martes, 3 de julio de 2012

Cosas que pasan

A veces suceden cosas que uno no se espera. Muchas de las cosas con las que fantaseamos, o incluso planificamos, no siempre suceden. Sin embargo, cuando suceden, uno se lleva sorpresas más que agradables, aunque luego, también, pueda conllevar remordimientos o quebraderos de cabeza. Lo que les voy a contar, pasó no hace mucho tiempo. Yo conocía a esta chica desde que un buen amigo me la presentó como su novia. Enseguida me cayó muy simpática y nos volvimos amigos. Jamás se me ocurrió verla como una posible conquista. Era la novia de mi amigo y para mi eso era suficiente como para no fijarme en ella. Obviamente uno tiene ojos en la cara y ve cuando una mujer es bonita, y ella, desde luego lo es.

Fue en una de sus interminables broncas y después de una noche de copas, en que la acompañé a su casa, mientras el novio, bastante enojado, se había marchado mucho antes. Quizás no hubiera tenido que acompañarla hasta su casa, pero en el estado en que iba y la posibilidad de que le pudiera pasar algo en el camino, hizo que aflorara el caballero que tengo dentro y la llevé hasta su portal. Fue al despedirme de ella, cuando al darnos dos besos, nuestros labios se juntaron y comenzamos a besarnos de manera muy apasionada. Nos metimos en su portal y cuando la cosa parecía que acabaría con los dos revolcándonos en una cama, a ella le entró el arrepentimiento y me mandó marchar. Mi amigo nunca supo del incidente.

Aunque cortaron a la semana, ella continuó quedando con nosotros como amiga. Se veía que aquello había sido una bronca pasajera y que tarde o temprano volverían a ser novios. Un día, meses después del incidente, ella organizó una reunión en su casa. Vendrían su grupo de amigas y nuestro grupo de amigos comunes. Lo típico en esas fiestas era beber, charlar y jugar. Como yo por entonces estaba soltero y sin compromiso, me presentaron a una chica con la que estuve hablando toda la noche. Se hizo tarde y ya había algunos que estaban bastante bebidos. Decidimos marcharnos y me fui a acompañar a la chica hasta su casa. En el camino me acordé de haberme dejado la cartera en la casa de llamémosle, Laura, para no repetir lo de amiga, chica o similar. Desde luego, tampoco es su nombre. Cuando dejé a la chica en su casa y despedirme con dos castos besos en la mejilla, los cual enfadó bastante a la susodicha que esperaba más, regresé a la casa de Laura. Toqué al interfono y me identifiqué. Únicamente contestó con un "sube". Subí hasta su piso y me esperaba en la puerta. No me dejó explicarme, me agarró de la camisa y me metió en la casa dándome un beso con lengua. De camino a su habitación, entre besos cada vez más tórridos, íbamos despojándonos de la ropa. Una vez en la cama, ella sobre mi y yo tratando de quitarle el brassiere, me dijo que me estaba esperando, que se había puesto caliente porque en las conversaciones durante la fiesta habíamos estado hablando de sexo y que tenía ganas de verga. Conseguí desabrochar el sostén y al fin pude contemplar esos dos grandes pechos con los que había fantaseado desde nuestro primer beso, los cuales lamí y chupé con fruición y frenesí. Fue besar su cuello y ella se calentó sobremanera. Me desabrochó el cinturón así como los botones de los pantalones y me los bajó. Se avalanzó sobre mi polla y empezó a devorarla como una posesa. Luego fue bajando el ritmo y me di cuenta que estaba llorando. Le pregunté qué era lo que le pasaba. Ella sentía remordimientos porque aún quería a mi amigo. Decía que si él se enteraba de esto nos mataba a los dos. Me hizo sentir mal a mi también y me vestí de inmediato. Me fui de aquella casa. Mi amigo tampoco supo del incidente jamás.
Aunque fue difícil ver a Laura después de lo que había pasado, seguimos viéndonos en compañía de mi amigo y del resto del grupo. Tiempo después la cosa se normalizó y continuamos con la misma amistad que habíamos tenido siempre. En ese lapso, Laura y mi amigo, volvieron y cortaron varias veces, pero seguíamos viéndonos. Una tarde de verano, después de bajar el sol, quedamos como siempre en la plaza para tomarnos unas cervezas. No recuerdo quién trajo una china de hachís y nos hicimos unos petas que nos íbamos pasando los unos a los otros. El caso es que a mi me tocaba pasárselo a Laura. Las primeras veces fue normal, pero conforme iba haciéndonos efecto, comenzamos a acariciarnos las manos con disimulo. Tras varias horas de cervezas y unos cuantos petas después, mi amigo comenzó a sentirse mal y hubo que llevarlo a casa. Nos ofrecimos los dos chicos que estábamos y nos despedimos de Laura, quien de manera disimulada me besó en la boca metiéndome la lengua. Ella siguió su camino y mi amigo, que no se había dado cuenta, pero que estaba fatal y vomitando, me pidió que la acompañara porque tenía miedo de que le ocurriera algo en el camino. Yo obedecí y la seguí en carrera hasta que la alcancé. Fuimos hasta su portal y no hizo falta decir nada porque empezamos a besarnos salvajemente. Luego se acordó de mi amigo y me pidió que por favor lo acompañara a su casa, que no estaba tranquila y también se sentía fatal. Esta vez, me enfadé porque era la tercera vez que me quedaba a dos velas y no la mandé a la mierda, no sé por qué. De otra carrera alcancé a mis amigos, y llevamos al perjudicado hasta su casa, lo metimos en la cama y cuando ya salíamos de su casa le oí decir que nos quería mucho y que qué buenos amigos éramos. Me sentí como una mierda. Mi amigo nunca se enteró de lo que había pasado momentos antes.

Me prometí a mi mismo que nunca más volvería a caer en las manos de Laura y traté de evitar mis encuentros con ella. Era inevitable, pues mi amigo volvió con ella y seguíamos quedando en grupo. Tiempo después, por motivos de trabajo, me tuve que ir del país una larga temporada. Cuando regresé mi amigo me sorprendió con la noticia de que se casaba con Laura y me pidió que fuera el padrino. Aquello me cayó como un jarro de agua fría. No por el hecho de que se casara con ella, sino que me hubiera elegido a mi como padrino después de haberme liado tantas veces con ella sin que él se enterara. Me sentía fatal porque había traicionado su amistad y lo peor fue cuando me dijo que me había elegido como padrino porque era su mejor amigo. Aquello fue una puñalada para mi conciencia, pero tras pensarlo bien, y ver que él era feliz con ella, no tuve más remedio que aceptar. Sería su padrino. Además, no tenía por qué volver a pasar nada con Laura, ya que si se iba a casar con mi amigo, sería porque habría decidido que él era el hombre de su vida y habría dejado de tener ganas de tener historias con otros. Qué equivocado estaba.

1 comentario:

  1. Yo no dudaré sobre si Laura quería a su novio, a tu amigo, pero está claro que ella no era plenamente feliz con él.
    Una mujer plena no necesita estar con otro. Probablemente, no se sentía plena o empezó a descubrir lo maravilloso que era y cuánto la atraía el mejor amigo de su novio.

    ResponderEliminar

Hoja de reclamaciones