viernes, 10 de agosto de 2012

Besos

En esta ocasión no les hablaré de una historia pasada, sino de una cosa que me acaba de ocurrir, de forma inesperada. Cuando menos te lo esperas te encuentras con una sorpresa, en este caso agradable. Llevaba un tiempo bastante triste, quizás por los últimos acontecimientos aquí narrados y también por los restos del naufragio que supuso mi última relación. De pronto, en el sitio menos esperado, aparece alguien que en principio no te llama la atención, pero con quien conectas enseguida tras cruzar varias palabras. El siguiente encuentro, vuelves a coincidir con esa persona que no te dice nada, pero que por una razón o por otra, sigues manteniendo el hilo de la conversación. La tercera vez, ya buscas a esa persona para seguir hablando. Los temas se multiplican y los hilos se abren hacia otras conversaciones. Se crea empatía y quien no te llamaba la atención, consigue llamártela. El cuarto encuentro te das cuenta de que existe cierta complicidad, pero resulta que esos encuentros llegan a su fin en ese lugar concreto y te despides de la persona con un "ya nos veremos".

La semana siguiente, cuando ya no hay más encuentros, recibes un email de esa persona invitándote a una actividad. Resulta que ese día no puedes ir y te disculpas. "Tal vez en otra ocasión". Al día siguiente, recibes contestación invitándote a almorzar el fin de semana siguiente. La insistencia de la otra persona te parece un atrevimiento, pero quizás la soledad y la tristeza te hace cuestionarte sobre si merece la pena aventurarse y acceder a la invitación. Aceptas. Vas a la comida, hay más gente reunida y de la vergüenza inicial, comienzas a integrarte como uno más. Sabes perfectamente que quizás no volverás a ver a esas personas, sin embargo te das cuenta de que quieres seguir viendo a la persona que te invitó. Al regresar a casa, escribes un email de agradecimiento por la invitación y por el buen momento vivido.

La contestación no se hizo esperar y ya al día siguiente te invitan a dar un paseo por la ciudad. Desafortunadamente tienes otros planes, aunque desearías cancelarlos por poder dar ese paseo y ver qué es lo que pasa. Te disculpas y vuelves al "Tal vez en otra ocasión". Al día siguiente, insiste. Quizás no tenga excusa y la verdad, tampoco pasa nada por salir a dar un paseo con alguien que acabas de conocer y que te apetece conocer un poco más.

Quedas con la persona y paseas. Disfrutas del paseo y de la compañía. Te cuenta su vida y tú le cuentas la tuya. Sus mejores momentos y los peores. Mis éxitos y mis fracasos. Te das cuenta que la vida te va llevando por caminos en los que encuentras personas con las que tienes una especial conexión. Se va haciendo de noche y te das cuenta, por sus zapatos, que el camino se le dificulta. Le ofreces tu brazo para que se apoye en ti. Sigues caminando y ya no es el brazo lo que le ofreces, sino la mano. Seguís hablando de todo y de nada, de la vida en general mientras os vais acercando a su casa. Eres un caballero y la acompañas hasta el portal. Llega la hora de despedirse y os abrazáis. Ese abrazo tierno se convierte en dos besos en la mejilla. Miras a la otra persona a los ojos y el beso llega a los labios. Por un momento te olvidas de todas las tristezas del corazón, de todo lo recorrido hasta allá. Un beso que puede dar lugar a otros besos. Un beso que puede ser el inicio de algo. Te separas, das las buenas noches y la otra persona desaparece por el portal. De camino a casa te preguntas cosas... ¿estás dispuesto a una relación? ¿hacia dónde vas con esta persona? ¿realmente te gusta? Todo esto me lo estoy preguntando durante esta semana. No sé qué pasará al final, pero quiero ver qué pasará... estoy intrigado.

1 comentario:

  1. Yo también estoy muy intrigada! Me quedan dudas de si deseabas besar o sólo correspondiste a unos besos.

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