Quedas con la otra persona, ya tienes un plan prefijado que se va transformando de forma consensuada conforme se va pasando la tarde. Acabas viajando por los aires sobre la ciudad, nunca llegas al concierto de jazz al que pensabas llegar, terminas en el cine viendo una película a las 0:00, sales del cine a las 3:00. Entre tanto, eres consciente de la cantidad de veces que te has besado con esa persona. Cada vez te sientes más atraido por ella. Al salir del cine y llega la hora de marchar a casa, ella no te deja que lo hagas. Le da miedo que me pueda pasar algo y me invita a la suya que está al lado. Entras en la casa, más besos, entras en la habitación, muchos más besos. Acabáis desnudos en una cama besándoos continuamente. Se repiten patrones que has vivido antes y que te llevaron a la tristeza posteriormente. Pero quieres vivir el momento. Siguen los besos, las caricias, las caricias más íntimas. Susurros, hablas porque no tienes sueño, no puedes dormirte. Sigues besándote con ella. Hacéis el amor. Hace mucho calor y abres la ventana. En la calle mucho ruido, pero te da igual, estás en el cielo o en algún lugar muy parecido. El cansancio cierra tus ojos, duermes. Cuando la luz del sol llega a tus ojos, despiertas, ya la cama no está vacía. Estás acompañado. Besas la frente de ella. Ella responde el cariño con otro beso en los labios. Buenos días. ¿qué más puedo pedir?
Todavía quedan más besos, más momentos, no sé dónde nos llevarán, pero lo estoy disfrutando. Tengo miedo, pero el miedo es lo que nos mantiene vivos, vivos para sobrevivir, vivos para disfrutar. Suerte de haberte encontrado, suerte de haberme buscado, suerte de haber compartido contigo tu cama. Que todas las noches, sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel. Que en paz descanses, Chavela.
No he entendido mucho el final.
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