martes, 26 de junio de 2012

Despedida III

Tres copas después la camarera nos avisó de que si queríamos una última consumición deberíamos pedirla en ese momento, porque iban a cerrar la caja. Miré a la chica sin nombre y ella me dijo que nos acabáramos la última y que nos fuéramos a otro sitio. Y así hicimos. Durante el tiempo que estuvimos bebiendo en el pub, estuvimos hablando de cosas místicas, de lugares que habíamos conocido y de lo que habíamos aprendido en esos sitios. Ninguna referencia personal. Parecía que quería permanecer en el anonimato y que no supiera más que sobre ella que lo que estábamos hablando.

Salimos del pub y nos dirigimos por unas callejuelas hacia un parque que estaba iluminado por una farola, bajo la cual, había un banco. Ella sacó de su bolso un librillo de papel de fumar, una china de hachís y comenzó a liarse un porro. Mientras tanto yo le contaba el origen de la palabra asesino, que procedía de la misma raíz que la palabra hachís. El asesino, sería el consumidor de hachís según la etimología de la palabra. "Mira que eres cursi", me dijo con un cierto tono guasón. "Bueno, sé hacer cosas mejores, pero si no quieres que te cuente la historia, no te la cuento", le dije en plan desafiante. Ella terminó de enrollar el porro, lo encendió, le dio una calada profunda y me lo pasó. "Por favor, cuéntamela, no me hagas caso, estoy un poco achispada", me dijo recordando los 4 gin-tonics que nos habíamos bebido juntos. Quizás yo también estaba un poco achispado, pues le llevaba uno de ventaja, amen de las cervezas que me había tomado antes. "Pues con esto vas a estar un poquito más achispada", dije mientras soltaba el humo del porro al que acababa de darle una fuerte y profunda calada.

Le conté la leyenda de los nizaríes, aquellos asesinos mercenarios que eran inducidos al asesinato selectivo de personas importantes, tras hacerles consumir grandes cantidades de hachís y hacerles creer que veían el paraíso lleno de huríes que satisfacían sus deseos carnales. Ella escuchaba embobada mis historias sobre los nizaríes y en un momento, dando un sorbo al porro, y acercándose a mi boca, me dijo "Esta noche te haré ver el paraíso", introduciéndome el humo que acababa de inhalar. Tras eso, no pude evitar besar sus labios y el beso fue correspondido. Quien sabe el tiempo que estuvimos allí besándonos hasta que me agarró la mano y me hizo acompañarla a la vuelta de la esquina. Sacó las llaves y abrió una puerta. Llegamos al tercer piso y volvió a abrir la puerta. Era una de esas casas antiguas, con apenas unos cuantos muebles antiguos y en el salón 2 maletas cerradas, signo de que ella partiría al día siguiente, como me había dicho.

Entre besos, caricias, abrazos, nos fuimos desprendiendo de la ropa hasta llegar a lo que debía ser su habitación. Tampoco estaba decorada, tan solo había una cama con un cubrecamas, una mesilla de noche y una lámpara. Metió la mano en un cajón y sacó tres pañuelos. De la excitación yo no dejaba de acariciarla, pero me obligó a permanecer quieto. Encendió la lámpara y puso uno de los pañuelos sobre la pantalla. Era de color rojo y le daba un toque sensual a la habitación. Agarró otro pañuelo y ató mi muñeca izquierda al cabecero de la cama y con el otro pañuelo, hizo lo mismo con mi mano derecha. Atado y a merced de la mujer desconocida, vi como salía de la habitación. Al volver, estaba solo vestida por un tanga negro y llevaba otro pañuelo en las manos. Me tapó los ojos y se subió encima de mi. Poco a poco me fue despojando de las pocas prendas que aún me quedaban hasta dejarme completamente desnudo. Sin visión, noté como ella se restregaba por todo mi cuerpo. Olía a romero, probablemente había sacado de alguna parte algo de aceite de romero. Yo me sentía en la gloria y ella me ofrecía uno de sus pechos para que los besara, los chupara y mordiera. Repitió la acción con el otro, mientras con su mano izquierda me acariciaba la polla de forma suave. Como estaba atado, no podía tocarla pero me dejé llevar por los movimientos de aquella diosa Shakti que acababa de conocer. Poco a poco fue besándome el cuello y restregando sus pezones erectos sobre mi pecho. Me hacía cosquillas con su pelo. Sus besos llegaron a mi pecho entreteniéndose con mis pezones, luego bajaron a mi abdomen hasta llegar a duro y enhiesto lingam. Shakti sabía como satisfacer a Shiva introduciéndose mi polla en su boca. Chupó y lamió toda su extensión, ayudada de su mano. Con la otra me acariciaba el pecho. No sólo se conformó con hacerme la mamada más deliciosa que me habían regalado nunca, sino que además se introdujo mis huevos en su boca, llevándome al nirvana.

Yo gemía de placer por lo que aquella diosa me estaba haciendo. Al momento, cuando pensaba que me iba a correr, paró y cambió de posición. Se quitó el tanga y puso su sexo rasurado sobre mi cara. Estaba caliente y húmeda y con mi lengua trataba de agradecer todo lo que había hecho ella antes por mí. Le estaba comiendo el coño como si estuviera devorando uno de esos deliciosos mangos que ya están maduros. Ella respondía con leves suspiros, que fueron convirtiéndose en gemidos y tomaron forma de gritos de placer. "Sigue, sigue, no pares, hijo de puta", me dijo en un arrebato de pasión. Mientras seguía dándole placer oral a la diosa ella me masturbaba con una de sus manos, hasta que se volvió hacia mi polla y adoptamos la posición del 69. Ahora ambos estábamos gritando de placer y nuestros gritos ahogaban el rechinar de los muelles de la vieja cama que se había convertido en el paraíso. Un gran chorro de flujo inundó mi cara, mientras ella se corría. "No pares, por favor, no pares", me dijo mientras le iban llegando uno a uno varios orgasmos. Inexplicablemente dejó de comerme la polla mientras se concentraba en las descargas que inundaban todo su ser. "Si es que eres cursi hasta escribiéndolo", me dijo. Yo no comprendí nada de lo que me hablaba hasta ahora en que estoy relatando esto que me ocurrió.

Tras su tremenda corrida, cayó rendida sobre mi. Estaba agotada. Me quitó el pañuelo de los ojos y me besó en los labios. Estábamos sudados. Me liberó las muñecas y me hizo abrazarla. Estuvimos así un rato hasta que recuperó el resuello. "Ahora te toca a ti", me dijo. En ese momento en que había recuperado la visión y que podía moverme libremente, observé que había encendido una barrita de incienso. Se subió sobre mi y comenzó a menearme la polla hasta que se puso bien dura de nuevo. Se la metió y empezó a cabalgarme como si le fuera la vida en ello. De un momento a otro conseguiría que me corriera, pero decidí que era mejor cambiar de postura. La coloqué a cuatro patas y se la inserté por detrás, comenzando con un rítmico bombeo que iba cada vez más deprisa y que logró sacarle más gritos. "Me vas a matar, cabrón, sigue, sigue", me decía ella presa del placer. Noté de nuevo que iba a acabar y volví a decirle que se pusiera encima de mi. Sumisa, obedeció. Le agarré de las nalgas y continuamos con nuestro frenético vaivén. Uno de mis dedos se introdujo en su culo, lo que la excitó más hasta llegar a un orgasmo todavía más potente que los anteriores. Seguí bombeando hasta que terminó de correrse por tercera vez. Entonces cayó sobre mi y volvimos a abrazarnos.

No sé como había aguantado tanto, pero aún no me había corrido. Mientras nos besábamos, ella agarró mi polla y me masturbaba. "Quiero que te corras en mi cara", me ordenó. Me puse en pie y comenzó a chupármela todavía más deprisa, cuando noté que me iba a correr, la avisé para que dejara de chupármela y solté una tremenda descarga sobre su cara, su boca, y sus pechos. Con la mano se fue limpiando mi lefa y cuando la tuvo toda sobre la mano la lamió, me enseñó la boca y se lo tragó. Nunca antes nadie se había tragado mi semen, ni tan siquiera la hija de puta con la que había cortado horas antes. Ni tan siquiera me acordaba de ella. Quedamos abrazados durante unos minutos recuperando la respiración. Ella se levantó, salió de la habitación y volvió con su bolsito. Sacó otro papel y enrolló otro porro. Nos lo fumamos tranquilamente hasta que se acabó. Nos quedamos dormidos y abrazados, desnudos.

Horas más tarde, empecé a sentir calor y una fuerte luz cegaba mis ojos. Me incorporé y vi que estaba solo en aquella habitación. Salí al salón y habían desaparecido las maletas. En su lugar, había dejado una nota en la que decía:

"Las cosas suceden porque sí. No trates de buscarme ni de buscarle ninguna explicación. El apego nos lleva al sufrimiento y es mejor dejarlo así, porque podríamos enarmorarnos y sufrir. Piensa que una noche conociste el paraíso... yo también me quedo con eso. Quizás nos volvamos a encontrar en otra vida..."

Me vestí, y salí de aquella casa, dejando la llave en la puerta que me condujo al paraíso. Tardé un tiempo en aceptar que lo que pasó aquella noche, no volvería a pasar. Me di cuenta, que el apego, de verdad, llevaba al sufrimiento. Sufrimiento que había experimentado aquella noche, cuando mi novia me dejó por un compañero de trabajo, y sufrimiento por haber conocido el paraíso sin la posibilidad de regresar con aquella chica misteriosa con el tatuaje de Shakti. Volví a ser Shiva otras muchas más veces, pero algo había cambiado en mi esa noche. Ya no habría más apego, tan sólo disfrutaría del momento...

1 comentario:

  1. Me lo temía...que renunciases al apego, porque alguien apegado a ti te hizo tanto daño. O quizás me equivoco? Seguiré leyendo!

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