En estos días de calor intenso se me hace complicado poder dormir. Envuelto en sudor, doy vueltas a la cama intentando conciliar el sueño, pero a veces es imposible, a pesar de tener encendido el ventilador. Muchas noches, acabo durmiendo en la terraza aunque el calor sea el mismo. La historia que acontinuación les relataré data de hace unos años, cuando vivía en otra ciudad cercana al mar. Allí la humedad hace más insoportable el calor, pero cuando cae la noche corre una ligera brisa que consigue refrescar el ambiente. Vivía yo en un apartamento cercano a la playa en una urbanización donde pasaban sus vacaciones familias de extranjeros que quedaban allí durante alguna semana y después se marchaban. La mayor parte del tiempo, las viviendas alrededor de la mía estaban vacías, con lo que el lugar era bastante tranquilo y apenas había ruido salvo el murmullo de las olas al descargar en la playa. El apartamento contiguo al mío era habitado por una pareja de jubilados que procedía del norte de Europa. Pasaban largas temporadas, pero aquel verano, decidieron hacer un crucero y el apartamento quedó vacío. A principios de agosto, una noche, escuché que alguien abría la puerta de los vecinos y preocupado fui a ver qué sucedía. Toqué al timbre y me recibió una joven rubia que decía ser la hija del matrimonio dueño del apartamento. Me contaba que estaba estudiando y que le habían quedado algunas asignaturas pendientes, y que sus padres habían preferido que fuera a estudiar allá, para evitar las tentaciones de la gran ciudad donde vivía y las malas compañías. Allí ella podría estudiar tranquila y podría relajarse yendo a la piscina o a la playa, para no hacer tan tedioso el verano. Nuestra urbanización también quedaba retirada del núcleo urbano, con lo que podría evitar la tentación de salir a discotecas. La ingenuidad de los padres era conmovedora, sin embargo me resultó un ejercicio de confianza para con su hija, que muy pocos padres tienen con sus hijos. Yo mismo me ofrecí a ayudarla a instalarse y a hacer las compras necesarias para su estancia. Le dije que si necesitaba algo de mi, que no dudara en pedírmelo.
En mi empresa estábamos preocupados con el cierre fiscal y muchas veces me traía montañas de trabajo a caasa para ir avanzando en lo que pudiera. En cuanto a la muchacha, que podría tener unos 20 años, no hacía ningún tipo de ruido, por lo que no me preocupé, pues la imaginaba estudiando. Algún que otro día, antes de meterme en mi apartamento, pasaba a saludarla y a preguntarle si necesitaba algo. Ella siempre me decía que no, que estaba todo tranquilo y que no me preocupara. Incluso me ofrecí a sacarla a tomar una cerveza alguna noche, pero ella prefería estar estudiando. Aquel verano, parecía que iba a ser tranquilo, puesto que los pocos vecinos que había en la urbanización no eran tan ruidosos como los de otros años. Un día, después del trabajo, unos compañeros me invitaron a jugar al tenis para relajarnos un poco, con tan mala fortuna que me torcí el tobillo y me hice un esguince fuerte. Me escayolaron la pierna y tuve que trasladar mi oficina a la casa, para terminar con mis tareas. Lo de la escayola fue un fastidio porque no podía ir a la playa, y ni siquiera a la piscina, pero ni modo. Sería cosa de 15 días y todo volvería a la normalidad. En cuanto a la vecinita, tampoco reparaba en su presencia porque no hacía ningún ruido.
Una noche de viernes, de mucho calor y de dar muchas vueltas a la cama, decidí salir a la terraza a fumarme un cigarrillo. Debían ser como las 5:00 de la mañana. Me eché en la hamaca y fumando, me quedé profundamente dormido. A todo esto, unas risas y la luz encendida del apartamento de al lado, me despertaron. Al parecer, la mosquita muerta, había salido esa noche y volvía algo borracha y en compañía de alguien que parecía ser un muchacho. Abrieron la puerta de la terraza y se asomaron al balcón. Desde mi posición no podía ser visto, aunque yo tenía una perspectiva bastante amplia de lo que estaba ocurriendo. El chico la estaba besando el cuello y le estaba sobando los pechos por encima del top. Ella, con su mano hacia detrás, le amasaba la verga por encima del pantalón. Mientras tanto, yo podía ver todo lo que pasaba con curiosidad y algo de excitación. La muchacha se dio la vuelta y le plantó un beso de tornillo al joven que se afanaba por desabrochar el nudo al que se ataba el sujetador del bikini para dejar al descubierto esos pequeños, pero firmes pechos sonrosados que una vez deshecho el nudo, se afanó en chupar, mordisquear y mamar. La joven, a la que llamaremos Ingrid, se agachó y bajó el bañador del joven destapando un tremendo pollón que comenzó a chupar como si la vida le fuera en ello. El chico no dejaba de gemir y de echar el cuello hacia atrás, señal de la maestría de la joven en el arte de la felación. Hacía ya un rato que mis discretos shorts hacían evidencia de una tremenda erección y ya había comenzado a hacerme una paja ante el espectáculo que me estaban brindando. Me sentí un poco voyeur, pero el moverme de mi situación y para más inri, con la escayola, hubiera hecho un ruido que hubiera molestado a la pareja y me hubiera perdido el resto del espectáculo.
Una vez se incorporó Ingrid (no es su verdadero nombre), se dio la vuelta y el joven la despojó de la parte de abajo del bikini, dejándola completamente desnuda. Desde esa posición el joven comenzó a penetrarla por detrás iniciando con un bombeo lento y siguiendo con un fuerte mete y saca, que se traducía en los gemidos ahogados de la muchacha. Yo ya estaba a cien y de un momento a otro me vendría. Los gemidos se convirtieron en gritos, que pude identificar que se trataba de una petición a su pareja de que le diera más fuerte, y algún que otro insulto. El vivir en estos lugares con turistas, te hace aprender toda clase de groserías en distintos idiomas y lo que le estaba diciendo era algo así como "Cójeme, cabrón, cójeme... así, así me gusta, que me taladres el coño". Lo de que le taladrara el coño es más una licencia literaria mía, porque probablemente le estaría diciendo algo mucho peor. Y ahí estaba yo, pelándomela como un mono y cuando me vine no pude evitar soltar un ronquido de placer. Este ruido, alertó a los muchachos que se metieron inmediatamente en la habitación, quizás avergonzados por haber sido sorprendidos por algún voyeur. Ni tan siquiera me moví de la hamaca, no fuera que mis movimientos me delataran y se dieran cuenta de que había sido yo. Dentro del cuarto, continuaron con su fiesta particular, pero ya los ruidos no eran tan evidentes como cuando estaban en la terraza. Yo me quedé plácidamente dormido y allí amanecí cuando los primeros rayos de sol me dieron sobre la cara.
El sábado por la mañana aproveché para terminar con unos presupuestos y cerrar un libro contable. Ni siquiera me di cuenta de que había gente en la piscina, absorbido, como estaba, en mi trabajo. Tras varias horas de trabajo, me salí a la terraza a fumarme un cigarrillo y vi a través del balcón que Ingrid estaba tumbada en una hamaca con unos auriculares y practicando topless, lo cual es algo habitual entre las jóvenes de su país, a las que les encanta lucir bronceadas. La visión del cuerpo semidesnudo de Ingrid a la luz del día, ofrecía un cuerpo escultural donde destacaban esos dos pechos pequeños pero firmes y un vientre plano y trabajado en el gimnasio. Al darse la vuelta para continuar con su bronceado, pude descubrir un precioso trasero bien formado el cual, me excitó nuevamente y tuve que marcharme al baño para aliviarme.
Después de comer, una ensalada de tomate y pepino y un filete de pechuga de pollo, me puse de nuevo a trabajar, aunque no dejaba de pensar en lo que había visto esa noche y la visión a la luz del día del precioso cuerpo de la muchacha. Mi mente fantaseaba y me la imaginaba tirándomela tumbados en la hamaca. Ya había tenido experiencias con hamacas en alguno de mis viajes por el mundo, cuando aún trabajaba como técnico de proyectos, sin embargo, y debido a mi condición de lesionado, pensaba que no era la forma conveniente. Tampoco creí que ella fuera a acceder a tener nada conmigo, habida cuenta de que yo era el vecino de sus padres y aún tenía en la mente la sensación de que me pudiera haber escuchado espiándola aquella noche. Cuando al fin terminé mis ocupaciones, recibí la llamada de unos amigos para ir a tomar unas cervezas. Ellos vendrían a recoger al lisiado y me llevarían a una de esas terrazas del paseo marítimo.
Mis amigos, casi todos compañeros del trabajo, me llevaron a un lugar nuevo, que habían abierto cerca del viejo puerto. Una especie de local al aire libre decorado con sofás blancos y con un dj que ponía música house y chill-out. Sobre unos podiums había unas bailarinas con vestidos sugerentes que hacían las delicias de todos los que mirábamos. La gran mayoría éramos solteros y el ver a esas chicas medio en cueros bailando de forma sugerente pues era un aliciente más para soportar esa noche tórrida. Los casados tampoco perdían la ocasión de mirar y alguno hasta se lanzó a coquetear con una de las bailarinas. Apenas bebo, pero cuando lo hago, lo hago bastante, además, no tenía el problema del coche porque alguien me llevaría hasta casa y quién sabe si quien me llevara hasta casa, no fuera una mujer apiadada de un pobre lisiado y quisiera darme una recompensa. Tampoco me podía poner de pie para bailar, ni siquiera para poder entrar a las tías y con lo único que pude ligar, fue con alguna camarera que resultaba que tenía novio y tampoco era plan de ir montando problemas. A eso de las 3 de la madrugada, al fondo de la pista veo una cara familiar, vestida de blanco, con uno de esos vestidos que se transparentan y dejaba ver que no llevaba brassiere y se le marcaban los pezones como lanzas dispuestos a ser besados. La acompañaba un chico negro que no dejaba de bailar con ella y acercarla más a su cuerpo y tocarle las nalgas. Aquello me estaba poniendo enfermo, así que miré hacia otro lado y me hice el despistado. Poco a poco las cervezas hicieron su efecto y llegó el momento de ir al baño a orinar. Cuando me levanté, con muchos problemas, porque aún no dominaba el asunto de las muletas, crucé la pista de baile y me fijé que Ingrid ya no estaba ahí. Supuse que se había marchado. Cual fue mi sorpresa, que cuando llegué al aseo, me encontré a Ingrid encima del lavabo siendo follada salvajemente por el negro. Discretamente me metí en el baño y me costó mear de la erección que llevaba, mientras fuera, se les oía a los dos follar a pesar del volumen de la música. Cuando logré evacuar, salí mirando hacia otro lado, pero un gemido de ella me hizo voltear rápidamente la cabeza y vi como el negro la estaba enculando con su tremenda polla. Volví a mirar a otro lado, esperando que ella no se hubiera dado cuenta de mi presencia. Al salir, vi como los que habían ligado se iban despidiendo y los que nos quedamos a dos velas, decidimos marcharnos a casa después de tomarnos la última de la noche. Uno de mis compañeros, que bebe porque es deportista, me llevó a casa. Y me fui directamente a la cama.
En mi cabeza solo tenía imágenes de Ingrid follando, comiéndole la polla al chico del día anterior, haciendo topless en la piscina. No podía soportarlo, no conseguía conciliar el sueño. Ni siquiera la paja que me hice a su salud, consiguió tranquilizarme, así que volví a la terraza, me subí a la hamaca y me fumé un cigarrillo. Rápidamente me quedé frito enseguida. Al rato, otra vez la luz encendida del apartamento de los vecinos, las risas y el sonido de la música me despertaron. Debía ser Ingrid que venía acompañada del negro, pero esta vez decidió no salir al balcón. Dentro se escuchaban las voces de 3 personas más. En total 2 chichos y dos chicas contando a Ingrid. Con curiosidad, me levanté para ver qué pasaba y escondido tras el cristal que separaban las terrazas y asomándome un poquito al balcón, pude ver que Ingrid se estaba besando con otra chica blanca y que sus dos acompañantes eran dos negros, uno de ellos, el que se había follado en el baño de la disco de antes. Las chicas se empezaron a quitar la ropa al son de la música, mientras los dos negros estaban animándolas. Ya desnudas continuaron besándose por todo el cuerpo hasta lamerse el coño. Los negros sacaron sus pollas descomunales y empezaron a pajearse delante de ellas. Ingrid se incorporó y empezó a chupársela al otro negro, y la otra chica, se la chupaba al negro al que se había follado Ingrid. A punto estuve de caerme por el balcón, cuando decidí que ya no podía más y debía irme a la cama....