Hoy escribo lejos de mi casa. Lejos de la vida que me construí, lejos del mundo que escogí para mí. Regresé a la casa de mis padres. Por unos días decidí desparecer, evaporarme. Cierto es, que estos días coinciden con las vacaciones de Navidad y que de cualquier manera, hubiera venido hasta aquí. Sin embargo, los últimos sucesos relacionados con mi afición por las faldas y las apuestas, y una cierta hartazón de la ciudad de cartón-piedra (donde resido), han hecho que venga hasta aquí con muchas ganas. Ganas de desaparecer, de hibernar, de pasar de todo, de dejarme cuidar.
Entre este remanso de paz que es el pueblo donde mis padres se marcharon cuando se jubilaron, tengo tiempo para leer y descansar, para reflexionar y tomar fuerzas e impulso para el nuevo año que pronto comenzará. En mi reflexión hago balance de todo lo sucedido en el año anterior. La decepción de la ruptura sentimental, el inicio de una nueva vida en la ciudad que me vio nacer, mis relaciones tras el duelo, el síndrome de la cama vacía, la chica especial, el despido del trabajo por una mala jugada de una mujer, la okupa que estuvo viviendo en mi apartamento y finalmente, la apuesta frustrada.
Como dije en la entrada anterior, tengo un problema bastante grave o quizás es mala suerte. Si se trata de mala suerte, ojalá el año que empieza sea mejor. Si se trata de que tengo un problema grave, lo mejor será asumirlo y actuar en consecuencia. O tal vez no. Actuar de esa manera me ha traído problemas, pero también muchos momentos excitantes. He conocido mujeres maravillosas, otras verdaderamente malas. Algunas han sido positivas y otras negativas. He follado, he gozado, me he enamorado. También he sufrido. Forma parte de eso que le llaman estar vivo, creo.
Dejarme llevar por el pesimismo por una tontería, como la de la apuesta, no es nada constructivo. Es decepcionante, claro, pero ¿acaso no se aprende de los errores? Desde luego que se aprende, y si vuelves a caer no es más que por decisión propia. Sabes los riesgos, los asumes, no hay culpa, sólo responsabilidad. Dejarse llevar es lo que tiene, unas veces aciertas y otras fallas. Darse un descanso, nunca viene mal. En esas estoy desde que llegué, dándome un descanso. Me jodió lo del amigo, sin duda, pero más me jodió sentirme ridículo. Contra eso, no hay nada que hacer, supongo. Lo que me queda es elegir mejores amistades, andar con ojo con quién me lío y por supuesto, levantarse cuando uno ha caído.
Quizás sea demasiado pronto para volverme a meter en líos, pero estos días he conocido a alguien que me ha llamado la atención. Es una chica, más o menos de mi edad. Es medio artista, bohemia, medio hippie. Me llamó la atención cuando la vi al segundo día de llegar aquí, yendo a la panadería del pueblo. Aún no sé su nombre, pero me dejó una grata impresión. Sé que vive en una casita no muy lejos de la de mis padres. He preguntado por ahí, para ver si alguien me da referencias y lo único que he sacado es que es recién llegada al pueblo, que vive sola y que pinta cuadros de "mujeres y hombres en pelotas", según me dijo María, la panadera. No sé, quizás le haga una visita...
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