viernes, 6 de julio de 2012

Que por qué me llaman el sultán II

No podía dejar de mirar su escote. Lo reconozco, tengo debilidad por los escotes generosos, sean del tamaño que sean. Creo que ella se dio cuenta. No podía ser de otra manera, apenas le miraba a los ojos. Me llamó la atención por ese detalle y apenado me disculpó. "Tranquilo, lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos", me dijo no sé si para que me riera y estuviera más tranquilo o quizás como incitación. Luego lo descubrí.

En estas llegamos a la fiesta. Mucha gente. Buen ambiente. Música bastante alta que obligaba a acercarse al oído del otro para poder ser escuchado. Miradas que se pierden en los escotes... "Eres un descarado, pero me gusta que me mires las tetas", me llegó a decir. No sabía dónde meter la cabeza de la vergüenza. Tomamos cerveza en vasos de litro. Tanta cerveza hizo su efecto diurético y me mandó para el baño. Como no conocía el lugar, le pregunté a Sherezade como ir al baño. Ella se prestó a acompañarme pues ella también debía ir allá. Resultó que los baños eran unisex, y también estaban vacíos. Cuando me bajé la cremallera para orinar me fue imposible, porque tenía una erección de caballo, provocada por la visión de esas deliciosas tetas. Traté de mear como pude, no sin mucho éxito. Al abrir la puerta me encuentro a Sherezade inclinada con la falda subida mientras se quitaba las medias. Aquella visión volvió a ponérmela dura como un canto y traté de disimular yéndome al quicio de una ventana para esperar a que terminara. "Qué calor tengo. ¿No crees que hace demasiado calor?", mencionó Sherezade. "Sí, yo ahora mismo estoy que ardo", acerté a contestar con esfuerzo de lo excitado que estaba. Cuando hubo terminado, se acercó hasta donde yo estaba, me tomó de la mano, acercó su cara a la mía y me besó en los labios. De inmediato mis manos fueron a su cintura y comenzamos a acariciarnos de forma apasionada. Mis manos se metieron entre su falda y comencé a acariciar sus nalgas. Sherezade hacía lo propio con mi polla por encima del pantalón. Si no hubieran entrado en el baño unas chicas, probablemente hubieramos follado ahí mismo. "Mejor nos vamos a otro sitio, ¿no crees?".

Salimos de la fiesta y nos dirigimos a su casa en un taxi. En el trayecto íbamos metiéndonos mano. El conductor nos llamó la atención en un par de ocasiones, hasta que nos echó. Menos mal que la casa quedaba a un par de cuadras, que recorrimos agarrados de la mano y besándonos a cada momento. Llegamos a su casa, más bien era la de sus padres, pero ellos no estaban. El único problema era que su hermana podría llegar en cualquier momento, pero eso no pareció preocuparle lo más mínimo. Entramos en su habitación y parecía decorada como una jaima del desierto, con cojines gigantes por todos lados, telas y toda clase de lámparas de aceite, la mano de fátima y farolillos de latón con cristales de colores. Me hizo sentar en uno de los cojines diciéndome que me esperara. Comenzó a encender los farolillos y quemó unas barritas de incienso. Puso música árabe en un cd, cogió algo del armario y salió por la puerta, supongo que al baño. Volvió vestida como una bailarina exótica con un sujetador negro con espejitos, por el que le rebosaban sus pechos. La parte de abajo constaba de varios pañuelos negros semitransparentes adornados con piezas de latón dorado y un tanga negro. Me levanté para agarrarla, pero me hizo sentarme y comenzó a bailar para mí la danza del vientre. Me fijé que se había pintado los ojos y que llevaba un piercing en el ombligo. Yo estaba a mil por hora y en cualquier momento me abalanzaría sobre ella...

1 comentario:

  1. Me apunto en mi lista de "deseos que cumplir antes de morir" el aprender a bailar la danza del vientre.
    Como segundo objetivo, llegar a bailarla delante de alguien...parecido a ti.

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