martes, 16 de abril de 2013

Si no me llega a hablar...

Si no me llega a hablar, no le hubiera dirigido la palabra. No es que vaya de divino por la vida, simplemente soy tímido. Sobre todo si voy a una fiesta y no conozco a casi nadie. Es estúpido, lo sé, pero quizás mi estado de ánimo no daba para mucho. Un amigo, sabiendo que estaba de bajón, me obligó a salir a la calle y me llevó a la fiesta de cumpleaños de una amiga suya. Tanta gente a quien saludar, hizo que mi amigo se separara de mí durante un buen rato. Me quedé sólo entre tanta gente que se conocía con la única compañía de un gin-tonic. Sentía que sobraba y como no quería amargarle la noche a mi amable amigo, decidí tomarme la copa rápido y salir a la calle a fumar. Una vez saciado el vicio pensé que lo mejor era retirarme a la bat-cueva y encerrarme allí con mis pensamientos. Entré a buscar mi abrigo cuando alguien se me presentó. Me dijo que me había visto solo y que quería conocerme. Le dije que era amigo de A. y que ya me iba para casa. "Es una lástima" - me dijo. Contesté que ya habría otra ocasión en que nos conociéramos pero que estaba un poco acatarrado y prefería irme a casa. "Te invito a una copa y ya verás cómo se te pasa". No quería ser descortés, ni mucho menos y acepté la invitación. Al menos, ya tenía a alguien con quien conversar. Me preguntó por mi vida, a qué me dedicaba y que de qué conocía a A. Yo le pregunté lo mismo e iniciamos una conversación. A todo esto, suena una canción de salsa, y a mí con la salsa, se me van los piés. "¿Bailas?" - me preguntó. Ni que decir tiene que empezamos a bailar. Me encanta bailar, y creo que lo hago bien, o al menos eso me han dicho. Algunas copas después y varias canciones más tarde ya nos estábamos enrollando bastante desinhibidos. No sé qué tiene lo del baile, pero siempre me ha funcionado bastante bien. Estaba muy a gusto con ella bailando que no reparé en que nos íbamos quedando solos. Incluso mi amigo A. se había marchado, según él, dejándome en buena compañía. Llegó la hora del cierre y tuvimos que salir. Supuestamente íbamos a otro lugar a continuar bailando. En el trayecto continuamos besándonos y metiéndonos mano en cada esquina. El alcohol había hecho su efecto y estábamos muy calientes. La apoyé en un portal y empezamos a comernos la boca con ansia. Mis manos amasaban sus nalgas por encima de su falda mientras ella me tocaba la polla sobre mi pantalón. Al arrimar mi cuerpo sobre ella se abrió la puerta accidentalmente. La guiñé un ojo y le señalé el camino hacia dentro. Lejos de echarse para atrás, me tomó de la mano y tiró de de mí. El lugar estaba oscuro, apenas se podía ver la luz de la calle. Bajamos unas escaleras y dimos con lo que debía ser el cuarto de calderas. Nos besamos al mismo tiempo que ella desabrochaba mi cinturón y me despojaba de los pantalones. Se agachó, agarró mi polla y se la metió en la boca propinándome una deliciosa mamada. Cuando pensaba que me iba a correr, la levanté y la puse de espaldas contra la pared, le subí la falda a la cintura, le bajé las bragas y se la metí desde atrás. Ella gemía a cada una de mis embestidas que se volvían cada vez más duras. El peligro de que nos descubrieran, añadió morbo a la situación. Los gemidos se tornaron en gritos de placer que trataba de ahogar poniéndole una mano en su boca. De repente se encendió la luz de la escalera y tuvimos que parar. Nos escondimos un poco y esperamos a que la luz se apagara. Aquello nos cortó el rollo y después de arreglarnos un poco, salimos por la puerta y nos dirigimos a su casa...

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