lunes, 9 de julio de 2012

Que por qué me llaman el sultán III

Sherezade bailaba al ritmo sensual de una canción árabe mientras yo la miraba sentado en aquel cojín. Después de la primera canción y prohibirme reiteradamente que la tocara, comenzó a quitarse poco a poco la ropa que llevaba puesta. Una vez desnuda se acercó hasta mi y me dio un beso en la boca. No me dejó tocarla y me dijo que ahora me tocaba a mí bailar para ella. Nada convencido de mis dotes como bailarín y algo ofuscado por no poder tocarla, me levanté y comencé a mover los pies al ritmo de la música obedeciendo su orden. Poco a poco fui perdiendo la vergüenza y ya movía todo el cuerpo, lo cual provocaba las risas de mi anfitriona. Sin perder la compostura ni la gracia, me fui despojando de la camisa primero y de los pantalones después. Ya desnudo y satisfecha Sherezade por el patético espectáculo recibido, me acerqué a ella y comencé a besarla.

"No tengas tanta prisa por llegar al final" - me decía mientras la acariciaba con desenfreno. Volvió a levantarse y trajo consigo un narguile, la cual preparó con esmero. Tras un par de fuertes caladas, me lo pasó y comenzó a contarme un cuento.

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