domingo, 3 de noviembre de 2013

Lo que me pasó

Creo que ya pasó suficiente tiempo como para contarlo sin que me salten las lágrimas. He sufrido mucho. Bastante, diría yo. Dicen que con el tiempo las heridas tienden a cicatrizar, aunque algunas tardan mucho, mucho tiempo. Quizás aún siga rondándome la cabeza el por qué de las cosas y en cierta medida, lo que aconteció ha determinado mi comportamiento posterior.  Tal vez todas esas idas y venidas por las más diversas camas que aquí he relatado no sean más que una forma de tratar de borrar ciertas huellas, pero hay manchas que no se pueden borrar ni con el disolvente más potente. Y créanme, he probado de todo. Ésa ha sido mi cruz y mi tormento desde hace 3 años, aunque como dije antes, ya no me afecta tanto el recordarlo. El tiempo tiende a recomponer las cosas. El tiempo, las sentencias judiciales, los abogados y los especialistas de la salud mental. Hoy escribo desde la necesidad de analizar qué es lo que me pasó.

Para ponerles en antecedentes, estaba trabajando en otro país para un organismo internacional. La vida me iba genial, ganaba bastante dinero y unas buenas perspectivas de futuro. El trabajo me gustaba y también el país donde trabajaba. Era feliz. Sucedió que en una de esas fiestas de expatriados conocí a la que luego se convertiría en mi esposa. Fue un flechazo inmediato. Tres copas y varios bailes después estábamos en mi casa follando como fieras. Había química entre nosotros desde el primer momento. A partir de ahí comenzó una relación que con el paso de los meses se fue afianzando y terminamos por casarnos.

La vida de casados no cambió ni un ápice todo lo que habíamos vivido de novios. Raro era el día que no hacíamos el amor. Cualquier excusa era buena para meternos en la cama o hacer nuestras cosas en cualquier parte de la casa, en la playa, en el cine o en todo lugar que nos diera morbo. Si en el terreno sexual había mucha afinidad, en lo demás también lo había. Podía decir que era muy feliz y que había encontrado a la compañera que me acompañaría por el resto de mi vida.

Un día, en el trabajo, tuve una reunión con mi jefe. Quería proponerme una cosa. Los proyectos que estaba llevando habían tenido excelentes resultados y me habían propuesto como nuevo coordinador de la región, lo cual implicaba un aumento considerable de mi salario, un coche de la organización a mi disposición y algunos beneficios más. Lo mejor de todo es que no tendría que moverme del país ya que el lugar donde trabajaba se convertía en la oficina referente para toda la región. Sólo tenía que aceptar para que el nombramiento se materializara. No había mucho que pensar. Obviamente acepté la oferta e inmediatamente me convertí en el nuevo coordinador regional de los proyectos de aquella organización. Mi jefe me dio la enhorabuena y me dijo que me fuera a casa para celebrarlo con mi esposa. Obviamente tendría que ser por la tarde, cuando ella saliera de su trabajo, también en un organismo internacional.

Salí de la oficina realmente feliz y satisfecho. Decidí no llamar a mi mujer para darle la sorpresa en la cena especial que pensaba prepararle. Me fui al mall a comprar la comida y la bebida para tan especial momento. También me pasé por la tienda de lencería para comprarle un baby-doll sexy con el que aderezar la noche. De camino al carro, pasé frente a una joyería y vi un precioso collar de perlas. Era muy caro, pero en aquel momento, consciente de todo lo que iba a ganar, decidí que a partir de ese instante, le haría regalos de ese tipo. Dejé la cuenta del banco a cero, pero no me importaba. Ella lo merecía...

De camino a casa, iba pensando en lo que ocurriría en la noche. En cómo iba a disfrutar de ese cuerpo de diosa que tenía mi mujer, en cómo me comería esos pechos deliciosos y en las miles de posiciones en que me la follaría. Al doblar la esquina de mi calle observo el carro de ella aparcado en la puerta de mi casa. Era extraño, pues ella no salía de trabajar hasta las cinco, y como era viernes, a veces se quedaba a tomar un café con las compañeras del trabajo con lo que no se la esperaba hasta las siete. Vaya, pensé, la sorpresa se adelantaría. No me importaba, estaba bien caliente y quería celebrarlo por todo lo alto, y cuánto antes, mejor. Parqueé detrás de su carro y entré por la puerta trasera con sigilo. Quería sorprenderla.

Entrando de esa manera, recordaba como en una ocasión, para cumplir una de sus fantasías, planeé un secuestro ficticio. Me puse una máscara y entré en la casa y la agarré por detrás. La até de manos y le puse un antifaz en la cara para que no viera. La metí en una furgoneta que alquilé para la ocasión y me la llevé a un motel donde la obligué a follar con su secuestrador, que era yo. Ella se dio cuenta desde el primer momento de quien estaba detrás de todo eso era yo, pero me siguió el juego y pasamos uno de los fines de semana más deliciosos que recuerdo.

Entré al salón y descubrí que se había despojado de la blusa y también del brassier. La falda y el tanga habían corrido la misma suerte y yacían en el suelo. Era normal, con ese maldito calor húmedo que hacía en ese país, nos pasábamos el día desnudos o con poca ropa en la casa. También escuchaba el zumbido característico del dildo que le regalé por su anterior cumpleaños.  Era evidente que se estaba masturbando, incluso la oía gemir. Todo ello era perfecto, porque al igual que yo, también ella estaba caliente y la tarde prometía muchas cosas buenas.

El mundo se me cayó a los pies cuando comencé a escuchar la voz de un hombre en nuestra habitación.

- Ah, sí mami, qué rico me la chupás...
- ¿Te gusta?
- Me encanta como me comés la verga, seguí así, no parés...

No podía dar crédito a lo que escuchaban mis oídos. Mi propia esposa le estaba comiendo la polla a un tipo en nuestra casa... en nuestra cama!!! Por un momento pensé que mis sentidos me estaban traicionando, y me acerqué al quicio de la puerta para comprobar que la que me estaba traicionando era mi mujer. La hija de puta de mi mujer le estaba haciendo una señora mamada a un tipo mientras se introducía el dildo por el coño. Veía la cara de placer del individuo mientras la zorra de mi esposa le succionaba los huevos. Me quedé de piedra al mismo tiempo que el tipo la levantaba y la ponía a cuatro patas insertándole la polla por el coño provocándole un intenso gemido que me destrozó el alma.

- ¿Te gusta, zorra?
- Me encanta... ah!
- ¿Te gusta la verga, zorra?
- Me encanta la verga... síiiii!!
- ¿Sós una puta?
- Síiiiiiiii, soy una puuuuta!!!
- (El tipo le propinó un azote fuerte en la nalga) No te oí, repetí!!!
- Soy una puuuuta!!!
- (El tipo repitió la operación) Decíme, ¿qué eres?
- Soy una puuuta, soy una puuuta, soy tu puuuuta!!
- ¿El cabrón de tu marido te coge como yo?
- No, no sabe coger...

Me hacen gracia todos esos relatos de gente cuckold que se excitan cuando se están follando a sus parejas e incluso participan de los juegos. Vaya por delante que respeto todo tipo de acuerdos entre adultos y que no entro a juzgar ninguna práctica. Lo que yo sentí en ese momento no sé cómo explicarlo. Sentía rabia, furia, celos y si hubiera tenido a mano el machete me los hubiera cargado en ese momento. Sin embargo me quedé petrificado. No fui capaz de asimilar lo que estaba ocurriendo frente a mis ojos. Veía como mi mujer ahora cabalgaba sobre el individuo en cuclillas jadeando como una perra en celo.

Lo normal hubiera sido dar un portazo o pegar un grito, pero me quedé allí, parado, seco. Tenía ganas de gritar, de liarme a hostias, de llorar al mismo tiempo. Pero no, me quedé allí de pié contemplando como estaban follando los dos. Por mi cabeza pasaban miles de ideas, de recuerdos, de pensamientos. Intentaba buscar la razón para aquello, pero nada tenía sentido. Inexplicablemente mis pies tomaron la dirección del salón mientras de fondo se oían los gritos desenfrenados de ambos.

Me senté en el sofá a esperar después de prepararme un vaso de ron. Sería el último que tomara en mi vida. ¿Qué podía hacer? Quizás muchas cosas, pero juro que no fui capaz. Me quería morir cuando escuchaba a mi mujer correrse. Ese "me vengo, me vengo, me vengo" quedó grabado a fuego en mi mente y ha sido una pesadilla recurrente durante todo este tiempo. En el lapso que va de las 14:30 en que llegué a casa hasta las 17:30, lo escuché un total de seis veces, cada una de manera distinta pero con el mismo mensaje, muriéndome un poco más en cada ocasión.

En algún momento tendrían que parar e irremediablemente tendrían que salir al salón donde esperaba yo, inerte. El momento llegó. Oí los pasos del sujeto que avanzaba por el pasillo mientras aún seguía vistiéndose. Detrás, mi mujer, aún desnuda le seguía. "Buenas tardes" - dije de manera ridícula con una voz casi de ultratumba. Ambos quedaron de piedra. Me levanté del sofá y me dirigí a la habitación mientras escuchaba a mi esposa decir el tan manido "No es lo que parece, amor". Y a mí qué me importaba si no era lo que parecía, lo vi todo. Lo escuché todo. Llegando a la habitación abrí el armario, cogí la maleta, la abrí sobre la cama deshecha y empecé a meter mi ropa en ella. Quizás lo correcto hubiera sido meter la ropa de ella y echarla de la casa, pero no. En mi cabeza sólo estaba el largarme de allí. No quería saber nada de ella, no quería verla más. Me daba asco. Todo mi mundo de felicidad se había ido a la mierda. No quería estar más allí. La cínica de mi esposa me decía que por favor reconsiderara aquello, que me amaba y que todo aquello había sido un accidente. El individuo, que debió quedarse a cuadros observaba la escena desde el pasillo. Cuando terminé de hacer la maleta, salí de la habitación. Me crucé con el tipo que me miraba como un panoli y le metí un cabezazo contra la nariz, lo que le tumbó en el suelo sangrando. Seguí mi camino y salí por la puerta, sin atender a los ruegos de la que había sido mi compañera, mi amante, mi esposa.

Agarré el coche, no sabía dónde ir. No tenía dinero pues me lo había gastado todo en el collar de perlas y el baby-doll. Tomé camino de la oficina y me instalé en una pequeña habitación acondicionada para las visitas de los técnicos de otros países de la región. Suerte que el guarda de seguridad tenía una llave. Apagué el móvil que no paraba de sonar. Eran llamadas de mi mujer, que trataba de reparar lo que ya no tenía arreglo. No me moví en todo el fin de semana de la cama, llorando. El lunes, a la hora en que los compañeros se incorporaban al trabajo, fui a mi despacho a redactar la carta de dimisión que presenté de inmediato ante mi superior. Mi jefe no era capaz de entender por qué razón rechazaba la oportunidad de mi ascenso. Ni siquiera mi relato de lo sucedido le hizo comprender. "Olvidáte de ella y rehacé tu vida acá. Tenés un buen puesto, una carrera impresionante. Sós un buen prospecto, las mujeres se tirarán a tus piés. Reconsiderálo". La decisión estaba tomada y la dimisión era irrevocable. Al final desistió y me deseó buena suerte. Pasé por caja, recogí mi finiquito y me dirigí al aeropuerto. Regresaba a casa, volvía a mi país.

Esto es, a modo de resumen, todo lo que me pasó. Obvio, naturalmente, los detalles que considero más escabrosos del momento de mi partida, que los hubo. Como dije arriba, con el tiempo las heridas se van curando. Ya no lloro. Quizás se me secaron las lágrimas de tanto llorar o quizás con el tiempo me he ido deshaciendo de la pesada losa que llevaba a cuestas. Sirva, el textualizar como forma de conjurar los viejos fantasmas de un pasado que no quiero recordar y que no quiero repetir. Las imágenes que acompañan al relato son parte del extenso archivo fotográfico íntimo que aún poseo de aquella época. Las he modificado un poco con el objetivo de que no se reconozca a la susodicha. Tenía pensado poner otras fotos donde se la reconociera, pero para qué. Como dicen allá en su país. "Me vale verga".


4 comentarios:

  1. Estoy alucinando. Aún no sé qué pasó hasta llegar a este punto pues me faltan capítulos de enmedio por leer, pero estaba ansiosa por volver aquí, "a tu casa".
    A veces creo que hay infidelidades merecidas, no sé cómo llamarlo...uno acaba buscando fuera algo que le falta dentro. Pero parecía que ella lo tenía todo contigo, todo...
    No quiero imaginar cómo debiste sentirte.
    Yo en tu lugar no hubiese abandonado un buen puesto de trabajo, creo. Por otra parte, me alegra que hayas sido un caballero y no hayas colgado fotos de ella demasiado evidentes, aunque tampoco sé si yo las hubiese colgado.
    Te sigo leyendo

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  2. Yo tampoco me explicaba qué es lo que le pudo faltar para buscarlo fuera. Ese fue mi martirio durante mucho tiempo. Con el tiempo, que a veces lo cura todo y otras veces se encarga de poner las cosas en su sitio (en mi caso fue lo segundo), me enteré de que el tipo aquél con el que la sorprendí era alguien importante en la organización en la que trabajaba, el cual le proporcionaba los mejores proyectos y las mejores condiciones laborales a cambio de sexo. Lo que tenía conmigo era el estatus (muchas mujeres de allá se casan con extranjeros para conseguir la nacionalidad o para subir en la escala social), una vida digna y todos los caprichos. Supongo que cuando vio que no era suficiente para sus expectativas, se echó en los brazos del otro (cosa frecuente allá, por lo que sé) buscando más posición. Te aseguro que si hubiera esperado algo más, hubiera tenido todo eso y mucho más gracias al nuevo trabajo que me esperaba. Todo ello me hace pensar que nunca me quiso y lo que ella buscaba era la posición y que cuando se le hizo insuficiente, buscó quien le pudiera proveer de todo lo que necesitaba.
    Si abandoné el trabajo fue porque ya no podía estar allí. Ella era toda mi vida en ese país, todo mi mundo allá giraba en torno a ella. No me arrepiento de haber arruinado mi carrera profesional en ese ámbito. Lo que lamento fue todo lo demás. La vida te va llevando por lugares que nunca sospechaste que ibas a recorrer, y creo que lo que vino después y aunque haya sido muy duro, ha merecido la pena...
    Sobre las fotos, evidentemente es una licencia literaria que me he permitido. No son de ella, sino de alguien que se le parece muchísimo (ella es, aunque me pese, mucho más bonita). Todavía no he sido capaz de mirar las fotos que aún guardo de aquella época, ni creo que sea capaz.
    Como decía Buda, en la vida el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Doler, me ha dolido mucho, pero he optado por no seguir sufriendo. Espero que esto que he escrito me sirva para olvidar...

    Gracias por tu comentario,

    Nos leemos

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  3. Amigo realmente es asombroso yo en tus zapatos hubiese tomado el mismo camino estar allí, haberse quedado hubiese sido un martirio constante e infinito, las cosas como estas necesitan un cambio drástico y has tenido la valentía de hacerlo...mis respetos para ti ella ya no merece ni siquiera el recuerdo pero si tu desahogo...

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    1. Muchas veces me he preguntado si tomé la decisión correcta; si me hubiera compensado tener el trabajo de mis sueños y una mujer infiel a mi lado; si, a sabiendas de que ella me engañaba, haber seguido con la relación y haber tenido yo mis historias paralelas; si haber planteado una relación liberal... La respuesta, evidentemente, siempre ha sido NO.
      El cambio, a pesar del dolor y todas sus consecuencias, era inevitable. Sólo lamento no haberme dado cuenta antes.

      Gracias por tu comentario,

      Nos leemos

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