miércoles, 11 de julio de 2012

Que por qué me llaman el Sultán IV

La verdad es que no me acordaba de nada de lo que me había contado. Sí de lo de la chica que conocí en la parada del autobús, sí de lo que nos habíamos estado metiendo mano en mitad de la clase, también de aquello que sucedió después en los baños; pero en lo que respecta a su presencia, no tenía ni idea. Y no soy de los que se olvidan de una cara, ni tan siquiera de una persona. Sherezade me explicó que por aquel entonces llevaba gafas y el pelo recogido. No me lo podía creer, si precisamente esa es una de mis parafilias más recurrentes. Me encantan las mujeres con gafas y que lleven el pelo recogido, y si ella iba así entonces, por qué razón me pasó desapercibida. Suerte que le tiré el café en la cafetería y pude conocer a la mujer exuberante que tenía enfrente en ese momento. "¿Te podrías recoger el pelo y ponerte unas gafas?" - le prengunté y me contestó que era un cerdo, pero que eso le daba morbo y que cualquier petición mía, era una orden para ella. "Lo que ordene mi Sultán". Me sentía halagado por tantas atenciones, pero sentía que no era ella, que estaba representando un papel. Ella era una mujer con carácter, de esas que no se dejan amilanar por cualquier hombre, lo cual me excitaba sobremanera, sin embargo, el juego erótico de representar papeles también me parecía muy excitante. No tardó en cumplir mis deseos y apareció de nuevo vestida con un blusa convenientemene desabrochada y falda, con su pelo rizado recogido en una coleta y unas gafas. "Estás fantástica", le dije. "Todo lo que sea para complacer a mi Sultán".

Se sentó de nuevo a mi lado y continuamos besándonos. Yo seguía en cueros y a ella le sobraba ropa. No obstante, aquello le daba otro tono picante a la situación. La agarré y la llevé sobre la mesa de su escritorio. Me puse detrás de ella y le subí la falda. Retiré hacia un lado el tanga que llevaba puesto y la penetré desde atrás, dándole duro. "Así es como querías que te tuviera, putita" - le dije mientras me la estaba follando, "Sí, mi Sultán, me gusta sentirte dentro de mí. No pares nunca...". Los gemidos se convirtieron en gritos. Yo estaba muy excitado, pero me sentía como en un sueño, Supongo que el narguile llevaba algo más que tabaco. Luego me enteré que sí, que lo había mezclado con unos cogollos de marihuana, que eso la ponía muy cachonda. "Me corro, mi Sultán, no pares nuncaaaaaaaaa... me corrooooo", gritaba mientras se convulsionaba. Uno, dos, tres y hasta cuatro orgasmos pudo contar en esos gloriosos minutos. Como hacía tiempo que no atendía a razones porque estaba colocado, me agaché y le quité el tanga y empecé a lamerle el coño. Me chupé un dedo y comencé a jugar con su ano, cosa que la electrificó. Fue el momento en que empecé a introducirle el dedo índice poco a poco para que su esfinter se relajase. Conseguida la relajación traté de introducir un segundo. "Sé lo que quieres hacerme, ten cuidado, mi Sultán" - declaró Sherezade señalándome la mesilla de noche donde tenía una crema lubricante. La cogí y embadurné su puerta trasera, no sin antes dedicarle un beso negro, lo cual la dejó más excitada si cabe. Cuando estuvo todo preparado, introduje poco a poco la cabeza de mi pene en el principio de su recto. Ella aullaba de dolor a pesar de que tuve el más sumo de los cuidados. Poco a poco fui introduciendo más carne en su culo y la sensación de ardor del principio fue sustituida por descargas de placer. La estaba dando por el culo, y a pesar de no saber si era su primera vez, desde luego que sí que era la mía. "Veo que eres un experto", dijo entre jadeos. Si ella supiera... "¿Te gusta?" - pregunté. "Me encanta, mi sultán descarado". Ante la autorización de Sherezade comencé a bombearla como si me fuera la vida en ello. También la agarraba de los pelos y de vez en cuando le soltaba un cachete. Le gustaba la situación y no paraba de insultarme a grito pelado y sin ningún tipo de rubor. Por un momento pensé en los vecinos, qué pensarían, pero estaba seguro que aquel pensamiento venía de mi estado alterado de la realidad producto del narguile aliñado. Del cajón del escritorio sacó uno de esos juguetes vibradores que se colocó encima de su clitoris. Se iba a correr de un momento a otro y yo también lo haría. Ella tuvo su orgasmo y yo me corrí encima de sus nalgas y algo en la falda y en la blusa que llevaba. Quedamos muy cansados, nos abrazamos, nos dimos un tierno beso y quedamos rendidos en uno de los cojines que tenía por el suelo...

Después, cuando recuperamos un poco la conciencia, ella se quitó la blusa y el resto de la ropa. Se levantó y me dio la mano para levantarme. "¿Por qué no vamos a la cama?" - me preguntó. "Supongo que necesitamos una ducha, mi cielo". Me dijo que más tarde, que ahora quería contarme otra historia... Nos tumbamos en la cama, ella puso otro disco de música árabe con el volumen bajo, encendió un par de velas y empezó su relato,

5 comentarios:

  1. No puedo esperar a que publiques otro relato, me tienes enganchada. Me encanta como escribes y como describes las cosas, parece tan real...

    Besos

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  2. Coincido con Ariadna, me gustaría saber cómo sigue la historia. Estoy igualmente enganchada...

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  3. Exitante lectura

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  4. Gracias a las tres por vuestros amables comentarios. La historia continúa, por supuesto. Estad atentas. Besos a las tres

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  5. Creo que no voy a poder parar de leer hasta que llegue al final....de todo

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