martes, 31 de julio de 2012

La vecina de enfrente

En estos días de calor intenso se me hace complicado poder dormir. Envuelto en sudor, doy vueltas a la cama intentando conciliar el sueño, pero a veces es imposible, a pesar de tener encendido el ventilador. Muchas noches, acabo durmiendo en la terraza aunque el calor sea el mismo. La historia que acontinuación les relataré data de hace unos años, cuando vivía en otra ciudad cercana al mar. Allí la humedad hace más insoportable el calor, pero cuando cae la noche corre una ligera brisa que consigue refrescar el ambiente. Vivía yo en un apartamento cercano a la playa en una urbanización donde pasaban sus vacaciones familias de extranjeros que quedaban allí durante alguna semana y después se marchaban. La mayor parte del tiempo, las viviendas alrededor de la mía estaban vacías, con lo que el lugar era bastante tranquilo y apenas había ruido salvo el murmullo de las olas al descargar en la playa. El apartamento contiguo al mío era habitado por una pareja de jubilados que procedía del norte de Europa. Pasaban largas temporadas, pero aquel verano, decidieron hacer un crucero y el apartamento quedó vacío. A principios de agosto, una noche, escuché que alguien abría la puerta de los vecinos y preocupado fui a ver qué sucedía. Toqué al timbre y me recibió una joven rubia que decía ser la hija del matrimonio dueño del apartamento. Me contaba que estaba estudiando y que le habían quedado algunas asignaturas pendientes, y que sus padres habían preferido que fuera a estudiar allá, para evitar las tentaciones de la gran ciudad donde vivía y las malas compañías. Allí ella podría estudiar tranquila y podría relajarse yendo a la piscina o a la playa, para no hacer tan tedioso el verano. Nuestra urbanización también quedaba retirada del núcleo urbano, con lo que podría evitar la tentación de salir a discotecas. La ingenuidad de los padres era conmovedora, sin embargo me resultó un ejercicio de confianza para con su hija, que muy pocos padres tienen con sus hijos. Yo mismo me ofrecí a ayudarla a instalarse y a hacer las compras necesarias para su estancia. Le dije que si necesitaba algo de mi, que no dudara en pedírmelo.

En mi empresa estábamos preocupados con el cierre fiscal y muchas veces me traía montañas de trabajo a caasa para ir avanzando en lo que pudiera. En cuanto a la muchacha, que podría tener unos 20 años, no hacía ningún tipo de ruido, por lo que no me preocupé, pues la imaginaba estudiando. Algún que otro día, antes de meterme en mi apartamento, pasaba a saludarla y a preguntarle si necesitaba algo. Ella siempre me decía que no, que estaba todo tranquilo y que no me preocupara. Incluso me ofrecí a sacarla a tomar una cerveza alguna noche, pero ella prefería estar estudiando. Aquel verano, parecía que iba a ser tranquilo, puesto que los pocos vecinos que había en la urbanización no eran tan ruidosos como los de otros años. Un día, después del trabajo, unos compañeros me invitaron a jugar al tenis para relajarnos un poco, con tan mala fortuna que me torcí el tobillo y me hice un esguince fuerte. Me escayolaron la pierna y tuve que trasladar mi oficina a la casa, para terminar con mis tareas. Lo de la escayola fue un fastidio porque no podía ir a la playa, y ni siquiera a la piscina, pero ni modo. Sería cosa de 15 días y todo volvería a la normalidad. En cuanto a la vecinita, tampoco reparaba en su presencia porque no hacía ningún ruido.

Una noche de viernes, de mucho calor y de dar muchas vueltas a la cama, decidí salir a la terraza a fumarme un cigarrillo. Debían ser como las 5:00 de la mañana. Me eché en la hamaca y fumando, me quedé profundamente dormido. A todo esto, unas risas y la luz encendida del apartamento de al lado, me despertaron. Al parecer, la mosquita muerta, había salido esa noche y volvía algo borracha y en compañía de alguien que parecía ser un muchacho. Abrieron la puerta de la terraza y se asomaron al balcón. Desde mi posición no podía ser visto, aunque yo tenía una perspectiva bastante amplia de lo que estaba ocurriendo. El chico la estaba besando el cuello y le estaba sobando los pechos por encima del top. Ella, con su mano hacia detrás, le amasaba la verga por encima del pantalón. Mientras tanto, yo podía ver todo lo que pasaba con curiosidad y algo de excitación. La muchacha se dio la vuelta y le plantó un beso de tornillo al joven que se afanaba por desabrochar el nudo al que se ataba el sujetador del bikini para dejar al descubierto esos pequeños, pero firmes pechos sonrosados que una vez deshecho el nudo, se afanó en chupar, mordisquear y mamar. La joven, a la que llamaremos Ingrid, se agachó y bajó el bañador del joven destapando un tremendo pollón que comenzó a chupar como si la vida le fuera en ello. El chico no dejaba de gemir y de echar el cuello hacia atrás, señal de la maestría de la joven en el arte de la felación. Hacía ya un rato que mis discretos shorts hacían evidencia de una tremenda erección y ya había comenzado a hacerme una paja ante el espectáculo que me estaban brindando. Me sentí un poco voyeur, pero el moverme de mi situación y para más inri, con la escayola, hubiera hecho un ruido que hubiera molestado a la pareja y me hubiera perdido el resto del espectáculo.

Una vez se incorporó Ingrid (no es su verdadero nombre), se dio la vuelta y el joven la despojó de la parte de abajo del bikini, dejándola completamente desnuda. Desde esa posición el joven comenzó a penetrarla por detrás iniciando con un bombeo lento y siguiendo con un fuerte mete y saca, que se traducía en los gemidos ahogados de la muchacha. Yo ya estaba a cien y de un momento a otro me vendría. Los gemidos se convirtieron en gritos, que pude identificar que se trataba de una petición a su pareja de que le diera más fuerte, y algún que otro insulto. El vivir en estos lugares con turistas, te hace aprender toda clase de groserías en distintos idiomas y lo que le estaba diciendo era algo así como "Cójeme, cabrón, cójeme... así, así me gusta, que me taladres el coño". Lo de que le taladrara el coño es más una licencia literaria mía, porque probablemente le estaría diciendo algo mucho peor. Y ahí estaba yo, pelándomela como un mono y cuando me vine no pude evitar soltar un ronquido de placer. Este ruido, alertó a los muchachos que se metieron inmediatamente en la habitación, quizás avergonzados por haber sido sorprendidos por algún voyeur. Ni tan siquiera me moví de la hamaca, no fuera que mis movimientos me delataran y se dieran cuenta de que había sido yo. Dentro del cuarto, continuaron con su fiesta particular, pero ya los ruidos no eran tan evidentes como cuando estaban en la terraza. Yo me quedé plácidamente dormido y allí amanecí cuando los primeros rayos de sol me dieron sobre la cara.

El sábado por la mañana aproveché para terminar con unos presupuestos y cerrar un libro contable. Ni siquiera me di cuenta de que había gente en la piscina, absorbido, como estaba, en mi trabajo. Tras varias horas de trabajo, me salí a la terraza a fumarme un cigarrillo y vi a través del balcón que Ingrid estaba tumbada en una hamaca con unos auriculares y practicando topless, lo cual es algo habitual entre las jóvenes de su país, a las que les encanta lucir bronceadas. La visión del cuerpo semidesnudo de Ingrid a la luz del día, ofrecía un cuerpo escultural donde destacaban esos dos pechos pequeños pero firmes y un vientre plano y trabajado en el gimnasio. Al darse la vuelta para continuar con su bronceado, pude descubrir un precioso trasero bien formado el cual, me excitó nuevamente y tuve que marcharme al baño para aliviarme.

Después de comer, una ensalada de tomate y pepino y un filete de pechuga de pollo, me puse de nuevo a trabajar, aunque no dejaba de pensar en lo que había visto esa noche y la visión a la luz del día del precioso cuerpo de la muchacha. Mi mente fantaseaba y me la imaginaba tirándomela tumbados en la hamaca. Ya había tenido experiencias con hamacas en alguno de mis viajes por el mundo, cuando aún trabajaba como técnico de proyectos, sin embargo, y debido a mi condición de lesionado, pensaba que no era la forma conveniente. Tampoco creí que ella fuera a acceder a tener nada conmigo, habida cuenta de que yo era el vecino de sus padres y aún tenía en la mente la sensación de que me pudiera haber escuchado espiándola aquella noche. Cuando al fin terminé mis ocupaciones, recibí la llamada de unos amigos para ir a tomar unas cervezas. Ellos vendrían a recoger al lisiado y me llevarían a una de esas terrazas del paseo marítimo.

Mis amigos, casi todos compañeros del trabajo, me llevaron a un lugar nuevo, que habían abierto cerca del viejo puerto. Una especie de local al aire libre decorado con sofás blancos y con un dj que ponía música house y chill-out. Sobre unos podiums había unas bailarinas con vestidos sugerentes que hacían las delicias de todos los que mirábamos. La gran mayoría éramos solteros y el ver a esas chicas medio en cueros bailando de forma sugerente pues era un aliciente más para soportar esa noche tórrida. Los casados tampoco perdían la ocasión de mirar y alguno hasta se lanzó a coquetear con una de las bailarinas. Apenas bebo, pero cuando lo hago, lo hago bastante, además, no tenía el problema del coche porque alguien me llevaría hasta casa y quién sabe si quien me llevara hasta casa, no fuera una mujer apiadada de un pobre lisiado y quisiera darme una recompensa. Tampoco me podía poner de pie para bailar, ni siquiera para poder entrar a las tías y con lo único que pude ligar, fue con alguna camarera que resultaba que tenía novio y tampoco era plan de ir montando problemas. A eso de las 3 de la madrugada, al fondo de la pista veo una cara familiar, vestida de blanco, con uno de esos vestidos que se transparentan y dejaba ver que no llevaba brassiere y se le marcaban los pezones como lanzas dispuestos a ser besados. La acompañaba un chico negro que no dejaba de bailar con ella y acercarla más a su cuerpo y tocarle las nalgas. Aquello me estaba poniendo enfermo, así que miré hacia otro lado y me hice el despistado. Poco a poco las cervezas hicieron su efecto y llegó el momento de ir al baño a orinar. Cuando me levanté, con muchos problemas, porque aún no dominaba el asunto de las muletas, crucé la pista de baile y me fijé que Ingrid ya no estaba ahí. Supuse que se había marchado. Cual fue mi sorpresa, que cuando llegué al aseo, me encontré a Ingrid encima del lavabo siendo follada salvajemente por el negro. Discretamente me metí en el baño y me costó mear de la erección que llevaba, mientras fuera, se les oía a los dos follar a pesar del volumen de la música. Cuando logré evacuar, salí mirando hacia otro lado, pero un gemido de ella me hizo voltear rápidamente la cabeza y vi como el negro la estaba enculando con su tremenda polla. Volví a mirar a otro lado, esperando que ella no se hubiera dado cuenta de mi presencia. Al salir, vi como los que habían ligado se iban despidiendo y los que nos quedamos a dos velas, decidimos marcharnos a casa después de tomarnos la última de la noche. Uno de mis compañeros, que bebe porque es deportista, me llevó a casa. Y me fui directamente a la cama.
En mi cabeza solo tenía imágenes de Ingrid follando, comiéndole la polla al chico del día anterior, haciendo topless en la piscina. No podía soportarlo, no conseguía conciliar el sueño. Ni siquiera la paja que me hice a su salud, consiguió tranquilizarme, así que volví a la terraza, me subí a la hamaca y me fumé un cigarrillo. Rápidamente me quedé frito enseguida. Al rato, otra vez la luz encendida del apartamento de los vecinos, las risas y el sonido de la música me despertaron. Debía ser Ingrid que venía acompañada del negro, pero esta vez decidió no salir al balcón. Dentro se escuchaban las voces de 3 personas más. En total 2 chichos y dos chicas contando a Ingrid. Con curiosidad, me levanté para ver qué pasaba y escondido tras el cristal que separaban las terrazas y asomándome un poquito al balcón, pude ver que Ingrid se estaba besando con otra chica blanca y que sus dos acompañantes eran dos negros, uno de ellos, el que se había follado en el baño de la disco de antes. Las chicas se empezaron a quitar la ropa al son de la música, mientras los dos negros estaban animándolas. Ya desnudas continuaron besándose por todo el cuerpo hasta lamerse el coño. Los negros sacaron sus pollas descomunales y empezaron a pajearse delante de ellas. Ingrid se incorporó y empezó a chupársela al otro negro, y la otra chica, se la chupaba al negro al que se había follado Ingrid. A punto estuve de caerme por el balcón, cuando decidí que ya no podía más y debía irme a la cama....

martes, 17 de julio de 2012

Disclaimer y agradecimiento II (escrito a cuatro manos)

Ya le hubiera gustado que le llevara a un antro swinger, descarado (jeje, me da risa esta expresión ¿de dónde la sacó, niño insolente?). En verdad, la pasé bien el sábado. De hecho no la había pasado tan bien en años. Le agradezco todas sus atenciones. Siempre tan caballeroso, tan amable, tan chido. De lo que pasó en la noche, ya se encargará usted de relatarlo. A servidora le quedaron ganas de más. 
Sh.



Gracias a ti por dejarte ver, oír, sentir... Lo del sábado dará para más de un relato y de lo otro, déjame que te cuente otro cuento.

El S.

Disclaimer y agradecimiento I

Ante todo agradecer los comentarios. Si uno escribe es para que los demás lean lo que uno escribe, y si además recibe comentarios, mucho mejor. Dicho esto, y antes de proseguir con los relatos, quisiera pedir disculpas. Sí, ya sé que no tengo que hacerlo, sin embargo, los acontecimientos de la última semana me obligan a pedir disculpas a cierta persona sobre la que he escrito aquí.

Cuando comencé a escribir mis relatos, siempre traté de mantener oculta la identidad de las mujeres protagonistas y alterar algunos detalles para que nunca pudieran identificarse las historias con las personas.  No se trata de un blog privado y cualquiera puede tener acceso a estos relatos. Cree mi avatar y el personaje del Sultán para no ser identificado, pero, casualidades de la vida, alguien  accedió al blog y leyó algo con lo que se sintió identificada. Esta persona, por quien tengo el mayor de los respetos, me escribió a mi email personal y me preguntó si había sido yo quien había escrito sobre ella. "Me parece muy mal que escribas sobre mí y no me digas nada." Naturalmente, si hubiera querido que ella supiera sobre este blog, se lo hubiera comunicado. Mi intención era poder escribir sobre aquellas experiencias que he tenido desde el anonimato, por el simple placer de escribir y recordar y por qué no decirlo, cierto afán exhibicionista y morboso. Me excita escribir sobre estas historias, e igualmente me excita ser leído. En cualquier caso, llevaba razón. Había escrito sobre ella y merecía que se lo hubiera dicho, al menos, para tener la oportunidad de leerlo y poder comentarlo. "Ese cuento que escribes como si hubiera sido yo la que lo hubiera escrito, me hubiera gustado poder escribirlo yo..."

Hacía mucho tiempo que no sabía sobre Sherezade, y la suerte, o la casualidad, hizo que un día de la semana pasada, justo después de haberlo escrito, sus ojos se posaran sobre esa historia. Por un momento, el cuento le resultó familiar y su curiosidad le llevó a querer leer el resto de relatos. Tras leerlos, se sintió inmediatamente identificada. "Debo reconocer que me sentí halagada, incluso excitada al leer tus historias, sin embargo, me hubiera gustado que me hubieras dicho que escribías sobre mí." Mi intención no era esa, pero tenía razón. Debería habérselo contado. Aprovechando la excusa que me brindaba su email, la respondí invitándola a quedar conmigo y discutirlo tomando unas cervezas. La suerte quiso que se encontrara de vacaciones en la misma ciudad en la que vivo. Me envió un sms quedando conmigo en una terraza por la tarde del sábado.

"Joder, no has cambiado nada, sigues estando igual que siempre" - me dijo. La verdad es que el tiempo ha sido bastante benevolente conmigo y afeitado sigo manteniendo el mismo aspecto que tenía cuando iba a la facultad, quizás con algunas canas y puede que con algo menos de peso. La verdad es que ella había cambiado algo. Se la veía más madura. Ya no vestía de la misma manera que antes, incluso llevaba maquillaje, cosa que antes nunca había llevado o al menos nunca me di cuenta de ese detalle. Por mi parte, yo seguía con el mismo aspecto desaliñado y vestía de la misma manera, que quizás no se corresponda con mi edad o con mi actual profesión. Tampoco me iba a vestir de traje para ver a una vieja amiga, cosa que me recriminó. "Podías haberte puesto algo más formal, ¿no?". Supongo que la gente cambia y ese aspecto que en el pasado no hubiera tenido importancia para ella, parecía que ahora sí que lo tenía. La vida te lleva por caminos que nunca sospecharías y ciertamente, tras varias horas de conversación me encontraba con una persona diferente a la que había conocido. Evidentemente, yo tampoco era aquel chico de entonces. Teníamos muchas cosas que contarnos, muchas cosas que recordar y aquella "nueva" Sherezade tenía muchas cosas interesantes que quería descubrir.

Pasó la tarde, llegó la noche y ya habíamos bebido muchas cervezas. Decidimos ir a cenar y continuar con la conversación. Fuimos a un restaurante árabe similar al ambiente que había recreado en mi relato. "¿Cómo se te ocurrió llamarme Sherezade?" - me preguntó. Qué mejor nombre para la protagonista de mi relato que el de la protagonista de Las mil y una noches, y habida cuenta de que me hago llamar el Sultán, pensé que no era mala idea. Me dijo que le gustaba ese nombre y que le gustaría escribir algún relato en mi blog. Que su "cuento" se notaba mucho que lo había escrito un hombre y que quizás necesitaba que una mujer me echara una mano. Claro que necesito que una mujer me eche una mano, le dije, pero me reservé el lugar en que estaba pensando. Enseguida captó la idea que me rondaba por la cabeza y no tardó en echarse a reír. "Eres incorregible" - apuntó.

Terminada la cena y como estábamos muy a gusto, decidimos ir a tomarnos una copa a otra parte. Ya le había prometido que la dejaría escribir en mi blog y que podía hacerlo cuando ella quisiera. Incluso conseguí su permiso para escribir sobre este encuentro. Como no sabía muy bien dónde llevarla, dejé que fuera ella quien decidiera el lugar. Lo cierto es que últimamente no salgo mucho, quizás por el trabajo, y tampoco sabía muy bien qué lugar le podría gustar. Caminando llegamos hasta la puerta de un lugar un tanto discreto y que tenía un guardia de seguridad en la puerta, como cualquier discoteca, pero resultó no ser una discoteca. Una vez dentro, y tras haber pagado yo una cantidad bastante considerable, una joven muy amable nos preguntó si era la primera vez que íbamos al lugar. Estaba claro que sí, al menos por mi parte. A todo esto, Sherezade me plantó un pico y me dijo que me relajara y que me dejara llevar, que estábamos a punto de cumplir una de sus fantasías. Sin saber a lo que atenerme escuché muy atentamente las instrucciones que nos daba la señorita que nos había recibido. "Si no queréis nada con alguna persona basta con tocarle el hombro"...

miércoles, 11 de julio de 2012

Que por qué me llaman el Sultán IV

La verdad es que no me acordaba de nada de lo que me había contado. Sí de lo de la chica que conocí en la parada del autobús, sí de lo que nos habíamos estado metiendo mano en mitad de la clase, también de aquello que sucedió después en los baños; pero en lo que respecta a su presencia, no tenía ni idea. Y no soy de los que se olvidan de una cara, ni tan siquiera de una persona. Sherezade me explicó que por aquel entonces llevaba gafas y el pelo recogido. No me lo podía creer, si precisamente esa es una de mis parafilias más recurrentes. Me encantan las mujeres con gafas y que lleven el pelo recogido, y si ella iba así entonces, por qué razón me pasó desapercibida. Suerte que le tiré el café en la cafetería y pude conocer a la mujer exuberante que tenía enfrente en ese momento. "¿Te podrías recoger el pelo y ponerte unas gafas?" - le prengunté y me contestó que era un cerdo, pero que eso le daba morbo y que cualquier petición mía, era una orden para ella. "Lo que ordene mi Sultán". Me sentía halagado por tantas atenciones, pero sentía que no era ella, que estaba representando un papel. Ella era una mujer con carácter, de esas que no se dejan amilanar por cualquier hombre, lo cual me excitaba sobremanera, sin embargo, el juego erótico de representar papeles también me parecía muy excitante. No tardó en cumplir mis deseos y apareció de nuevo vestida con un blusa convenientemene desabrochada y falda, con su pelo rizado recogido en una coleta y unas gafas. "Estás fantástica", le dije. "Todo lo que sea para complacer a mi Sultán".

Se sentó de nuevo a mi lado y continuamos besándonos. Yo seguía en cueros y a ella le sobraba ropa. No obstante, aquello le daba otro tono picante a la situación. La agarré y la llevé sobre la mesa de su escritorio. Me puse detrás de ella y le subí la falda. Retiré hacia un lado el tanga que llevaba puesto y la penetré desde atrás, dándole duro. "Así es como querías que te tuviera, putita" - le dije mientras me la estaba follando, "Sí, mi Sultán, me gusta sentirte dentro de mí. No pares nunca...". Los gemidos se convirtieron en gritos. Yo estaba muy excitado, pero me sentía como en un sueño, Supongo que el narguile llevaba algo más que tabaco. Luego me enteré que sí, que lo había mezclado con unos cogollos de marihuana, que eso la ponía muy cachonda. "Me corro, mi Sultán, no pares nuncaaaaaaaaa... me corrooooo", gritaba mientras se convulsionaba. Uno, dos, tres y hasta cuatro orgasmos pudo contar en esos gloriosos minutos. Como hacía tiempo que no atendía a razones porque estaba colocado, me agaché y le quité el tanga y empecé a lamerle el coño. Me chupé un dedo y comencé a jugar con su ano, cosa que la electrificó. Fue el momento en que empecé a introducirle el dedo índice poco a poco para que su esfinter se relajase. Conseguida la relajación traté de introducir un segundo. "Sé lo que quieres hacerme, ten cuidado, mi Sultán" - declaró Sherezade señalándome la mesilla de noche donde tenía una crema lubricante. La cogí y embadurné su puerta trasera, no sin antes dedicarle un beso negro, lo cual la dejó más excitada si cabe. Cuando estuvo todo preparado, introduje poco a poco la cabeza de mi pene en el principio de su recto. Ella aullaba de dolor a pesar de que tuve el más sumo de los cuidados. Poco a poco fui introduciendo más carne en su culo y la sensación de ardor del principio fue sustituida por descargas de placer. La estaba dando por el culo, y a pesar de no saber si era su primera vez, desde luego que sí que era la mía. "Veo que eres un experto", dijo entre jadeos. Si ella supiera... "¿Te gusta?" - pregunté. "Me encanta, mi sultán descarado". Ante la autorización de Sherezade comencé a bombearla como si me fuera la vida en ello. También la agarraba de los pelos y de vez en cuando le soltaba un cachete. Le gustaba la situación y no paraba de insultarme a grito pelado y sin ningún tipo de rubor. Por un momento pensé en los vecinos, qué pensarían, pero estaba seguro que aquel pensamiento venía de mi estado alterado de la realidad producto del narguile aliñado. Del cajón del escritorio sacó uno de esos juguetes vibradores que se colocó encima de su clitoris. Se iba a correr de un momento a otro y yo también lo haría. Ella tuvo su orgasmo y yo me corrí encima de sus nalgas y algo en la falda y en la blusa que llevaba. Quedamos muy cansados, nos abrazamos, nos dimos un tierno beso y quedamos rendidos en uno de los cojines que tenía por el suelo...

Después, cuando recuperamos un poco la conciencia, ella se quitó la blusa y el resto de la ropa. Se levantó y me dio la mano para levantarme. "¿Por qué no vamos a la cama?" - me preguntó. "Supongo que necesitamos una ducha, mi cielo". Me dijo que más tarde, que ahora quería contarme otra historia... Nos tumbamos en la cama, ella puso otro disco de música árabe con el volumen bajo, encendió un par de velas y empezó su relato,

martes, 10 de julio de 2012

Sherezade me cuenta una historia (interludio)

"¿Sabías que antes de que me tiraras el café en la facultad ya me había fijado en ti? No, ¿verdad? Soy mucho más discreta que tú, descarado... Mucho antes de que me tiraras el café, ya sabía quién eras. Te había visto por el pasillo, tan mono tú, con esas patillas y esa perilla. Tan alto, tan grande... Deja de mirarme las tetas, llevas toda la noche igual... Mírame a los ojos, que te estoy hablando, descarado. Luego tendrás lo que quieres, pero ahora escúchame. Quizás tú no te acuerdes, pero un día me senté a tu lado en clase. No era mi aula ni tampoco tenía que estar allí, pero te seguí y me senté junto a ti. Te estuve mirando toda la hora. No te diste cuenta, porque soy más discreta que tú. Te vi haciendo dibujitos en lugar de tomar apuntes. Vi cómo se los pasabas a la compañera que tenías a la izquierda. Vi cómo os reíais y os hablabais al oído. Ella te puso la mano en el muslo y tú pusiste la tuya sobre el suyo. Ella llevó su mano hasta tu polla y a mi se me llevaban los demonios. Me sentí celosa y excitada a la vez. No, no te rías. Sentí celos porque esa fresca te estaba tocando la polla, mientras tú le comías la oreja, diciéndole quién sabe qué guarradas. Te hubiera metido un par de hostias en ese momento, cabrón, pero estaba mojadísima pensando que eran mis manos y no las suyas las que estaban tocándotela... Tampoco te diste cuenta de que me llevé mi mano derecha bajo la falda. Bien ocupadito estabas haciéndole un dedo a la guarra ésa, descarado. En mitad de la clase tres personas masturbándose. Tú a ella, ella a ti y yo sóla con mis dedos, imaginando que eran los tuyos. Ni cuenta se dio la profesora, ni tampoco los compañeros. Como soy zurda, seguía escribiendo, para disimular. A punto estuve de darte un codazo, para que dejaras de tocarle el coño a la tía ésa, pero me tenías super excitada. Mis dedos se escurrían de lo mojada que estaba. Me iba a correr de un momento a otro. Miré a todos lados pensando que alguien podría estar mirando. Afortunadamente alguien se dirigió a la profesora y todos miraron hacia él. Me corrí como nunca antes me había corrido. Fue un orgasmo largo, se me erizaron los vellos y creo que hasta me mareé. Tú seguías a lo tuyo, volviste a decirle algo al oído y la vi dar un respingo. Creo que también se corrió. Aprovechaste que todos miraban al compañero para darle un pico. Te hubiera matado de no ser porque acababa de correrme gracias a ti. Te hubiera dado un abrazo. Sí, sí, te hubiera abrazado, te hubiera besado, te hubiera comido la polla, pero yo no existía para ti. Ni te diste cuenta de que estaba a tu lado. Volviste a coger el bolígrafo y el papel y vi que le dibujaste un corazón. Te quería matar, gilipollas. Nunca había estado tan celosa por alguien, y menos por alguien a quien ni tan siquiera conocía. Tan sólo de vista... Terminó la clase y todos salieron a fumarse un cigarro al pasillo. Nos quedamos los últimos. Te vi como le guiñabas el ojo a la chica y le señalabas con la cabeza hacia afuera. Decidí seguiros. Agarrasteis el ascensor y yo me metí con vosotros. Te hacías el despistado, ella también. Yo sabía perfectamente qué era lo que ibais a hacer después. Bajasteis hasta la planta baja. Yo salí del ascensor primero y me dirigí hacia las aulas, pero sabía perfectamente que os ibais a meter en el baño. Esperé un momento y me fui también hacia el baño. Quería escucharos. Abrí la puerta silenciosamente, vosotros ya estabais metidos en uno de los retretes. Se os oía perfectamente como os besabais, como os metíais mano, como gemíais y como jadeabais. Entré en uno de los retretes contiguo al vuestro para escuchar mejor. Ella te estaba comiendo la polla. Tu debías estar sentado. Como me hubiera gustado verte en ese momento. Como te estremecías cuando la furcia ésa se tragaba tu sable, como cerrabas  los ojos de placer. Yo ya me había quitado la falda y las bragas, y mientras os oía follar, me estaba haciendo otro dedo... La debías de estar matando de placer porque no dejaba de acordarse de la divinidad entre gritos. A mi también me estabas matando, y hubiera gritado si hubiera podido, pero tenía miedo de que me descubrierais. Me corrí como una posesa y tu amiga también, casi al mismo tiempo. Aún faltabas tú y ella te pedía que se lo echaras en la cara. Yo me imaginaba que me lo echabas sobre mi boca abierta y que me tragaba tu lefa. En esas volví a correrme y tú también, porque lo siguiente que oí fue que se lo habías tirado sobre el ojo y que le escocía. Os vestisteis y salisteis al lavabo para limpiarle el ojo. Cuando terminasteis, espere a que salierais para salir yo después, temblándome aún las piernas de los tres maravillosos orgasmos que tuve gracias a ti... Luego hice mis averiguaciones, ni siquiera era tu novia, ni tampoco era de la facultad. También que la habías conocido ese mismo día en la parada del autobús. ¿Cómo puedes llegar a ser tan atrevido? Si parecías una mosquita muerta, tan educadito, tan tímido. Eso sí, eres un descarado, porque no has dejado de mirarte las tetas durante todo este relato. Serás golfo..."

lunes, 9 de julio de 2012

Que por qué me llaman el sultán III

Sherezade bailaba al ritmo sensual de una canción árabe mientras yo la miraba sentado en aquel cojín. Después de la primera canción y prohibirme reiteradamente que la tocara, comenzó a quitarse poco a poco la ropa que llevaba puesta. Una vez desnuda se acercó hasta mi y me dio un beso en la boca. No me dejó tocarla y me dijo que ahora me tocaba a mí bailar para ella. Nada convencido de mis dotes como bailarín y algo ofuscado por no poder tocarla, me levanté y comencé a mover los pies al ritmo de la música obedeciendo su orden. Poco a poco fui perdiendo la vergüenza y ya movía todo el cuerpo, lo cual provocaba las risas de mi anfitriona. Sin perder la compostura ni la gracia, me fui despojando de la camisa primero y de los pantalones después. Ya desnudo y satisfecha Sherezade por el patético espectáculo recibido, me acerqué a ella y comencé a besarla.

"No tengas tanta prisa por llegar al final" - me decía mientras la acariciaba con desenfreno. Volvió a levantarse y trajo consigo un narguile, la cual preparó con esmero. Tras un par de fuertes caladas, me lo pasó y comenzó a contarme un cuento.

viernes, 6 de julio de 2012

Que por qué me llaman el sultán II

No podía dejar de mirar su escote. Lo reconozco, tengo debilidad por los escotes generosos, sean del tamaño que sean. Creo que ella se dio cuenta. No podía ser de otra manera, apenas le miraba a los ojos. Me llamó la atención por ese detalle y apenado me disculpó. "Tranquilo, lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos", me dijo no sé si para que me riera y estuviera más tranquilo o quizás como incitación. Luego lo descubrí.

En estas llegamos a la fiesta. Mucha gente. Buen ambiente. Música bastante alta que obligaba a acercarse al oído del otro para poder ser escuchado. Miradas que se pierden en los escotes... "Eres un descarado, pero me gusta que me mires las tetas", me llegó a decir. No sabía dónde meter la cabeza de la vergüenza. Tomamos cerveza en vasos de litro. Tanta cerveza hizo su efecto diurético y me mandó para el baño. Como no conocía el lugar, le pregunté a Sherezade como ir al baño. Ella se prestó a acompañarme pues ella también debía ir allá. Resultó que los baños eran unisex, y también estaban vacíos. Cuando me bajé la cremallera para orinar me fue imposible, porque tenía una erección de caballo, provocada por la visión de esas deliciosas tetas. Traté de mear como pude, no sin mucho éxito. Al abrir la puerta me encuentro a Sherezade inclinada con la falda subida mientras se quitaba las medias. Aquella visión volvió a ponérmela dura como un canto y traté de disimular yéndome al quicio de una ventana para esperar a que terminara. "Qué calor tengo. ¿No crees que hace demasiado calor?", mencionó Sherezade. "Sí, yo ahora mismo estoy que ardo", acerté a contestar con esfuerzo de lo excitado que estaba. Cuando hubo terminado, se acercó hasta donde yo estaba, me tomó de la mano, acercó su cara a la mía y me besó en los labios. De inmediato mis manos fueron a su cintura y comenzamos a acariciarnos de forma apasionada. Mis manos se metieron entre su falda y comencé a acariciar sus nalgas. Sherezade hacía lo propio con mi polla por encima del pantalón. Si no hubieran entrado en el baño unas chicas, probablemente hubieramos follado ahí mismo. "Mejor nos vamos a otro sitio, ¿no crees?".

Salimos de la fiesta y nos dirigimos a su casa en un taxi. En el trayecto íbamos metiéndonos mano. El conductor nos llamó la atención en un par de ocasiones, hasta que nos echó. Menos mal que la casa quedaba a un par de cuadras, que recorrimos agarrados de la mano y besándonos a cada momento. Llegamos a su casa, más bien era la de sus padres, pero ellos no estaban. El único problema era que su hermana podría llegar en cualquier momento, pero eso no pareció preocuparle lo más mínimo. Entramos en su habitación y parecía decorada como una jaima del desierto, con cojines gigantes por todos lados, telas y toda clase de lámparas de aceite, la mano de fátima y farolillos de latón con cristales de colores. Me hizo sentar en uno de los cojines diciéndome que me esperara. Comenzó a encender los farolillos y quemó unas barritas de incienso. Puso música árabe en un cd, cogió algo del armario y salió por la puerta, supongo que al baño. Volvió vestida como una bailarina exótica con un sujetador negro con espejitos, por el que le rebosaban sus pechos. La parte de abajo constaba de varios pañuelos negros semitransparentes adornados con piezas de latón dorado y un tanga negro. Me levanté para agarrarla, pero me hizo sentarme y comenzó a bailar para mí la danza del vientre. Me fijé que se había pintado los ojos y que llevaba un piercing en el ombligo. Yo estaba a mil por hora y en cualquier momento me abalanzaría sobre ella...

miércoles, 4 de julio de 2012

Que por qué me llaman el Sultán...

Quizás Sherezade tenga la culpa. Tras unas mil y una noches contándome cuentos para evitar que la ejecutara, se quedó sin voz y tuve que empezar a contarle yo mis cuentos para no perder la costumbre. La gran mayoría son verdad, los otros puras fantasías, pero Sherezade dejó de llamarme por mi nombre impronunciable y comenzó a llamarme el Sultán. Esa es la verdadera historia de cómo adquirí el sultanato y la condición de Sultán en su cama.

Conocí a Sherezade en los tiempos de la facultad. Por aquel entonces no era la clase de persona que soy ahora, ni tampoco tenía la experiencia que tengo. Si hubiera sabido tanto como sé ahora, quizás hubieran sido más las mujeres que hubiera conocido. Pero no me arrepiento. Todo desarrollo personal se basa en la experiencia e inevitablemente hay que pasar por diferentes caminos para llegar al punto en el que uno se encuentra en este momento. Lamentar las ocasiones perdidas, no es tan grave si al menos lo habías intentado. Yo era de eso que lo intentaba por todos los medios, pero fracasaba porque no encontraba a la persona adecuada o porque no sabía rematar la faena, tal vez por bisoñez o porque no era consciente de mis posibilidades.

Con el tiempo, y eso se lo debo a Sherezade, fui desarrollando en mi, ciertas habilidades que jamás pensé que podría tener. El joven impaciente y tímido fue desapareciendo a través del camino que me fue mostrando Sherezade.

La conocí un día que estaba en la cafetería y por culpa de mi torpeza le tiré el café que recién había pedido. De inmediato pedí disculpas y me ofrecí en pagarle una nueva consumición. Aceptó y me dio las gracias. Yo me fui para el cubículo que tenían reservado para los fumadores y ella me siguió. Se me presentó y me preguntó mi nombre. A Sherezade le costaba pronunciar mi nombre. Era gracioso verla tratar de imitarme en la pronunciación de mi nombre. Después me preguntó de dónde venía y yo le dije mi procedencia. Con un guiño, me respondió que a ella lo que más le gustaba era hacer turismo. Lo que no me quedó claro es que si quería venir a conocer de dónde venía yo, o quizás quería conocerme más a fondo.

Volvimos a coincidir en la cafetería una vez más y en esta ocasión ella tenía una propuesta. Quería que fuera con ella a una fiesta solidaria al día siguiente. Habría comida, bebida, actuaciones y era por una buena causa. Fue decirle que sí y se abalanzó sobre mí para darme un beso en la mejilla.

Era viernes y el plan pintaba bien. Una chica me había invitado a salir y era una cosa nueva para mí, que hasta entonces había sido rechazado por cientos y cientos de mujeres. Sherezade tenía la virtud de hacerte sonreír. En cuanto a su físico, era bajita, con curvas y destacaban sus ojos marrones y una larga melena rizada. Cuando llegué al punto de encuentro, me sorprendió la forma en que iba vestida. Una falda larga al estilo hippie y una camiseta blanca de tirantes que podría ser un par de tallas más pequeña que la suya y que hacían destacar sus enormes pechos oprimidos por un sujetador negro. Yo en cambio me decidí por unos clásicos vaqueros gastados y una camisa de cuello Mao a rayas.

martes, 3 de julio de 2012

Cosas que pasan II

Ya había asumido la noticia de la boda de mi amigo con Laura. Según me contó mi amigo había sido un paso meditado y al parecer ella estaba muy ilusionada con en enlace. Mi amigo me dijo que a pesar de todo, le perdonaba el que le hubiera sido infiel en algunas ocasiones porque era la mujer de su vida. Aquella afirmación me dejó perplejo. ¿Sabría algo acerca de mis correrías con Laura? y si lo sabía ¿por qué me elegiría como el padrino de su boda? Evidentemente no sabía nada, y si lo sabía, parecía que me hubiera perdonado o buscaba algún tipo de venganza. No lo sé. El caso es que la boda sería en un par de semanas y con los preparativas apenas pude hablar con él. La semana pasada, con motivo del cumpleaños de otro de mis amigos, me fui de fiesta. Lo cierto es que uno va teniendo una edad y ya no aguanta según qué cosas. La verdad es que llevaba una semana bastante cargadita de trabajo y me encontraba cansado. Me tomé un par de cervezas y decidí marcharme a casa para descansar. Agarré el transporte público, me puse mi mp3 y esperaba llegar cuanto antes a mi cama para dormir. Tan cansado estaba, que me quedé dormido en el autobús hasta que un frenazo me despertó. Cuando abrí los ojos vi una de esos grupitos de mujeres que iban de despedida de soltera. Las caras, a pesar de ir medio dormido, me resultaron familiares, eran las amigas de Laura, y en efecto, ella estaba allí presente también. Parece que coincidió que era su despedida de soltera.

Como no quería liarla, me hice el despistado. Sin embargo, era imposible pasar desapercibido, ya que al ir llegando al final del trayecto, el autobús se fue vaciando. Además, ambos nos bajábamos en la misma parada. Suerte que la mayoría de sus amigas también eran del barrio y por lo menos evitaría un encuentro a solas con ella. Antes de llegar, una de sus amigas me vio y rápidamente vino a saludarme. Avisó a Laura que también me vino a saludar. Ella estaba bastante borracha como el resto de sus amigas. Empecé a oír risitas y comentarios que no me gustaron nada. Al parecer mi amigo no sabía nada de nuestros escarceos, pero el resto de la humanidad sí que sabía lo que había pasado entre ella y yo. "Ahí tienes tu regalito de despedida de soltera", le dijo una amiga bastante desagradable y con cara de orco a Laura, que se echó a reír, como el resto de las amigas. No me hizo ni puta gracia y estuve a punto de bajarme del autobús antes de mi parada. Lo que me lo impidió fue que la propia Laura se sentó en el asiento de al lado y se me puso a hablar.

Me dijo que le hacía mucha ilusión que fuera yo el padrino de su boda, puesto que era el mejor amigo de su novio y a mí me tenía mucho cariño. Yo le pregunté si sus amigas sabían algo y le comenté que me había molestado el comentario anterior. Me dijo que no les hiciera caso, que estaban borrachas y que la única que sabía algo, era la tipa que tenía cara de orco. Lo que no me explicaba era por qué todas sus amigas se habían reído. "Están todas borrachas", concluyó.

Llegados a nuestro destino, me despedí de las amigas y de Laura con sendos besos y me dirigí hacia mi casa. Cuando estaba a media cuadra de llegar a la puerta, una llamada de teléfono me detuvo. Era Laura la que me llamaba. Me pedía que fuera hasta su casa para hablar. Le dije que no creía que fuera oportuno, ya que en una semana se casaba y había precedentes que debíamos evitar. Me dijo que sólo quería hablar. A pesar de estar cansado fui a su casa. Para hablar.

Llegué en un rato y me la encontré en pijama. Todavía andaba un poco borracha, pero vocalizaba. Me dio las gracias por haber ido a su casa y por darle la oportunidad de explicarse. Le dije que no tenía por qué explicarse, que lo que hubiera pasado entre nosotros era una cosa del pasado, que ahora era otro momento y que iba a dar un paso muy importante. Que no se preocupara por nada, que eran cosas que pasaban y que no había mayor importancia. Que jamás saldría nada de mi boca, como así fue, a pesar de que en este momento lo estoy escribiendo.

Me contó que ella también estaba convencida del paso que iba a dar y que amaba a mi amigo, que había sido una estúpida en el pasado, que estaba arrepentida y que sólo tenía una espinita clavada. Yo le pregunté acerca de esa espinita y ella me explicó que siempre había habido alguien, que se había portado muy bien con ella, al que admiraba y respetaba, pero que era un amor imposible. Le dije que lo pasado, pasado estaba y que ahora debía centrarse en su novio, que todos teníamos un pasado, pero igualmente teníamos un futuro que construir. Con lágrimas en los ojos me dio las gracias y me abrazó.

"Ese alguien eres tú", me susurró. Le dije que no era el momento y que no fuera a hacer nada de lo que luego se fuera a arrepentir. Me miró a los ojos y me besó en los labios. Traté de resistirme pero no pude. Tenía la mala costumbre de envolverme en problemas con las mujeres y en efecto entré al trapo. La historia se repitió y esta vez no hubo marcha atrás. Desnudos en la cama dábamos rienda suelta a nuestras pasiones. Nos dimos placer, nos tocamos, nos acariciamos, nos besamos, nos lamimos, nos corrimos. Lo hicimos varias veces y en todas las posiciones imaginables durante esa noche y al final quedamos dormidos.

Al despertar y verla a mi lado me di cuenta de lo que había hecho. Comencé a llorar amargamente. Ella despertó, me vio y también comenzó a llorar. Lo que habíamos hecho no tenía perdón. Sentíamos que habíamos defraudado a un amigo y sentíamos una vergüenza muy grande. Decidimos que lo justo era decírselo y que él decidiera si continuar con la boda o no. De repente, recibo una llamada al teléfono. Era mi amigo. Me dio un vuelco el corazón. Nos había pillado. Ahora si que me sentía mal.

Con la voz entrecortada, mi amigo me dijo que si podía verme, que necesitaba verme urgentemente. No sabía qué hacer. Miré a Laura que también escuchaba la conversación y tampoco sabía decirme qué debía contestar. Al final tomé la decisión de marchar con mi amigo y afrontar el trance como un hombre.

Llegué donde mi amigo esperándome lo peor, cuando después de un abrazo me suelta que había hecho una cosa terrible. Me quedé sorprendido porque esperaba que me dijera que sabía que Laura y yo habíamos follado esa noche. Comenzó a llorar y explicó que había salido a tomar una cerveza con los compañeros del trabajo, ya que esa noche Laura tenía su despedida de soltera (información que yo ya tenía, pero asentí igualmente). Que tomó demasiado y que terminó la noche en casa de una compañera. "Bueno, dije yo con algo de cinismo, una equivocación la tiene cualquiera, son cosas que pasan". Me contestó que no, que no era la primera vez que había acabado en esa casa y que llevaba varios meses acostándose con ella. Le pregunté que qué pensaba hacer con Laura. Me dijo que la quería y que iba a renunciar a su compañera de trabajo para casarse y vivir feliz con su novia. Me hizo jurarle que nunca se lo diría a ella.

Finalmente, hubo boda. Yo fui el padrino y el guardián de los secretos de ambos novios. Al final, ni ella ni mi amigo jamás supieron de las infidelidades que habían cometido entre ellos. Me consta que son felices. Él rompió definitivamente con su compañera de trabajo, la cual, curiosamente acudió a la boda; y Laura me hizo jurarle que jamás comentaría nada de lo ocurrido aquella noche a nadie (también le hice prometer que tampoco se lo contaría a su amiga con aspecto de orco). Fue una boda muy bonita y había mujeres muy elegantes y especialmente guapas. Sólo me pude fijar en una en concreto, la compañera de trabajo de mi amigo. Yamileth, una belleza latina, de tez trigueña y con buenas curvas, que se encontraba despechada y a la que traté de controlar todo el tiempo por si se le ocurría decir algo que pudiera estropear la felicidad de mis dos amigos ahora casados. El despecho y el rencor te mueven a hacer cosas que quizás vayan en contra de tus principios. Esa noche estaba especialmente elegante y atractivo. También influyó que era el único de la fiesta que sabía bailar ritmos latinos y pude bailar con ella desde salsa, pasando por la bachata y terminando en el merengue y la cumbia. Una cosa llevó a la otra y en un momento, decidimos, largarnos de allí y dejar que los recién casados disfrutaran de su momento. Nosotros fuimos a disfrutar del nuestro, porque al fin y al cabo, son cosas que pasan.

Cosas que pasan

A veces suceden cosas que uno no se espera. Muchas de las cosas con las que fantaseamos, o incluso planificamos, no siempre suceden. Sin embargo, cuando suceden, uno se lleva sorpresas más que agradables, aunque luego, también, pueda conllevar remordimientos o quebraderos de cabeza. Lo que les voy a contar, pasó no hace mucho tiempo. Yo conocía a esta chica desde que un buen amigo me la presentó como su novia. Enseguida me cayó muy simpática y nos volvimos amigos. Jamás se me ocurrió verla como una posible conquista. Era la novia de mi amigo y para mi eso era suficiente como para no fijarme en ella. Obviamente uno tiene ojos en la cara y ve cuando una mujer es bonita, y ella, desde luego lo es.

Fue en una de sus interminables broncas y después de una noche de copas, en que la acompañé a su casa, mientras el novio, bastante enojado, se había marchado mucho antes. Quizás no hubiera tenido que acompañarla hasta su casa, pero en el estado en que iba y la posibilidad de que le pudiera pasar algo en el camino, hizo que aflorara el caballero que tengo dentro y la llevé hasta su portal. Fue al despedirme de ella, cuando al darnos dos besos, nuestros labios se juntaron y comenzamos a besarnos de manera muy apasionada. Nos metimos en su portal y cuando la cosa parecía que acabaría con los dos revolcándonos en una cama, a ella le entró el arrepentimiento y me mandó marchar. Mi amigo nunca supo del incidente.

Aunque cortaron a la semana, ella continuó quedando con nosotros como amiga. Se veía que aquello había sido una bronca pasajera y que tarde o temprano volverían a ser novios. Un día, meses después del incidente, ella organizó una reunión en su casa. Vendrían su grupo de amigas y nuestro grupo de amigos comunes. Lo típico en esas fiestas era beber, charlar y jugar. Como yo por entonces estaba soltero y sin compromiso, me presentaron a una chica con la que estuve hablando toda la noche. Se hizo tarde y ya había algunos que estaban bastante bebidos. Decidimos marcharnos y me fui a acompañar a la chica hasta su casa. En el camino me acordé de haberme dejado la cartera en la casa de llamémosle, Laura, para no repetir lo de amiga, chica o similar. Desde luego, tampoco es su nombre. Cuando dejé a la chica en su casa y despedirme con dos castos besos en la mejilla, los cual enfadó bastante a la susodicha que esperaba más, regresé a la casa de Laura. Toqué al interfono y me identifiqué. Únicamente contestó con un "sube". Subí hasta su piso y me esperaba en la puerta. No me dejó explicarme, me agarró de la camisa y me metió en la casa dándome un beso con lengua. De camino a su habitación, entre besos cada vez más tórridos, íbamos despojándonos de la ropa. Una vez en la cama, ella sobre mi y yo tratando de quitarle el brassiere, me dijo que me estaba esperando, que se había puesto caliente porque en las conversaciones durante la fiesta habíamos estado hablando de sexo y que tenía ganas de verga. Conseguí desabrochar el sostén y al fin pude contemplar esos dos grandes pechos con los que había fantaseado desde nuestro primer beso, los cuales lamí y chupé con fruición y frenesí. Fue besar su cuello y ella se calentó sobremanera. Me desabrochó el cinturón así como los botones de los pantalones y me los bajó. Se avalanzó sobre mi polla y empezó a devorarla como una posesa. Luego fue bajando el ritmo y me di cuenta que estaba llorando. Le pregunté qué era lo que le pasaba. Ella sentía remordimientos porque aún quería a mi amigo. Decía que si él se enteraba de esto nos mataba a los dos. Me hizo sentir mal a mi también y me vestí de inmediato. Me fui de aquella casa. Mi amigo tampoco supo del incidente jamás.
Aunque fue difícil ver a Laura después de lo que había pasado, seguimos viéndonos en compañía de mi amigo y del resto del grupo. Tiempo después la cosa se normalizó y continuamos con la misma amistad que habíamos tenido siempre. En ese lapso, Laura y mi amigo, volvieron y cortaron varias veces, pero seguíamos viéndonos. Una tarde de verano, después de bajar el sol, quedamos como siempre en la plaza para tomarnos unas cervezas. No recuerdo quién trajo una china de hachís y nos hicimos unos petas que nos íbamos pasando los unos a los otros. El caso es que a mi me tocaba pasárselo a Laura. Las primeras veces fue normal, pero conforme iba haciéndonos efecto, comenzamos a acariciarnos las manos con disimulo. Tras varias horas de cervezas y unos cuantos petas después, mi amigo comenzó a sentirse mal y hubo que llevarlo a casa. Nos ofrecimos los dos chicos que estábamos y nos despedimos de Laura, quien de manera disimulada me besó en la boca metiéndome la lengua. Ella siguió su camino y mi amigo, que no se había dado cuenta, pero que estaba fatal y vomitando, me pidió que la acompañara porque tenía miedo de que le ocurriera algo en el camino. Yo obedecí y la seguí en carrera hasta que la alcancé. Fuimos hasta su portal y no hizo falta decir nada porque empezamos a besarnos salvajemente. Luego se acordó de mi amigo y me pidió que por favor lo acompañara a su casa, que no estaba tranquila y también se sentía fatal. Esta vez, me enfadé porque era la tercera vez que me quedaba a dos velas y no la mandé a la mierda, no sé por qué. De otra carrera alcancé a mis amigos, y llevamos al perjudicado hasta su casa, lo metimos en la cama y cuando ya salíamos de su casa le oí decir que nos quería mucho y que qué buenos amigos éramos. Me sentí como una mierda. Mi amigo nunca se enteró de lo que había pasado momentos antes.

Me prometí a mi mismo que nunca más volvería a caer en las manos de Laura y traté de evitar mis encuentros con ella. Era inevitable, pues mi amigo volvió con ella y seguíamos quedando en grupo. Tiempo después, por motivos de trabajo, me tuve que ir del país una larga temporada. Cuando regresé mi amigo me sorprendió con la noticia de que se casaba con Laura y me pidió que fuera el padrino. Aquello me cayó como un jarro de agua fría. No por el hecho de que se casara con ella, sino que me hubiera elegido a mi como padrino después de haberme liado tantas veces con ella sin que él se enterara. Me sentía fatal porque había traicionado su amistad y lo peor fue cuando me dijo que me había elegido como padrino porque era su mejor amigo. Aquello fue una puñalada para mi conciencia, pero tras pensarlo bien, y ver que él era feliz con ella, no tuve más remedio que aceptar. Sería su padrino. Además, no tenía por qué volver a pasar nada con Laura, ya que si se iba a casar con mi amigo, sería porque habría decidido que él era el hombre de su vida y habría dejado de tener ganas de tener historias con otros. Qué equivocado estaba.