La canción decía aquello de que "hay dos días en la vida para los que no nací, dos momentos en mi vida que no existen para mí, ciertas cosas en la vida no se hicieron para mí, hay dos días en la vida para los que no nací" y en efecto, así es como me siento, o debería sentirme después de decidir alejarte de mi vida y dejarte volar. Sin embargo, volviste a llamar y me dejaste noqueado. Volví a recordar esos días en que estábamos juntos y después de dejarlo seguía enganchado a ti. Ahora le llaman relación tóxica a eso de estar con alguien que no te conviene en absoluto. La nuestra lo fue, desde luego, para mí. No he estado nunca tan enganchado a alguien. Ni tan siquiera habiendo amado a otras personas, ni siquiera habiendo estado enamorado. Reconozco que estaba obsesionado contigo, incluso después de terminar la relación. Nunca fui capaz de sacarte de mi mente, a pesar de las mentiras, de las decepciones, de los engaños. Nunca pude olvidar tu piel, tu color, tus manos, tus pechos, el sabor de tu sexo. Tampoco pude olvidar el sonido de tus gemidos, el tacto de tus labios y tu lengua sobre mi verga, sentirte estremecer en el momento del orgasmo y cuando me implorabas que te la metiera bien adentro. Sin lugar a dudas, has sido con quien he tenido el mejor sexo jamás. Saciaste todas mis expectativas y elevaste el listón de mis exigencias. Las comparaciones son odiosas, pero en ese sentido no dejaste lugar para la competencia. Fuera quien fuera quien vino después, nunca se aproximaba a lo que tuve contigo. Y eso engancha, engancha que no veas. He pasado los últimos cinco años pensándote en la distancia, recordándote y amándote en secreto. Siempre con la esperanza de volverte a ver, de volver a tenerte entre mis brazos, de sentirte, de follarte, con toda la intensidad que tuvimos mientras andábamos juntos. Con la misma intensidad que he intentado olvidarme de ti, de olvidar el día en que te conocí. Con la misma intensidad que el día en que me dejaste. Te odio, pero te echo de menos. Dos días en la vida que no quiero recordar y que por mucho que lo intente, no lo consigo. Por alguna razón, siempre apareces. El miércoles volviste a llamarme, y volviste a desarmarme. Otra vez me mentiste y de nuevo conseguiste excitarme. Me dijiste que vendrías, que me llamarías el viernes. Ni viniste, ni me llamaste el viernes. Tal vez sea el momento en que deba desintoxicarme de ti...
Joder... te entiendo demasiado bien... tanto que me parece estar leyéndome a mí mismo...
ResponderEliminarLa misma historia de siempre, me temo. Mucho ánimo, y gracias por comentar!!
ResponderEliminarSalud!