Después de la primera vez, y habiendo asumido la nueva condición de follamigos, fue una sucesión de encuentros cada vez más morbosos y siempre con la misma finalidad: echar un polvo. Las llamadas y los mensajes se producían a cualquier hora del día, cualquier día de la semana. "Quedamos en tal sitio, a tal hora" - esa era la contraseña para encontrarnos y follar como salvajes. Daba igual el lugar, bien podría ser en mi casa, bien en la de sus padres, en los baños de su oficina, en el hotel por horas de al lado de la mía, en el coche. Poco a poco fuimos perdiendo la costumbre de hablar de nuestras cosas, salir a dar un paseo, tomarnos cervezas. Se fue perdiendo aquello que era la base de nuestra amistad y sólo primaba el sexo en nuestra relación. Realmente disfrutábamos de esta nueva faceta y tampoco le dimos importancia a ese asunto.
Lo mejor del sexo con ella era precisamente lo bien que nos complementábamos, que nos iban las mismas cosas y que teníamos la confianza para plantear nuestras fantasías y hacerlas realidad. Uno se plantea si esta no es la situación ideal, tener una amiga con la que tienes el sexo asegurado y con la que no existe ningún tipo de atadura, salvo la complicidad que conlleva la amistad. Me sentía muy bien y creo que ella también. En cierta medida tenía lo que siempre había deseado: una "pareja" con la que follar y toda la libertad del mundo para hacer lo que yo quisiera, pues no había ningún tipo de atadura. De hecho, al estar bien atendido, ni siquiera me plantee tener otras aventuras por ahí. No me hacía falta y en cierta medida me acostumbré.
El problema llegó cuando empezaron a llegar terceras personas. En principio teníamos claro que al no ser pareja, cada uno podría hacer lo que le diera la gana. Las explicaciones sobraban y tal vez, si apetecía, se podría comentar la jugada como parte de nuestros juegos eróticos. La primera vez fue cuando ella tuvo que marchar toda una semana a un congreso a otra ciudad. Ya se sabe que este tipo de acontecimientos son dados a que ocurran todo tipo de aventuras entre los participantes. Esta vez no iba a ser una excepción y según me comentó ella, se lió con un compañero. Es extraño, se siente una sensación rara al saber que la persona con quien te has estado acostando durante los últimos meses, hace pleno uso de la libertad pactada. Reconozco que no lo llevé bien al principio, y aunque ella me preguntara sobre cómo me sentía, siempre negaba que me hubiera afectado. Traté de racionalizar las cosas, aunque en el fondo me sentía decepcionado. ¿Qué podía esperar? Habíamos acordado que lo nuestro era una amistad con derecho a roce y los celos no tenían cabida. Tocado en mis pensamientos, acudí a un amigo para que me diera consejo. Este amigo se mueve en ambientes liberales y tenía una experiencia más que sobrada en el tema. Me dijo que lo que había tenido era un ataque de cuernos, que era normal, pero que si nuestro acuerdo era el de total libertad, no debía sentirme así y que yo también debería hacer uso de la misma. Mi amigo sabía de lo que hablaba y terminé por hacerle caso.
Seguimos con nuestros encuentros morbosos, incluso un día me planteó el hacer un trío con otro tío. Decía que era una de sus fantasías y que quería cumplirla. Aquello me dejó noqueado. Tal vez iba de moderno al hacer tales y cuales cosas, pero aquello era una cuestión que nunca me había planteado. Quizás el pequeño machista que llevaba dentro bien escondido salió a relucir. Antes ya había tenido varios tríos con dos chicas, pero nunca se me había ocurrido meter otra polla en mi cama que no fuera la mía. Cada vez que lo planteaba, trataba de darle largas. No era algo que me apeteciera, realmente. Sin embargo el miedo a perder la situación de privilegio que gozaba con ella o a que me acusara de rancio o machista, hizo que aceptara bajo la condición de que ella lo arreglara todo y que tenía que ser con alguien desconocido. Era absurdo, no tenía por qué hacer nada que no quisiera, pero comenzaba a tener algo de dependencia de mi amiga o quizás a sentir algo más que la amistad.
El día del famoso trío llegó. Me citó en su casa donde el tipo en cuestión hacía un rato que había llegado. Ella lo buscó en una de esas páginas de contactos, pasando por una especie de casting entre otros muchos candidatos y al final lo eligió por su experiencia, su trato amable, su simpatía y su buen aspecto. Me sentí algo intimidado porque el tipo era un atleta, el típico tío que se las lleva de calle y las comparaciones, que siempre son odiosas, empezaron a rondar por mi cabeza. "Seguro que la tiene enorme" - era mi pensamiento, y en efecto, el tipo se gastaba una tranca de campeonato. No sabía donde meterme, pero claro, pesaba más el qué dirán y accedí a compartir mujer. Me di cuenta de que era bastante liberal para algunas cosas, pero para otras, seguía siendo bastante tradicional y ese poso machista que todos tenemos salía a relucir. Luché contra mis miedos y mis temores y tras tomarme varios Jack's (bourbon con coca-cola) empezamos con el lío. Me costó mucho que se me pusiera dura, quizás fuera por los nervios o por lo bebido que estaba. Sólo esperaba que el tipo no me rozara con su mastodóntica verga.
Empezamos con los toqueteos, los besos. Mi amiga pasaba de una boca a otra mientras le quitábamos la ropa. El tercero en liza le comía las tetas a mi amiga, que me acariciaba la polla por encima del pantalón. Acto seguido y ya desnudos ella le comenzó a hacer una mamada mientras yo le trabajaba su húmedo coño. Durante el tiempo en el que estuvimos siempre se mostró muy fogosa, pero esa noche estaba desatada y muy caliente. Mientras seguía chupándosela al invitado se la iba clavando por detrás. Cómo gritaba, como jadeaba, nunca la había visto así de zorra. "Ahora quiero probar ese pollón" - dijo sacándose la mía e insertándose la del tipo de una sola vez. Por un momento pensé que la partiría en dos, pero aguantó perfectamente el trozo de carne del individuo. Me agarró de la verga y se la llevó a la boca haciéndome una mamada increíble. Luchaba por no correrme tan rápido, no quería dejarle todo el postre a él. En un momento dado, pidió que se la metiera por el culo. Realmente su fantasía consistía en la doble penetración, así que ni corto, ni perezoso, una vez dilatado su agujero se la metí, procurando no tocar al tipo en ningún momento. La operación fue difícil, pues el tamaño de la polla del amigo invitado era descomunal y apenas dejaba espacio para mí, estrechando de manera ostensible el recto de mi amiga, la cual ya no gritaba, juraba en arameo. La estrechez del ano de mi amiga y que al final encontré un punto morboso en aquella situación hicieron que me corriera demasiado pronto y finalizara mi fiesta antes de tiempo. Me retiré a un lado de la cama y tuve que ver como los otros dos follaban como dos animales en diferentes posturas y de diversas maneras. En verdad el tipo era una máquina y me apunté varias de sus habilidades para añadirlas a mi repertorio. Sin embargo, me sentía mal. No podía soportar más el ver como se follaban a mi amiga, me levanté, agarré mis cigarrillos y me fui a fumar a la terraza mientras los dos seguían con la faena.
No sé qué coño me pasaba, me sentía fatal. Empecé a recordar a todas las chicas con las que había estado y que les habían puesto los cuernos a sus parejas conmigo. Empecé a sentir una extraña empatía por aquellos hombres. Pero, alto, ella no era mi pareja. ¿Por qué cojones tenía que sentirme así? El intenso orgasmo en el que explotó mi amiga (ella tuvo la delicadeza de decirme que fueron varios) por las virtudes amatorias del tipo aquel, me dolió en el fondo de mi ser. Por fin me había dado cuenta, eran celos. Celos. Y yo me pregunto ¿se pueden tener celos de alguien con el que mantienes una relación de follamigos, donde no hay ataduras de ninguna clase y cada quién puede hacer lo que quiera? Imagino que no, al menos no debería ocurrir. Sin embargo, desde esa noche me di cuenta de que había traspasado alguna frontera en el acuerdo que teníamos y que la cosa no sería la misma a partir de entonces.
Lo mejor del sexo con ella era precisamente lo bien que nos complementábamos, que nos iban las mismas cosas y que teníamos la confianza para plantear nuestras fantasías y hacerlas realidad. Uno se plantea si esta no es la situación ideal, tener una amiga con la que tienes el sexo asegurado y con la que no existe ningún tipo de atadura, salvo la complicidad que conlleva la amistad. Me sentía muy bien y creo que ella también. En cierta medida tenía lo que siempre había deseado: una "pareja" con la que follar y toda la libertad del mundo para hacer lo que yo quisiera, pues no había ningún tipo de atadura. De hecho, al estar bien atendido, ni siquiera me plantee tener otras aventuras por ahí. No me hacía falta y en cierta medida me acostumbré.
El problema llegó cuando empezaron a llegar terceras personas. En principio teníamos claro que al no ser pareja, cada uno podría hacer lo que le diera la gana. Las explicaciones sobraban y tal vez, si apetecía, se podría comentar la jugada como parte de nuestros juegos eróticos. La primera vez fue cuando ella tuvo que marchar toda una semana a un congreso a otra ciudad. Ya se sabe que este tipo de acontecimientos son dados a que ocurran todo tipo de aventuras entre los participantes. Esta vez no iba a ser una excepción y según me comentó ella, se lió con un compañero. Es extraño, se siente una sensación rara al saber que la persona con quien te has estado acostando durante los últimos meses, hace pleno uso de la libertad pactada. Reconozco que no lo llevé bien al principio, y aunque ella me preguntara sobre cómo me sentía, siempre negaba que me hubiera afectado. Traté de racionalizar las cosas, aunque en el fondo me sentía decepcionado. ¿Qué podía esperar? Habíamos acordado que lo nuestro era una amistad con derecho a roce y los celos no tenían cabida. Tocado en mis pensamientos, acudí a un amigo para que me diera consejo. Este amigo se mueve en ambientes liberales y tenía una experiencia más que sobrada en el tema. Me dijo que lo que había tenido era un ataque de cuernos, que era normal, pero que si nuestro acuerdo era el de total libertad, no debía sentirme así y que yo también debería hacer uso de la misma. Mi amigo sabía de lo que hablaba y terminé por hacerle caso.
Seguimos con nuestros encuentros morbosos, incluso un día me planteó el hacer un trío con otro tío. Decía que era una de sus fantasías y que quería cumplirla. Aquello me dejó noqueado. Tal vez iba de moderno al hacer tales y cuales cosas, pero aquello era una cuestión que nunca me había planteado. Quizás el pequeño machista que llevaba dentro bien escondido salió a relucir. Antes ya había tenido varios tríos con dos chicas, pero nunca se me había ocurrido meter otra polla en mi cama que no fuera la mía. Cada vez que lo planteaba, trataba de darle largas. No era algo que me apeteciera, realmente. Sin embargo el miedo a perder la situación de privilegio que gozaba con ella o a que me acusara de rancio o machista, hizo que aceptara bajo la condición de que ella lo arreglara todo y que tenía que ser con alguien desconocido. Era absurdo, no tenía por qué hacer nada que no quisiera, pero comenzaba a tener algo de dependencia de mi amiga o quizás a sentir algo más que la amistad.
El día del famoso trío llegó. Me citó en su casa donde el tipo en cuestión hacía un rato que había llegado. Ella lo buscó en una de esas páginas de contactos, pasando por una especie de casting entre otros muchos candidatos y al final lo eligió por su experiencia, su trato amable, su simpatía y su buen aspecto. Me sentí algo intimidado porque el tipo era un atleta, el típico tío que se las lleva de calle y las comparaciones, que siempre son odiosas, empezaron a rondar por mi cabeza. "Seguro que la tiene enorme" - era mi pensamiento, y en efecto, el tipo se gastaba una tranca de campeonato. No sabía donde meterme, pero claro, pesaba más el qué dirán y accedí a compartir mujer. Me di cuenta de que era bastante liberal para algunas cosas, pero para otras, seguía siendo bastante tradicional y ese poso machista que todos tenemos salía a relucir. Luché contra mis miedos y mis temores y tras tomarme varios Jack's (bourbon con coca-cola) empezamos con el lío. Me costó mucho que se me pusiera dura, quizás fuera por los nervios o por lo bebido que estaba. Sólo esperaba que el tipo no me rozara con su mastodóntica verga.
Empezamos con los toqueteos, los besos. Mi amiga pasaba de una boca a otra mientras le quitábamos la ropa. El tercero en liza le comía las tetas a mi amiga, que me acariciaba la polla por encima del pantalón. Acto seguido y ya desnudos ella le comenzó a hacer una mamada mientras yo le trabajaba su húmedo coño. Durante el tiempo en el que estuvimos siempre se mostró muy fogosa, pero esa noche estaba desatada y muy caliente. Mientras seguía chupándosela al invitado se la iba clavando por detrás. Cómo gritaba, como jadeaba, nunca la había visto así de zorra. "Ahora quiero probar ese pollón" - dijo sacándose la mía e insertándose la del tipo de una sola vez. Por un momento pensé que la partiría en dos, pero aguantó perfectamente el trozo de carne del individuo. Me agarró de la verga y se la llevó a la boca haciéndome una mamada increíble. Luchaba por no correrme tan rápido, no quería dejarle todo el postre a él. En un momento dado, pidió que se la metiera por el culo. Realmente su fantasía consistía en la doble penetración, así que ni corto, ni perezoso, una vez dilatado su agujero se la metí, procurando no tocar al tipo en ningún momento. La operación fue difícil, pues el tamaño de la polla del amigo invitado era descomunal y apenas dejaba espacio para mí, estrechando de manera ostensible el recto de mi amiga, la cual ya no gritaba, juraba en arameo. La estrechez del ano de mi amiga y que al final encontré un punto morboso en aquella situación hicieron que me corriera demasiado pronto y finalizara mi fiesta antes de tiempo. Me retiré a un lado de la cama y tuve que ver como los otros dos follaban como dos animales en diferentes posturas y de diversas maneras. En verdad el tipo era una máquina y me apunté varias de sus habilidades para añadirlas a mi repertorio. Sin embargo, me sentía mal. No podía soportar más el ver como se follaban a mi amiga, me levanté, agarré mis cigarrillos y me fui a fumar a la terraza mientras los dos seguían con la faena.
No sé qué coño me pasaba, me sentía fatal. Empecé a recordar a todas las chicas con las que había estado y que les habían puesto los cuernos a sus parejas conmigo. Empecé a sentir una extraña empatía por aquellos hombres. Pero, alto, ella no era mi pareja. ¿Por qué cojones tenía que sentirme así? El intenso orgasmo en el que explotó mi amiga (ella tuvo la delicadeza de decirme que fueron varios) por las virtudes amatorias del tipo aquel, me dolió en el fondo de mi ser. Por fin me había dado cuenta, eran celos. Celos. Y yo me pregunto ¿se pueden tener celos de alguien con el que mantienes una relación de follamigos, donde no hay ataduras de ninguna clase y cada quién puede hacer lo que quiera? Imagino que no, al menos no debería ocurrir. Sin embargo, desde esa noche me di cuenta de que había traspasado alguna frontera en el acuerdo que teníamos y que la cosa no sería la misma a partir de entonces.
Es muy dificil decir "hasta aquí es solo sexo, de aquí para allá es algo más", la frontera es muy difusa y más cuando la relación no es puramente física, sino además intelectual y emocional, porque erais amigos antes de empezar a acostaros... en fin...
ResponderEliminarHiciste mal en desvincularte del proceso de selección del otro pavo, supongo que lo entenderías después. De esta forma no fue algo vuestro, sino solo de ella y al que tú estabas invitado...
Uf, tío, lo siento por el mal trado que debiste pasar.
Salud!
Sin duda es muy difícil, sobre todo si hay toda una historia detrás. En este caso la había y me equivoqué al pensar que podía controlarlo. Psicoanálisis mediante, finalmente reconocí que ella me gustaba más que como una amiga y no fui capaz de separar las cosas. Quizás si hubiera sido más sincero conmigo mismo...
EliminarEn cuanto al casting, no participé en él por querer ir de moderno y sobrado. Me arrepiento mucho de ello, pues pudo haber sido algo divertido y morboso.
Gracias por tu comentario y ya contaré qué pasó después.
Salud!!!
Tloque Nahuaque resultas ser un gran descubrimiento. Esto promete y me quedare por aqui.
ResponderEliminarY con respecto a la entrada es una curiosa sensacion que por cierto conozco y te quedan dos por hacer, o te sientes un cornudo que tampoco es tan malo al fin y al cabo el que con 40 años no tiene cuernos es por falta de calcio, o bien te vuelves un maldito crapula que todo te resbala ( esto lleva su tiempo para hacer callo), en cualquier caso menos preocuparse cualquier cosa. ¡ y que te quiten lo bailao!
Portate bien...si te dejan!
Gracias Maestro de Feria por tu comentario y tu visita, espero verte más por aquí. En cuanto a lo que me dices, el tema del callo, a fuerza de repetir el golpe, uno ya se queda sin sensibilidad...
EliminarGracias, nuevamente y nos estamos leyendo.
Salud!