lunes, 9 de marzo de 2015

Hotwife

El problema con la desquiciada aquella me hizo reflexionar acerca de mi pequeño problema. Me dejaba llevar con bastante facilidad y me veía envuelto en las historias más rocambolescas. Siempre por esa puta manía de pensar más con la polla que con el cerebro. Era momento de bajar el perfil, de pensar más las cosas, de no ir detrás de la primera falda que se me ponía a tiro. Y era difícil, pues no había hecho otra cosa desde hace algunos años. 

Había algo que me hacía sentir fatal. Quizás tenía una excesiva dependencia de las mujeres o del sexo. Lo buscaba compulsivamente y eso me hacía sentir vacío. Tal vez retirarme de las calles y del ligoteo fuera la solución. Y así fue como hice durante unos meses. Lo llevaba mal, lo reconozco, pero con el tiempo me fui acostumbrando. Pero a veces la intención no es suficiente y la tentación te viene buscando.

Conocí a Vero en una de esas cenas de empresa a las que uno va por obligación profesional y no tanto por preferencia. Ella es la gerente de una de las empresas del grupo al que pertenezco. Una mujer madura, algo robusta pero sin exagerar. Buen pecho y sinuosas caderas, quizás algo mayorcita para mí o así lo percibí en ese momento, luego me daría cuenta de que no lo es tanto. Quizás fuera por la formalidad del evento y su manera de vestir tan seria, tal vez una mala iluminación o una mala elección en el maquillaje.

Me presentaron como el nuevo encargado del proyecto regional y allí surgió la conversación sobre mi experiencia profesional, sobre todo en países de Oriente Medio y África Subsahariana. Ella parecía tan interesada en mi opinión sobre aquellos países que no paró de hacerme preguntas durante toda la cena. También es cierto que el jefe nos situó juntos en la mesa para que conversáramos. La charla fue amena y agradable. Se notaba que la señora era muy culta y que había viajado mucho. También que tenía una posición económica bastante elevada, cosa que demostró en la selección de vinos, recomendándome un tinto excelente.

De la cena, pasamos a la sección copas, y ahí cambiamos de tema de conversación pasando a temas más personales. Vero no se separó de mí ni un momento en toda la velada. Algunas personas se metían en la conversación y ella, elegantemente, hacía lo posible por retenerme o que las otras personas se fueran. En un momento, cuando se retiró un momento al baño, alguien se me acercó previniéndome sobre ella, que era una hotwife y que quería carne fresca.

Hotwife. Si no tuviera una gran cultura pornográfica no hubiera sabido a qué se refería el anónimo confidente con su advertencia. Una hotwife es una mujer casada que busca relaciones sexuales con otros hombres que no son su marido. Esto puede ser consentido o sin el consentimiento del interesado, aunque de preferencia es lo segundo. Vamos, que al parecer la señora venía de caza y yo era la presa; o el tipo era un envidioso y no le hacía gracia que ella estuviera hablando conmigo.

Ni caso. Yo seguí con el diálogo con Vero en cuanto esta volvió del baño. Me habló de una exposición que había en la ciudad sobre arte persa y me invitó a visitarla con ella. Eso era interesante, porque a mi me fascina la cultura persa y porque me permitiría socializar con otras personas que no fueran de mi trabajo (ella técnicamente no trabajaba conmigo, aunque fuera del mismo grupo empresarial). De lo del comentario de mi informante, se me olvidó o al menos no vi ninguna intención más allá de la cordialidad por parte de mi interlocutora.

Tres cubatas más tarde y con una banda contratada por el jefe para amenizar el evento, comenzó el baile y Vero se lanzó a la pista. Siempre he dicho que se me da bien bailar, aunque no sé por qué, en este bendito país, son todos unos profesionales del baile y me dejan por mentiroso. En este caso, y para no aumentar mi fama de fanfarrón, decliné la invitación de varias compañeras y busqué el aire libre para poder fumarme un cigarrillo. La noche estaba agradable, hacía calor, pero había viento que refrescaba un poco. Al poco de encender mi cigarrillo, veo que Vero se me acerca y me pide un pitillo.

Resulta que ella también fumaba y no sólo eso, sino también me traía un trago. Vero se quejaba del calor y se quitó la chaqueta que llevaba dejando al aire sus hombros y una blusa vaporosa con un pronunciado escote. Por el calor que hacía en la calle, no pensé que fuera con segundas intenciones. Seguíamos con la charla, y no sé por qué narices se fue a temas más picantes. Creo recordar que tenía que ver algo con la exposición de unas estatuillas de una cultura indígena que eran de contenido sexual, las cuales me mostró con su móvil, a la cual, también me invitaba. La verdad es que eran sugerentes y no dejaban escapar a la imaginación. A esas alturas, con varios tragos encima, y con todas las defensas bajas, ya ni me acordaba de las advertencias ni del propósito de enmienda. 

Vero empezaba a coquetearme, y yo le seguía el juego. No dejaba de mirar su escote, esas tetas que se adivinaban grandes y jugosas y esos pezones, que trataban de traspasar la tela de la blusa. Y ella, que no dejaba de acariciarme y de tocarme. En una de esas, ya con una mano en su cintura, le digo que como no paremos vamos a acabar follando. Ella se ríe a carcajadas porque esa expresión no es usual en su país y me contesta con un "la noche es joven". Dos copas más tarde y algunos cigarrillos más, estábamos en un taxi de camino a su hotel. 

En el taxi no dejábamos de meternos mano y de besarnos. Ignoro si durante la fiesta se habían percatado de que andábamos juntos o de si nos habían visto largarnos. Difícil saberlo porque no me acuerdo de nada, tan sólo de que estábamos en un taxi, que besaba sus labios y que ella me sobaba la bragueta. Llegados al hotel y previo soborno al encargado de la recepción, subimos a la habitación de ella. Yo ya estaba fuera de mí y traté de desnudarla, pero ella me frenó en seco. "Espérate, fiera, la noche es joven". - dijo.

Seguimos con el juego de los besos mientras Vero se acercaba poco a poco al baño. Le propuse de darnos un baño juntos. Hacía mucho calor y esa era una manera de refrescarnos. Vero me dijo que no, que mientras ella se duchaba, que yo preparara dos copas de la botella de whiskey que había en la mesilla de noche y que encontraría los hielos en el mueble bar. Ya puestos, qué más me daba esperar. Obedecí sin rechistar.

Mientras preparaba los tragos, miraba como aquella mujer se desvestía para entrar en la ducha. Me quedé hipnotizado viendo esos dos magníficos pechos que se mantenían en su sitio a pesar de los años. También esas hermosas nalgas, rotundas, poderosas, listas para ser agarradas. Una delicia verla mientras el agua caía sobre su cuerpo. Lástima que no hubiera querido que entrara con ella en el baño y así hubiera podido enjabonarla enterita. Me tendría que esperar un poco más.

Tras un rato esperando, ella salió con un albornoz. Salí presuroso a besarla, pero rápidamente me indicó el camino de la ducha. Supongo que también deseaba mi higiene, y no es que no la tuviera, pues me había duchado antes de salir de casa. Así que, seguí sus órdenes como un corderito. Me quité la ropa y me metí en la ducha. La verdad es que lo agradecí. Estaba un poco mareado por tantas copas y los chorros de esa maravillosa ducha hidromasaje me vinieron de maravilla. Además, un detalle que me encanta de esos hoteles buenos es que cuidan hasta el más mínimo detalle. Tenía a mi disposición un gel de esos que huelen a romero, o tal vez fuera lavanda. Yo qué sé. Así, enjabonándome el cuerpo, imaginaba lo que vendría después. Mi polla estaba dura como una piedra. "No, esta noche no me falles" me decía mientras masajeaba mi enhiesto miembro recordando la última farra de alcohol y droga, hace ya ni se sabe, cuando me lié con la primera que vi, queriendo olvidar mi última experiencia.

Embelesado con los aromas y las caricias del hidromasaje, la voz de Vero me despertó de mi lúbrica ensoñación. Me decía que tenía frío. Presuroso, salí del baño con una escueta toalla tapándome mis partes pudendas y que con el caminar, terminó por caer al suelo, mostrando mi verga en todo su esplendor. Total, no iba a necesitar más ese trapo. Y me encontré a Vero en la cama vistiendo un pequeño baby doll negro de seda que llenaba con sus exuberantes curvas. Al llegar a la cama, no pude sino abalanzarme sobre su boca y besar sus labios. "Tranquilo, cariño, la noche es joven... recuerda que la mujer es agua y el hombre es fuego..." expresó Vero haciéndome recordar parte de la conversación previa sobre filosofía oriental. Estaba claro que habría de calentarla previamente para hacerla entrar en ebullición. Cuál fue mi sorpresa que ella tenía otros planes, al menos así se reflejaba de lo que posteriormente sería la privación de mis sentidos y mi voluntario sometimiento. Con unas medias me ató a la cama y con un pañuelo me tapó los ojos. El calentamiento sería una cortesía de mi nueva amiga.

Vero comenzó con un tímido masaje por mi torso, aderezado con lo que se sentía como un aceite esencial. No sabría decir con propiedad a qué olía aquello, pero sin duda, era un olor agradable. Sus manos exparcían por todo mi pecho el aromático ungüento llegando hasta mi barriga y volviendo en acompasadas oleadas hasta mi cuello. Vero se incorporó y continuó acariciándome con sus pechos, llevando las manos hacia mis piernas y muslos. Sentía como toda la sangre de mi cuerpo se concentraba en mi polla, ávida de que la rozara. Y el primer roce, no se hizo esperar. Por un instante su brazo acarició por su parte externa toda la longitud de mi verga.

Acto seguido, empezó a besarme, y yo me dejé llevar, recorriendo con mi lengua cada recoveco de su boca. Separé mis labios de su boca, y empezó a besarme el pecho mientras mi erección era cada vez más fuerte, y siguió bajando, jugando con mi ombligo, y finalmente, empezó a besar mi vello púbico, para pasar a jugar con mi miembro. Comenzó a lamerlo como si fuera un helado, desde los huevos hasta la punta, y después se metió en la boca solo la cabeza, mordisqueándola con suavidad, hasta metérsela toda entera en la boca.

Así estuvo unos minutos, hasta que decidí por fin actuar por mi cuenta. Me deshice de mis ataduras y la recosté sobre la cama, y comenzando a lamer su cuello, mis dedos se escurrieron por su sexo rasurado, no siéndome difícil introducirlos debido a su humedad. Metí dos dedos mientras mi pulgar jugaba con su clítoris, cuando ella empezó a respirar entrecortadamente debido al placer que le producía. Sus pezones se endurecieron, y aproveché para mordérselos y lamérselos.

Con mi mano libre, abarcaba con dificultad su otro pecho. Aquello era una delicia. Cuando consideré que ya tocaba devolverle el placer oral que ella me había dado, deslicé mi lengua desde su canalillo, hasta su rajita, y ahí empecé primero con fuertes lametones, para que sintiese bien mi calor, y comencé a introducir mi lengua dentro de ella, para seguir después localizando el clítoris, con el cual me entretuve unos minutos. Aquello era delicioso, estaba disfrutando del sexo con una mujer explosiva en aquel hotel.

 En un momento dado, Vero me tumbó boca arriba, dejándose caer sobre mí, y con la ayuda de una de sus manos, se introdujo mi miembro en su rajita, que entró sin excesiva dificultad hasta el fondo dentro de su ser. Cerró los ojos y abrió ligeramente la boca, dejando escapar un suspiro placentero, y ahí comenzó a moverse, mirándome de nuevo con la mirada pícara y divertida que le caracterizaba, y agarrando mis manos para ponerlas en sus pechos duros y grandes, que saltaban a cada movimiento.

El ritmo cada vez era mayor, los dos empezamos a gemir, pero ella no quería acabar en esa postura. Se puso a cuatro patas, y me dijo que quería hacer el perrito, para que cuando acabase, lanzase mi esperma sobre sus nalgas y espalda. Empecé a bombearle muy fuerte, gritando los dos de placer, sin soltar yo sus pechos, cuando no pudimos más ninguno de los dos. Ella terminó escasos segundos antes de que yo lanzase mi carga donde ella me había pedido

1 comentario:

  1. por fin te puedo leer que afortunado tu...quizá es una de mis fantasias tener sexo asi con una mujer casada...

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