jueves, 24 de enero de 2013

¿No sabes quién soy?

De esto que sales por inercia, como sin ganas, más por la presión social que por apetencia. Los amigotes te incluyen en los planes y si no tienes fuerza de voluntad, como es mi caso, acabas siendo arrastrado a la vorágine de la noche con la única pretensión de cazar algo para llevarte a la cama. Sabes perfectamente que las posibilidades de éxito son prácticamente nulas gracias a la horda de acompañantes y los desvaríos etílico-festivos de la velada a los que te sumas como parte del ritual de la tribu. Te dejas llevar, sabes que llevas todas las de perder y confías en que la resaca del día siguiente no sea tan severa como las de aventuras anteriores. Llegas al lugar y es la misma canción de siempre. Los buitres siempre actúan en grupo y te unes al cortejo para ver si agarras algo de carne. Tras la vuelta de reconocimiento, el grupo define el objetivo y se acerca para el ataque. Sin muchas ganas haces la cobertura con las compañeras de la víctima para que el más avezado pueda hacer progresos con la elegida. El principio que nos guía es que si uno triunfa, triunfa el equipo. Intento fallido y repetición de la jugada con otro grupo. Al tercer rechazo ya te planteas si es conveniente seguir con la táctica o desistir. Desistes a pesar de que el grupo sigue intentándolo. Como estás cansado te retiras a la barra para ver si el camarero te rellena el vaso. Las penas con un trago se hacen más pasajeras. ¿O era con pan?

Pan no había y ves que la noche no da para nada, como de costumbre. Mejor te hubieras quedado en casa. Ahí tienes cerveza, internet y puedes fumar tranquilamente. En ese momento, te entran ganas de echar un cigarrillo, pero en el local no se puede. Le das un trago largo a la copa y te sales a consumir tabaco a la calle. Total, tus amigos están a otra cosa, no te van a echar de menos. En la calle, echas mano del paquete, te sacas un pitillo, sacas el encendedor y le echas una calada. Qué bien te sienta. Piensas en la mierda de la ley anti-tabaco que ha acabado con una de las excusas más buenas para ligar en un garito. Como un apestado tienes que retirarte a colmar el vicio y fuera, fuera hace un frío del carajo. Imposible el cortejo, imposible entrar en calor. Pero la nicotina manda y tampoco es que la noche vaya a dar más de sí. Cuando te lo termines, entras, te despides de los colegas y te piras para casa.

- ¿Tienes un cigarro? - me pregunta una mujer que acaba de salir por la puerta de la disco.
- Sí, claro - contestas mientras busco en el abrigo mi tabaco, lo encuentro y le ofrezco un cigarrillo.
- Por casualidad ¿no tendrás fuego? - vuelve a preguntar la mujer, a la que aún no le has visto la cara.
- Sí, cómo no, perdona, que no me he dado cuenta - dices algo cortado mientras buscas el mechero, lo encuentras y le enciendes el pitillo.
- Vaya frío que hace, ¿verdad? - parece que la mujer quiere conversación y como no eres maleducado le sigues el rollo.
- Sí, si que hace frío - contestas secamente.

Inicias una conversación un tanto desganado mientras acabas el cigarrillo. De alguna manera la mujer consigue que mantengas tu atención sobre ella y sigues hablando con ella. Le ofreces otro cigarrillo y te fumas otro con ella. Comienzas a coger confianza, habláis de las dichosas restricciones de la ley anti-tabaco, de lo mal que está el país, de la dichosa ciclogénesis explosiva y el frío del demonio que está haciendo... Vas por el tercer pitillo y te apetece seguir hablando. La ves y te das cuenta de que ella te suena de algo. Probablemente la conozcas de algún curso, o de la universidad, o quizás del curro, pero no quieres preguntar por no quedar mal. Ella se muere de frío y tú también así que le dices que si le apetece una copa, que la invitas y entráis. Pides lo de siempre, bourbon con cola. Ella es más de gin-tónic. Os sirven y seguís con la conversación entre el ruido general de la sala, la música ratonera y las comandas de los clientes. Se interesa por ti y le cuentas acerca de tu lamentable estado sentimental y de lo duro que ha sido regresar a tu ciudad después de tanto tiempo fuera. Preguntas a la inversa, te habla de su reciente divorcio, de lo gilipollas que era su pareja y lo complicado del mundo editorial. No sabes a cuento de qué te habla del mundo editorial, te imaginas que escribe, pero asientes con la cabeza a todo lo que te está contando. Sientes cierta empatía por lo que relata y te das cuenta de que compartís gustos, aficiones y de que odiáis a muerte a tal político. Tres copas más tarde, la ves con otros ojos. No es tu tipo, pero la mujer es simpática, agradable, buena conversadora y tiene un no se qué en la mirada. También tiene unas tetas en las que te gustaría perderte. Ella ya te está tocando el brazo y se acerca cada vez más a ti para decirte cosas al oído. Es difícil mantener una conversación en un garito por el ruido. Le preguntas si no baila, ella te contesta que no, que no le gusta. "Vaya, te estás perdiendo la oportunidad de bailar conmigo" - le dices como queriendo dar a entender que está perdiendo la oportunidad de su vida. "Así que te gusta bailar" - dice ella coqueta. "Sí, y no se me da mal" - envidas. "Dicen por ahí que los buenos bailarines son también buenos en la cama" - ella envida más. "Cuando el río suena..." - respondes con órdago. A todo esto, ni rastro de tus colegas. Se habrán ido los muy hijos de puta. Al carajo, estás muy a gusto y la noche empieza a prometer. Te sientes en confianza y ya la estás agarrando por la cintura. Ella también hace lo propio, os reís, seguís tonteando. Hace un rato que ella te ha metido la mano en el bolsillo trasero del pantalón. La polla te salta como un resorte. Antes de pensar si es una declaración de intenciones o que se está apoyando en ti porque lleva un ciego que no veas, le sueltas un pico, como a traición. No lo rechaza, buena señal. "¿Otra copa más?" - le preguntas y ella te contesta que mejor salgamos a fumarnos un cigarro. Os ponéis los abrigos y ella te agarra de la mano. Una vez fuera, te mira, te sonríe y te responde el pico con otro. Vía libre. Comenzáis a morrearos, la apoyas contra una pared y ella te empieza a tocar la polla por encima del pantalón. Ni cigarrillos, ni hostias, a su casa que os vais y en el trayecto seguís besándoos y metiéndoos mano a cada esquina.

Ya en la casa, todavía con el frío de la calle y después del faje en el ascensor, te tira al sofá y se sube a horcajadas sobre ti. Mientras te besa, te va quitando la camisa y tú ya tienes tus manos frías bajo el jersey acariciando sus calientes turgencias. Con maestría le quitas toda la parte de arriba y el sujetador. Aunque estás desentrenado, lo desabrochas con diligencia, porque una vez que aprendes a quitar uno, el resto no tiene mucho misterio. Frente a ti se descubren dos grandes pechos con los que se te hace la boca agua y comienzas a lamer, chupar y amasar. Ella se afana en quitarte el cinturón y desabrocharte los botones del pantalón. El resto de la operación es de sobra conocida, te baja el pantalón, te baja los boxer, se pone de rodillas y comienza a comerte la polla. Se la ve experta o al menos sabe cómo complacer a un hombre. Te lame todo el tallo de la verga y la engulle como si le fuera la vida en ello. Se detiene en los huevos, los observa, juega con ellos con la lengua y se los mete en la boca haciendo succión. Estás en la gloria y sientes que de un momento a otro te vas a correr. No quieres acabar la fiesta tan rápido y te levantas, le quitas el pantalón, las braguitas y se la enchufas por detrás de una vez. Está mojadísima y a cada estocada lanza un sonoro gemido que hace retumbar los cristales de la habitación. En tu intento de prologar todo ello, se la sacas y te agachas a comerle el coño desde atrás. Tu lengua traviesa se pasea por su perineo y llega hasta el ano donde tus dedos han comenzado a hacerle una exploración. Ella se acaricia el clítoris mientras con la otra mano intenta sostenerse en el respaldo del sofá. Cuando le metes la lengua en el culo, los gemidos se convierten en gritos de ruego para que le revientes el esfinter. Como eres educado y quieres agradar a la anfitriona obedeces colocando el capullo en la entrada y se la vas clavando centímetro a centímetro conforme va cediendo el músculo. Una vez acoplado y con la polla metida en el intestino de ella, empiezas a demostrarle tus dotes de bailarín moviendo las caderas hacia adelante y hacia atrás. Ella se da cuenta de que lo que le dijiste antes era cierto, que se te da bien el reggaeton. Mientras le partes el culo, ella se está metiendo varios dedos en el coño, diciéndote guarradas. La posición no es cómoda ya que ella es más baja que tú y ya hace un rato que se te están resintiendo los gemelos. Le propones cambiar a otro lugar más cómodo. Casi como con enfado, accede y os vais a la habitación donde una cama os espera. Te tumbas en la cama pero te das cuenta que en el trayecto tu erección ha perdido su fuerza. Tranquilo, todo tiene solución. Ella te agarra la polla y te empieza a masturbar. Cuando recupera el vigor ella no lo puede evitar y se la vuelve a meter en la boca repitiendo la increíble mamada que te dedicó momentos antes. La agarras de las piernas y la subes encima de ti, quedando a tu alcance sus nalgas y su coño que empiezas a comerte con ganas. Ya has perdido la cuenta de las veces que ha dicho "me corro" y tú aún no lo has hecho. Te incorporas y la pones en posición de perrito y se la colocas en el dilatado agujero que permite una entrada limpia y sin resistencia. Aceleras el ritmo de la penetración y llegado el momento se la sacas y te corres sobre su espalda. Caes rendido sobre la cama y ella sobre ti. Os dedicáis besitos mientras os recuperáis y echáis un cigarro comentando la jugada.

- De hecho tu cara me suena, no sé de qué te conozco pero sé que te conozco - dices sin mucha lucidez en un momento de la conversación posterior al polvo.
- De verdad, ¿no sabes quién soy? - te responde ella.
- La verdad que no estoy seguro, pero en cualquier caso estoy encantado de haberte conocido - contestas satisfecho, sin querer profundizar mucho más en el asunto.

La noche no terminó ahí y continuáis con lo mismo varias veces hasta acabar reventados y dormidos. A la mañana siguiente, te despides de ella con la promesa de volverla a ver y te retiras a casa con la satisfacción de una buena sesión de sexo inesperado. Llegas a casa y al rato recibes la llamada de uno de tus colegas de farra preguntándote qué tal con la mujer con la que te habían visto ayer. Como eres un caballero no quieres entrar en detalles pero contestas que muy bien. "Jo, tío, te has follado a la XXXX, ya eres una celebrity" - me dijo el fulano. "¿Qué?" - respondes con sorpresa. No tienes ni idea de quién era la mujer, sólo sabes el nombre de pila y dónde vive, pero nada más. "Sí, tío, la XXXX, la escritora...". No cabes en tu asombro y terminada la conversación, tiras de internet, tecleas el nombre y frente a la pantalla, ves su foto recibiendo un famoso premio literario.

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