Ante todo agradecer los comentarios. Si uno escribe es para que los demás lean lo que uno escribe, y si además recibe comentarios, mucho mejor. Dicho esto, y antes de proseguir con los relatos, quisiera pedir disculpas. Sí, ya sé que no tengo que hacerlo, sin embargo, los acontecimientos de la última semana me obligan a pedir disculpas a cierta persona sobre la que he escrito aquí.
Cuando comencé a escribir mis relatos, siempre traté de mantener oculta la identidad de las mujeres protagonistas y alterar algunos detalles para que nunca pudieran identificarse las historias con las personas. No se trata de un blog privado y cualquiera puede tener acceso a estos relatos. Cree mi avatar y el personaje del Sultán para no ser identificado, pero, casualidades de la vida, alguien accedió al blog y leyó algo con lo que se sintió identificada. Esta persona, por quien tengo el mayor de los respetos, me escribió a mi email personal y me preguntó si había sido yo quien había escrito sobre ella. "Me parece muy mal que escribas sobre mí y no me digas nada." Naturalmente, si hubiera querido que ella supiera sobre este blog, se lo hubiera comunicado. Mi intención era poder escribir sobre aquellas experiencias que he tenido desde el anonimato, por el simple placer de escribir y recordar y por qué no decirlo, cierto afán exhibicionista y morboso. Me excita escribir sobre estas historias, e igualmente me excita ser leído. En cualquier caso, llevaba razón. Había escrito sobre ella y merecía que se lo hubiera dicho, al menos, para tener la oportunidad de leerlo y poder comentarlo. "Ese cuento que escribes como si hubiera sido yo la que lo hubiera escrito, me hubiera gustado poder escribirlo yo..."
Hacía mucho tiempo que no sabía sobre Sherezade, y la suerte, o la casualidad, hizo que un día de la semana pasada, justo después de haberlo escrito, sus ojos se posaran sobre esa historia. Por un momento, el cuento le resultó familiar y su curiosidad le llevó a querer leer el resto de relatos. Tras leerlos, se sintió inmediatamente identificada. "Debo reconocer que me sentí halagada, incluso excitada al leer tus historias, sin embargo, me hubiera gustado que me hubieras dicho que escribías sobre mí." Mi intención no era esa, pero tenía razón. Debería habérselo contado. Aprovechando la excusa que me brindaba su email, la respondí invitándola a quedar conmigo y discutirlo tomando unas cervezas. La suerte quiso que se encontrara de vacaciones en la misma ciudad en la que vivo. Me envió un sms quedando conmigo en una terraza por la tarde del sábado.
"Joder, no has cambiado nada, sigues estando igual que siempre" - me dijo. La verdad es que el tiempo ha sido bastante benevolente conmigo y afeitado sigo manteniendo el mismo aspecto que tenía cuando iba a la facultad, quizás con algunas canas y puede que con algo menos de peso. La verdad es que ella había cambiado algo. Se la veía más madura. Ya no vestía de la misma manera que antes, incluso llevaba maquillaje, cosa que antes nunca había llevado o al menos nunca me di cuenta de ese detalle. Por mi parte, yo seguía con el mismo aspecto desaliñado y vestía de la misma manera, que quizás no se corresponda con mi edad o con mi actual profesión. Tampoco me iba a vestir de traje para ver a una vieja amiga, cosa que me recriminó. "Podías haberte puesto algo más formal, ¿no?". Supongo que la gente cambia y ese aspecto que en el pasado no hubiera tenido importancia para ella, parecía que ahora sí que lo tenía. La vida te lleva por caminos que nunca sospecharías y ciertamente, tras varias horas de conversación me encontraba con una persona diferente a la que había conocido. Evidentemente, yo tampoco era aquel chico de entonces. Teníamos muchas cosas que contarnos, muchas cosas que recordar y aquella "nueva" Sherezade tenía muchas cosas interesantes que quería descubrir.
Pasó la tarde, llegó la noche y ya habíamos bebido muchas cervezas. Decidimos ir a cenar y continuar con la conversación. Fuimos a un restaurante árabe similar al ambiente que había recreado en mi relato. "¿Cómo se te ocurrió llamarme Sherezade?" - me preguntó. Qué mejor nombre para la protagonista de mi relato que el de la protagonista de Las mil y una noches, y habida cuenta de que me hago llamar el Sultán, pensé que no era mala idea. Me dijo que le gustaba ese nombre y que le gustaría escribir algún relato en mi blog. Que su "cuento" se notaba mucho que lo había escrito un hombre y que quizás necesitaba que una mujer me echara una mano. Claro que necesito que una mujer me eche una mano, le dije, pero me reservé el lugar en que estaba pensando. Enseguida captó la idea que me rondaba por la cabeza y no tardó en echarse a reír. "Eres incorregible" - apuntó.
Terminada la cena y como estábamos muy a gusto, decidimos ir a tomarnos una copa a otra parte. Ya le había prometido que la dejaría escribir en mi blog y que podía hacerlo cuando ella quisiera. Incluso conseguí su permiso para escribir sobre este encuentro. Como no sabía muy bien dónde llevarla, dejé que fuera ella quien decidiera el lugar. Lo cierto es que últimamente no salgo mucho, quizás por el trabajo, y tampoco sabía muy bien qué lugar le podría gustar. Caminando llegamos hasta la puerta de un lugar un tanto discreto y que tenía un guardia de seguridad en la puerta, como cualquier discoteca, pero resultó no ser una discoteca. Una vez dentro, y tras haber pagado yo una cantidad bastante considerable, una joven muy amable nos preguntó si era la primera vez que íbamos al lugar. Estaba claro que sí, al menos por mi parte. A todo esto, Sherezade me plantó un pico y me dijo que me relajara y que me dejara llevar, que estábamos a punto de cumplir una de sus fantasías. Sin saber a lo que atenerme escuché muy atentamente las instrucciones que nos daba la señorita que nos había recibido. "Si no queréis nada con alguna persona basta con tocarle el hombro"...
Me dejaste otra vez con la miel en los labios. Esto no se hace...
ResponderEliminarParece que a tu amiga le va el rollo swinger
ResponderEliminarUn lugar de ambiente liberal...la cosa promete
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