lunes, 14 de enero de 2013

Perder el autobús

Teníamos que hacer una tarea para la universidad y como malos estudiantes, esperando al último momento para ponernos a trabajar. Que si uno había quedado, que si la otra tenía compromisos, siempre había una excusa para evitar el comenzar con el trabajo. La presión y el hecho de saber que el dichoso trabajito era condición indispensable para pasar la asignatura, hizo que fijáramos la sesión de trabajo para el fin de semana anterior a la fecha de entrega. Como ella tenía más dificultades para poder venir a la ciudad, ofreció su casa en las afueras como el lugar donde haríamos el esfuerzo por terminar la tarea pendiente. Lo cierto es que era un engorro, debido a lo mal comunicado que estaba el lugar. Aún así, tomé el autobús a primera hora de la mañana para encontrarme con mi compañera y así hacer lo que teníamos que hacer.

Luisa, así la llamaré, era una compañera más de la facultad. Si bien nos conocíamos de algunas clases en las que coincidimos, no formaba parte de mi grupo de amistades. No teníamos apenas relación y si teníamos que hacer el trabajo juntos era porque así lo dispuso el profesor, quien asignaba las parejas de trabajo para crear vínculos entre los compañeros que no tenían contacto habitual, con el fin de, según él, "nos habituáramos a trabajar con desconocidos pues es lo que os vais a encontrar en la vida real". Ni modo, eran las reglas y había que respetarlas.

Llegué a su urbanización a eso del mediodía. Lo cierto es que estaba bastante lejos. Ella me recogió en la parada y fuimos para su casa. Antes de empezar a trabajar, me ofreció algo de beber. Le pedí una cerveza y ella sacó otra para ella. Mientras bebíamos, me estuvo enseñando la casa. La casa era el típico chalet rústico, con piscina, amplio jardín y un lugar para hacer una barbacoa. Los padres de ella estaban allí con unos amigos preparando la parrillada típica de los domingos y me invitaron a comer. Estuve charlando con ellos durante la sobremesa y cuando nos quisimos dar cuenta dieron las 20:00 y todavía ni habíamos empezado. Rápidamente nos pusimos a trabajar. Como no daba tiempo, y como malos estudiantes, decidimos agarrar algún trabajo de internet, modificarlo y cumplir el mero trámite. No fue tan sencillo, pues nos tocó editar el texto casi palabra por palabra, darle formato y modificar algunas partes. Finalmente terminamos antes de la media noche. Me tenía que ir de allí porque si no, perdería el último autobús. Me despedí de la familia y Luisa me acompañó a la parada. Cuando por fin llegamos, el último autobús ya había emprendido el viaje y por mucho que corrí detrás de él, no se paró. No había manera de regresar a casa y Luisa me ofreció quedarme a pasar la noche allí.

Al regresar a la casa, fuimos donde la piscina, que era donde estaban los padres con los amigos. Estos estaban tomando copas dentro de la piscina y lo que me pareció extraño fue ver al padre de Luisa abrazando a la amiga y a la madre sentada sobre el amigo. Luisa les informó de la incidencia y los padres le indicaron que sacara la cama supletoria y que la preparara para dormir. Acompañé a Luisa a su cuarto y la ayudé con la cama. Luisa estaba en silencio y no hablaba y le pregunté qué le pasaba. Me confesó que le daba vergüenza que hubiera visto a sus padres de aquella manera. Le dije que no tenía por qué tener vergüenza, que no había visto nada raro. "Tú no comprendes nada, ¿verdad?" - me dijo. Aquella afirmación me dejó un poco a cuadros. Lo único raro fue ver a los padres que estaban con la otra pareja, pero no le di importancia. Luisa me explicó que sus padres practicaban el intercambio de parejas y que aquellos amigos que estaban ahí eran una de aquellas parejas con las que tenían sexo. Al parecer era un secreto que todos conocían, pero que nadie hablaba de ello y que cuando ocurrían esas citas, ella solía salir toda la noche para no ver ni escuchar nada incómodo.

Le dije que no se preocupara, que no estaba incómodo y que no iba a juzgar nada. Le propuse que viéramos una peli allí en su habitación y que nos olvidáramos de que estaban allí sus padres. Eso pareció tranquilizarla y así hicimos. Buscamos una peli en internet y nos pusimos a verla comiendo palomitas y tomando unas cervezas que sacó en un cubo con hielos. La verdad es que tampoco vimos la peli, estuvimos hablando de todo un poco y conociéndonos más. Era una chica muy interesante, incluso me pareció bastante atractiva. Nos liamos unos porros y seguimos hablando como hasta las 3, momento en que decidimos echarnos a dormir, ella en su cama y yo en la supletoria.

Al rato, se oían las voces de los padres y los amigos que entraban en la casa. Se les oía muy alegres y algo borrachos pues tropezaban con los muebles. Lo típico de un día de juerga. Luego se empezaron a oír unos gemidos como si estuvieran follando. Desde la cama supletoria, miré a la cama donde dormía Luisa, quien se tapaba los oídos con la almohada para evitar escuchar lo que sucedía fuera de la habitación. Volví a echarme hacia un lado y seguía el concierto de gemidos que ya eran jadeos, gritos, palmadas y ruidos de muelles rechinando. Confieso que la situación era bastante morbosa y me empalmé. Estaba muy excitado y empecé a tocarme la polla por encima de los boxers. Me di cuenta que me estaba pajeando en la habitación de una compañera de la universidad con la que apenas había hablado hasta ese momento y sentí una especie de corte. Dejé de tocarme y mirar hacia Luisa para ver si me había visto masturbarme. Cuando giré, me la encontré con las manos metidas bajo el pantaloncito de su pijama masturbándose. En la penumbra, nuestras miradas se cruzaron y nos quedamos así un rato, como medio muertos por la vergüenza, medio excitados y no sé qué otras cosas más. Después empezamos a troncharnos de risa, quizás por el efecto de los porros o tal vez por la situación extraña en la que nos encontrábamos. Mientras, la peli porno protagonizada por los padres y sus amigos, seguía oyéndose en estéreo.

"Perdona por todo esto" - me dijo Luisa. "No tienes que pedirme perdón, es bonito que los padres se sigan queriendo a su edad" - contesté. "Sí, pero se podían cortar un poco..." - replicó ella. "Están en su casa y pueden hacer lo que quieran, ¿no? - le dije. Ella se sentía avergonzada, pero con un par de chistes logré calmarla. Tras un rato de silencio Luisa me dijo: "Parece que tú también te has excitado, ¿verdad?. Le pregunté en qué lo notaba y ella me dijo que me vio pajearme. "Tú también estabas excitada, te estabas haciendo un dedo...". Luisa asintió. "Vamos, que si quieres hacerte una paja, no me importa" - me dijo. "Lo mismo te digo, siéntete como en tu casa", contesté mientras comencé a acariciarme otra vez la polla. Luisa se chupó los dedos y se los metió debajo del short. Seguíamos mirándonos, mientras fuera se oía "me corro, me corro, me corro...". "Si quieres, te puedo ayudar", se ofreció solícita Luisa. "Claro, yo también te puedo echar una mano con lo tuyo", le dije de la manera más desvergonzada. Soltó una carcajada y me tendió la mano para que fuera hacia su cama.

Ya en la cama, la tomé del cuello y comencé a besarla y a acariciarla. Es extraño como comienzan algunas cosas y en aquella ocasión fue la calentura de escuchar a otros follando lo que encendió la mecha para que nos enrolláramos los que hasta el momento habíamos sido unos desconocidos. No tardamos mucho en quedarnos desnudos. Nos tocábamos, nos chupábamos, nos besábamos, casi en silencio. Afuera estaban pasando un buen rato y no queríamos molestar. Adentro estábamos como en otro mundo, disfrutando de nuestros cuerpos.

Aquella ocasión fue el inicio de la relación con la que fuera mi novia durante varios años. El trabajo y el perder el autobús fue el comienzo de otras muchas más aventuras que vivimos durante nuestro noviazgo. Ya hace mucho tiempo que cortamos. Las circunstancias de la vida nos distanciaron y no volvimos a saber el uno del otro hasta hace unos días en que volvimos a contactar. Las cosas han cambiado mucho desde entonces y tenemos vidas diferentes. Entre risas y algo de nostalgia volvimos a recordar todo este episodio que hoy quería compartirles y que va dedicado a ella.

4 comentarios:

  1. Jajaja, pobre chica... aunque sin la paternorgía de la habitación contigua, vuestra historia no hubiese tenido lugar seguramente... pero como eran tan poco discretos?

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  2. Realmente no teníamos que haber estado allí. Yo tendría que haber cogido mi autobús, y ella, probablemente tampoco hubiera estado en la casa sabiendo como se las gastaban los padres. Tiempo después, creo que aquello facilitó mucho las cosas. No ponían pegas para que me quedara en la casa y siempre me trataron con respeto. Lo de la discreción, todo es relativo...

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    1. Sí, claro, es relativo, por supuesto... lo decía más bien por un tema "respeto" a la hija, sabiendo que su liberalidad hacía que ella se sintiese un poco incómoda; no sé, en casa, estando mis padres no se me ocurre llevar a ninguna chica, por ejemplo...

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    2. Precisamente por eso, siempre me llevé bien con ellos. Nunca pusieron pegas para que me quedase en la casa a "dormir". Supongo que era un asunto de "justicia redistributiva" o de normalizar algo que esta pacata sociedad censura. Siempre les estaré agradecido.

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