para mejorar el riego de los cultivos, además de la construcción de un centro comunitario. El proyecto había concluido y mi misión era hacer la evaluación de cómo se había desarrollado el mismo. Al ser un lugar de difícil acceso, mi empresa me facilitó un vehículo de doble tracción y un chófer, por motivos de seguridad. Para mi desgracia, el chófer había contraído dengue y no podía moverse de la oficina central. El viaje lo tendría que hacer yo sólo por esos caminos de tierra, que nunca se sabe qué peligros aguardan. Ni siquiera me pude ayudar de un GPS porque la zona no estaba identificada en el programa del aparato, así que me tuve que servir de las indicaciones de los técnicos del proyecto, que tampoco me pudieron acompañar porque habían caído enfermos también. Ni corto, ni perezoso, me lancé a la aventura y agarré el 4x4 y me fui para allá. En una de las trochas, tuve que preguntar a un lugareño dónde quedaba la comunidad, y me indicó que estaba en lo alto de un cerro. La suerte que tenía es que ya había conducido esta clase de vehículos y el que me habían otorgado era muy potente. No tuve dificultad en llegar a la comunidad y pude hacer mi trabajo. Una vez concluido y como las medidas de seguridad impedían que condujera tras la caída del sol, decidí regresar. La gente de la comunidad, me pedía que me quedase porque iban a celebrar una fiesta de "quinceaños" para honrar a una jovencita que acababa de cumplir esa edad. No les costó convencerme, ya que quería vivir esa experiencia y compartir el momento con aquellas gentes. La celebración fue distinta a las que se hacen en las ciudades, pero fue igualmente emotiva. Ver a la muchacha vestida como si fuera una novia, a pesar de la pobreza de la comunidad, fue algo precioso. El convite fue muy humilde, pero igualmente delicioso. Tortillas de maíz, cuajada y habían sacrificado un cabrito como plato fuerte. Me sentí como en casa disfrutando de la fiesta, con canciones, baile y toda la hospitalidad de aquellas gentes.

Eran las cinco y en media hora iba a anochecer. Por prudencia decidí marcharme no fuera que tuviera un accidente en esos caminos por la falta de visibilidad. Los lugareños me advirtieron que habría tormenta, que me quedara en la casa comunal, que me ponían una hamaca y podría salir por la mañana temprano. Como no veía ninguna nube, les dije que era mejor marcharme. Les agradecí sus atenciones y la invitación a la fiesta. A la muchacha le regalé un cuaderno y un bolígrafo que llevaba para la evaluación y que finalmente no utilicé. Ella me lo agradeció, porque eso le servía para poder ir a la escuela. Era una comunidad tan pobre, que apenas tenían para comprar material escolar. Les prometí que cuando regresara, traería más material para la escuelita.

Así que inicié la marcha, apenas estaba oscureciendo, pero los faros de mi 4x4 eran bastante potentes y podía ver perfectamente el camino y los obstáculos que se ponían en mi frente. Iba todo lo despacio que podía, para evitar cualquier peligro. De repente un par de gotas cayeron sobre el parabrisas. Al principio no me preocupé, pero conforme iban pasando los minutos, esas gotas se multiplicaron y comenzó a llover de forma torrencial mientras bajaba la colina. Los habitantes de la comunidad llevaban razón, estaba cayendo una tormenta. Vi un fuerte rayo que partió un árbol frente a mi, y este cayó delante de mis ruedas delanteras y se quedaron encalladas, con lo que no podía proseguir la marcha. Salí del coche para ver si podía mover el árbol, pero yo sólo no podía. Estaba ya lejos de la comunidad y no podía volver hacia atrás. También era responsable del carro y no podía dejarlo allí. Me metí empapado dentro del mismo y traté de utilizar la radio que llevaba dentro. Imposible comunicarme con nadie, no había señal y de pronto la batería del coche se apagó. Tenía la impresión de que me iba a quedar a dormir allí toda la noche.

De repente vi la luz de una linterna que se acercaba hacia el coche. Tal vez alguien me vio y venía a ayudarme. De pronto tocaron la ventana de mi carro, bajé la ventana y vi a una mujer que llevaba un chubasquero. Me preguntó que qué me pasaba y le dije lo que había ocurrido. Le dije que no debía abandonar el coche porque lo podrían robar. Ella me dijo que vivía al lado y que fuera a su casa, que me podía enfermar. Quizás fui imprudente haciendo caso a la mujer, pero también era cierto que iba a estar solo en aquel lugar y prefería estar acompañado. Tampoco me podía imaginar lo que me encontraría después...

2 comentarios:

  1. Pareces buena gente, y además con un imán para las mujeres jajajaja

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  2. Eso deben decirlo los demás y no sé si tengo un imán, más bien debería decir lo contrario...

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