martes, 3 de julio de 2012

Cosas que pasan II

Ya había asumido la noticia de la boda de mi amigo con Laura. Según me contó mi amigo había sido un paso meditado y al parecer ella estaba muy ilusionada con en enlace. Mi amigo me dijo que a pesar de todo, le perdonaba el que le hubiera sido infiel en algunas ocasiones porque era la mujer de su vida. Aquella afirmación me dejó perplejo. ¿Sabría algo acerca de mis correrías con Laura? y si lo sabía ¿por qué me elegiría como el padrino de su boda? Evidentemente no sabía nada, y si lo sabía, parecía que me hubiera perdonado o buscaba algún tipo de venganza. No lo sé. El caso es que la boda sería en un par de semanas y con los preparativas apenas pude hablar con él. La semana pasada, con motivo del cumpleaños de otro de mis amigos, me fui de fiesta. Lo cierto es que uno va teniendo una edad y ya no aguanta según qué cosas. La verdad es que llevaba una semana bastante cargadita de trabajo y me encontraba cansado. Me tomé un par de cervezas y decidí marcharme a casa para descansar. Agarré el transporte público, me puse mi mp3 y esperaba llegar cuanto antes a mi cama para dormir. Tan cansado estaba, que me quedé dormido en el autobús hasta que un frenazo me despertó. Cuando abrí los ojos vi una de esos grupitos de mujeres que iban de despedida de soltera. Las caras, a pesar de ir medio dormido, me resultaron familiares, eran las amigas de Laura, y en efecto, ella estaba allí presente también. Parece que coincidió que era su despedida de soltera.

Como no quería liarla, me hice el despistado. Sin embargo, era imposible pasar desapercibido, ya que al ir llegando al final del trayecto, el autobús se fue vaciando. Además, ambos nos bajábamos en la misma parada. Suerte que la mayoría de sus amigas también eran del barrio y por lo menos evitaría un encuentro a solas con ella. Antes de llegar, una de sus amigas me vio y rápidamente vino a saludarme. Avisó a Laura que también me vino a saludar. Ella estaba bastante borracha como el resto de sus amigas. Empecé a oír risitas y comentarios que no me gustaron nada. Al parecer mi amigo no sabía nada de nuestros escarceos, pero el resto de la humanidad sí que sabía lo que había pasado entre ella y yo. "Ahí tienes tu regalito de despedida de soltera", le dijo una amiga bastante desagradable y con cara de orco a Laura, que se echó a reír, como el resto de las amigas. No me hizo ni puta gracia y estuve a punto de bajarme del autobús antes de mi parada. Lo que me lo impidió fue que la propia Laura se sentó en el asiento de al lado y se me puso a hablar.

Me dijo que le hacía mucha ilusión que fuera yo el padrino de su boda, puesto que era el mejor amigo de su novio y a mí me tenía mucho cariño. Yo le pregunté si sus amigas sabían algo y le comenté que me había molestado el comentario anterior. Me dijo que no les hiciera caso, que estaban borrachas y que la única que sabía algo, era la tipa que tenía cara de orco. Lo que no me explicaba era por qué todas sus amigas se habían reído. "Están todas borrachas", concluyó.

Llegados a nuestro destino, me despedí de las amigas y de Laura con sendos besos y me dirigí hacia mi casa. Cuando estaba a media cuadra de llegar a la puerta, una llamada de teléfono me detuvo. Era Laura la que me llamaba. Me pedía que fuera hasta su casa para hablar. Le dije que no creía que fuera oportuno, ya que en una semana se casaba y había precedentes que debíamos evitar. Me dijo que sólo quería hablar. A pesar de estar cansado fui a su casa. Para hablar.

Llegué en un rato y me la encontré en pijama. Todavía andaba un poco borracha, pero vocalizaba. Me dio las gracias por haber ido a su casa y por darle la oportunidad de explicarse. Le dije que no tenía por qué explicarse, que lo que hubiera pasado entre nosotros era una cosa del pasado, que ahora era otro momento y que iba a dar un paso muy importante. Que no se preocupara por nada, que eran cosas que pasaban y que no había mayor importancia. Que jamás saldría nada de mi boca, como así fue, a pesar de que en este momento lo estoy escribiendo.

Me contó que ella también estaba convencida del paso que iba a dar y que amaba a mi amigo, que había sido una estúpida en el pasado, que estaba arrepentida y que sólo tenía una espinita clavada. Yo le pregunté acerca de esa espinita y ella me explicó que siempre había habido alguien, que se había portado muy bien con ella, al que admiraba y respetaba, pero que era un amor imposible. Le dije que lo pasado, pasado estaba y que ahora debía centrarse en su novio, que todos teníamos un pasado, pero igualmente teníamos un futuro que construir. Con lágrimas en los ojos me dio las gracias y me abrazó.

"Ese alguien eres tú", me susurró. Le dije que no era el momento y que no fuera a hacer nada de lo que luego se fuera a arrepentir. Me miró a los ojos y me besó en los labios. Traté de resistirme pero no pude. Tenía la mala costumbre de envolverme en problemas con las mujeres y en efecto entré al trapo. La historia se repitió y esta vez no hubo marcha atrás. Desnudos en la cama dábamos rienda suelta a nuestras pasiones. Nos dimos placer, nos tocamos, nos acariciamos, nos besamos, nos lamimos, nos corrimos. Lo hicimos varias veces y en todas las posiciones imaginables durante esa noche y al final quedamos dormidos.

Al despertar y verla a mi lado me di cuenta de lo que había hecho. Comencé a llorar amargamente. Ella despertó, me vio y también comenzó a llorar. Lo que habíamos hecho no tenía perdón. Sentíamos que habíamos defraudado a un amigo y sentíamos una vergüenza muy grande. Decidimos que lo justo era decírselo y que él decidiera si continuar con la boda o no. De repente, recibo una llamada al teléfono. Era mi amigo. Me dio un vuelco el corazón. Nos había pillado. Ahora si que me sentía mal.

Con la voz entrecortada, mi amigo me dijo que si podía verme, que necesitaba verme urgentemente. No sabía qué hacer. Miré a Laura que también escuchaba la conversación y tampoco sabía decirme qué debía contestar. Al final tomé la decisión de marchar con mi amigo y afrontar el trance como un hombre.

Llegué donde mi amigo esperándome lo peor, cuando después de un abrazo me suelta que había hecho una cosa terrible. Me quedé sorprendido porque esperaba que me dijera que sabía que Laura y yo habíamos follado esa noche. Comenzó a llorar y explicó que había salido a tomar una cerveza con los compañeros del trabajo, ya que esa noche Laura tenía su despedida de soltera (información que yo ya tenía, pero asentí igualmente). Que tomó demasiado y que terminó la noche en casa de una compañera. "Bueno, dije yo con algo de cinismo, una equivocación la tiene cualquiera, son cosas que pasan". Me contestó que no, que no era la primera vez que había acabado en esa casa y que llevaba varios meses acostándose con ella. Le pregunté que qué pensaba hacer con Laura. Me dijo que la quería y que iba a renunciar a su compañera de trabajo para casarse y vivir feliz con su novia. Me hizo jurarle que nunca se lo diría a ella.

Finalmente, hubo boda. Yo fui el padrino y el guardián de los secretos de ambos novios. Al final, ni ella ni mi amigo jamás supieron de las infidelidades que habían cometido entre ellos. Me consta que son felices. Él rompió definitivamente con su compañera de trabajo, la cual, curiosamente acudió a la boda; y Laura me hizo jurarle que jamás comentaría nada de lo ocurrido aquella noche a nadie (también le hice prometer que tampoco se lo contaría a su amiga con aspecto de orco). Fue una boda muy bonita y había mujeres muy elegantes y especialmente guapas. Sólo me pude fijar en una en concreto, la compañera de trabajo de mi amigo. Yamileth, una belleza latina, de tez trigueña y con buenas curvas, que se encontraba despechada y a la que traté de controlar todo el tiempo por si se le ocurría decir algo que pudiera estropear la felicidad de mis dos amigos ahora casados. El despecho y el rencor te mueven a hacer cosas que quizás vayan en contra de tus principios. Esa noche estaba especialmente elegante y atractivo. También influyó que era el único de la fiesta que sabía bailar ritmos latinos y pude bailar con ella desde salsa, pasando por la bachata y terminando en el merengue y la cumbia. Una cosa llevó a la otra y en un momento, decidimos, largarnos de allí y dejar que los recién casados disfrutaran de su momento. Nosotros fuimos a disfrutar del nuestro, porque al fin y al cabo, son cosas que pasan.

3 comentarios:

  1. Tuve una experiencia similar con la piba de mi mejor amigo y la sensación de culpabilidad es horrible. Al final lo hablamos con él, ellos cortaron y hasta el día de hoy ella sigue estando conmigo. El relato me recordó bastante mi situación

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  2. Gracias Arturo por tu comentario. Es cierto lo que comentas sobre la sensación de culpabilidad. A día de hoy, dos años después de la boda, sigo teniendo esa sensación cuando los veo. Me temo que siempre habrá algo ahí, no sé, una cuenta pendiente.

    Muchas gracias por tu comentario y por la visita.

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  3. Si hoy siguen juntos tus amigos debe ser un milagro...o las infidelidades continuaron.
    No te sientas culpable; además de que son cosas que pasan, no pasa nada entre dos si los dos no lo quieren.

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